ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Fuentes Bibliográficas
Primera parte.
Capítulo IV. Producciones.

Las producciones indígenas del territorio chileno son más abundantes que variadas. Dejando a la ciencia todos sus derechos al estudio y descripción comparativa de los productos de la creación, nos limitaremos a enumerar las producciones chilenas que la industria, el comercio y las necesidades del hombre explotan al presente, y las que, encontrándose a su alcance sin ser tomadas por esto en consideración, pueden contribuir mucho a aumentar su bienestar.

Aunque la fauna indígena del país sea la fuente menos importante de sus riquezas naturales, el hombre saca de ellas un recurso notable para su alimentación, y el comercio, una especulación lucrativa. Las pieles chilenas son notables por su belleza y por la finura de su sedoso pelo.

Se encuentran, desde el archipiélago de Ancud hasta las islas del Estrecho, un gran número de Nutrias (Lutra felina. Gay. Faun. chil. Tomo 1, pág. 45) cuyos despojos son muy estimados en la sombrerería y en las fábricas de trajes de invierno. El largo de estas pieles no excede de dos pies por lo general, y se venden a 75 centavos; pero como no se han dedicado a la caza de ella sino por diversión, se las ve muy pocas veces en el comercio de exportación. Se encuentran también en los ríos y en los lagos algunos Guillines (Lutra huidobria. Molina. Hist. Nat. de Chile, Tomo 1, pág. 321) cuya piel, suave como la seda, admite toda clase de colores y tiene el aspecto y lustre del terciopelo. Es más pequeña que la de la nutria, pero su precio es el mismo.

Los Chingues habitan la parte occidental de Chile (Mephitis Chilensis. G. St. Hil. Cat. del Museo de H.N. de París) y la Patagonia (Cunepatus Humboldtii. Gray. Lond. Mag.) Hay una gran cantidad de ellos en esta última región, y se extienden hasta el Estrecho. Sus pieles, que no tienen, término medio, más que 10 pulgadas de largo, son para los indios una fuente de industria de la que sacan un gran partido reuniéndolas para formar pequeñas alfombras de sofá y de cobertores que venden muy caro a los extranjeros que los visitan. Otro tanto hacen con las pieles de zorra y de Puma o Pagi (Felis concolor. Lenn.) que tienen hasta 6 pies de largo, pero no tienen tan grande valor, porque son muy comunes, sobre todo en la Patagonia donde estos animales abundan, y son fáciles de cazar, a causa de la falta de bosques en que puedan refugiarse.

El Guanaco (Lama Guanaco. Cuv.) que los indios llaman Chilihueque, es el cuadrúpedo más importante por la bondad de su carne y las cualidades de su piel, que tiene de 4 a 5 pies de largo. Está cubierta de una lana fina y desunida que la hace buscar para los tejidos y que reemplaza con ventaja la lana de carnero. Los indios fabrican anchas alfombras de guanaco, uniendo entre sí las pieles de los pequeños que exterminan sin piedad. Las venden a los habitantes de las colonias de Magallanes y del Carmen, y se sirven igualmente de ellas para sus vestidos de invierno. El número de los guanacos debió ser inmenso en tiempos de la conquista; porque a pesar de haberlos perseguido sin tregua desde tres siglos, y que han muerto por millares, quedan todavía numerosos ganados, que cubren la falda oriental de los Andes desde los 34° lat. S hasta el Estrecho de Magallanes y las islas de la Tierra del Fuego. En cuanto a la región occidental, está casi despoblada de ellos; así, no se ve figurar las pieles de guanacos en el comercio de exportación sino en las colonias que acabamos de mencionar.

La caza de la chinchilla (Chinchilla laniger. Gray Spicil. Zoolog.) es sin duda la que ha dado hasta aquí resultados más lucrativos. La piel de este pequeño cuadrúpedo, cuyo largo medio es de 10 pulgadas, es tan notable por la finura, belleza y sedosidad de su pelo, que en la época misma de la conquista se veía en España figurar la chichilla como el más bello adorno de los trajes de la alta nobleza. Estos animales viven en las comarcas del norte de la República, y aun las he visto en el desierto de Atacama donde se fabrican profundas madrigueras al abrigo de las rocas. La chinchilla era ya conocida en el comercio inglés en 1832, y se la exporta, además, al presente para la América del Norte, Cerdeña y la China. Sin embargo, el uso de esta piel ha disminuido bastante por motivo de los caprichos de la moda; así se han exportado únicamente para diversos países, desde 1844 hasta el principio de 1853, 327.192 pieles de chinchilla. Se venden a dos peses 50 centavos la docena.

Entre las numerosas especies de anfibios que pueblan las costas de Chile, no indicaremos más que dos; el Lobo Marino y el León del Mar de que el comercio y la industria sacan ventajas más inmediatas.

Los lobos marinos (Otaria Porcina. Desm. Mem. pág. 252), que estaban en otro tiempo muy distribuidos por todos los puntos del litoral, han sido perseguidos con tal encarnizamiento por los pescadores del norte, que se han refugiado en los rincones más solitarios de las regiones australes, donde todavía se les mata por millares. Esta raza será extinguida muy pronto en el sur, como lo ha sido en el norte, si algunas leyes protectoras no vienen a su socorro. No siendo fijada por ningún reglamento la época de la caza, el lobo es perseguido en todas las estaciones, y sobre todo, cuando tiene cría. He sido testigo muchas veces de esta destrucción criminal e inútil de una fuente de riqueza que se perpeturaría, si se le dedicasen las atenciones que reclama su conservación. M. Gay refiere (Faun. chil. Tomo 1, pág. 73) que Vergara, uno de los muchos pescadores de lobos, le había asegurado que en el mes de febrero, mató, con el auxilio de 38 camaradas, 6.500 lobos en la isla de la Mocha. Pues bien, este es el mes en que precisamente paren las hembras. Las pieles de estos anfibios tienen de 4 a 5 pies de largo y son muy buscadas por los curtidores, a causa del excelente cuero que suministran para el forro de las maletas y para el calzado. Además de la piel se sacan 4 galones de aceite del macho, y 2 de la hembra. A pesar de las grandes pescas que se hacen, sus pieles no figuran sino muy poco en el comercio exterior. Este artículo se consume casi exclusivamente en el país y se vende, por lo regular, de 50 centavos a un peso la pieza.

El león del mar o marino (Macrorbinus proboscideus. Cuv., Tomo 39, dic. sec. nat. ), notable por su tamaño excepcional, desempeña también un gran papel en el comercio de pieles. Habiéndosele perseguido como al lobo, ha abandonado casi totalmente las costas de la isla de Juan Fernández, donde se mostraba en muy grande cantidad en los tiempos de lord Anson. Ha dejado igualmente las costas comprendidas entre 33° y 42° para buscar un refugio en las costas patagónicas, donde se halla todavía al alcance de la persecución activa de los balleneros de todas las naciones. Su largo es de 4 a 6 metros, su circunferencia de 2 a 3, el espesor de su grasa de 1 1/2 a dos decímetros, y se saca de cada individuo de 100 a 126 galones de aceite, que es, como el del lobo, empleado muy frecuentemente en el consumo interior, en las curtiembres y para el alumbrado.

Las costas meridionales han sido afamadas por el número y la buena calidad de las ballenas que se encontraban en ellas. Las facilidades que ofrecía esta pesca y el valor de sus productos llamaron una multitud de buques de todas las naciones a estos parajes, donde era prohibido acercarse en tiempo de los españoles, y aunque la cantidad de estos enormes habitantes de los mares ha disminuido considerablemente, los puertos de Chile son siempre frecuentados por los balleneros extranjeros, que vienen a renovar sus provisiones para continuar después su peligrosa carrera(36).

Hay muchas especies de ballenas; pero la que atrae a los pescadores franceses, ingleses, y sobre todo, los de la América del Norte, es la ballena que Klein llama antártica. A pesar del gran número de ellas que se ha tomado, los naturalistas no se avienen aún sobre su verdadero nombre. La pesca se hace al sur de Chiloé. Cada uno de estos formidables cetáceos produce, según los datos más exactos, por un individuo de 19 metros de largo, 5 a 6 mil galones de aceite y de 350 a 450 kilogramos de barbas, de 1 a 2 metros de longitud.

Los cachalotes (Physeter macrocephalus. Desm. Mamm.) se han hecho muy escasos; sin embargo se encuentran todavía en los archipiélagos, donde he tenido ocasión de observarlos muchas veces. Los hay también en las cercanías de la isla de la Mocha. Son muy buscados a causa de su adipocira o esperma de ballena, que sirve para la fabricación de velas. El aceite que suministran es más estimado que el del cetáceo antártico, y dan casi tanto como éste. Parece que el ámbar gris es también uno de los productos del cachalote. Los habitantes de las costas, al sur de Concepción, encuentran algunas veces sobre la playa, pedazos de ámbar gris que las mareas depositan y que pesan algunos kilogramos.

Para formarse una idea de la importancia que las naciones marítimas daban a esta pesca en las costas chilenas, basta notar que Inglaterra, en 1830, tenía en los mares de la República 91 buques balleneros contando 30.083 toneladas de capacidad y 2.750 marinos. Es verdad que esta cifra ha disminuido, en los años siguientes, en proporción de la disminución de las ballenas, de las que los americanos del Norte han hecho sobre todo y hacen todavía al presente, una gran destrucción.

Nos hemos ocupado muy poco de esta pesca, no existe tampoco entre nosotros una sociedad bien organizada para la caza del lobo marino, aunque los productos que se obtienen de este animal no bastan para las necesidades del interior. La ciudad de Valparaíso, en los años de 1852 a 1854, importaba ella sola, 60.235 galones de aceite de cetáceo para el consumo del país, y desde 1849 no se ve figurar un solo galón de aceite en el cuadro de las exportaciones; es verdad que antes la pesca chilena no tuvo una importancia digna de atención, porque de 1845 a 1849 no se mencionan sino 9.054 galones de aceite de ballena entre los artículos de exportación.

Tales son, en general, las ventajas que la Mammalia indígena presenta a la industria y al comercio. No son menos considerables las que de ellas saca la alimentación. Además del guanaco, que es el principal alimento del hombre en la Patagonia y de los indios en las comarcas occidentales de los Andes entre Concepción y Valdivia, se encuentra: el Huemul (Cervus chilensis. Gay y Gerv. en Ann. Sec. nat. feb. 1846), el Versadito (Cervus humilis. Bennet-Capra Puda, Molina) de las regiones australes, la Viscacha del norte (Lagotis criniger. Less. Nuev. Tabl. del Rein.-Anim. Gay) y la liebre (Lepus)(37).

