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Fuentes Bibliográficas
Capítulo VII: Rectoría de Juvenal Hernández.
3. Creación de nuevas facultades e institutos de investigación.

a) Facultad de Comercio y Economía Industrial

Fue fundada el 11 de enero de 1935 con el propósito de preparar expertos en la organización y dirección de empresas comerciales e industriales, que contribuyeran al progreso económico del país.

Hasta la fecha indicada la enseñanza comercial estaba en manos de institutos comerciales, y la industrial en la Escuela de Artes y Oficios. Sin embargo, ellos satisfacían las necesidades de una educación secundaria especializada, formando técnicos que, por cierto, ejercieron una influencia positiva en el área económica, pero parcial. La creciente complejidad alcanzada por los negocios y su gran expansión hizo necesario estudios de carácter universitario, con una orientación más definida.

Durante esta rectoría la nueva facultad vivió tres etapas de desarrollo que corresponden a los decanatos de Pedro Aguirre Cerda, Guillermo del Pedregal y Rafael Correa.

La primera fase que se extiende desde 1935 hasta 1939 tuvo un marcado acento en lo jurídico organizativo. El plan de estudios previsto para la Escuela, basado en la experiencia de otros países en esta área, contempló una enseñanza teórica y práctica. Los seminarios promovieron los trabajos de investigación personal, de manera que los alumnos aplicaran los conocimientos adquiridos a los problemas de la realidad económica nacional. Los mejores calificados tenían la opción, a partir del segundo año cursado, de integrarse a la práctica laboral en instituciones de importancia como el Banco Central, la Casa de Moneda, la Sociedad Química Nacional y la Compañía de Gas, entre otros.

La marcada inclinación por los estudios prácticos en desmedro de la enseñanza de las disciplinas de economía pura y aplicada, fue una de las razones que, a la postre, motivaron una reforma. De otro lado estuvo la separación, establecida en el plan de los estudios de comercio y de economía industrial, de tres años cada uno, lo que configuró orientaciones disímiles en la enseñanza.

En 1939 se inició la segunda etapa de la facultad, con un sello más matemático. La principal preocupación fue dar unidad y universalidad a los estudios para formar técnicos en los diferentes ramos de la economía pública y privada. "Se dio mayor solidez a la enseñanza de las disciplinas de economía teórica y mayor extensión a los estudios matemáticos". Hubo además nuevos cursos, monográficos, para lograr mayor coordinación entre las cátedras, evitando así los vacíos que se producían con anterioridad.

Por esta época fue que el Consejo Universitario decidió instituir -a indicación del decano Guillermo del Pedregal- el grado de licenciado en comercio y economía industrial medida que no satisfizo a los alumnos, que ya durante el decanato de Aguirre Cerda pedían se les otorgara el título de ingeniero comercial. La solicitud había sido denegada para no crear problemas con los egresados de la Escuela de Ingeniería. Sin embargo, debido a la disminución de la matrícula y el desaliento del alumnado, dicho título profesional fue establecido en julio de 1939, no sin la airada protesta de los alumnos de Ingeniería y Agronomía.

En octubre de 1941 se designó una comisión para que informara acerca del estado de la enseñanza. Aún no estaba suficientemente clara su finalidad, había un recargo de asignaturas y el tratamiento de éstas era un tanto superficial. En enero de 1942 se propuso al Gobierno declarar la facultad en reorganización. Además se hacía necesario también cambiar el nombre de la facultad, que no se justificaba desde el momento en que la Escuela de Economía Industrial y la de comercio fueron refundidas. Convenía darle un nombre que la distinguiera de los establecimientos secundarios de índole comercial y que acentuara el carácter científico de sus estudios.

