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Fuentes Bibliográficas
Capítulo II: Reorganización de la enseñanza superior después de la Independencia.
5. El Liceo de Chile y el Colegio de Santiago.

La creación de nuevos centros de educación por iniciativa de particulares fue bien recibida en la época, puesto que constituía una contribución al desarrollo de la instrucción y la cultura en el país. De esta forma el Instituto Nacional fue acompañado en su tarea, durante un breve lapso, por otros dos planteles de enseñanza, proyectados ambos por extranjeros.

Su presencia un tanto conflictiva por momentos, contribuyó sin embargo a una renovación en el planteamiento de los estudios, la que se manifestó luego, en el propio Instituto.

En febrero de 1828 llegó a Chile, invitado por el gobierno de Pinto, el español José Joaquín de Mora, rodeado de su fama de poeta, educador, jurista y político liberal. Venía de Buenos Aires, donde permaneció hasta la caída de Rivadavia, su protector.

Al igual que en el país trasandino tuvo en Chile una destacada y fructífera actuación. En el plano educacional orientó sus esfuerzos al establecimiento del Liceo de Chile, que llegaría a abarcar desde la enseñanza elemental hasta la universitaria y a ser, además, un centro formados de oficiales de ejército. Mora contó para este propósito con la decidida cooperación de las autoridades, la que se tradujo en la concesión de becas, una biblioteca y en la cesión de un edificio para su funcionamiento. El 16 de enero de 1829, el establecimiento abrió sus puertas; la sección militar se creó en abril y el curso de derecho, a mediados de año.

Los estudios superiores comprendían, además del curso completo de derecho, con una duración de tres años, una cátedra de oratoria necesaria aquí como en la Universidad y el Instituto, para todo aquel que cursara la enseñanza superior. El plan de derecho contemplaba para el primer año los ramos de derecho natural, de gentes, constitucional y romano; el segundo, derecho patrio; y el tercero, derecho canónico y economía política. Como complemento, y ante la ausencia de textos adecuados Mora se dio a la tarea de publicar un libro con estas materias, en siete volúmenes. En 1830 apareció el primero, y único de la serie, bajo el título Curso de derechos del Liceo de Chile Tomo I. Derecho natural y de gentes (Santiago, Imprenta Republicana, 127 páginas).

Los alumnos del primer curso dispusieron de este texto para la primera parte de su materia, para el resto, vale decir derecho romano, Mora dictó apuntes. En febrero de 1830, al cabo de ocho meses de estudio se rindieron los primeros exámenes.

A pesar de la dedicación y capacidad de su fundador y de la acertada planificación de los estudios, el Liceo de Chile tuvo una corta existencia. Sólo parte de los planes trazados inicialmente lograron concretarse. El resto de la carrera de derecho y el curso de comercio, incluido en el proyecto, jamás fueron dictados; y lo más que se logró fue tener abierto diez cursos, como sucedió en 1830. Incidió en esta situación la escasez de profesores idóneos, y los problemas que derivaron de la activa participación de Mora en la política nacional, que terminaron con su extrañamiento en 1831.

Otra empresa de este estilo fue la planteada por el periodista francés Pedro Chapuis, quien llegó a Chile a mediados de 1825, tras permanecer por algún tiempo en España, Portugal y Brasil. Se trataba de organizar una sociedad de profesores de alta calificación, con la finalidad de abrir un nuevo colegio de enseñanza preparatoria y superior. Para este efecto Chapuis, con el apoyo de Diego Portales y su grupo político, se trasladó a Francia en busca de las personas adecuadas.

Con la ayuda del miembro de la Universidad de París, Francisco Alejo del Río y la protección del gobierno de Carlos X consiguió estructurar su equipo, el que fue completado con un par de contrataciones en Brasil. Éste fue integrado por Juan Antonio Portes, Claudio Gay, José Coupelon, Teodoro Moriniére e Hipólito Beauchemin, entre otros.

Enseguida del arribo del grupo a Chile, se fundó una sociedad para la protección de dicho establecimiento, compuesta por destacadas personalidades cultas del medio nacional y de amplia representación. Su comisión directiva, tendría la responsabilidad, junto a Chapuis, de dirigirlo.

En enero de 1829 se dio a la prensa un detallado prospecto del Colegio de Santiago, indicando que contaría con una enseñanza elemental, de humanidades y de bellas letras, y un ciclo de ciencias, con cursos de filosofía, economía política, derecho romano, matemáticas, geografía, historia, física y química. Completan el nutrido programa la enseñanza de mineralogía, dibujo, música y danza.

El 10 de marzo inauguró sus clases, en un local cercano a la Plaza de Armas, con más de cien alumnos inscritos aunque no bajo la proyectada dirección de Chapuis, sino de Meneses que a la sazón -como vimos- había renunciado al Instituto.

El Colegio de Santiago, que en sus últimos meses contó con la dirección de Bello, corrió igual suerte que el Liceo de Chile y desapareció, tempranamente, en 1831. No sin antes, eso sí, implementar algunas de sus novedosas clases, y de que los alumnos rindieran exámenes de filosofía, humanidades, aritmética y gramática, entre otros.

La existencia, aunque breve, del Liceo de Chile y del Colegio de Santiago, tuvo una alta significación en el desarrollo de los estudios en Chile. Aparecieron en ellos cursos destinados a complementar el estudio tradicional de la gramática, no sólo en lo tocante al latín sino al castellano y otros que daban un desarrollo que pudiéramos llamar autónomos sobre las materias que se habían multiplicado, desgajándose del esquema de la física en el plan de la filosofía aristotélica. Además de dar un contenido novedoso a las otras ramas de la facultad menor, la lógica, la metafísica y la ética. Podemos afirmar que los planteamientos que se hicieron en estos establecimientos, sea en la realidad de sus cursos como en los planes bosquejados para sus estudios y que no alcanzaron a ponerse en práctica, dieron el empujón final, para el reemplazo de la Facultad Menor de Filosofía, por el liceo o las humanidades, o los estudios preparatorios, o finalmente la educación secundaría, diferentes apelativos que se usaron en Chile.

Ese movimiento, que era ya una realidad en Europa, había comenzado, con timidez y algunas confusiones en el Instituto y quedó en él definitivamente aceptado con el plan de estudios de 1832. Fueron los estudios que en su totalidad, o en parte, se exigieron como preliminares, para poder seguir una carrera universitaria o profesional de la antigua facultad menor. Quedó en cierto modo el recuerdo en el grado universitario de bachiller de humanidades que hasta hace poco tiempo existió entre nosotros.

Respecto a los estudios superiores, la influencia de estos colegios fue trascendente en lo que se refiere al contenido de los estudios de leyes, los únicos de los que se ocuparon, y permitieron salir de los dos menguados cursos que los representaban, principalmente por la importancia que menguados dio al derecho romano y por la creación de un curso panorámico de introducción al derecho, que de manera muy completa fundó Andrés Bello en el Colegio de Santiago con el título de "Legislación universal" y con el contenido, aunque muy limitado, que dio Mora al de derecho natural. Una continuada influencia ejemplar se debió a Bello, en años posteriores, con los cursos que dictó privadamente y con los valiosos libros de texto que publicó.