La conquista ha llevado a Chile uno de los primeros elementos de su riqueza, introduciendo en él y aclimatando los mamíferos europeos. Las facilidades que el clima y la abundancia así como la variedad de los medios de subsistencia ofrecen, por lo general en América, a la aclimatación de los animales domésticos, se reúnen en Chile, a tal grado, que la raza vacuna, ovejuna, cabría, la de cerda y cabalgar se han multiplicado y difundido en el país en una cantidad tan admirable que se han hecho salvajes en algunas localidades. Hay muchos parajes en que se entregan a la caza de estos animales con el mismo furor que se emplea para perseguir a los animales indígenas. Al este de la provincia de Valdivia y en la colonia de Llanquihue, se ven ganados de vacas y chanchos viviendo y multiplicándose en seguridad en el fondo de los bosques, que los defienden de los ataques del hombre. Las cabras están bastante esparcidas en nuestras montañas; hay manadas considerables de ellas en las islas de Juan Fernández, donde se las caza con éxito. La abundancia y el bajo precio de todos estos mamíferos han sido las razones principales que han impedido a los chilenos dedicarse a la mejora de las razas. Al presente, que el valor de las tierras ha aumentado de un modo excepcional, y que los pedidos para la exportación han dado una importancia bien notable a los productos animales, se comienza a ver en nuestros campos el caballo de tiro, las vacas suizas e inglesas, la cabra del Tibet, el merino y el puerco chino mejorado por la industria inglesa. Los animales domésticos de Chile suministran desde largo tiempo, ricos cargamentos de retorno al comercio exterior, ya sea que los lleven vivos, o preparados para la exportación en las grandes matanzas que se han establecido en casi todas las propiedades territoriales donde se dedican a la cría del ganado.

Al intrépido conquistador de Chile es a quien se deben las razas de animales domésticos que viven en este país; y cuando se piensa en el pequeño número de individuos de cada especie que los españoles trajeron en la época de la conquista, en 1540, y en el poco cuidado que se tuvo para aumentarlas, debe uno asombrarse de la grande influencia del clima y de los pastos de esta sección privilegiada de la América sobre la multiplicación de estas razas de animales tan útiles y necesarios al hombre civilizado. Se las trajo del Perú, y algunos años después, el Perú era el principal mercado de los productos vivos de Chile.

El caballo chileno es oriundo de la raza andaluza. No es de una estatura notable, pero es nervioso y lleno de fuego, de agilidad, de audacia, de fuerza y de nobleza. Es de una sobriedad extraordinaria y quizá el único caballo del mundo que puede resistir a largas fatigas, con el poco cuidado que se le da. Vive en entera libertad en los campos, en invierno como en verano, y no se le toma sino para servirse inmediatamente de él. Hace muy frecuentemente caminatas de 25 a 30 leguas en un solo día sin tomar el menor alimento, sin refrescar siquiera el hocico en arroyos y torrentes que está obligado a atravesar. Su casco es tan duro que no se ven caballos herrados sino en las ciudades. Su destreza y su obediencia al freno son notadas con justa sorpresa por los extranjeros; se vuelve en todos sentidos y con presteza sobre sus patas traseras, según que el jinete se incline a derecha o izquierda, y se detiene de un golpe, en medio de la carrera más rápida, a la menor presión de las riendas sobre el freno. Caballo de batalla como de paseo y de labor, es muy estimado y buscado en todas las repúblicas del antiguo dominio español, donde la misma raza parece haber degenerado; así es que se llevan al Perú, Bolivia, Nueva Granada y aun a Buenos Aires, donde la abundancia de caballos es tan grande que se matan por millares a causa de su piel y del aceite que se saca para el alumbrado. No hay todavía yegüerías en Chile, excepto la de la Escuela Normal de Agricultura; las razas se multiplican en los grandes campos o en las mesetas de las cordilleras donde se echan grandes tropas de yeguas, las que no se recogen sino para trillar el trigo o para marcar las potrancas, a fin de que no se confundan con la de los demás propietarios. Se ve en las provincias de Valdivia y de Chiloé una raza pequeña de caballos que por sus formas graciosas y elegantes son muy buscados para el uso de los niños. No obstante su pequeñez, son llenos de fuego, y soportan como los del norte, las más grandes fatigas. Hay en estos lugares, pantanos que no tienen otro camino que un tronco de árbol caído, y que los habitantes atraviesan a todo trote sobre estos pequeños animales cuyo pie es tan firme sobre este puente peligroso como en un llano ancho y unido. El precio de los caballos es muy variable en Chile; se puede comprarlos desde el valor de 10 a 100 pesos. Esto solo prueba la grande ventaja que resultaría de establecer yegüerías para aumentar las bellas razas. No se ha vencido todavía la repugnancia de cabalgar sobre yeguas; esta preocupación priva al país de los servicios de una gran cantidad de individuos de la raza cabalgar(38). El precio de las yeguas varía de 5 a 100 pesos; pero es muy raro que se llegue a esta cifra. El precio medio es de 10 pesos, y el de los caballos de 50.

Las vacas fueron introducidas de nuevo en Chile por Alvarado, en 1548 después de la destrucción de las que trajo Pedro de Valdivia. El número no era sino de diez, y tal fue la atención que se prestó desde luego a su propagación, que un siglo después se habían distribuido de tal modo en el país que su valor no excedía de un peso por cabeza. Las vacas chilenas no son grandes; tienen el cuerpo grueso, el lomo ancho y ordinariamente, grandes cuernos. La cantidad sería inmensa, si se prestase algunos cuidados al aumento de la especie y a la mejora necesaria de la raza. En el estado salvaje en que viven, las dos terceras partes de las hembras permanecen estériles cada año, porque no se cuidan sino los ganados pequeños que se encuentran en los cercados de las praderas artificiales y en los establecimientos llamados Queserías, donde un solo propietario hace ordeñar algunas veces hasta cuatrocientas vacas por día.

Aunque hay ganados de ovejas en todo el país, y que el clima no hace necesario el cuidado con el cual se atiende en Europa para preservarlas del frío y proveer a su subsistencia, la raza chilena produce lanas muy malas. Se ha procurado muchas veces propagar entre nosotros el merino de España y de Nueva Holanda, que se han hecho venir con grandes gastos; pero el perfeccionamiento de la raza no marcha sino a pasos muy lentos.

La raza cabría, como ya lo hemos dicho, vive aun en estado salvaje en algunas partes del país. En el norte de Santiago, en las provincias de Aconcagua y de Coquimbo es particularmente donde se dedican a la cría de cabras. Ya las del Tibet se han introducido allí, y se ha podido admirar en 1854, en la exposición de Santiago, el peso suave y sedoso de este útil cuadrúpedo que por su fácil propagación, no tardará en venir a aumentar el número de nuestras ricas producciones. El beneficio principal que saca al presente de la cabra chilena, es la piel; la carne sirve para fabricar jabón; algunas veces se la seca para el alimento de los habitantes del campo; pero encuentra sólo consumidores en la clase más pobre.

En cuanto a la raza de cerda, no es admirable que se haya generalizado tanto, atendiendo a la facilidad prodigiosa con que se multiplica. Existe al estado silvestre en las islas del archipiélago de Ancud, en la costa occidental de la Patagonia y en el interior de los bosques de Llanquihue y de Osorno. Como los chanchos encuentran en todas partes frutas y raíces, no se tienen que ocupar de su alimento ni de su reproducción. Al contrario, por un interés mal entendido, se les proscribe de los lugares donde se dedican a la agricultura; se temen sus destrozos; y en lugar de tomarse el trabajo de hacer cercados para encerrarlos, se les persigue a muerte. La ley misma autoriza esta proscripción en ciertos casos.

Estos animales, no obstante su utilidad, no han llamado aun la atención de los ganaderos, aunque no sea necesario emplear granos y raíces cultivadas para hacerlos vivir, pues que no exigen más que pasto verde y agua por alimento. Así, casi todos los chanchos que se ponen en venta en los mercados no tienen más engorda que los pastos y los frutos que les suministran los campos, donde viven en libertad. La cría de los chanchos para la venta al natural y para las salazones es aun un ramo de industria por conocer, y no hay duda alguna que será muy lucrativo, desde que se le consagren los cuidados que reclama.

El consumo de la carne de chancho es muy considerable en el interior y figura en muy poca cantidad en la exportación. No es preciso decir que todos los buques que frecuentan nuestras costas están obligados, en general, a traer de Europa o de la América del Norte una doble provisión de barricas de chancho salado, para la ida y la vuelta. Se ven desde mucho tiempo las mejores razas europeas en las cercanías de las ciudades; pero los que deberían procurar hacerlas más comunes, es decir los propietarios, no lo hacen aún. El precio de los chanchos varía mucho según las localidades, la edad y el estado del individuo. Un chancho de 18 meses vale de uno a 12 pesos.

Los productos ornitológicos de Chile desempeñan un gran papel en la alimentación de sus habitantes. Casi cada especie de la gran clase de aves tiene allí su representante, y, no obstante la carencia de leyes de caza y el aumento de la población, no se nota disminución alguna en el número de los que pueblan los aires y las aguas. La abundancia de ellos es tal, sobre todo de palomas silvestres y de loros, que llega algunas veces a ser perjudicial a la agricultura. Se cuentan cuatro especies distintas de loros (Canurus, 1 Enicognathus), 6 de palomas silvestres (Colombideas), 11 de gallináceas (3 Tinamideas, 8 Quionideas) y una infinidad de patos y otras aves acuáticas, de las que los lagos, los ríos y los estanques de las regiones centrales están algunas veces enteramente cubiertas. Las aves de corral extranjeras se han generalizado también de un modo extraordinario. Se exportan muchas de ellas para el Perú.

El comercio de pieles y de plumas de aves no tiene aún la extensión que debería esperarse de una fuente tan bien provista. No podemos indicar más que los productos del cisne (Cignus nigrocolis. Gmel-Ana melano corypha Mol.) y del avestruz (Rhea americanum. Lath.-Rhea pennata, d'Orbigny) que figuren en los mercados extranjeros. Las pieles de cisne, que se despojan de las plumas grandes antes de entregarlas al comercio, tienen por término medio un largo de 6 decímetros. Son muy buscadas a causa de la bella plumazón que las cubre y que se emplea frecuentemente para el adorno de los trajes; se las vende a 25 centavos la pieza. Los indios de la Patagonia construyen hermosas alfombras de sofá con las pieles del avestruz unidas entre sí: estas alfombras son un gran objeto de lujo, y se pagan a veces a 16 pesos la pieza. Se emplean también plumas escogidas para penachos y para la fabricación de sombrillas y plumeros. El principal comercio de plumas de avestruz se hace por los mismos indios; las llevan en gran cantidad, en la época del derretimiento de las nieves, a la colonia del Estrecho y a los mercados del sur de Concepción. Casi todas las plumas se consumen en Chile: sin embargo, encuentro en los documentos oficiales de la estadística comercial que, en 1850, se exportaron para California 113 docenas de plumeros, que fueron pagados a 6 pesos la docena.