El informe de la comisión fue emitido en marzo de 1942 y, a juicio de uno de sus miembros, la proposición más interesante fue la intensificación de la enseñanza de las matemáticas que se desarrollaría paralelamente con la de ciencias económicas, culminando con las asignaturas de estadística general y de econometría; esta última una verdadera novedad en la enseñanza universitaria. Otra innovación era la oficina. de práctica comercial, pensada para que los alumnos adquirieran el dominio de ciertas técnicas útiles en la vida de los negocios, como eran la taquigrafía, el manejo de calculadoras y de contabilidad, los sistemas de archivo y la documentación comercial. De aquí en adelante se exigió el bachillerato con mención en matemáticas, comercio o economía industrial para ingresar a la escuela.

Con el objeto de estudiar los problemas de carácter industrial y científico relacionados con la producción nacional fue creado, en julio de 1943, el Instituto de Investigaciones Tecnológicas y Normalización integrado por la Universidad de Chile, el Instituto de Ingenieros de Minas de Chile y la CORFO, quedando bajo el patrocinio de la Universidad. Dos años más tarde fue establecido en forma definitiva el Instituto de Economía por iniciativa de Enrique Marshall, Hermann Max y Flavián Levine.

El instituto pasó a depender directamente del rector y tuvo por fin principal la consumación de estudios e investigaciones científicas en el campo de la economía en general, y acerca de la realidad económica chilena.

La tercera etapa que vivió la Facultad comenzó en 1947 al asumir el decanato Rafael Correa y tuvo una marcada influencia de carácter económico en los programas de estudios.

Según las nuevas expectativas, la formación del criterio económico de los egresados fue de interés prioritario, sin descuidar por eso la profundización de sus conocimientos técnicos. Así a los cursos destinados a estudiar las diversas orientaciones y tendencias de la economía internacional se sumaron aquellos que entregaban un acabado conocimiento sobre la organización de empresas, de los mecanismos y herramientas para lograr de ellas una mayor productividad y máximos beneficios. Fue imprescindible, entonces, aumentar un año más los estudios, con el propósito de mejorar la distribución de las cátedras y permitir a los alumnos dedicar tiempo a las labores de investigación en los seminarios.

A mediados de 1947 fue establecido un nuevo título, el de contador auditor. La medida fue estudiada detenidamente por temor a perjudicar los intereses de los egresados de institutos comerciales. Según se acordó, el título se otorgaría a los alumnos que cursaran los cuatro primeros años del plan de estudios, más una práctica de seis meses en el departamento de empresas privadas del Instituto de Economía de la Universidad. Tras la práctica debían entregar un informe completo sobre el sistema contable y el correspondiente proyecto de auditoria relacionado con ella. Finalmente rendirían un examen oral sobre materias sorteadas.

La instalación dentro de la Escuela de Economía de algunas entidades de investigación extranjeras de alto nivel habla del prestigio alcanzado por la facultad en la década del 50. Bajo los auspicios de la Universidad y con el apoyo de la Organización de los Estados Americanos funcionó el Centro Interamericano de Estadística Económica y Financiera y el Centro de Entrenamiento de Cooperativismo y el Departamento de Coordinación Económica de la Unión de Universidades Latinoarpericanas.

b) Facultad de Medicina Veterinaria

Fue creada por decreto supremo N° 2394 de 29 de abril de 1938 para colaborar en el progreso de las industrias pecuarias del país. En 1948 cambió su nombre por Facultad de Ciencias Pecuarias y Medicina Veterinaria.

En cinco años de estudios preparaba "profesionales aptos para ejercer la medicina preventiva y curativa de los animales domésticos, dirigir las explotaciones pecuarias del país y atender técnica y científicamente la sanidad animal". El plan de estudios contemplaba ramos como toxicología y medicina forense, embriología, ornitopatología y avicultura, parasitología veterinaria e industrias pecuarias, entre otros. La docencia en el área, que antes estaba fuertemente influida por modelos clásicos europeos, a partir de esta fecha exhibió un carácter pragmático con inmensos beneficios para el país porque respondió a las necesidades nacionales y a las exigencias que planteaba el medio agropecuario.

