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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
La historia de Góngora Marmolejo, uno de los relatos de la conquista de Chile

Tenemos cinco textos principales que narran los sucesos de la conquista de Chile. Son ellos las cartas de relación de Pedro de Valdivia, escritas entre 1545 y 1552; tres crónicas: la primera es la que hemos conocido más recientemente en su texto original, la que aparece bajo el nombre de jerónimo de Vivar y que llega hasta el año de 1558, la segunda la de Alonso de Góngora Marmolejo, que conduce el relato hasta 1575 y la tercera la de Pedro Mariño de Lobera, rehecha por el padre Bartolomé de Escobar y que se prolonga hasta 1595, en los comienzos del gobierno de Martín García Oñez de Loyola. Fuera de estos escritos en prosa, contamos con el poema de Ercilla; la primera parte de La Araucana se publicó en 1569 y de todas las obras indicadas es la única que fue impresa en la época(1).

El corpus de las relaciones de Pedro de Valdivia está compuesto de once documentos: una carta a Gonzalo Pizarro (1545), otra a Hernando Pizarro, que estaba en la corte (1545), seis dirigidas al emperador Carlos V (entre 1545 y 1552), una al Consejo de Indias, escrita a sugerencia de La Gasca (1548), una al príncipe don Felipe (1552) y un extenso memorial de instrucciones a sus apoderados en la corte (1550). Los relatos de Valdivia se refieren en detalle a los sucesos de la empresa militar y fundadora, a su actuación frente a la rebelión de Gonzalo Pizarro y traen muy importantes datos sobre su gestión administrativa y jurídica. Constituyen el primero y valioso fundamento de la historia de Chile(2). Es posible que el cronista mayor de Indias, Antonio de Herrera, haya aprovechado en cierta medida alguna de las cartas de Pedro de Valdivia, a que pudo tener acceso por su empleo oficial(3).

 

Dos páginas del manuscrito original de la Crónica de Góngora Marmolejo, que se conserva en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, en Madrid. Al frente aparece su firma autógrafa.

 

La primera crónica del período es aquella en cuyo manuscrito aparece como autor jerónimo de Vivar. Era conocida por León Pinelo, que la tenía en su biblioteca y se ha sugerido que fue utilizada por el padre Rosales, fue según Barros Arana(4), pero su texto no había sido encontrado. Esto ocurrió felizmente hace pocas décadas y el manuscrito está en la Newberry Library de Chicago y fue publicado en Santiago, en facsímil y con transcripción de Irving Leonard, por el Fondo Medina en 1958(5). El relato que está destinado a "poner por memoria, y hacer relación y crónica de los hechos heroicos de don Pedro de Valdivia y de los españoles que con él se hallaron en la jornada", se extiende con sus noticias hasta 1558, casi cinco años después de ocurrida la muerte de Valdivia. Un dato interesante es la comprobación de que el autor utilizó las cartas del conquistador(6). La crónica de Vivar tiene un auténtico valor histórico y trata una serie de aspectos, que no aparecían en los textos hasta ahora conocidos. La impresión que deja su lectura es que el autor fue un testigo presencial de los hechos, estando junto a Valdivia desde su salida del Cuzco. Cuando las noticias del autor fueron de oídas, ellas se vierten en capítulos más breves(7).

La obra de Góngora Marmolejo, tiene el título de Historia de todas las cosas que han acaecido en el reino de Chile y de los que lo han gobernado. Parte el relato con sumarios capítulos destinados a la descripción de la tierra, la expedición de Almagro y los hechos de Pedro de Valdivia hasta 1551. Desde esa fecha, que es la de la llegada a Chile del autor(8), se advierte que éste es a veces testigo presencial de lo que cuenta o que está enterado de ello por los decires del tiempo. Trata de mantener una visión ecuánime frente a las personas y ha sido considerado por los historiadores del período una de las fuentes más dignas de crédito. Su texto es interesante como modelo de obra de un capitán que no pretende lucir galas eruditas, que a menudo atosigan ciertas obras de este tipo, sino que, a pesar de tratarse de un hombre de buena cultura, utiliza un estilo directo y sencillo. El relato llega hasta el año 1575, con el fin de la presidencia de Bravo de Saravia, la supresión de la audiencia de Concepción y el nombramiento como gobernador de Rodrigo de Quiroga.