La clase de los reptiles es no sólo poco variada, sino que aun los individuos son poco numerosos. La parte occidental de Chile se distingue por la carencia absoluta de reptiles venenosos o perjudiciales. Se puede penetrar con toda seguridad en las selvas vírgenes y permanecer en medio de las matas silvestres sin que haya que temer la mordedura de las víboras, cuyo solo nombre espanta al viajero que atraviesa las lejanas regiones de la América. Se puede uno arrojar en todos los ríos sin temor a los cocodrilos, y reposar sobre la yerba de las praderas naturales sin ser inquietado por ningún animal dañino. Las culebras de Chile, que se pueden tomar en la mano sin peligro alguno, son perseguidas, no obstante su extrema mansedumbre y muertas sin piedad, tal es el horror que inspira su raza. Son, sin embargo, muy útiles porque persiguen a las ratas del campo y destruyen muchas aves perjudiciales a la agricultura, comiendo sus pichones cuando están todavía en el nido. El comercio y las artes no sacan de los reptiles otra clase de beneficios.

Hay en los mares del territorio chileno una riqueza que está todavía enteramente por explotar y es el pescado. La pesca no se hace en casi todo el país sino para las necesidades del consumo inmediato, y sólo en las ocasiones que ella es muy abundante, lo que sucede muchas veces, es cuando el pescador se toma el trabajo de secar el pescado al aire, para entregarlo después al comercio. Un gran número de especies, de un gusto exquisito, se muestran siempre en nuestros mercados para el uso diario de la mesa. Las aguas dulces de todo el país suministran la Trucha (Perca trucha. Cuy.), y el Pejerrey: las aguas del mar, y la jerquilla (Aplodactylus punctatus. Cuv.), el Róbalo (Pinguipes Chilensis. Cuv. y Valenc. ), la Corvinilla de Juan Fernández (Trispinosa Corvina. Cuv. y Valenc.), el Pichigüen de Coquimbo (Umbrina ophicephala. Viaje del Beagle), la Corvina de Concepción, de Valdivia y de Chiloé (Pristipoma Conceptionis. íd.), la Lisa (Mujil Liza. Gay. At. zool.), la Sardina (Engraulis Vingens. Viaje del Beagle), la Pescada (Merlus Cayi. Gay, Faun. Chil., Tomo II, pág. 339), el Lenguado (Hippoglossus Kingii. Viaje del Beagle), el Congrio (Conger Chilensis. Gay, Faun., Tomo II, pág. 329), la Anguila (Ophisurus remiger. Valenc. d'Orbigny. Gay, Tomo 11, pág. 344), el Pejegallo (Callor hynchus antarticus. Cuv.), el Bacalao de Juan Fernández (Parca Fernandiziana. Gay, Faun, Chilensis, Tomo II, pág. 369) y una multitud de otras especies más o menos importantes y cuya enumeración no puede tener lugar aquí. Se ven figurar de cuando en cuando en el comercio exterior, la sardina, la pescada, el congrio, el pejegallo y el bacalao, cuando la pesca de estos pescados ha sido muy abundante para que puedan ser consumidos en el mismo país. No se conoce todavía el arte de salar y ahumar el pescado. Las operaciones a que se les somete para conservarlos secos son despojarlos de la cabeza, de las aletas, de los intestinos y de la espina dorsal; enseguida se les suspende al aire, ensartándolos en una cuerda o rama de árbol; a veces se les echa sal encima o se contentan con rociarlos con agua del mar. Esta industria, como tantas otras, no espera más que la concurrencia de brazos para ser un ramo notable de exportación. El pescado chileno que se encuentra en el comercio es conocido bajo el nombre de Pescado seco. Los buques que se dan a la vela toman siempre una cantidad para sus viajes. El Perú y California han sido hasta aquí los principales mercados de este artículo, cuyo precio, por 50 kilogramos, varía de 10 a 14 pesos. Se ocupan tan poco de esta especulación, que la exportación comprendida entre 1844 y 1854 no ha excedido de 136.100 kilogramos, a pesar de la abundancia de la pesca, el poco costo que demanda y su valor casi siempre al mismo precio.

Las anélides, los crustáceos, los moluscos y los insectos suministran su contingente a las necesidades del hombre. Conocido es el gran uso que hace la medicina de la sanguijuela (Hirudo Lima) y las cantidades que se exportan de Europa para todos los lugares del mundo, lo que ha aumentado su valor en razón de la disminución de su número. Chile posee de ella muchas especies; pero siendo muy pequeñas, hacen su empleo más molesto que las especies europeas. Sin embargo, el número suple la pequeñez. Encontramos en Valparaíso la sanguijuela de los lugares húmedos, que no tiene más que 4 a 9 líneas de largo. El efecto de ella es tan eficaz como el de la sanguijuela de Europa, y la cantidad tan considerable, que no es preciso conservar las sanguijuelas después de haberse servido de ellas, ni economizarlas. Se comienza ya a exportar este anélide por Valparaíso.

Los crustáceos y moluscos que pueblan nuestras costas son un precioso recurso por su número y por la delicadeza de su gusto. Los habitantes de las costas de Ancud se alimentan en gran parte con langostas, jaivas, erizos y mariscos univalvos, bivalvos y multivalvos, de que las playas quedan cubiertas cuando las grandes mareas, que coinciden con la luna nueva y llena. Las islas de Juan Fernández son afamadas por la excelente calidad y tamaño de sus langostar (Palinnrus frontalis. Edw.), Concepción, por los choros de la isla de Quiriquina, y Chiloé por sus ostras y por una multitud de otros moluscos muy estimados. Todos éstos artículos de subsistencia forman un ramo muy importante del comercio exterior.

Existen en Chile muchas variedades de cantáridas, que poseen al más alto grado la propiedad cáustica que las hace buscar para el uso medicinal.

La abeja melífica exótica se ha multiplicado prodigiosamente desde su introducción, y, en presencia de las grandes facilidades que ofrecen a esta raza de insectos el clima y las flores que se producen en todas las estaciones, todo induce a creer que, dentro de algunos años, no sólo la importación de la cera y de la miel será excluida de nuestros puertos, sino que los productos chilenos de este género podrán hacer competencia a los productos europeos sobre las costas del mar Pacífico.

Reino vegetal

En el reino vegetal es sobre todo donde, gracias a un suelo inmejorable y a los distintos climas, encuentra el habitante de Chile su primera fuente de prosperidad. Muchos sabios naturalistas(*) no obstante su constancia y actividad, no han hecho más que rozar esta parte interesante de la historia natural. Desde Copiapó hasta Chiloé, y partiendo de las islas hasta los mares del cabo, todo es, por decirlo así, aun virgen en este ramo que ofrece a la ciencia una abundante cosecha(39).

No siendo del dominio de este Ensayo las descripciones científicas, vamos a indicar aquellos vegetales chilenos de que se saca ya un beneficio inmediato para el comercio interior y exterior sin apartarnos por esto del orden que la botánica les ha señalada.

El Canelo (Drimis chilensis, de C. R. V. sist., Tomo 1), este bello magnolio se encuentra aún en el Estrecho de Magallanes, donde fue largo tiempo conocido bajo el nombre de Winteriana. Su corteza muy aromática, de la que se hacía otras veces un gran uso como sucedáneo de la canela, no se emplea al presente más que en las curtiembres y en medicina. La madera del canelo no es jamás atacada por especie alguna de gusano y, puesto al abrigo de la humedad, parece ser indestructible. Se admiran todavía al presente el buen estado de las vigas de canelo con las que se construyó en Santiago la primera casa, la de Pedro de Valdivia, en el año 1544(40). El Voquil (Lardizábala biternata. Ruiz y Pavón) cuyas ramas sarmentosas trepan enroscándose alrededor de los árboles, y caen al suelo como cuerdas y cables, produce un fruto de dos pulgadas de largo, muy delicado, dulce y aromático. Sus ramas fuertes y flexibles, que tienen a veces muchos metros de largo, sin exceder el ancho de cuatro líneas, son de un gran uso para la fabricación de canastos y para las amarras de los techos de chozas. Reemplazan con ventaja las cuerdas de cáñamo en Valdivia y Chiloé.

El Michai es un agracejo, cuyas especies son tan numerosas en Chile que, según Gay, todas las del mundo reunidas no la igualarían en número. La madera flexible y dura del michay era empleada para la confección de los arcos de los indios. El hermoso color amarillo del tronco y de las raíces hace buscar este árbol para la tintorería, y el fruto, aunque pequeño, es tan dulce, aromático y abundante, que se hace una bebida espirituosa muy apreciada en los campos del sur.

Las crucíferas existen en tan gran cantidad que se las encuentran aun bajo las nieves de la Tierra Fuego. El número es muy variado. Esta familia, tan útil para las artes y para la alimentación, no tiene necesidad de ser cultivada con cuidado para dar grandes cosechas de semillas oleaginosas, de las que se saca al presente algún provecho para fabricar aceite de alumbrado que reemplaza ventajosamente el de los cetáceos. Es difícil encontrar un lugar en el mundo donde el nabo, la mostaza y el rábano se produzcan más fácilmente que en Chile. Estas plantas son consideradas como verdaderas plagas de los campos cultivados, y, bien que en algunos puntos, tales como Valdivia y Osorno, el precio de la fanega, de 80 kilogramos, de grano de nabo sea superior al del trigo, nadie se ha dedicado aun a este cultivo: no es admirable que paguemos todavía un tributo a la industria extranjera por un artículo que debía competir con ventaja en los mercados exteriores.

Las malváceas indígenas son también muy numerosas, y hace más de 50 años que se introdujo el algodón. Esta planta (Gossipium herbaceum. Linn.) que teme las lluvias y las heladas, se produce muy bien en los valles de Coquimbo, del Huasco y de Copiapó; pero no es cultivada sino como planta de adorno.

El maqui (Aristotelia maqui. L'Herm. stirp., pág. 31) una de las mejores vulnerarias que se conocen en Chile es muy general en todo el país. Su madera sonora es empleada para los instrumentos de música; de su corteza que se desprende con gran facilidad en la época de la savia ascendente, se fabrican cuerdas de una fuerza experimentada. Sus hojas poseen en el más alto grado, las facultades depurativas y cicatrizantes, y su fruto abundante, aunque pequeño, sirve para hacer licores fermentados. Se les seca también para el consumo del invierno.