Después de la reforma de 1948, se acentuó el carácter práctico de la enseñana y se aumentaron los títulos otorgados por esta escuela. Además del título profesional de médico veterinario se podía optar a la licenciatura en medicina veterinaria y a médico veterinario graduado en ciencias pecuarias, luego de aprobar un año adicional.

La formación de profesionales, al igual que en otras facultades, fue complementada con la labor de investigación científica. Gradualmente fue aumentando el número de laboratorios destinados para ello: microscopia, biología, anatomía patológica, embriología, inseminación artificial, fisiología y fisiopatología, química y bioquímica, entre otros.

Si bien es cierto, al momento de surgir como una facultad independiente de Agronomía, Medicina Veterinaria contaba con buena parte de las instalaciones básicas para su funcionamiento, esto es, hospital, clínicas, laboratorios, pabellones y salas de clases, se trataba de locales antiguos, que estaban en malas condiciones higiénicas. La escasez de recursos impidió solucionar esta deficiencia con la rapidez deseada, sin embargo, hacia fines de esta rectoría muchas de sus edificaciones habían sido modernizadas y construidas nuevas instalaciones.

Desde sus inicios esta facultad a través de sus profesores y alumnos comprometió sus servicios con la comunidad nacional colaborando en las diversas campañas sanitarias realizadas en el país: así ocurrió en 1939 en la antirrábica de Santiago, y entre 1939 y 1941 en las provincias de Llanquihue, Osorno y Valdivia, en 1942 en la antibruselósica efectuada en el Cajón del Maipo y en la antivariólica de 1951. De igual forma participó activamente en jornadas y congresos internacionales de medicina veterinaria celebrados en América y Europa, lo que permitió a sus miembros mantener un contacto permanente con sus colegas extranjeros y dar a conocer sus propias experiencias en este ámbito.

c) Facultad de Arquitectura

En enero de 1944, tras largos años de espera, se materializó la aspiración de un importante grupo de arquitectos de transformar la Escuela de Arquitectura en facultad.

Desde 1900 la Escuela integraba la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Durante el tiempo que permaneció bajo su tuición evolucionó paulatinamente hacia su consolidación y autonomía. En 1919, aumentó la duración de sus estudios de 4 a 5 años y aparecieron las cátedras de teoría de la arquitectura, composición decorativa y dibujo arquitectónico. En cuanto a las exigencias de ingreso, era necesario poseer el grado de bachiller en humanidades. En 1928 comenzó a dictarse la cátedra de urbanismo, influenciada grandemente por la presencia del urbanista vienés Karl Brunner.

Las nuevas tendencias arquitectónicas en boga en el viejo continente no tardaron en reflejarse en la enseñanza a cargo de la escuela y en los trabajos de los arquitectos jóvenes que de ella egresaban. Los conceptos tradicionales fueron reemplazados por la funcionalidad, y el descubrimiento y aplicación de nuevos materiales de construcción permitieron innovaciones en las estructuras. El plan de estudios de 1934 recogió, en buena medida estas ideas.

Por esta fecha la obtención del título de arquitecto requería haber rendido satisfactoriamente los exámenes de todas las asignaturas comprendidas en el plan respectivo y haber aprobado una prueba general que incluía la confección de un proyecto acabado de composición arquitectónica, además de un examen oral.

Una vez que se constituyó la facultad, surgió inmediatamente la ambición de que ella estableciera sus propios rumbos de acción con lineamientos bien definidos. Con este propósito se formó una comisión en la que quedaron representados los criterios de docentes, ayudantes, alumnos y entendidos en la materia. Los cambios propuestos que involucraron no sólo la orientación de la carrera sino su metodología y organización, fueron puestos en práctica en forma experimental en 1946.

Al cabo de un año, y luego de observaciones de la comisión de docencia sobre su funcionamiento el nuevo plan recibió la aprobación definitiva en enero de 1947. Su efectividad quedó de manifiesto no sólo por el alto rendimiento alcanzado sino porque sirvió de guía para otras escuelas de arquitectura latinoamericanas que tomaron de él algunos conceptos básicos.

