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Crónicas
Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575)
LXVIII. De cómo Martín Ruiz salió a buscar bastimento para sustentarse en la ciudad, y de lo que le sucedió

No habiendo hecho ningún efecto la ida de Arauco, el general tuvo necesidad de salir a buscar bastimento, porque dentro de la ciudad no lo había para tanta gente, pues estaban ya las simenteras de los indios de sazón para poderlas coger, mandó que se aprestasen los que quisiesen ir con él. Salieron ochenta soldados a caballo con algunos bagajes, y cogieron todo lo que pudieron traer esta vez, y otra que así mismo fueron a buscarlo. Los indios, a lo que se entendió, que lo pudieron estorbar, no lo quisieron hacer; por más descuidarlos no pareció ninguno en toda la comarca, como gente que andaba a la huida, y en una quebrada que estaba dos leguas de Cañete, de muchos maizales, se emboscaron e hicieron allí asiento secreto, esperando si los cristianos venían a coger aquellos maíces, que a su parecer era imposible dejarlo de hacer, por ser lo más conjunto que otra parte alguna donde hubiese comidas, que es el nombre que dan a los bastimentos y vituallas en la tierra de Chile. Puestos en aquel lugar, desde él se repartieron en otras dos emboscadas muy a su propósito.

Martín Ruiz salió tercera vez por bastimento, porque como tenían muchos caballos y servicio, gastábase muden y duraba poco lo que se traía. Apercibió para esta jornada ochenta soldados, y por la plática que tenía de haber muchos maíces en aquella quebrada, fué allá aunque bien recatado de que podía ser. Los soldados se dividieron a coger de las simenteras, que había muchas. Martín Ruiz tomó un alto que hacía sobre la quebrada, llamado Payllataro: abajo andaban soldados y servicio cargando los caballos. Los indios, paresciéndole era tiempo, salieron de una emboscada y mosttáronse: luego se tocó arma y a recoger La fuerza de los indios se vinieron a donde Martín Ruiz tenía tomado el alto, con largas lanzas y con tanta determinación, que los cristianos, viéndose repentinamente acometidos, y en lugar mal acomodados para pelear a caballo, sin infantería y contra gente de a pie, por ser valles pequeños y estrechos de barrancas que lo cerraban, tocando la trompeta a recoger se hicieron a lo llano. Los que estaban en lo bajo de la quebrada quisieron subir a lo alto y tomar el camino que llevaban los demás; no lo pudieron hacer, porque los indios estaban a la defensa. Queriendo darles lado y tomar otro camino, se embarazaron en unas ciénagas pequeñas: no habiendo otro paso puestos allí sino aquél, de necesidad habían de pasar a su ventura por entre los indios que estaban a pie con sus lanzas en las manos aguardándolos. Al pasar por entre ellos peleando, mataron al capitán Juan de Alvarado, vecino de Osorno, y a Sebastián de Garnica, que poco había el rey don Felipe, por lo que en Chile había servido, le había hecho merced de tres mil pesos en su caja para ayuda de costa, Siento informado los tenía merecidos, los cuales no pudo gozar, y a Francisco López, valiente soldado; hirieron a otros muchos. El servicio que estaba en lo bajo de la quebrada cogiendo los maíces, no teniendo socorro, dieron los indios en ellos y mataron algunos, aunque los más se escondieron por el monte y de noche se fueron a la ciudad; tomaron muchos caballos de carga. Aquél día llegaron todos los que escaparon de esta refriega a la ciudad. Los enemigos, con la fresca victoria, vinieron a ponerse sobre ella quitándoles el poder salir a buscar bastimentos, pues sabían no los tenían y pasaban necesidad, todo lo cual se excusara si las justicias de Valdivia proveyeran con brevedad el enviar bastimento en el navío que tenían surto en el río, aunque después se disculpaban con Saravia diciendo habían hecho todo lo posible en el despacho del navío, a causa que el trigo que en él habían de embarcar estaba lejos de la ciudad, no se podía hacer con tanta brevedad como decían.