La patagua (Fricuspidaria dependens. Ruiz y Pavón) es un árbol voluminoso que se encuentra al sur de Concepción. Su madera es muy frecuentemente empleada en las provincias del norte para la fabricación de tablas. La corteza es tanina. Se ha notado que el gusano de seda come con ansia las hojas de este árbol; pero la seda que resulta es inferior a la del gusano alimentado con hojas de morera.

El Ulmo o muermo (Eucriphia cordifolia. Cavan. Icon. pl.) es uno de los árboles más vigorosos que tenemos en las provincias de Valdivia y Chiloé, de donde se le exporta en grandes vigas que se fabrican con la parte de la madera roja que forma el centro de su tronco. Esta parte es incorruptible y lleva el nombre de pellín de Muermo.

El alfilerillo (Erodium mochatum. Willdenow) es el primer forraje de bestias. Lo hay en toda la América. Como goza de propiedades muy alimenticias, sanas y aromáticas, es comido con avidez por los herbívoros que lo prefieren a todas las demás plantas de praderas naturales o artificiales. El alfilerillo es la planta que les vuelve la salud y el vigor después de las penurias de los inviernos. Es de sentir que dure tan poco tiempo. Se le ve en la primavera cubrir los valles y montañas más áridas y embalsama todo el campo. Hay en Chile, como en muchas otras partes, localidades enteramente desprovistas de vegetación a causa de su sequedad. El alfilerillo en primavera, da aun a estos terrenos el aspecto de un jardín y hace acudir a ellos numerosos ganados; pero se alejan cuando la proximidad del verano seca y hace desaparecer esta geranea.

El número de las oxalídeas es bastante grande para invitar a la industria a extraer de ellas, con provecho y casi sin gastos, la sal ácida para el uso de las tintorerías.

El lino (Linum utilissimum. Linn.) no es una planta indígena: pero es tan común, sobre todo en las provincias australes, que los indios sacan de sus granos harina para su alimento. No hacen cosa alguna del tallo. Es también una de las plantas que no aguarda más que la mano de la industria para obtener en Chile, por el poco cuidado que exige su cultivo en el país, el grado de importancia que tiene en Europa. Cada vez que se trate de cultivar terrenos en esta sección de la América, es preciso no perder de vista que la bondad del suelo hace, por lo general, inútil, y a veces perjudicial, el empleo de los abonos que acarrean siempre grandes gastos casi en todas partes, y sobre todo en Europa. Después de esta indicación, superflua para aquel que ha experimentado la fertilidad del suelo chileno, debe causar asombro que no exista entre nosotros un solo agricultor que se ocupe del cultivo del lino, aun para obtener los granos, cuyo precio es siempre subido, y que no se piense aun en la importancia de la bella hilaza que suministran los largos tallos de esta planta. La fanega de semilla de linaza vale 7 pesos. El rendimiento de ellas es, en Valdivia, de 25 a 40 por 1.

Crecen en Chile algunas plantas medicinales de la misma familia; la que lleva el nombre de Retamilla (Linum selajinoides Lam. Dict. Encyclop.) tiene propiedades calmantes y febrífugas; es además de una belleza notable.

El Guayacán (Porliera hygrometrica. Ruiz y Pavón), que se llama también palo santo a causa de sus virtudes antisifilíticas, es un arbusto de una madera en extremo dura. Su color amarillo, vetado con tintes azules, y su tejido unido y susceptible de un hermoso pulido le hacen ser apetecido por los torneros. No se le exporta todavía.

Los curtidores y los tintoreros del país sacan un gran partido del pequeño arbusto llamado Deu (Coriaria ruscifolia. Feuillé. Diario de observaciones físicas) y conocido por sus propiedades eminentemente astringentes. Se da en los valles bajos de Concepción, Valdivia y Chiloé.

El Maitén (Maitenus chilensis. Dec. Podrom., Tomo 11) es sin duda uno de los más bellos árboles de Chile: tiene la forma del sauce llorón y no se despoja jamás de sus hojas que son un antídoto de las erupciones cutáneas producidas por las exhalaciones del Litre, árbol que señalaremos luego. Da un gran número de granos oleaginosos; mas aunque la cosecha de ellos ofrece grandes facilidades y que el aceite que se puede extraer es excelente, aun para la mesa, no se ha ensayado todavía el utilizarlo. Los animales rumiantes sacan en invierno, un alimento muy nutritivo de sus ramas pendientes y de poco espesor.

El Talhuén (Colletia quinquenervia. Gil y Hook.) no es más que un arbusto de mediano tamaño, su madera es dura e incorruptible. Es muy buscado para las estacas de las viñas y para las obras de los torneadores. Se saca de su decocción una tintura roja.

El Huingan (Duvauna dependens. Dec.) suministra una resina muy balsámica para el uso de la medicina y se obtiene de su fruto muy aromático, una bebida espirituosa y aguardiente.

El Litre o Lite (Litrea Venenosa. Miers, Trav. en Chile) es un árbol de aspecto sombrío y de hojas persistentes y coriáceas cuyas exhalaciones, cuando se permanece bajo su sombra, producen en algunas personas fuertes erupciones cutáneas que tienen su antídoto en las hojas del maitén, del cual ya hemos hecho mención. No se ha estudiado aún, al menos que yo sepa, el fenómeno extraordinario de las erupciones que el litre provoca en algunas constituciones, porque todas las personas que permanecen bajo su follaje no son igualmente atacadas por esta enfermedad. No se sabrá pues apreciar hasta qué punto la humanidad podría sacar partido de este singular poder eruptivo, ignorando si las exhalaciones del litre ocasionan una enfermedad cuyos principios no existían en los individuos o si ellas no hacen más que atraer al epidermis aquellos que existían ya en su constitución, lo que sería una ventaja incontestable. La madera del litre es nuestra madera de hierro; se sirven de ella no sólo para las obras que exigen una gran consistencia, sino que los ebanistas la buscan, a causa de su grano unido y susceptible del más bello pulido, para los objetos de lujo que fabrican y que venden siempre a gran precio.

El Molle (Litrea Molle, Gay, Flor. Chil.) es un hermosísimo árbol de hojas persistentes y odoríficas de un verde alegre y brillante. La madera es también muy dura y estimada para las ruedas de carretas y carruajes. Las incisiones hechas en la corteza de este árbol dejan transpirar una resina olorosa que posee propiedades antiespasmódicas muy marcadas. Su fruto dulce y sabroso da a las gentes del campo licores espirituosos.

La gran familia de las leguminosas, que contiene plantas útiles a la humanidad, es representada en Chile por un gran número de especies indígenas y exóticas.

La Alfalfa (Mendicago sativa. Linn.) es el forraje por excelencia, tanto para criar como para engordar herbívoros. No se cultiva más que esta leguminosa en nuestras vastas praderas artificiales. Se da en los terrenos más áridos, si es auxiliada por el riego. La he encontrado en los altos valles de la Cordillera del Planchón, a más de 3.000 metros de elevación, sin que las capas de nieve de que está cubierta en invierno perjudiquen su desarrollo, a la vuelta de la primavera. A la alfalfa debe Chile, en gran parte, la ganancia que obtiene del reino animal. Además de los servicios que presta al consumo, se hace de ella una exportación bastante considerable en semilla y en plantas secas.

El comercio de semillas de alfalfa con Francia, Alemania y las Repúblicas bañadas por las aguas del Pacífico, ha ofrecido un término medio anual de 208.640 kil. en los años de 1844 a 1847; pero ha disminuido sensiblemente desde esta época. Por lo tanto el precio se ha sostenido entre seis pesos y medio y siete pesos por fanega. El término medio de la exportación de la yerba seca, haciendo abstracción de las cantidades necesarias para las necesidades del puerto de Coquimbo, Huasco y Copiapó, es de 178. 545 kil. y el precio ha variado entre tres y seis pesos por 100 kil. hasta el año 1851; pero en 1852, 53 y 54 se ha sostendido en la última cifra. Puede calcularse cual será la importancia que tome este ramo secundario de la industria rural cuanto se pueda suministrar este artículo a precios más bajos, para el consumo de todos los puertos del mar Pacífico, desde el 35° latitud hasta el istmo de Panamá.

El Culén (Psoralea Glandulosa. Linn.) es un arbusto muy estimado por sus propiedades estomacales y vulnerarias. Se secan sus flores y hojas, que tienen un olor muy agradable, y se hace con ellas té. Raspando las ramas después de haberlas despojado de su epidermis, se obtienen virutas muy estimadas en la farmacia. El culén crece en todo Chile, a lo largo de los ríos y arroyos y en todos los valles húmedos. Sus cualidades medicinales son muy apreciadas en el Perú y en el Ecuador, y se le exporta, aunque en pequeñas cantidades todavía, para estos dos lugares. El precio medio es de 4 pesos por fardo de 100 kilogramos.

En la provincia de Concepción se encuentra la Clycirriza astragalia de Gillies, cuya raíz azucarada es sucedánea de la regaliza.

El Garbanzo (Cicer arcetinum. Linn.) se da en todas partes y con abundancia; satisface el consumo interior, y el término medio de su exportación para el litoral del Pacífico, correspondiente a los diez últimos años, es de 500 fanegas por año. El precio medio es de 4 pesos la fanega. El cultivo del garbanzo no se hace todavía por los grandes propietarios.

Lo mismo sucede con la Arveja (Pisum sativum. Linn). Esta legumbre tan delicada, y tan estimada en Europa, se produce con profusión; pero no se siembran sino las cantidades necesarias para el consumo inmediato y para el forraje de los animales domésticos. El excedente eventual es el que se exporta hasta el presente. Es de 270 fanegas por año; el precio medio sale a 4 pesos.

La Lenteja (Ervum lens. Linn.) se halla en el mismo caso que la arveja en cuanto su cultivo en grande, aunque se exporta más. Así en el mismo número de años se encuentra un término medio de 9.016 fanegas para la exportación de lentejas, al precio medio de 4 pesos.

La Haba (Faya vulgaris. Linn.) es uno de los principales alimentos de los campesinos de las provincias meridionales. Se da y crece por todas partes y no exige sino cuidados insignificantes para producir una abundante cosecha. No se siembra sino para el consumo inmediato; así cada año, no queda al agricultor más que el poco de semilla necesaria para renovar la misma siembra el año siguiente. Sobre todo en Valdivia, Llanquihue y Chiloé es donde esta planta muy alimenticia llega a grandes proporciones, y no es raro ver el tallo sucumbir bajo el peso de su fruto. Sin embargo, esto no impide madurar el fruto. La haba no entra aún en el número de los productos que se exportan.

