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Anexos
Anexo 3: Memoria sobre el modo más conveniente de reformar la Instrucción Pública en Chile, escrita por Ignacio Domeyko (Extracto)

16. CONSIDERACIONES SOBRE EL PROYECTO DE LA NUEVA UNIVERSIDAD NACIONAL QUE EL SEÑOR MINISTRO HA PRESENTADO A LAS CÁMARAS.

Ahora, que me sea permitido hacer algunas observaciones sobre el nuevo proyecto de la Universidad de Chile que el señor Ministro ha presentado a las Cámaras i que promete, sin la menor duda, mui grandes ventajas para el país i su ilustración.

Considerado este proyecto por lo que toca a la utilidad me parece que una Universidad organizada como una academia o asociación de los hombres de letras i de ciencias, no puede producir resultados tan inmediatos i visibles, como un establecimiento de instrucción elevada, formado a semejanza de aquellas universidades europeas. Pienso que en jeneral, en un país donde se quiere fomentar la ilustración, i en que todavía no sobran los hombres dedicados exclusivamente a la carrera literaria, toda institución científica que no es de enseñanza no puede producir provecho inmediato: antes bien, ha de temerse, que saliendo del cuadro jeneral de la instrucción pública i no teniendo relación directa con la juventud, escite un cierto orgullo i envidia entre los letrados, sin obligarlos a la perseverancia i al trabajo continuo. Los socios de la Universidad deben ser profesores, deben enseñar, i enseñando deben estimular a otros que les ayuden en la gran obra de promover las luces. El destino de profesor no sólo es útil a la juventud que estudia, sino también al profesor mismo: la enseñanza es la verdadera vida de un hombre de letras. Casi todos los sabios i grandes escritores de Francia i Alemania han sido o son profesores, muchas veces se ocupan en la enseñanza, aún cuando sus fortunas no las obliguen a ganar de este modo la vida: citaremos entre otros a Carlos Dupin, Guizot, Villemait, Brognard, Gaylunac, Humboldt, etc. No veo por consiguiente la razón, porque los catedráticos de la enseñanza más elevada en Chile, no puedan formar una Universidad; i tampoco entiendo porque los hombres distinguidos de Chile, que van a entrar en este establecimiento, no quieran dedicarse a la enseñanza, para enseñar en la misma Universidad, concurriendo a su gloria e ilustración. Un hombre ilustrado, dotado de mucho talento i capacidad para las ciencias, pero distraído en sus ocupaciones literarias, metido en los negocios del mundo, con dificultad podrá entrar en competencia con otro, que llevando una vida de profesor (se supone, en la instrucción elevada, universitaria) tiene que tratar i volver a tratar todos los días los diversos ramos i las diversas materias de su estudio, meditar en esto i seguir el progreso de la ciencia misma, para no quedarse atrás con sus alumnos, en medio de tantas nuevas ideas e invenciones, que aparecen todos los años en el mundo literario i científico. Instituyendo en la Universidad misma las cátedras para la enseñanza elevada, sacándolas de los establecimientos, en que se hallan hoi mezcladas con las clases casi primarias, el Gobierno elevará la dignidad de este destino de profesor, dará otro lustre a esta profesión, i de este modo, se podrá simplificar todo el sistema de la instrucción pública en todos sus ramos.

Ninguna Universidad se ha hecho grande, i de mucho nombre, sino por los alumnos que de ella han salido i por sus profesores. Diremos también; que fuera de la obligación de enseñar, i de presenciar los exámenes, todo empleo en la carrera literaria es honorífico; difícilmente la lei puede determinar sus funciones i deberes; todo en el depende del celo i del amor más exaltado a la humanidad, i a la ilustración. El que tiene estas cualidades, no necesita ni honores ni sueldos mui elevados: el que no las tiene de valde llevará sueldo: desacreditará a toda la corporación. Importará siempre mucho más al Gobierno i al país tener buenos profesores en la enseñanza elevada, que tener buenos miembros en la Universidad. Si aquellos profesores se nombran al mismo tiempo socios de la Universidad, por ser dignos de este honor, no veo, porque ellos no sean dignos de enseñar en la misma Universidad, si son inferiores a los miembros de la Universidad, el Gobierno debería hacer todos sus esfuerzos para animar estos últimos, a que enseñen; i si al contrario estos son inferiores por su capacidad a los profesores (lo que pudiera suceder a consecuencia de lo que he dicho acerca de la vida i de las mismas ocupaciones de los profesores) habría talvez el inconveniente de que los alumnos rindiesen examen de licenciados delante de las personas menos instruidas que los catedráticos.