Dice Góngora Marmolejo que lo ha movido a escribir su historia el hecho de que no haya ninguna relación sobre la conquista de Chile. Advierte que Ercilla "caballero que en este reino estuvo poco tiempo en compañía de don García de Mendoza, escribió algunas cosas acaecidas en su Araucana... y por no ser tan copiosa como fuera necesario para tener noticia de todas las cosas del reino, aunque por buen estilo(9), quise tomarlo desde el principio hasta el día de hoy, no dejando cosa alguna que no fuese a todos notoria... ".

El autor, comenzó a redactar su libro en 1572 y lo terminó en 1575. Poco después de haberlo despachado a su destinatario, que era el presidente del Consejo de Indias, Juan de Ovando, quien había muerto unos meses antes, también falleció Góngora Marmolejo. La dedicatoria a Ovando nos sugiere que el impulso que tuvo para escribir fueron las órdenes de éste encaminadas a que el Consejo de Indias lograra la más completa información de las cosas del nuevo mundo, de la que carecía, con gran daño para sus decisiones. Juan de Ovando, jurista de alta categoría y hombre político de la confianza de Felipe II, había sido nombrado visitador del Consejo en 1567 y terminada la visita, presidente de ese alto cuerpo, cargo que ejerció hasta su muerte el 8 de septiembre de 1575. Ovando es el gran organizador del Consejo. Sus tareas primordiales fueron subsanar dos fallas esenciales que encontró en éste, que era el organismo encargado de la gobernación superior de todas las Indias y de dictar la legislación que las circunstancias requerían para ellas. Esos defectos eran la falta de información geográfica e histórica y la falta de orden en la abundante legislación que se había ido produciendo desde el descubrimiento.

Desde 1569 Ovando se dirige a todas las autoridades americanas pidiéndoles las más completas informaciones sobre cada territorio. Luego, en 16 de agosto de 1572, puntualizó en una real cédula el pedido; en ella se lee: "sabed que deseando que la memoria de los hechos y cosas acaecidas en esas partes se conserve y que en el nuestro Consejo de las Indias haya la noticia que debe haber de ellas y de las dichas cosas de esas partes que son dignas de saberse, habemos proveído persona(10) a cuyo cargo sea recopilarlas y hacer historia de ellas, por lo cual os encargamos que con diligencia os hagáis luego informar de cualesquier personas, así legas como religiosas, que en el distrito de esa audiencia hubiere escrito o recopilado o tuvieren en su poder alguna historia, comentarios o relaciones de alguno de los descubrimientos, conquistas, entradas, guerras o facciones de paz y de guerra que en esas provincias o en parte de ellas hubiere habido desde su descubrimiento hasta los tiempos presentes" y ordena que se envíen al Consejo los originales y si esto no fuera posible, copia de esos textos(11).

Los editores y comentaristas de la Historia de Góngora Marmolejo repiten, de unos en otros, que se sabe poquísimo sobre la vida de este capitán(12). Se basan en las primeras noticias dadas por Medina en 1878 y por Barros Arana en 1884, pero ignoran las ulteriores investigaciones de Medina y la incansable búsqueda de datos en los documentos de Tomás Thayer Ojeda después, las que permiten bosquejar una semblanza biográfica que nos muestra al autor como una persona de la conquista y población de Chile que, fuera de los hechos de armas, desempeñó cargos de responsabilidad y de honor(13).

Barros Arana en 1884 había enfatizado lo poco que se sabía sobre el cronista y llegado a suponer que era un hombre oscuro, a pesar de sus valiosas condiciones de testigo y de escritor. Dice: "No lo vemos figurar entre los regidores de los cabildos, ni entre los procuradores de ciudad, ni en ninguno de los cargos que requieren dotes más altas que las de los simples soldados"(14). Esquemáticamente las que siguen son las noticias que hoy tenemos sobre sus hechos.