El Poroto o Fréjol (Phaceolus vulgaris. Linn.) es, sin duda, la legumbre más estimada en Chile por los grandes servicios que presta a todas las clases de la sociedad. Se la ve sobre la mesa del rico como en la del pobre. No se da en las provincias australes al sur del río Maule, a causa del efecto destructivo que las heladas ejercen sobre su desarrollo; pero es difícil encontrar un país en el mundo donde dé más abundantes cosechas que desde el norte de Talca hasta las cercanías de Coquimbo. Once años de experiencia personal, en la provincia de Colchagua, me autorizan para decir que, por poco que se cuide el cultivo del fréjol, se cosecha siempre 100 por uno. En los 11 años consecutivos que sembré esta leguminosa, no hubo más que uno en que obtuve 80 por uno: dos años dieron en proporción de 112, y los demás, más de ciento. Se cuentan innumerables variedades de ellos. El principio nutritivo es tan pronunciado en el fréjol de Chile, que es reconocido que nada puede reemplazarlo para el alimento de las gentes del campo: así, para todos los trabajos que exigen la fuerza directa de los brazos, la adquisición de esta sustancia alimenticia, tan necesaria en Chile, figura siempre en primera línea en los gastos. Se exporta el fréjol para las costas de la América de los dos océanos. La cantidad exportada por término medio hasta el año 1853 ha sido, en diez años de observación, de 2.141 fanegas por año al precio medio de 4 pesos 48 centavos. Al presente es de 6 pesos.

La Algarrobilla (Balsamocarpon brevifolium. Gay, Flor. Chil.) de Coquimbo y del Huasco es muy notable. El pericarpio de sus frutos se transforma en resina dura, quebradiza y dotada de principios astringentes tan pronunciados que se la pide mucho por los tintoreros y por los fabricantes de tinta. Estas propiedades han atraído sobre esta producción indígena las miradas del comercio exterior. La Inglaterra exportaba ya del Huasco en 1844; pero las cantidades exportadas son tan pequeñas que apenas merecen ser mencionadas. En los diez años observados no se encuentran más que 84.300 kil. de resina exportada al precio medio de dos pesos cincuenta centavos por 100 kil.

El Algarrobo (Prosapis siliquastrum. Dec.) es un árbol de madera tan dura, y tiene en el agua una duración tan experimentada que se la emplea siempre, con gran éxito, en las partes de las construcciones las más expuestas a las variaciones atmosféricas. El algarrobo reemplazaba otras veces, en Chile, el hierro para los cercos de ruedas de carretas y sirve todavía para los carros de labor en los cuales no se ve a veces ni una sola pieza de hierro. De su fruta pulverizada, muy azucarada, pero filamentosa, es con lo que los indígenas hacen gruesas y pesadas tortas que algunas personas comen con placer.

La familia de las drupáceas, aunque exótica, se ha esparcido en todo el país con tal profusión que el precio de sus frutos, muy bajos en las ciudades, es textualmente nulo en la mayor parte de los campos del sur. Por esto es que no se han dedicado a cultivarlo para obtener las variedades preciosas que se encuentran en Europa. El almendro (Amigdalus communis. Linn.) y el durazno (Persica vulgaris. Mil.) son las únicas plantas de esta familia que han llamado en cierto modo la atención de los agricultores de las cercanías de Santiago, donde se ven plantaciones considerables de ellas. Un hecho digno de notarse es que en Chile el almendro, el durazno, el ciruelo (Prunus doméstica. Linn.) y el cerezo (Ceresus avium. Moench.) no tienen, como en Europa, necesidad de un gran número de años para ser puestos en pleno desarrollo. El almendro, en el valle central de la provincia de Colchagua, sembrado en pepitas, da frutos al tercer año de su nacimiento: yo mismo he experimentado este hecho. El durazno da desde el segundo y lo mismo el ciruelo y el cerezo, que se reproducen con tal rapidez, que el propietario está muchas veces obligado a enrarecerlos y aun arrancarlos con sus raíces, porque no basta echarlos por tierra, para que no invadan los campos. Se emplean estos últimos para formar cercas y vallados. Después de haberlos plantado, se les cubre únicamente de algunas ramas de arbustos espinosos para preservarlos, en el primer período de su existencia, de los ataques de los animales. El durazno se encuentra al estado silvestre en la Isla de Juan Fernández y en una multitud de localidades de las vastas propiedades territoriales de agricultores chilenos. He comido el fruto de algunos que crecen en medio de bosques espesos próximos al camino de la Cordillera del Planchón, a una altura de más de 1.500 metros encima del nivel del mar. Hay almendros que se han vuelto silvestres en las montañas de Tiltil, pertenecientes a la cadena central, al NO de Santiago, y los habitantes de esta capital ven, en la pendiente meridional del monte San Cristóbal, situado en los suburbios de la misma ciudad, muchos grupos de almendros levantar sus cabezas aisladas sobre las áridas rocas y cubrirse de bellas flores a la cercanía de la primavera, sin que estos ejemplos repetidos y el precio de la almendra tienten a algún cultivador a hacer por todas partes grandes plantaciones de este fruto. Se cree generalmente entre nosotros que no hay sino ciertas localidades donde pueda escaparse el almendro a las heladas de la primavera, y se pretende que estas localidades se presentan sólo en los costados de la cordillera. Este error, que no está fundado sino en la tradición y sobre algunos hechos aislados y mal comprendidos, es la causa principal del pequeño número de árboles de esta especie que se encuentra en un país donde el clima parece, por sí solo, haber tomado la tarea de multiplicarlos. Por todas partes he encontrado el almendro, y en todas partes daba sin exigir cuidado alguno, frutos en profusión. No puedo dejar pasar aquí en silencio un hecho moral que es preciso no perder de vista, cuando se trata de introducir en Chile nuevas industrias o multiplicar las antiguas, el chileno, en general, no gusta de especulaciones de resultado tardío; es capaz de emprenderlo todo, si el término del beneficio o de la pérdida no pasa de un año, y se burla de las empresas que tienden a apartarlo de su sistema, o las desprecia como locuras.

He aquí de qué modo cada una de las drupáceas de Chile ha concurrido en el comercio exterior durante los diez años de observación.

Cuescos de almendro
Exportación media por año: 7.790 kilos.
Precio medio de 100 kilos: 56 pesos 66 ctvs.

Duraznos secos con sur cuescos, llamados Huesillos
Exportación media por año: 540,6 fanegas.
Precio medio por fanega: 5 pesos.

Duraznos sin cuescos, llamados Orejones
Exportación media por año: 27.555,7 kilos.
Precio medio por 100 kilos: 24 pesos.

Cerezas secas, llamadas guindas secas
Exportación media por año: 256,6 fanegas.
Precio medio por fanega: 9 pesos 23 centavos.

La ciruela comienza sólo a entrar en el comercio exterior en 1849, y después de 1850 no figura sino nominalmente en las listas estadísticas. La exportación de dos años en cuestión no llegó sino a 392 fanegas que fueron vendidas a 6 pesos cada una.

Entre las rosáceas indígenas tenemos que señalar el Quillay (Quillaja saponaria. Molm.) que es nuestro jabón vegetal. Este hermoso árbol, que crece generalmente en las cadenas de las montañas del centro y de la costa, de las que constituye el principal adorno, no se halla esparcido en todo el país. Parece temer al frío austral como los calores del norte. En la corteza es donde se encuentran los principios jabonosos que hacen emplear el quillay, con tan gran resultado, en el lavado de lanas y de géneros de seda, a los cuales imprime un hermoso brillo. Los habitantes se sirven de él para lavarse la cabeza, y se atribuye a su uso los largos y hermosos cabellos de los indígenas. El quillay no es empleado para la limpia del algodón y del lino: da a estos dos productos vegetales un tinte amarillento. La utilidad de esta corteza era conocida en Chile mucho antes de la época de la conquista. Al presente, la industria misma ha venido a tomar su parte en ella, y, para ahorrar los gastos de transporte, se fabrican extractos de quillay, los cuales, en un pequeño volumen, reúnen las cualidades útiles. Se le exporta, sin embargo, en estado natural como en extracto.

El término medio de la exportación anual del quillay en corteza (en cáscara) ha sido, hasta 1853, de 63.685 kilos por año, al precio medio de 4 pesos 10¾ centavos los 100 kilos.

El extracto de quillay, aunque haya comenzado a fabricarse en 1846, no figura sino muy escasamente en la exportación. Se vende por galón, al precio medio de 9 pesos 7 centavos.

La fresa (Fragaria chilensis. Ehrh.) que se llama frutilla, es indígena y tan común, sobre todo en las provincias de Valdivia y Chiloé, que se puede coger por todas partes en los prados. Parece que fue introducida en Europa, en 1715, por el viajero francés Frezier. La fresa europea fue introducida en Chile por el autor de este ensayo, en 1929; no es, con mucho, ni tan gruesa ni azucarada como la fresa chilena, pero es más aromática.

En cuanto a los perales (Pirus communis. Linn. ), manzanos (Piras malas. Linn. ) y membrillos (Cydonia vulgaris. Pers. Ench. ), es tal la abundancia que no se hace caso alguno de sus frutos. Sin embargo, la introducción de las hermosas especies de peras europeas, desde algunos años que se dedican a su multiplicación, ha producido muy buenos resultados, y las hay excelentes por todas partes. El membrillo, sirve, por lo general, para hacer dulces, algunas veces se le exporta seco, así como las manzanas, cuya calidad es excelente y la variedad extraordinaria. La manzana se ha hecho silvestre en la provincia de Valdivia. Se ven allí espesos bosques de manzanos, y el número de frutos es tal, que las ramas se quiebran muchas veces bajo su peso(41). ¡Qué recurso para esta sección de la República, si, en lugar de hacer de este fruto una bebida detestable, se fabricara la cidra según el método norteamericano! Estas tres plantas sirven como el cerezo y el ciruelo, para formar las cercas vivas de los vallados, y para separar las propiedades de los caminos reales, en casi todo Chile. Sus frutos secos y reunidos forman un artículo que se exporta bajo el nombre de fruta seca. En el año 1849, la exportación de este artículo llegó a 3.114 sacos, que fueron vendidos a 31.072 pesos. La exportación media de cada año ha sido de 709,9 sacos, al precio medio de 9 pesos 20 centavos.

El Pangua (Cunera chilensis. Lam. Dic. Encyclo.) es una planta que crece en los valles bajos y en los lugares húmedos de casi toda la República. Sus hojas llegan en el sur a dimensiones prodigiosas. He medido su perímetro; es algunas veces de 9 metros en Llanquihue, sobre las barrancas del lago. Su ancho ordinario es de uno a dos metros. Esta hermosa planta, cuyo tallo tierno y suculento cura la disentería, tiene un sabor agrio y dulce al mismo tiempo, lo que hace que se lo coma con placer. Presta grandes servicios a los tintoreros y sobre todo a los curtidores, quienes compran los tallos secos y cortados, a causa del principio tanino que contienen y que reemplaza con ventaja todas las cortezas preciosas del país. El pangua no está comprendido aun en el número de los artículos de exportación, por motivo del gran consumo que se hace de él en el interior.