Si ahora pasamos a las consideraciones de pura economía, me parece que si se hace de la nueva Universidad un establecimiento de instrucción elevada compuesta en la mayor parte de profesores de la Universidad i eméritos i si se nombra los decanos i secretarios de secciones entre los mismos catedráticos (como se verifica en casi todas las Universidades europeas) con la mitad de los $ 9.000 que el Gobierno destina para los sueldos de los dichos decanos i secretarios se podrá aumentar los honorarios de los mejores profesores que admiran estos empleos, i con la otra mitad se podrá instituir cuatro nuevas cátedras de primer orden.

17. PLAN DE REFORMA PRINCIPAL QUE PROPONGO

Todas estas reflexiones que me he tomado la libertad de exponer, no para criticar el proyecto de la nueva Universidad, porque desearía que ella se estableciese lo más pronto posible, sino para indicar de qué modo el Supremo Gobierno, aprobado una vez por las Cámaras aquel proyecto, puede ensanchar esta institución i mediante ella simplificar la organización de los colejios, separando desde luego la instrucción colejial de la instrucción universitaria.

El plan que propongo para esto, consistiría: en separar del Instituto Nacional todas las cátedras de leyes, de medicina, de física, de química, de filosofía i de bellas letras; agregar a ellas otras de las principales ramas de ciencias, e incorporar todo esto en las cuatro Facultades de la Universidad nacional, trasformando al mismo tiempo el dicho instituto en un colejio de seis clases.

De este modo, la Facultad de Leyes se constituiría en un establecimiento semejante a la célebre "Ecole Royale de droit" en París; cuyos profesores i miembros enseñan, examinan i conceden grados; la medicina tomaría la organización de las escuelas o academias de medicina europeas, cuyos miembros también enseñan i desempeñan las obligaciones que menciona el proyecto; la Facultad de Teolojía, por medio de uno, dos o tres buenos profesores, pudiera excitar en el clero un amor a las ocupaciones literarias e infundir aquella erudición en materias de la profesión sacerdotal que se ha jeneralizado tanto en los últimos tiempos en el clero moderno francés i alemán. En fin, en cuanto a la Facultad de Ciencias, se necesitarían por ahora lo menos cuatro cátedras principales:

1a Las matemáticas aplicadas a la mecánica i a la construcción de puentes i caminos;
2a La física, con principios de astronomía aplicada a la náutica;
3a La química i mineralojía aplicadas a la metalurjía; i
4a La historia natural aplicada a la horticultura i economía doméstica.

Con el tiempo el Gobierno no dejaría de agregar una quinta facultad de literatura i bellas artes, compuesta de las cátedras:

De literatura antigua
De literatura modernaDe academia de pintura, i
De academia de música.

Por lo que toca al reglamento interior de la Universidad, no tengo nada que agregar a las disposiciones indicadas en el proyecto del señor Ministro: teniendo presente, que siendo la Universidad un establecimiento de alta instrucción, su gran Consejo o Senado, debería constar de profesores ordinarios, (o en propiedad) profesores eméritos, es decir los que han merecido sueldo emeritario después de algunos años de servicio en la Universidad.

Un cierto número de miembros nombrados por el Gobierno, escojidos entre los licenciados de la Universidad.

Las demás disposiciones pudieran quedar las mismas; sólo no necesitaría instituir dos grados inferiores para los catedráticos que correspondieran a los profesores extraordinarios i privados docentes de Alemania. Aquellos profesores interinos i ayudantes, pudieran profesar en la Universidad, sin hacer parte del consejo universitario, hasta que el Gobierno i el consejo mismo los creyesen dignos de pasar al grado de profesores en propiedad.

Sería también mui conveniente que la Universidad tuviere cada tres meses sesiones públicas literarias, en que los individuos de esta Universidad leyeren sus memorias i disertaciones, con el objeto de instruir al público en el progreso de las ciencias, artes i literatura tanto en América como en el antiguo continente. El estracto de dichas memorias o las memorias mismas impresas a fines del año, formarían acta de la Universidad de Chile.

FUENTE: El Semanario de Santiago, N° 27, Santiago, 5 de enero de 1843, p. 218.