Alonso de Góngora Marmolejo nació en Andalucía, en Carmona, en 1523. Fue hijo del regidor de la villa Juan Jiménez de Góngora Marmolejo y de Teresa Núñez de Tanfarva. En abril de 1551 se hallaba en Santiago y poco después se traslada a Concepción para integrar como soldado la expedición que preparaba Valdivia para proseguir las conquistas y poblaciones meridionales. Asistió a la fundación de Valdivia, en cuya ciudad se avecindó y fue regidor de su cabildo en 1555. En 1557 se trasladó por mar, desde Valdivia, a servir con don García de Mendoza que se hallaba en la isla Quiriquina y participó en las operaciones militares; estuvo de guarnición en el fuerte de Tucapel y le correspondió ayudar a frustrar el ataque que hizo Caupolicán, a raíz del cual cayó prisionero el caudillo mapuche y fue luego ajusticiado. Don García lo hizo vecino encomendero de Cañete y allí fue también regidor en 1558 y 1559. Se encontraba en Santiago, en junio de 1561, cuando Francisco de Villagra tomó el mando provisorio; es probable que lo acompañara en su campaña al sur. Privado por Villagra de su encomienda, volvió a su anterior vecindad en Valdivia. En esta ciudad desempeñó el cargo de oficial real bajo el gobierno de Pedro de Villagra. En la visita a que en tal carácter lo sometió el oidor Egas Venegas, resultó con una condena bastante seria(15). En 1571 era corregidor de Villarrica. Pretendió de Bravo de Saravia el empleo de protector de indios, pero fue desairado. Rodrigo de Quiroga lo nombró, en 1575, juez pesquisidor de los hechiceros indígenas, pero a fines de ese año debió ocurrir su muerte, pues en 23 de enero de 1576, expresando ese motivo, es nombrado otro capitán para dicho empleo.

Tuvo un hijo, al parecer mestizo, nacido en Valdivia en 1555, el capitán Luis de Góngora Marmolejo, que se distinguió como militar en la defensa que se presentó en Quintero contra los hombres del corsario Cavendish. En 1605 lo encontramos en el empleo de intérprete general del reino. Fue casado y dejó descendencia.

El conocimiento de la vida de un escritor es siempre de gran importancia y muy en especial si se trata de un memorialista, para comprender los juicios que se leen en su obra. Así, a pesar de la decantada objetividad de Góngora Marmolejo, por motivos personales se explica la simpatía con que se refiere a don García, no obstante sus desafueros con los viejos conquistadores y la clara antipatía que le inspiran las figuras de Francisco de Villagra y de Bravo de Saravia: el primero lo hizo encomendero, el segundo le quitó la encomienda y el tercero le negó un empleo que solicitaba y para el que tenía méritos sobrados.

El último cronista a que nos hemos referido es el caballero gallego don Pedro Mariño de Lobera, nacido en 1530 y que llegó a Chile en 1552. Fue militar, encomendero, corregidor de Valdivia en 1575 y más tarde se radicó en el Perú
donde fue corregidor de Camaná. Murió en Lima en 1594(16). Escribió una extensa Crónica del reino de Chile desde la expedición de Almagro hasta un tiempo cercano a la muerte del cronista. Desgraciadamente no ha llegado hasta nosotros el texto original de Mariño de Lobera. Su manuscrito fue entregado por don García de Mendoza, que era a la sazón virrey del Perú, después de la muerte del autor, al jesuita Bartolomé de Escobar para que lo corrigiera estilísticamente(17). El padre Escobar metió mano en toda la obra, principalmente con el ánimo de transformarla en un escrito en loor del virrey. Resulta así que es la primera de la serie de obras costeadas por don García y por sus descendientes destinadas a engrandecer sus hechos. Los autores encargados de esta tarea fueron literatos de mucho prestigio: Pedro de Oña, Cristóbal Suárez de Figueroa, Lope de Vega, Juan Ruiz de Alarcón, y otros. Esto hace que el empleo de ese libro como testimonio histórico haya que tomarlo con extremadas precauciones(18).

En nuestros días las crónicas, como las memorias y las cartas han adquirido un renovado interés como fuentes históricas. Llamaron mucho la atención de los historiadores del siglo pasado, en particular para el período de la conquista y población, pero presentaban el riesgo del subjetivismo de los autores que obligaba a usar respecto de ellas una muy severa crítica de veracidad. Luego la atención se centró en otros testimonios que parecían más seguros: los documentos oficiales y muchos investigadores, desde Gay, Barros Arana, Vicuña Mackenna y Crescente Errázuriz, y muy principalmente Medina, realizaron intensas búsquedas en los archivos. El fruto fue copioso y de enorme importancia y una gran parte de ese material ha sido publicado, de manera que así se facilitó grandemente la labor de los historiadores. Esto hizo que las crónicas resultaran una fuente complementaria, o una guía de datos no muy precisos que debían ser contrastados con los documentos.

Hoy día cuando las preocupaciones de los historiadores se han extendido con intensidad en nuevos campos, no centrados en los acontecimientos políticos y militares, las crónicas han cobrado una nueva vitalidad. El reflejo que ellas muestran del sentido colectivo frente a tantos asuntos les ha agregado un nuevo interés. A través de ellas se pueden apreciar las creencias, los grupos sociales y su manera de vivir y constituyen fuente para la historia de las mentalidades, la historia económica y social, la jurídica, la antropología, la historia de los conocimientos geográficos, todo ello sin perder su condición de acarreadoras de datos de todas clases y reveladoras de la personalidad de sus autores.