Las cucurbitáceas se producen en Chile como en ninguna parte del globo. Además de su utilidad como sustancia alimenticia, las dimensiones prodigiosas a que llegan algunas especies, las hacen emplear generalmente, con una ventaja incontestable, en lugar de las pequeñas vasijas de madera que, en las casas, sirven para contener el agua y hacer fermentar los licores. En el departamento de Río Claro y en la provincia de Aconcagua es donde se cultiva una especie muy pequeña en la cual se exporta el pimiento rojo llamado Ají en el comercio, y a veces, Chile en Europa.

Chile produce un gran número de cactáceas indígenas. La introducción de la Tuna (Opuntia vulgaris. Mill. Dict.) donde crece y se multiplica la cochinilla, data de muy largo tiempo. Se ve en todas partes. El cultivo de esta especie es muy fácil bajo el clima chileno, y sin embargo nadie ha ensayado aún el llevar el precioso insecto que suministra a los pintores y a los tintoreros su más hermoso color. La tuna sirve para hacer cercas y vallados.

La Parrilla (gibes glandulosum. Ruiz y Pavón) es tan común en las provincias de Concepción, Valdivia y Chiloé, y a lo largo de la costa de Magallanes, que no se hace caso alguno de ella. La grosella europea, injertada en la parrilla, se desarrolla con una gran facilidad y produce frutos muy estimados. He tenido ocasión de introducirla en Chile, en 1829, y se halla al presente tan multiplicada que se la ve ahora en todas partes.

Tenemos también una multitud de ombelíferas, entre las cuales el anís y, sobre todo, el hinojo se han hecho completamente silvestres. Se cultiva el anís para el consumo interior: no se le exporta para las repúblicas del litoral del Pacífico sino en pequeñas cantidades. En 1849, se exportó para California 11.800 kilos de anís, al precio de 8 pesos los 100 kilos.

El Relbum (Gallium Relbum. Endl. Gen.) es una rubiácea muy notable. Es muy común en Chile; se obtiene de ella un bello color rojo que sirve a los indios para dar a las gruesas telas que fabrican uno de esos colores que se admiran en el extranjero. Esta planta no se exporta aún.

Los vegetales de flores compuestas son tan abundantes, aun en las latitudes de Tierra del Fuego, que, según el profesor Gay, caracterizan la flora chilena. No indicaremos sino algunas plantas principales, de las que la medicina, la alimentación y las artes sacan ventajas al presente.

La Brea (Tessaria absinthoides. Dc. Podr. ), arbusto peculiar a las provincias del norte, y sobre todo de Copiapó, produce una gran cantidad de resina, conocida en el comercio bajo el nombre de brea. Reemplaza la pez mineral. La brea era antes uno de los ramos notables del comercio de Copiapó, antes que el descubrimiento de las ricas minas de cobre y plata atrajesen sobre esta provincia toda la atención de los habitantes del norte. El movimiento comercial de este artículo era entonces de 50.000 kilos por año, al precio de 16 a 20 pesos los 100 kilos. Al presente, la fabricación de esta resina ha disminuido considerablemente. La brea no figura en el comercio exterior.

Señalaré además: la Vira-vira (Gnaphalium vira-vira. Mol.) tan importante por sus propiedades vulnerarias y febrífugas; la manzanilla; el ajenjo, que se encuentra al estado silvestre en algunas localidades del sur; el Poquil (Cephalophora Glauca. Cavan. Ic. pl.) que se extiende de Colchagua hasta Arauco y de donde se saca un color amarillo para teñir los hilos de lana; la Manzanilla del campo (Cephalophora aromática. Schrad.) que tiene las mismas cualidades medicinales que la camomila, y cuyas ramas flexibles sirven para hacer escobas en los menajes de todos los campos; el Madi (Madia sativa. Mol.), cuyo excelente aceite que se sacaba de sus granos para las necesidades domésticas antes de la introducción de la oliva, es todavía muy estimado de los indios; la Contrayerba (Flaveria contrayerba. Pers. Ench.), empleada en medicina, y que da un color amarillo para el tinte de las lanas, y el Cardo (Cynara Cardunculus. Linn.) que se ha propagado extraordinariamente, no para convertirse en una verdadera plaga en las propiedades rurales, como lo da a entender el profesor Gay, en la flora de Chile, sino para constituir una verdadera riqueza para la mantención de los animales vacunos en invierno, porque suministra un forraje permanente en los valles de la costa, donde la falta de agua hace que no se puedan conservar pastos alimenticios en esta estación. El cardo no es comido por los ganados cuando está verde; pero, a la primera lluvia de invierno, se arrojan sobre el cáliz lleno de granos oleaginosos y comen con ansia hasta los tallos. Es verdad que se le arranca de los campos donde crece el trigo, las legumbres y la alfalfa; pero no en otra parte; al contrario, se hacen muchos esfuerzos para propagarlos en las colinas y en los valles que no son todavía susceptibles de riegos.

El Lúcumo (Lucuma obovata. Humboldt, Bonpland, Knuth.) es un árbol frutal que crece espontáneamente en las provincias de Aconcagua y de Coquimbo. El fruto es ovalado, amarillo, farináceo, dulce y aromático. Tiene de 5 a 6 centímetros de largo. Se le llama también lúcuma. Es muy estimado y tan apreciado en la capital como los frutos de los trópicos.

El olivo (Olaea europea. Linn) se ha generalizado a los alrededores de Santiago más que en cualquiera otra parte de Chile. Aunque ha sido muy poco cuidado, ha llegado a una corpulencia asombrosa en el valle central. Este árbol, notable bajo todos aspectos, no se ha propagado como debiera, vistos los pocos gastos que exige para prosperar. El aceite que se fabrica de él es detestable, con algunas pequeñas excepciones, y la aceituna conservada lo es todavía más. Sin embargo, la costumbre hace que uno y otro tengan grandes partidarios entre los consumidores; la importancia de estos artículos parece aumentar a pesar de esto y nos hace todavía tributarios del extranjero. La Aceituna aprensada comenzó a exportarse en 1848 para California. Se ve, de tiempo en tiempo, reaparecer este artículo en el comercio, pero de un modo tan insignificante que no merece la pena de ser mencionado.

La Canchalagua (Erythrarea Cachanlahua. Feuill.) es la gencianácea más preciosa que conocemos. Esta pequeña planta es considerada con justicia como un antídoto contra las fiebres intermitentes y como uno de nuestros más fuertes tónicos. Estuvo en gran boga en España, Perú y Buenos Aires y se ha exportado durante largo tiempo este medicamento para esos países. Actualmente se les exporta aún para Francia e Inglaterra. La cifra de exportación correspondiente a cada uno de los diez últimos años es de 1.130 kilos al precio de 15 pesos 20 centavos los 100 kilos. Al presente es de 40 pesos por 100 kilos y la exportación excede de 4.000 kilos. La Francia es la que hace más consumo de ella.

La vainilla del Perú (Heliotropicum peruvianum. Linn.) se cultiva fácilmente en nuestros jardines.

La Mentha (Mentha. Linn.) cuyas especies más preciosas y aromáticas se producen por todas partes en los valles húmedos y al margen de los arroyos, merece aun ser mencionada, lo mismo que la salvia (Salvia. Linn.), la melisa (Melissa officinalis. Linn.) y muchas otras plantas de la gran familia de las labiadas, que se encuentran aún en las mesetas más elevadas de los Andes.

En las verbenáceas, encontramos la Lippia Chilemis, de Schauer, conocida bajo el nombre de Salvia blanca, y muy usada en la medicina a causa de sus propiedades aromáticas y estimulantes, y el Cedrón (Vervena gratissima. Hook y Gillies) cuyas hojas tienen un aroma a que nada iguala. Es empleada como bebida, como estimulante y como tónico.

Entre las solanáceas tenemos que indicar el tabaco (Nicotiana tabacum. Linn.), del que se ven muchas variedades en Chile, y se cultivan más bien como adorno que por su producto, porque a causa de la existencia del monopolio del Estanco, es expresamente prohibido entregarse a este cultivo. El tabaco chileno es muy aromático. La abolición próxima del derecho de Estanco lo volverá sin duda a la industria(42).

El Capulí (Physalis pubescens. Linn.) es una pequeña plantó, cuyas bayas amarillas, del grueso de una cereza, son muy buscadas por su perfume y por su gusto acidulado.

El Pimiento o Ají (Capsicum annuum. Linn.) conocido en Inglaterra y en algunas partes de Alemania bajo el nombre de Chile, forma un ramo muy importante del pequeño cultivo en todas las provincias, particularmente entre Curicó y Rancagua. Estas cápsulas odoríferas que tienen a veces un gusto picante cuya fuerza pimentosa es insoportable para paladares que no están habituados, entran en el comercio bajo su forma natural o en polvo. Se les guarda en pequeñas cucurbitas que se llaman calabacitos y que son poco más grandes que un huevo de gallina. Se venden de 10 a 15 centavos la docena. Hasta 1844 se exportaban más de 1.000 gruesas por año; pero poco al estado natural. En 1853 la exportación del ají en polvo no excedió de 486 docenas; pero en cambio, se exportaron en el mismo año hasta 1231 fanegas al estado natural. El precio, que hace diez años no llegaba a dos pesos por fanega, ha subido a ocho en los últimos años, y se sostiene hasta ahora sin bajar.

De todas las producciones vegetales que hemos mencionado hasta aquí, la Papa (Solanum tuberosum. Linn.) es sin disputa la más preciosa que la naturaleza ha podido crear, después del trigo, para el sostén alimenticio del hombre. Este tubérculo, que, al decir del sabio naturalista Claudio Gay, es la más bella conquista que la Europa pudo hacer en el nuevo mundo, es indígena de Chile(43). Aquí es donde se la encuentra al estado silvestre, tanto en los llanos inhabitados como sobre las mesetas de los Andes. La papa era, en tiempo de la conquista, uno de los primeros alimentos de los aborígenes y cuando el cultivo vino un poco en su auxilio, dio al labrador fáciles y abundantes cosechas. En 1852, hice poner fuego a los bosques inaccesibles que rodeaban el gran lago de Llanquihue, el incendio se mantuvo durante tres meses, y el suelo, transformado en una llanura de ceniza, ofreció a mis ojos un año después, un campo de flores, entre las cuales se veían a cada paso plantas seductoras de esta estimada solanácea. Es inútil enumerar las ventajas y diversos productos que el hombre saca de ella; son muy conocidos en el mundo. Parmentier dio una comida que no se componía sino de manjares suministrados por la papa: el pan, el café y el aguardiente que se sirvieron fueron fabricados con ella.

