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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
II. De cómo el adelantado don Diego de Almagro vino al descubrimiento de Chile y por dónde se descubrió

Después de haber descubierto el Perú don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro, habiendo hallado grandes riquezas de oro y plata, cuanto en otra parte del mundo jamás se vieron, teniendo noticia que los Incas, señores que a los indios mandaban, tenían sus capitanes en Chile después de haber sujetado aquella provincia, y que les enviaban mucho oro todos los años por la orden que les daban, pareciéndoles, como en el Perú habían hallado tanta abundancia de riqueza y en tan principal tierra, que lo mesuro habría en Chile; y como el mandar no sufre igual, acordó don Diego de Almagro con sus amigos, y en conformidad de Francisco Pizarro, venir a descubrir a Chile. Poniéndolo por obra salió con cuatrocientos hombres bien aderezados año de 1536, quedando por señor en el Perú Francisco Pizarro. Con buenas guías para su camino y jornada que traía, reparado de todo lo necesario, e informado que si venía por Atacama hasta llegar a Copiapó había de pasar forzosamente ochenta leguas de despoblado falto de yerba, y de agua, si no era en unos pozos pequeños, que llaman jagüeyes, de agua salobre y mala, por conservar los caballos, que tenían mucho precio en aquel tiempo, dejó este camino y vino por el que los Ingas tenían por los Diaguitas; donde llegado a la provincia de Tupisa topó con un capitán del Inca que le llevaba doscientos mil pesos en tejos de oro con una teta por marca en cada un tejo, los cuales tomó, y prosiguió su camino hasta el paraje de Copiapó y de allí atravesó la Cordillera Nevada por el mejor camino que había, donde repentinamente y acaso le sobrevino una tempestad de frío y aire envuelto con nieve; no teniendo donde abrigarse, perecieron más de ochocientas personas que llevaba de servicio, indios del Perú, sin poderlos favorecer. Con esta pérdida y la de muchos caballos llegó al valle de Copiapó, que por mal que le fuera, en el despoblado no le dijera peor: allí halló un muy fresco río y en abundancia refresco para todos.

Después de haber descansado y reformado los caballos que llevaban muy flacos, siendo informado de la tierra, habiendo hablado a los principales que entre los indios había, de que este valle estaba bien poblado, fué descubriendo la provincia hasta que llegó al valle de Aconcagua, donde le acaeció una cosa notable; y fué que habiendo don Diego de Almagro y Pizarro poblado Lima en el valle de jauja, un soldado que se llamaba Pedro Calvo y por otro nombre Barrientos, hizo cierto hurto por el cual le mandaron cortar las orejas por justicia como a ladrón. Viéndose corrido y así afrentado desamparó el campo y se metió la tierra adentro con intención de no parecer más entre gente española. Este soldado, de pueblo en pueblo vino a parar al reino de Chile y para venir jornada tan larga pidió favor a los indios; entendiendo por las razones que les daba la causa de su peregrinación, le favorecieron y dieron guías que lo llevaron en hamacas a sus hombros hasta ponerle en el valle de Aconcagua, donde al tiempo que llegó estaban dos caciques señores principales enemistados, y como topó con el uno de ellos, que fué al que los indios que lo llevaban le guiaron, haciéndole su amigo, maravillado en gran manera de que un tal hombre viniese a su tierra, honróle mucho a su usanza. Pedro Calvo pareciéndole que sus hados le habían traído a parte donde fuese honrado y tenido en mucho, entendiendo que en algún principio bueno consistía su felicidad y que era camino aquel para servir a Dios, persuadió al cacique diese fin a sus enojos con guerra y que él le ayudaría, porque los españoles, de donde él venía, eran invencibles y que ningunas naciones podían sustentarse contra ellos, dándole a entender que en el nombre de Jesucristo le daría la victoria en las manos y venganza de sus enemigos. Atraído a lo que el español le dijo, luego le encomendó todas sus cosas y mandó a sus súbditos le obedeciesen. Puesto en nombre de capitán y tan servido, procuró de hacer guerra tomando la causa por suya: luego corrió la tierra al contrario provocándole saliese a la defensa; y tales ardides tuvo y tan buena orden de español, que en un día desbarató a su enemigo en batalla que con él hubo, y fué luego su reputación tanta que en mucha parte del reino se extendió la fama. Su contrario buscó favores, por que quedó muy derribado y falto de gente, y habiéndolos hallado volvió con toda la fuerza que pudo juntar a hacer guerra al español, el cual tuvo tales mañas en ella, que después de haberle debelado en muchas escaramuzas, un día le dió batalla y lo desbarató matándole mucha gente, de lo cual quedó casi con nombre de señor y así como a tal le obedecían todos los indios y principales.

Estando en esta prosperidad que tengo dicho, llegó don Diego de Almagro a este valle: Pedro Calvo lo salió a recibir, que como fué conocido quedó él y todos admirados de caso tan extraño. Habiéndole honrado y fecho mucha merced lo llevó consigo; de él se informó de todo lo adelante y de la gente que había en el reino, y qué metales y riquezas tenía la tierra en sí. Habiendo tomado relación verdadera llegó con su campo, que era muy vistoso y de muchos caballeros y hombres nobles muy principales, al llano y asiento donde agora está poblada la ciudad de Santiago. En su comarca y en todos los valles por donde pasaba hablaba amorosamente a los señores y principales, informándose de la tierra, hasta que entendió que la noticia y relación que en el Perú le habían dado no era así. Sus amigos le importunaban sobre volverse, diciéndole que la buena tierra quedaba atrás y que no había otro Perú en el mundo; con todo esto, como hombre constante, quiso primero saber los secretos que en la tierra había y ver todo lo que pudiese.

Con esta orden caminó adelante Gómez de Alvarado con orden suya con doscientos hombres, una veces peleando con los indios y otras sirviéndole; llegó hasta el río de Maule cuarenta leguas de donde don Diego de Almagro quedaba, donde supo que lo de adelante era muy poblado de gente y mucho ganado. Por lo ver pasó el río sin peligro en balsas de carrizo, aunque grande y corre impetuoso, y así llegó cinco jornadas a un río grande que se llama Itata, donde hay repartimientos de indios que agora sirven a la ciudad de la Concepción. Allí se juntaron grande número de naturales comarcanos a aquel territorio para pelear con él. Después de haberlos desbaratado, como gente que venía sin orden ni escuadrón, sino tendidos por aquella campaña rasa, que son grandes los llanos que por allí hay, después de haber castigado y muerto muchos indios, informándose de lo de adelante que era de la manera de aquello, viendo ser gente desnuda y que encima de la tierra no había oro ni plata como en el Perú, acordó de volverse a él, y así de conformidad se volvieron todos, no por el camino que habían venido, sino por el despoblado de Copiapó, por respeto de no volver a pasar la Cordillera Nevada, donde tan mal les había sucedido. Aunque con mucho trabajo después de haber pasado el despoblado y llegados a Atacama, puestos en tierra del Perú se fueron a Cuzco, donde en ida y vuelta anduvieron más de mil leguas de camino. Llegado, esparció la nueva de Chile por el Perú, diciendo si no dejara atrás aquella tierra, poblara a Chile; y que después del Perú era reino principal. Esta nueva levantó a muchos el deseo venir a Chile, viéndose en el Perú sin remedio.