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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
VIII. De las cosas que hizo Villagra después que quedó por capitán de Valdivia, y de la muerte de Pedro Sancho

Quedando Francisco de Villagra en la ciudad de Santiago por capitán de Valdivia, como a persona que lo tenía por amigo y fiaba de él toda cosa, estando en el mando y cargo acaeció que un hidalgo principal casado en Toledo, llamado de nombre Pedro Sancho de la Hoz había llegado poco había de España, al cual el emperador don Carlos le había hecho merced de la gobernación que alcanzase desde el estrecho de Magallanes abajo trescientas leguas la costa de Chile hacia lo que Valdivia tenía poblado; y aunque traía la provisión y merced que le fué fecha, no osó ponerse al gobierno por temor que tuvo de Valdivia; mas después que Valdivia fué ido al Perú y ausente del reino, comenzó a tratar que pues era ido y se creía no volvería más a Chile, teniendo él por cédula la gobernación, más justo era gobernarla él que otro alguno. Estas cosas las comunicaba con sus amigos y aquellos las trataban con otros, por donde se vino a saber, que aunque en público las dijera parecieran bien; pues la merced y título que tenía era el verdadero; mas estaban las cosas en Chile tan vedriosas en aquel tiempo, que Villagra, pareciéndole que (le) darían el cargo y gobierno del reino, como lo supo, comenzó a guardarse recatándose de allí adelante, diciendo lo querían matar y alzarse contra él, lo cual se dijo entre algunos que para salir con ello era menester matarlo, porque después no habría impedimento alguno. Informado Villagra de sus amigos, hizo información contra él por escrito, y a su parecer hallándolo culpable lo mandó prender y luego cortarle la cabeza, cosa de grande crueldad. Muerto Pedro Sancho, quedó Villagra en quietud, sustentando lo que Valdivia le había dejado a su cargo. Hízose bien quisto con muchos; ganándoles la voluntad, grangeándolos, trató y puso en efecto una gran cautela debajo de amistad bien debida a Valdivia, que la ambición y deseo de mando le hizo poner por obra: que mandó y dió orden en hacer dos probanzas, la una en favor de Valdivia y la otra en contra, y hechas, que halló testigos para todo, mandó hacer una fragata, y en ella envió al Perú algunos que con Valdivia estaban mal y tenían quejas de él; para que allá hiciesen como que les paresciese, y con ellos envió a Pedro de Villagra, que después fué gobernador, el cual decía llevaba las probanzas consigo envueltas en gran maldad, para si hallase a Valdivia mal puesto con el que gobernaba al Perú le ayudase a derribar con la que llevase contra él; y si lo hallase bien puesto, lo pidiese en nombre del reino y presentase en su favor la otra probanza: todo esto lo vino después a saber Valdivia y de ello resultó a Villagra mucho daño y desasosiego. Siéndole, pues, a Valdivia el tiempo favorable, llegó al puerto de Arica, donde supo que el licenciado Gasca estaba en Lima, y los poderes grandes que traía del emperador don Carlos, y cómo Gonzalo Pizarro tenía el reino tiranizado, aunque esto ya él lo sabía antes que saliese de Chile por cartas que de Pizarro había tenido, el secreto de las cuales reservó para sí. De allí hizo vela a los Reyes: llegado al puerto, supo que el licenciado Gasca iba caminando en busca de Gonzalo Pizarro hacia el valle de Jaquijaguana. Tomando cabalgaduras para él y sus criados y amigos se dió tanta prisa que lo alcanzó breve. Viéndose con él fué bien recibido y le hizo mucha honra y merced en tratamiento; y como Valdivia era conocido y tenido por hombre de guerra, el licenciado Gasca le rogó que mandase en todo lo que viese que al servicio de su Majestad convenía, porque él en su nombre se lo mandaba y en el suyo se lo pedía por merced, pues había coyuntura que tanto efecto podía hacer su venida; y así Valdivia sin cargo alguno, sino como hombre privado, andaba en el campo y mandaba todo lo que a él le parecía que convenía; y sucediendo lo que todos saben, sabida la historia por parte del rey, hallándose Valdivia en su acompañamiento, siéndole conforme a su disinio favorable la suerte y pretensión que tenía. Estando bien puesto con el licenciado Gasca, vueltos que fueron a Lima, comenzó a tratar en sus negocios pidiéndole la gobernación de Chile, tratándose tan lustrosamente y con tanta generosidad, que todo lo que decía y hacía era al licenciado Gasca muy acepto y le parecía bien, teniéndole por muy hombre. Supo negociar tan bien, que con algunas personas principales que le ayudaban alcanzó la merced que él pretendía por palabra.