La papa que los indios llaman poñi, contribuye también a aumentar de un modo sensible el contingente de la exportación de productos agrícolas. En el año 1850, se exportaron hasta 24.210 fanegas: al año siguiente, la cifra de la exportación fue de 20.379; pero estos años eran excepcionales, a causa de los pedidos para California. Sin embargo se ha comprobado, que en los dos años que precedieron a 1854, no se exportaron menos de 15.000 fanegas por año, al precio de 2 a 3 pesos y medio la fanega. El precio de 3 pesos que la papa ha obtenido en 1855 y al principio de 1856, corno consecuencia de la alza general de los trigos, es muy subido para poder sostenerse. Séame permitido hacer una reflexión que tiende a poner en toda evidencia la necesidad excesiva de brazos en la cual se encuentra Chile, para poder aprovechar las riquezas que la naturaleza ha derramado en él a manos llenas. El valor de una cuadra de terreno(**) en la provincia de Valdivia era nominal hace cuatro años, puesto que se podían adquirir millares a 25 sueldos de Francia la cuadra, y la papa, en su suelo natal, en el país donde ella se daba mejor, vendiéndose entonces a tres pesos la fanega, no era suficiente para el consumo.

Entre las quenopodiáceas, tenemos todavía algunas producciones preciosas que mencionar, aunque sean exóticas. La betarraga (Beta vulgaris. Moq.) se produce por todas partes en Chile; su cultivo exige muy poca atención y las raíces de un grueso admirable, son tan azucaradas, que no aguardan más que el impulso de la industria para convertirse entre nosotros en una fuente de prosperidad tan importante como en Francia. La fabricación de azúcar de betarraga fue algún tiempo considerada como debiendo ser un suplemento en las grandes carestías de azúcar; al presente, no sólo se ha hecho practicable en todo tiempo; pero aun se ven a sus productos hacer una competencia activa a la caña de azúcar. No se había pensado en Chile sacar de esta raíz otro partido que para el consumo en su estado natural; sin embargo, acaba de establecerse en Santiago una fábrica de azúcar de betarraga.

La Quinua (Chenopodium. Willd.) es cultivada en las provincias del sur como alimento. Es allí muy común, pero no ocupa un lugar entre los artículos de exportación.

La Sosa (Salsola. Kali.) ofrece aun un nuevo ramo de industria agrícola que explotar; esta planta que produce tan grande cantidad de carbonato de soda por incineración, existe en profusión a lo largo de toda la costa, desde Talca hasta Copiapó. No se ha hecho uso de ella hasta aquí.

El Lingue (Persea Lingue. Nees. ), cuya corteza y madera son igualmente estimadas entre los curtidores, constructores ribereños y los ebanistas, es abundante en las provincias australes. La madera es muy durable, tiene el tejido del cedro y es susceptible de un tan hermoso pulido, según los últimos ensayos hechos por los colonos alemanes establecidos en Valdivia y en Puerto Montt, que puede colocarse al lado de la caoba, tanto por la belleza de su fibra como por la transparencia que adquiere. La corteza es reconocida como una de las primeras por la eficacia de sus principios taninos. El lingue llega, en Valdivia y Chiloé, a las grandes dimensiones de los más hermosos árboles de la República. Se le exporta, tanto en vigas, como en tablas y en corteza, sobre todo para las costas del Perú, a pesar del gran consumo que hacen de él las curtiembres nacionales. Después de muchos ensayos de exportación de las cortezas, se ve ya figurar este artículo en el comercio en 1849. En dicho año, se vendieron 149.700 kilogramos por 1.297 pesos. Al presente, el valor medio de este artículo que no se explota sino muy poco, es de un peso por 50 kilogramos.

Lo mismo sucede con el Peumo (Cryptocaria Peumus. Nees.) que con el lingue. La corteza es muy estimada en las curtiembres. Produce además con profusión, un fruto carmesí del grueso de una cereza mediana. La pulpa dulce, olorosa, blanca y untuosa de este fruto es muy pedida en los mercados de las villas y particularmente por los campesinos, que hacen de él un gran consumo. La madera de peumo es dura y resiste muy bien a la acción del agua.

El Hua-huan (Adenostemum nitidum. Persoon. ), que los habitantes de Valdivia y de Chiloé llaman también Laurel, es un hermoso árbol muy aromático, cuya madera en vigas y en tablas forma, en las provincias del sur, un ramo muy importante de exportación y de importación. La madera, después de haber sido trabajada, conserva su aroma, lo que impide la acción destructiva de la polilla en los muebles que se fabrican de ella.

Las pocas proteas que poseemos se emplean en las artes y en la medicina como plantas de frutos alimenticios. Hay muchas en las provincias australes. La madera del Ciruelillo (Embotrium cocineum. Forster), de una belleza notable, es muy apreciada de los ebanistas, su corteza es medicinal: sirve en las afecciones glandulares.

La madera del Ralral que se llama también Nogal (Lomatia oblíqua. R. Brown) es muy estimada en la fabricación de remos para las embarcaciones y en la carpintería.

La última planta que tenemos que indicar de esta bella familia, y que, por la hermosura de sus formas y flores, así como por sus hojas persistentes de un verde claro, puede ser un bello adorno de los jardines, es el Avellano (Guevina Avellana. Mol.). Este árbol está destinado a ser, en poco tiempo, una fuente lucrativa de entradas para las provincias australes, donde crece en cantidades prodigiosas. Su fruto, muy semejante a la avellana europea, cubre el terreno al pie del árbol, que da al mismo tiempo flores, frutas verdes y maduras casi todo el año. La avellana es muy alimenticia y sabrosa. Sólo en la provincia de Concepción es donde se dan el trabajo de recogerla para el consumo de las provincias del norte y para la exportación al Perú, donde es muy estimada; pero en Valdivia y Chiloé se aplastan los frutos con los pies, sin que se dignen recogerlos a no ser para servirse de ellos como objeto de diversión o enviarlos como regalos a los habitantes del norte. La llegada de emigrados alemanes en estas provincias tan importantes, y tan incultas a causa de la falta de población, comienza a dar impulso a este ramo de economía agrícola. Al echar por tierra los bosques, han tenido el buen sentido de conservar los avellanos, y el cultivo de las tierras que los rodean duplica su sorprendente producción. Se exportan cantidades muy insignificantes para el Perú y México, y tal es el desprecio inconcebible que se hace de este producto natural que, no obstante su abundancia y la facilidad de su cosecha, se ha visto vender a 8 pesos la medida de 50 kilogramos en 1854. Si se hubiesen vendido a un peso, el beneficio hubiera sido siempre enorme.

La familia de las euforbiáceas nos suministra aun un nuevo ejemplo de abandono. La fabricación de aceite de ricino no ha sido ensayada, bien que el Ricinus communis crece espontáneamente en muchas provincias del norte y que da, en los jardines donde se le cultiva por el grandor de sus hojas, una cantidad enorme de semillas que se arrojan sin hacer ningún uso de ellas. Pagamos, sin embargo, a la industria extranjera un tributo forzado por un artículo que se deteriora en largos viajes, mientras que podemos obtenerlo fresco y a mejor cuenta si fuese objeto, como debe serlo, de la fabricación chilena. Se introducen más de 1.000 docenas de botellas por año cuyo precio medio, por docena, varía entre 4 y 5 pesos.

El Laurel (Laurelia aromática. Sprengel.) que se confunde a veces con el huahuan, de el que ya hemos hecho mención, es, como este último, extremadamente difundido y tiene las mismas propiedades aromáticas. Su madera, que se exporta en vigas y tablas, no se distingue en el comercio de la del hua-huan.

El Cáñamo (Cannabis sativa. Linn.) se da por todas partes y toma un desarrollo asombroso. La España tuvo ocasión de apreciar las cualidades excelentes de su fibra para los cordajes de la marina y favoreció su cultivo en las provincias del sur, de donde lo exportaba todavía en los últimos años antes de la emancipación política. Pero particularmente la provincia de Aconcagua es la que ha suministrado las mejores muestras; se nota en el comercio exterior por sus cualidades superiores. No está muy lejos la época en que se verá el cáñamo chileno disputar en los mercados de Europa y América, la preferencia al de todas las naciones que lo exportan hasta el presente.

Las transacciones en cáñamo de Chile, tanto en natural como manufacturado, son muy reducidas, y se puede decir que esta industria, olvidada por largo tiempo, está aun por crear; pero la exportación muestra ya cual será su importancia futura, porque se hace por las comarcas que importan anualmente cáñamo para las necesidades de la marina chilena y este producto al natural es mejor pagado que el cáñamo manufacturado, peso igual.

Lo mismo sucede con el cultivo del Lúpude (hoblon) (Humulus Lupulus. Linn.). Esta planta, aunque exótica, se da en Chile, sobre todo desde la latitud 33 hasta la de Chiloé. Sólo hace seis años que fue introducido en el país como un objeto de especulación, por los esfuerzos patrióticos del señor don Silvestre Ochagavía, ex ministro de justicia, y los resultados han sido tan satisfactorios, que las cosechas del Lúpulo son contratadas de antemano y pagadas por los fabricantes de cerveza a una cuota más elevada que el hoblon extranjero. La generalización de este importante vegetal pondrá a Chile en aptitud de satisfacer su propio consumo y exportarlo con provecho.

La introducción de moreras (Moros. Tournef) no es tan reciente:.pero ha precedido de algunos años la del hoblón. A los cuidados del señor Salas, de este anciano tan modesto como instruido, y cuya pasión por servir al país no se ha desmentido nunca, es a quien debemos las primeras muestras de seda que nos han revelado una nueva fuente de futura prosperidad. Muchas especies de moreras, el Morus alba, el Morus nigra y, sobre todo, el Multicaulis de la China, tan afamado por la abundancia de sus hojas y la belleza de la seda que producen los gusanos que se alimentan de ella, comienza a generalizarse en el país; pero la industria sericícola no se ha establecido, y la escasez de brazos es lo que nos impone todavía una contribución onerosa pagada a las naciones que debieran, al contrario, encontrar entre nosotros un objeto tan precioso para los cargamentos de retorno. Y nada sería más fácil, merced al clima de este hermoso país y al poder con el cual los vegetales, por tardíos que sean en su desarrollo, crecen en el suelo chileno. Así, la provincia de Mendoza que goza de las mismas ventajas, crió gusanos de seda, y exportó bellos productos un año después de la introducción en grande de la morera, sin que las hermosas plantas, que existen aun, tengan nada que sufrir por haber sido despojadas de sus hojas en el primer período de su existencia.