Sin embargo, atenta a los requerimientos del medio, la facultad no titubeó en plantear las revisiones correspondientes en pos de la optimización de sus actividades y de la excelencia de los profesionales que formaba. Ya no fue suficiente que alumnos y profesores se dedicaran con eficiencia a los estudios; era necesario ampliar el campo de experiencias, investigaciones y aplicaciones más allá de la escuela. Existían problemas que demandaban una rápida solución, como el caso de la vivienda. La industria de la construcción, apegada a prácticas rutinarias no aprovechaba los avances de la técnica, desperdiciando los recursos nacionales, tanto humanos como materiales. Agravaba la situación el hecho de que la tradición arquitectónica chilena, comparada con otros países, era muy reducida. Ante esto, el decano Héctor Mardones propuso, en 1949, la creación de varios institutos, una secretaría coordinadora y una oficina técnica destinada a proyectar, construir, reparar, habilitar y equipar edificios; e informar la adquisición o enajenación de terrenos y edificios del patrimonio universitario.

Los institutos fueron: el de Vivienda, Urbanismo y Planeación, encargado de la investigación científica de los factores relacionados con la habitación, especialmente en torno al problema de la vivienda y planeación de las zonas urbanas y rurales. El Instituto de Edificación Experimental dedicado al estudio de los procedimientos, equipos y materiales de construcción en uso en el país. El Instituto de Historia de la Arquitectura y Artes Figurativas, preocupado de la investigación de problemas concernientes a la arquitectura y a las artes del espacio. Finalmente, el Instituto de Estabilidad Experimental, contemplado en el decreto de creación de la facultad, pero que hasta ese momento no había tenido una real existencia; abocado a los problemas de la estabilidad y asismicidad de estructuras, especialmente de edificios. Los reglamentos que rigieron estos institutos fueron promulgados el 9 de febrero de 1952.

d) Facultad de Odontología

Fue fundada el 9 de enero de 1945 a petición del director de la Escuela Dental, de su centro de alumnos y de la Sociedad Odontológica de Chile. Antes de constituirse como tal, los estudios odontológicos dependían de la Facultad de Medicina y eran dirigidos por un consejo de profesores que pertenecían a ella.

Durante el rectorado de Juvenal Hernández la escuela inició un período de crecimiento y su plan de estudios y su reglamento fueron reformados sustancialmente, al igual que los de las otras profesiones médicas.

La incorporación de nuevas cátedras se tradujo en el aumento de la duración de los estudios a cinco años. Al culminar el primer período rectoral había comenzado la adquisición de útiles y material de enseñanza y la renovación del edificio que albergaba la escuela. No obstante, el constante incremento de los costos del instrumental de trabajo empleado en ella y la necesidad de ampliación de su establecimiento demandarían fuertes inversiones posteriores.

De hecho, en 1946 el primer decano de la facultad, Alfonso Leng, informaba que la falta de recursos constituía una seria amenaza para su normal funcionamiento. E1 insuficiente número de profesores y ayudantes y la carencia de la infraestructura apropiada para el normal desarrollo de los trabajos, obligaban a rechazar la solicitud de muchos postulantes al primer año de estudios. Las vacantes se tornaban más escasas debido a la presencia de alumnos extranjeros que atraídos por el prestigio adquirido por la escuela en el continente concurrían a ella a seguir la carrera.

Aunque periódicamente la facultad recibió suplementos considerables para paliar su déficit, y que cada año se procuró absorber en el presupuesto al personal de ayudantes a contrata, su situación fue más holgada sólo a partir de los años 50. Gracias a un importante esfuerzo económico de la Universidad fueron construidos nuevos edificios, junto al antiguo, más salas de clases, anfiteatros y pabellones de cirugía, que permitieron la atención de más de 500 enfermos diariamente. El laboratorio de química quedó instalado en un local de reciente terminación, y el de bacteriología fue transformado al igual que la clínica general. Dentro del Hospital José Joaquín Aguirre un pabellón fue destinado a esta facultad, en donde funcionó el Servicio de Prótesis Maxilofacial. Entre 1951 y 1952, por otra parte, fueron importados desde Estados Unidos y Alemania 61 sillones clínicos y140 equipos dentales, y se esperaba duplicar esta cantidad en corto tiempo. A ello hay que agregar la renovación total de los aparatos de rayos X, disponiendo el servicio de tres equipos con dotación accesoria completa.

