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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
L. De cómo yendo Loble a socorrer los indios que estaban en el fuerte se encontró en el llano con Pedro de Villagra, y lo que acaeció

Después de haber Pedro de Villagra desbaratado el fuerte de Reinoguelen, muerto y castigado por justicia muchos indios, se partió otro día siguiente camino del río de Niviqueten: yendo caminando, tratando en las cosas pasadas, y cómo. se había peleado, los corredores que iban delante descubriendo el campo tocaron arma. Cuando se entendió por los que iban atrás, los que tenían plática de guerra temieron; porque haber desbaratado y muerto tanta gente, que bastaba poner miedo a toda la provincia, ver que de nuevo en mitad de un llano los venían a buscar indios de guerra, creyeron debían de ser muchos; y fué que Loble, indio principal entre los de guerra, señor de muchos indios, había prometido a los principales de Reinoguelen les vendría ayudar y en su favor pelear con los cristianos; y por haber Pedro de Villagra con tanta brevedad acometido y desbaratado el fuerte, no tuvo tiempo de poder llegar a tiempo por ser su tierra algo lejos para gente de a pie. Este indio belicoso venía caminando, y los corredores así mismo, los unos contra los otros, sin verse por estar en medio una loma, que aunque rasa y sin monte era alta; por este respeto no se vieron de lejos, hasta que a un tiempo se descubrieron todos, pues iban delante trescientos indios bien armados. Éstos, como vieron a los cristianos tan cerca de sí, no osaron volver atrás: viendo que eran muchos, arrojáronse a una mata grande de monte que hacía ciénaga, y allí comenzaron a hacer fuertes. Loble venía un poco atrás, y como asomó con una macana grande en las manos, y vió a los cristianos que querían pelear con sus indios, paró, no para volver atrás, sino para llamar su gente se diesen prisa a caminar. Llegados, con todos ellos se metió por los cristianos a socorrer los suyos: junto con ellos eran todos número de mili indios. Puestos en la mata, tomando la ciénaga por fuerte, comenzaron a tirar flechas; los cristianos quisieron entrar a ellos a caballo, y como era lugar cenegoso cayeron los caballos con los primeros atollados en el lodo, por cuya causa les convino apearse y entrar a pie, pues estaban en parte que de otra manera no se podía pelear, teniéndolos en medio cercados por todas partes. Loble, viéndose perdido si peleaba, mandó a un indio hablase alto, porque Pedro de Villagra le oyese, diciendo que quería hablar. Pedro de Villagra se llegó muy cerca; este indio le dijo: "Gobernador, si no nos matas ni castigas, perdonándonos lo pasado y presente, nos rendiremos todos, y te entregaremos las armas, y haremos todo lo que nos mandares". Prometióselo así como se lo había pedido. Luego salieron, estando todos los cristianos en arma, y los indios amigos que de Santiago había traído, a los cuales pasó mucho del concierto, porque hubieran su parte de la barata y saco: ellos echaron las armas en la parte que les fué señalado, y se sentaron en tierra, esperando la clemencia que con ellos se tendría. Pedro de Villagra llegó a ellos estando a caballo, y mandó que llamasen a Loble, que estaba en medio de todos la cabeza baja por no ser conocido y corrido del caso presente; no queriendo responder por entender este indio que llamarlo en aquel tiempo no era por bien suyo, se estuvo quedo, dando a entender que no estaba allí. Viendo que se negaba, y los indios lo decían así no estar entre ellos, mandó a un soldado que lo conocía bien entrase entre los indios y lo buscase. Luego lo señaló con el dedo, diciendo: "Éste es". Salió del medio de su gente como hombre corrido, aunque bien señalado, por ser indio valiente y membrudo. Pedro de Villagra lo mandó prender, y hizo a los indios, como estaban juntos, un razonamiento breve, en que les dijo como el diablo los traía engañados para que se perdiesen, pues habían visto que en el fuerte había desbaratado a todos los indios de guerra de aquella provincia, y que de lástima, doliéndose de ellos, no había querido matar más; y que de presente bien veían estaban allí juntos mili indios enemigos de cristianos, los cuales se enojaban con él, porque no los mataba a todos, pues que en ellos no había enmienda: que mirasen eran menos de cada día por las guerras que traían, y por andar en la guerra se les morían sus hijos y mujeres por no cultivar la tierra y hacer simenteras; que a Loble, aunque le había mandado prender, no era para castigarlo; pues les había dado su palabra, estuviesen ciertos la cumpliría; mas que quería traerlo consigo algunos días para que hablase a los principales se quietasen dejando las armas, y que ellos se acordasen de aquella buena obra que les hacía para servir de allí adelante en lo que les mandase. Un indio en nombre de todos le dió las gracias por ello, prometiéndole se lo agradecer. Luego los envió a sus tierras y siguió el camino que llevaba hasta junto al río de Niviqueten: en un hermoso llano asentó su campo. Estando allí le vinieron a ver de la ciudad de Angol algunos aficionados, que por nueva de indios habían sabido todo lo sucedido; vínole a ver así mismo el capitán Lorenzo Bernal, con quien Pedro de Villagra se holgó mucho, y encomendándole la gente que tenía en su campo, se partió a la ciudad de la Concepción llevando consigo treinta soldados para su seguridad. Llegado que fué, proveyó al capitán Gómez de Lagos por su teniente, a causa de no querer el capitán Alonso de Reinoso usar más del cargo. Habiendo estado en aquella ciudad ocho días se volvió al campo, y desde allí, porque entraba el invierno, despachó al capitán Pedro Fernández de Córdoba por su teniente a la ciudad de Valdivia, con comisión que castigase la desenvoltura que con el capitán Gabriel de Villagra habían tenido cuando le hicieron resistencia; y porque tuvo necesidad, llevó consigo al capitán Reinoso y Lorenzo Bernal, y dejó en la ciudad de la Concepción la gente que bastaba para su reparo; con esta prevención, se fué a Santiago.