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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
XLIII. De las cosas que hizo Pedro de Villagra después que fue recibido al gobierno

Siendo Pedro de Villagra recibido por gobernador, conforme al nombramiento que en él hizo Francisco de Villagra, por virtud de la provisión que del Audiencia de los Reyes tenía, envió a la ciudad de Santiago testimonio de su recibimiento para que recibiesen por su poder y en su nombre al licenciado Juan de Herrera, natural de Sevilla, que por Francisco de Villagra administraba justicia en aquella ciudad; y pareciéndole, como hombre que a su cargo tenía el gobierno, que estar tanta gente junta y tan buenos soldados en el fuerte de Arauco, sin hacer efecto alguno más de estarse allí metidos, no siendo parte para más de sólo guardar aquella fuerza, y que teniéndoles consigo con los demás que tenía, hecho de todo un cuerpo, era gran fuerza y podía reparar con ellos la ciudad de Angol y Concepción, y con la demás gente que al verano juntaría podría campear buena traza y orden de guerra, si les saliera así. Con este proveimiento envió al capitán Hernán Pérez, hombre de buena reputación y crédito, en una fragata y dos barcos, para que sacase el artillería, municiones y cosas pesadas que por tierra no se pudiesen llevar, e indios que tenían de su servicio, mujeres y muchachos. Con esto proveyó de vino, aceite, conservas y otros regalos para enfermos y heridos. Después de haberlo tratado y comunicado con hombres antiguos que lo entendían, resumido en que era acertado así, escribió al capitán Lorenzo Bernal diciendo no le podía dar ningún socorro, y que de ello le hacía cierto, para que después no se quejase ni dijese no haber sido advertido: que le parecía se debía de ir con toda la gente y caballos a la ciudad de Angol, y que los que no estuviesen para ir aquella jornada, los enviase por la mar.

Llegado el capitán Hernán Pérez y dadas las cartas, puesta plática por el capitán Lorenzo Bernal en público de lo que les parecía hacer, muchos soldados dijeron que no debían desamparar aquella fuerza, acordándose que habían pasado mucho trabajo en sustentarla; mas entendiendo que no se les podía dar socorro, y que el gobernador que los había de socorrer los desengañaba, se conformaron en que se fuesen a Angol, que aunque Lorenzo Bernal tenía el supremo mando, era tan comedido con los soldados que en su compañía estaban, que ninguna cosa quería hacer sin su parecer y consejo, diciendo que más aventuraba él que ellos, y que tal soldado podía ser diese tan buen parecer que le hiciese ventaja, y que lo que aquel tal dijese fuese la mejor, que es esta gran prudencia de un capitán. Determinados ir, se mandó meter el artillería en la fragata y algunos soldados enfermos, con las demás cosas que daban pesadumbre llevarlas por tierra. Partido el capitán Hernán Pérez en la fragata y barcos a la Concepción aquella noche, siendo primero bien informado del camino, a la segunda vela mandó que todos se pusiesen a caballo, y con grandísimo frío desamparó el fuerte. Los indios estaban siempre tan sobre aviso que luego lo entendieron, como los tenían dentro en sus tierras y a las puertas de sus casas; acudieron luego al fuerte, y como hallaron las puertas abiertas y ninguna persona dentro que lo defendiese, le ponen fuego: el capitán Lorenzo Bernal estaba a dos leguas de allí cuando vió la llama tan grande que salía de la casa. Yendo su camino le amaneció en lo alto de la cordillera; y como había llovido mucho, y era en mitad del invierno, por donde quiera que iba hallaba los esteros y ríos grandes con mucha agua, y al pasar de uno, aunque no muy dificultoso, se le ahogó un soldado llamado Ronquillo, valiente y buen arcabucero. Con este trabajo iba caminando hacia Angol; y llegado a un río grande, que se llama Tavolevo, no lo pudo pasar a vado, que en aquel tiempo no lo tenía; fuéle necesario hacer balsas para ello. Los indios le venían siguiendo junto a sí muchos, y quisieron llegar a pelear, mas no se atrevieron por el mucho miedo que les habían tomado cuando estaban en el fuerte; con todo, llegaron cerca a reconocerlos, y como vieron y conocieron a los caciques principales de Arauco que con ellos iban, se volvieron sin osarle acometer. Los cristianos pasaron este río con mucho trabajo, y otro día llegaron a la ciudad de Angol, donde fueron bien recibidos. Descansando poco el capitán Lorenzo Bernal, se partió a la ciudad de la Concepción con cincuenta soldados de los que habían estado con él en el cerco de Arauco. Pedro de Villagra los salió a recibir muy honrosamente con toda la gente de caballo que en la ciudad había, y una muy graciosa escaramuza de los yanaconas e indios de paz que allí con él estaban.