En cuanto a la enseñanza impartida en la escuela también hubo cambios significativos que buscaron ampliar la base científica de los futuros profesionales, teniendo en cuenta los múltiples problemas a los que se verían enfrentados en su trabajo práctico y los avances experimentados por las ciencias biológicas en las últimas décadas. A los cinco años de enseñanza seguía un período de perfeccionamiento clínico de cuatro a seis meses de duración, además de la preparación de una memoria de prueba. Dentro de la estructuración de estos estudios se concedía gran importancia a los aspectos prácticos.

En 1941, al conjunto de cursos ya existente, fue agregada la cátedra de odontología infantil, y al año siguiente la de odontotecnia. Otras dos nuevas asignaturas que ayudaron a completar la formación de los futuros odontólogos fueron radiología, establecida en 1948 y farmacología un año después.

Junto a estas modificaciones introducidas al plan de estudios, con la intención de mantener una enseñanza óptima, fueron creados los cursos de perfeccionamiento clínico. Éstos representaron una opción para los alumnos que no querían presentar la memoria de prueba. Su reglamento definitivo fue aprobado en agosto de 1952. Como una forma de asegurar la difusión y utilidad de los mejores trabajos que de aquí resultaron, la facultad resolvió publicar anualmente un volumen con cargo al fondo de publicaciones.

De acuerdo a los grandes objetivos planteados por la Universidad en este período, la facultad no tuvo como meta única la formación de profesionales. Buena parte de sus esfuerzos se orientaron al campo de la investigación científica pura y aplicada. "Con este propósito fueron dotados de todo el material científico adecuado los laboratorios de química, histología, biología, bacteriología, fisiopatología y anatomía patológica". Con el mismo objeto toda la enseñanza de la terapéutica fue dirigida hacia la farmacología experimental.

Poco antes de concluir el rectorado de Juvenal Hernández en 1953, fueron aprobados el reglamento y plan de estudios de la Escuela Dental, actualizado conforme a las modificaciones que hemos indicado. Un año antes había sido reglamentado el sistema de admisión para ingresar a la carrera.

e) Facultad de Química y Farmacia

Desde 1885 el Curso de Farmacia dejó de formar parte del plan de estudios de medicina, independizándose. En dicha fecha los objetivos de la carrera fueron replanteados. Su programa de estudios no estaba suficientemente actualizado para la óptima formación de sus profesionales. Carecía, por ejemplo. de los conocimientos de química industrial farmacéutica, indispensables para la producción de drogas, productos químicos y materiales elaborados. Al año siguiente, por lo tanto, fueron aprobados su nuevo reglamento y plan de estudios, el que fijó cuatro años de enseñanza. Para la obtención del título de farmacéutico los alumnos debían presentar un certificado de práctica, realizada a lo largo de dos años en una botica.

En 1910 surgió la inquietud por elevar el nivel de los postulantes a la escuela. Éstos llegaban con sólo quinto año de humanidades y una deficiente preparación en química y física. Inicialmente se pensó en la exigencia de un examen previo de estas materias. No obstante, al año siguiente el Consejo acordó implantar como requisito de ingreso el título de bachiller en humanidades.

En los años siguientes se apreció un considerable aumento en la matricula, lo que hizo necesario limitarla. En 120, el decano Gregorio Amunátegui, decidió que sólo ingresaran 80 alumnos a primer año, suprimiendo, además, la matrícula de oyentes.