El Comité de Publicaciones de la Universidad de Chile decidió incorporar en su serie "Libros de Chile" una de las crónicas de la conquista y escogió entre las que he mencionado la de Alonso de Góngora Marmolejo, la que, además de su valor intrínseco, tantas veces alabado, constituye un libro muy atractivo por la inmediatez de su estilo ágil y elegante, y por la serie de retratos, de gran vitalidad y de equilibrio notorio, que el autor esboza de los gobernadores de Chile desde Valdivia hasta Bravo de Saravia. No en vano es frecuente que quienes se refieren a este texto, lo hayan comparado con la más apreciada crónica que se escribió en la época, la de Bernal Díaz del Castillo, habida diferencia del medio en que se desarrollan los sucesos.

La obra de Góngora Marmolejo llegó al destino que quería el autor: el Consejo de Indias, pero su nominal destinatario, el gran presidente que fue Juan de Ovando, había muerto y su tarea de intensificar la información sobre América y de recopilar sus leyes, quedó truncada. El volumen original fue encontrado por el diligentísimo cronista de Indias Luis de Salazar y Castro(19) y, a través de conocidas vicisitudes, llegó a incorporarse, con su colección de manuscritos, a la biblioteca de la Real Academia de la Historia. Esta corporación la dio a la estampa, en 1850, en el tomo IV del Memorial histórico español, en edición cuidadosa con que corrió el erudito Pascual de Gayangos. Unos años más tarde, en 1862, ese mismo texto, con retoques ortográficos, fue incorporado en el tomo II de la Colección de historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional. Barros Arana cotejó los textos publicados con el manuscrito original de la Academia y escribió su satisfacción por la corrección de aquellos. En 1960, ha sido incorporado en la serie de Crónicas del reino de Chile que, con estudio preliminar de Francisco Esteve Barba, forma el tomo CXXXI de la Biblioteca de Autores Españoles. Esta última versión, con su ortografía más modernizada es la que se ha seguido ahora aunque con algunas ligeras correcciones. Las ilustraciones, fotografías del manuscrito, las debemos a la gentileza del Secretario Perpetuo de la Real Academia de la Historia don Dalmiro de la Válgoma y Díaz Varela, a quien expresamos nuestros agradecimientos.

El Comité de Publicaciones de la Universidad quiso acompañar esta edición con un estudio preliminar que fue pedido a la profesora Lucía Invernizzi Santa Cruz, quien se ha distinguido por sus interesantes análisis de las crónicas y de la actitud de los cronistas al escribirlas. El estudio de la profesora Invernizzi Santa Cruz proporciona sin duda a los historiadores nuevos puntos de vista, de auténtico valor, para la crítica del texto.

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Notas

(1)

El valor histórico de La Araucana ha sido estudiado por varios autores, principalmente por José Toribio Medina, en diversas partes de su edición monumental del poema, Santiago, 1910-1918; especialmente en la "Ilustración XIX" que está en el quinto tomo, p. 405-440, cuyo es "Verdad Histórica de la Araucana". La obra más minuciosa y extensa destinada al tema es la de Tomás Thayer Ojeda: Ensayo crítico sobre algunas obras históricas utilizables para el estudio de la conquista de Chile, Santiago, 1917, p. 1 a 406.
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(2)

Lentamente se fueron descubriendo estos documentos: un primer grupo fue encontrado y copiado en Simancas por Juan Bautista Muñoz a fines del siglo XVIII y publicado por Claudio Gay en el tomo I de Documentos de su Historia. Fueron acrecentados por las búsquedas de Barros Arana y José Toribio Medina. Todos ellos fueron publicados por este último en facsímil y transcripción: Cartas de Pedro de Valdivia que tratan del descubrimiento y conquista de Chile, Sevilla, 1929; edición reproducida por el Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina, en 1953, con una introducción de Jaime Eyzaguirre.
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(3)

 Francisco Esteve Barba: Historiografía indiana, Madrid, 1964, p. 518.
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(4)

 Benjamín Vicuña Mackenna, en su Prefacio a la edición de la Historia general del reino de Chile, de Diego de Rosales, t.I, Valparaíso, 1877, p. XLI y XLVI. Su sugerencia se ha transformado en afirmación en la pluma de otros autores. Sin embargo, no encuentro en la Historia de Rosales tal aprovechamiento, de la crónica de Vivar.
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(5)

 El texto ha aparecido como tomo II, proyectándose uno primero con estudios sobre la crónica que presenta, entre otros problemas, el establecer, si ello es posible, quién es su autor: si Vivar, que se indica como secretario de Valdivia, que no consta que lo fuese, o Juan de Cárdenas, que lo fue y que ya Barros Arana pensaba que podía ser el autor, encubierto, no se sabe por qué, con otro nombre. Ese tomo I está encargado de prepararlo la Academia Chilena de la Historia, que tiene el asunto en su programa de trabajo.
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(6)

Así quedó en claro en una erudita comunicación hecha recientemente en la Academia Chilena de la Historia por D. Rodolfo Oroz Scheibe.
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(7)

 Un interesante estudio, que se debe a Sonia Pinto, aparece como introducción a una cuidada antología de la obra publicada por Editorial Universitaria, Santiago, 1987, pp. 19-35.

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(8)

 Había dicho Medina en Historia de la literatura colonial de Chile, t. II, Santiago, 1878, que había venido a Chile en 1547, Barros Arana: Historia general de Chile, t. II, Santiago, 1884, p. 278, cree que fue en 1549, pero Tomás Thayer Ojeda, en Formación de la sociedad chilena, Santiago, 1941, p. 63, parece comprobar que no llegó sino en 1551.
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(9)

La primera parte de la Araucana, que termina con la llegada de don García de Mendoza en 1557, debe haber sido conocida en Chile alrededor de 1571.
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(10)

 Recientemente había sido nombrado Juan López de Velasco, a propuesta de Ovando, como cronista-cosmógrafo de Indias.
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(11)

 Juan Manzano Manzano: Historia de las recopilaciones de Indias, I, Madrid, 1950, pp. 225-226, publica esta cédula, que se conserva en el Archivo de Indias, Indiferente General, leg. 427, lib. 30, fol. 233v-234. Está dirigida al virrey de Nueva España, pero en el registro aparece la anotación de que se despachó a Chile: "Ídem otra cédula del mismo tenor a la audiencia de las provincias de Chile".
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(12)

 Así, por ejemplo, el erudito Francisco Esteve Barba en Historiografía indiana, cit. p. 520 y s., y poco antes en su edición de las Crónicas del reino de Chile, en Biblioteca de Autores Españoles, tomo CXXXI, Madrid, 1960, p. XXXS.
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(13)

José Toribio Medina: Diccionario biográfico colonial de Chile, Santiago, 1906, pp.
368-369 y Thayer Ojeda: Formación de la sociedad chilena, cit., t. II, pp. 63-64.
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(14)

Los antiguos cronistas de Chile, publicado en La Lectura, t.1, 1884 y reproducido en Obra completas, t. VIII, Santiago, 1910; el párrafo citado en p. 1861.
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(15)

 La visita de Egas Venegas a la Real Hacienda ha sido muy bien estudiada por Fernando Silva, quien utilizó sus infinitos legajos, los que se conservan en el Archivo de Indias: Una visita a la Real Hacienda en el siglo XVI, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, N° 77, Santiago, 1967, pp. 189-205. El Consejo de Indias condenó a Góngora Marmolejo en una multa de cien pesos y en supresión de oficio por dos años.
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(16)

 Noticias biográficas de Mariño de Lobera en Medina: Diccionario, cit., pp. 503-506 y Thayer Ojeda: Formación de la sociedad chilena, t. II, pp. 244-245.
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(17)

El texto trae noticias hasta del año 1596. A lo que parece sus últimos trozos son obra exclusiva de Escobar.
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(18)

No fue publicado en su tiempo. Su primera edición, con el título de Crónica del reino de Chile, escrita por el capitán don Pedro Mariño de Lobera. Dirigida el Exmo. señor don García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, vice-rey y capitán general de los reinos del Perú y Chile, Reducida a nuevo método y estilo por el padre Bartolomé de Escobar, de la Compañía de Jesús: forma el tomo vi de la Colección de historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, Santiago, 1865. Ha sido vuelta a publicar en la serie de Crónicas del reino de Chile en la Biblioteca de Autores Españoles, tomo CXXXI, Madrid, 1960, a cargo de Francisco Esteve Barba, quien ha corregido numerosas lecciones erróneas de la edición anterior.
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(19)

 En la fotografía de la dedicatoria, que publicamos, se puede observar su timbre con las iniciales L.S.
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