Otro problema que afectaba a la escuela era la falta de un local propio que permitiera impartir en buena forma las clases. En 1919 un incendio había destruido parte de las instalaciones de la Escuela de Medicina donde funcionaban las cátedras de química y de farmacia. Hacia 1923, los profesores continuaban desarrollando su trabajo, pero en diferentes lugares, unos en el Instituto Pedagógico, otros en el Instituto de Higiene y en la Escuela de Medicina. Al poco tiempo el Gobierno destinaría fondos para la construcción de un edificio para esta escuela.

A partir de 1930 se redujo la extensión de los estudios a tres años y medio con una práctica de seis meses, y se concedió el título de químico farmacéutico a los egresados, y no el de farmacéutico como antes se les otorgaba.

En su rectorado Juvenal Hernández continuó preocupado del adelanto y perfeccionamiento de estos estudios. Con ese fin, entre 1933 y 1937, fueron agregados ramos indispensables como bacteriología y química fisiológica. Con todo, según el rector, la escuela aún no cumplía, por esta época, las finalidades que la Universidad le había asignado y que el país requería. Al año siguiente fue aprobado un nuevo reglamento y plan de estudios para remediar esta situación.

En 1943 el centro de alumnos planteó una serie de peticiones que en su conjunto apuntaban a lograr una mayor eficiencia. Por ejemplo, la creación de un bachillerato especial de ingreso a la escuela, la construcción de un edificio, un aumento del presupuesto de variables y cátedras paralelas. A lo menos una de sus aspiraciones fue satisfecha, pues en noviembre de ese año fue creado el bachillerato con mención en química.

En 1945, por acuerdo unánime del Consejo la Escuela de Química y Farmacia pasó a constituirse en facultad, designándose a Juan Ibáñez como primer decano.

A partir de 1945 hubo un replanteamiento de las materias que contemplaba su plan de estudios, se agilizaron las relaciones con instituciones abocadas a la misma área de interés científico, fueron fomentadas las publicaciones sobre el tema y se establecieron acuerdos de cooperación con entidades nacionales y extranjeras.

En 1947 quedó definitivamente estructurado el nuevo plan que rigió la carrera por varios años. Agregó un quinto año de estudios y la práctica profesional dividida en dos ciclos.

Desde 1949, en adelante, hubo especial preocupación por mostrar la producción intelectual de quienes se dedicaban a estos estudios, ya fuesen profesores o egresados. De ahí que comenzaron a aparecer múltiples publicaciones, apoyadas por la facultad o a título personal de sus autores, que pertenecían a ella. La edición de las memorias de pruebas en un volumen anual respondió a esta política de difusión que, en la práctica, se convirtió en una buena fuente de canje de trabajos científicos de calidad.

Con el mismo afán, el desarrollo científico de la química, la facultad impulsó la creación de instituciones como la Sociedad Chilena de Química y la Sociedad Chilena de Nutrición, Bromatología y Toxicología a las que acogió en sus locales para su funcionamiento.

Dentro de la interesante y efectiva labor que emprendió esta facultad, que acabamos de resumir, estuvieron los cursos de perfeccionamiento para egresados que ella organizó en colaboración con el Departamento de Extensión Cultural de la Universidad. Junto a éstos efectuó otros con la Sociedad Chilena de Química y el Colegio de Químicos Farmacéuticos. Especial mención merece el convenio suscrito en 1952 por la Organización para Alimentos y Agricultura de las Naciones Unidas (FAO) y el Gobierno de Chile en virtud del cual se creó un centro coordinador para los estudios de la nutrición. Éste tuvo como base las cátedras de bromatología y toxicología de la facultad, de alimentación de la Escuela de Salubridad y la cátedra de nutrición de la Escuela de Medicina. Se encargó de la realización de estudios científicos para llegar a un conocimiento cabal de los alimentos que consumía la población. La FAO entregó dos becas y doce mil dólares para completar las instalaciones de los laboratorios de las tres cátedras.