La higuera (Ficus canica. Linn.) llega en Chile a grandes dimensiones. Crece desde la provincia de Atacama hasta la de Concepción. Sus numerosos frutos azucarados, y secos al sol, son de un gran uso para el alimento de los obreros en general, sobre todo, para los que trabajan en Coquimbo, Huasco y Copiapó, donde se hacen de ellos un gran consumo. Se exporta el higo seco para Bolivia, Perú, California y las islas de Polinesia; pero hasta aquí en pequeñas cantidades y al precio medio de 5 pesos fanega. Cuando el descubrimiento del oro de California y en los dos años de 1849 y 50 que le siguieron, la exportación llegó a la cifra de 5.007 fanegas vendidas al precio de 24.081 pesos.

El nogal (Juglans Regia. Linn.) es uno de los árboles exóticos que llegan a un desarrollo el más extraordinario. Sólo se produce en las provincias al norte de Concepción. Parece que la provincia de Colchagua le es más favorable, porque he medido el circuito de las ramas de un nogal en Comalle, y he encontrado que daban un diámetro de cerca de 200 pies. Este árbol tenía treinta años de existencia y da anualmente 13 fanegas de nueces. Es verdad que había escogido el más bello árbol; pero todos los demás individuos de la misma especie, en el departamento de Curicó, asombran igualmente por su tamaño. Se exportan cantidades bastante considerables de nueces, y ya en los años de 1852 y 1853 se vio la exportación subir a 32.820 fanegas, cuyo valor ascendió a 150.811 pesos.

El álamo que se trajo como planta de adorno después de la guerra de la independencia, se ha multiplicado de tal modo, que se le ve por todas partes en forma de alamedas, de cercados y de bosques. El consumo interior que se hace de las vigas y tablas, que se fabrican de ellos se hace de día en día más considerable.

Las plantas chilenas que nos resta citar antes de entrar en la gran sección de los monocotiledones, son todas de una gran utilidad para la industria y forman la riqueza principal de las provincias del sur.

El Roble (Fagus obliqua. Mirbel.) cuyas cualidades de juventud y vejez se distinguen por las denominaciones de Hualle o Pellín, crece desde la provincia de Aconcagua hasta las regiones australes. La madera del pellín, de una resistencia y dureza extraordinaria, es también una de las más empleada en la construcción de casas y buques. Las curvas son muy buscadas. Se sirven siempre del pellín para los objetos que deben tener una larga duración y oponer una gran resistencia a la acción de la humedad: Con esta madera se fabrican los durmientes de los ferrocarriles, las ruedas hidráulicas y el maderamen de las grandes calzadas riberanas. El sabio profesor Gay dice, hablando de ese fagus, que hay ejemplos de vigas de pellín, trabajadas hace más de un siglo, que no sólo están aun en un estado perfecto de conservación, sino que mantenían todavía su humedad primitiva, como si se acabase de cortar el árbol. El roble pellín es uno de los más bellos árboles del sur; se puede apreciar su altura por las hermosas quillas de buque que se han sacado de los que hay en la provincia de Valdivia: hay algunos que están formados de una sola pieza y que tienen el largo de 82 pies, con un ancho y un grueso proporcional al uso a que se le destina. Las vastas selvas de Osorno y del norte de la colonia de Llanquihue son los límites meridionales del desarrollo espontáneo de este árbol. La exportación del roble-pellín así como la del roble hualle está comprendida en la exportación general de maderas de que se hará mención en el resumen de este ensayo.

El Coihue (Fagus Dombeji. Mirbel.) es un árbol de una gran dimensión y entra en la composición de las inmensas selvas del sur. Crece desde el norte de la provincia de Aconcagua. Se le emplea como el roble-pellín, pero le es muy inferior en calidad. De su tronco enorme, ahuecado simplemente al fuego y con instrumentos muy imperfectos es con lo que los pobres hacen embarcaciones que se llaman Canoas. Estos botes cargan muchas veces hasta 5.000 kilogramo de mercaderías.

El Rautí (Fagus procera. Poepig.) es un árbol de las provincias meridionales. No es de un gran valor porque teme la humedad; se hacen con él muchos muebles y obras de carpintería de menores dimensiones. No hay nudos en su testura. Se fabrican con él toneles en Concepción.

El Castaño (Castanea vulgaris. Lam.) aunque exótico se da perfectamente bien; pero se han dedicado muy poco a su cultivo, no obstante la gran cantidad de frutos que produce y el precio subido que se obtiene en la venta para el consumo interior. Sólo en estos tres últimos años se han comenzado a hacer grandes plantaciones.

El Mañío (Podocarpus chilena. Richard) que aumenta el contingente de los árboles del sur, llega a una altura media de 45 pies. La madera es empleada para las obras de carpintería. Tiene un tejido unido y pulido. En las provincias de Valdivia y Colchagua, los leñadores lo llaman también Pino y lo venden al mismo precio que la madera de ciprés.

El ciprés, que se llama Leu (Thuia Andina, Poeppig), es un hermoso árbol de dimensiones muy altas y elegantes. La madera es de las más útiles, tanto para las grandes construcciones como para los trabajos de carpintería; así es que se paga casi, tan caro como la madera de alerce. Es muy común a lo largo de las pendientes de la cordillera, donde se le encuentra, según el profesor Gay, desde los 34° hasta Valdivia. Lo he encontrado aun al sur del archipiélago de Chonos y Guaitecas, cuyas islas están textualmente cubiertas de este árbol. Los habitantes de Chiloé hacen de él una grande explotación. Desgraciadamente, se contentan con hacer vigas y tablas que trabajan a hacha y que se entregan en este estado a la exportación. La cantidad de madera que se corta así es enorme y no se puede ver sin pena echar abajo un hermoso árbol que podría suministrar un magnífico mástil de buque y que se corta a hachazos para reducirlo en los pedazos débiles de madera que se venden en el comercio. La duración del ciprés no es aun conocida. Se muestra todavía en San Carlos de Chiloé, en antiguas casas que cuentan más de un siglo, durmientes de ciprés colocados en un suelo húmedo, medio cubiertos de tierra y de césped y en el estado más completo de conservación. Cuando las leyes sobre bosques se dicten en Chile, es casi seguro que reservarán para la marina nacional, en la parte sur de Chiloé, un astillero natural e inagotable en estas bellas selvas vírgenes de ciprés que llevan visos de ser destruidas al presente sin consideración alguna para el porvenir.

En el orden de maderas preciosas del país, el Alerce (Libocedrus tetragona. Endl. Pinus cuprenoides. Mol.) ocupa seguramente el primer lugar. Este gigante de la vegetación chilena cuyo tronco recto y piramidal se eleva a más de 125 pies sobre el nivel del suelo, tiene, a algunos pies de su base, un ancho tal, que seis hombres y a veces siete apenas pueden rodearlo con los brazos extendidos. Algunos de esos viajeros que no hacen sino copiarse unos a otros pretenden que este ancho era doble en tiempo de la conquista y que cortando los árboles, se han destruido esas enormes muestras. Debo confesar que no he encontrado jamás alerces excediendo en mucho el ancho general que les asigna el profesor Gay. Sin embargo, una sola vez, en mi largo viaje en medio de estos bosques, medí uno que tenía 50 pies de circunferencia. M. Gay señala a estos vegetales un límite más estrecho que lo que tienen en realidad, a menos que el sabio profesor no comprenda en el dominio de los alerces la provincia misma de Chiloé, porque se explota este árbol en la parte continental de la latitud del archipiélago de Guaitecas, y crece hasta en Magallanes, aunque en más reducidas proporciones. El alerce constituye la principal entrada de la provincia de Chiloé. Se le exportaba ya de esta provincia desde el tiempo de la conquista, y al presente, sin esta industria, Chiloé perdería mucho de su importancia mercantil, porque todos los brazos están ocupados allí en el corte del alerce para la fabricación de vigas y tablas. Este árbol tan útil reúne casi todas las ventajas que predominan en las diferentes maderas chilenas. Su tejido no es sólido, pero la madera no deja hueco alguno después que ha sido labrada; es muy flexible, y las fibras longitudinales son tan continuas que una vez que se ha labrado el tronco con el hacha, no se necesitan más que cuñas de madera para desprender tablas de la dimensión que se desea. La corteza del alerce está rodeada de una especie de estopa, liviana, fibrosa e incorruptible en el agua, que se desprende simplemente con la mano y que se emplea para calafatear las junturas de las embarcaciones. Las incisiones hechas al tronco en pie producen una masa de resina muy perfumada de la que no se saca partido alguno. La duración de la madera de alerce expuesta al agua o al sol o sumergida totalmente en el fango, no ha sido aún calculada, atendido a que no existe, en las construcciones antiguas o modernas, muestra alguna descompuesta que pueda dar de ello una idea. He visto muchos troncos convertidos en humus vegetal; pero no se puede asignar ninguna edad a estas descomposiciones. En el año 1852, los vientos derribaron sobre las mesetas de las montañas de la cadena de la costa, en la provincia de Valdivia, un viejo coihue que es también un árbol de una corpulencia notable. Este coihue estaba medio descompuesto por el tiempo, y bajo la tierra levantada por sus fuertes raíces se descubrieron tres puntas cuadradas de algunas vigas enterradas probablemente desde las primeras explotaciones de alerce de Corral. Estas vigas, del largo de 27 pies, sobre las cuales un árbol monstruoso por su tamaño pudo crecer, desarrollarse y morir de vejez, eran de madera de alerce. Se conservaban en todo su buen estado, sin que se las pudiese distinguir, algunos días después, de las otras vigas nuevamente fabricadas. Las tablas que se hacían en tiempos de los españoles eran más grandes que las de ahora; las puntas de troncos que no daban el largo necesario eran abandonadas, y estas puntas son las que ahora se desentierran de la capa espesa de humus vegetal que las cubre desde más de un siglo. Forman en la Chamisa(***) la fuente del comercio de tablas de esta pequeña comarca, sin que la calidad de la madera pueda revelar su origen antes que haya sido expuesta al sol, sino por su pesantez pasajera. La exportación del alerce se hace de día en día más considerable; pero la estadística comercial no habiéndose ocupado de los detalles y de la designación de las especies de madera que se entregan al comercio, nos atenemos a la indicación que haremos más lejos sobre la exportación de las maderas en general.

El Pehuén o Piñón es la famosa Araucaria Imbricata del célebre botánico Pavón. Este hermoso árbol, muy conocido ya en Europa por los numerosos individuos trasportados de Chile, llega a veces a la altura del alerce. El tronco es perfectamente derecho, y la madera, amarilla y susceptible de un hermoso pulido, ha sido reconocida excelente para mástiles de los buques; pero estos árboles están muy distantes en el interior para poder ser utilizados en la industria y en las construcciones navales, al menos en cuanto al presente. Según el profesor Gay, que tuvo ocasión de examinar de cerca esta planta interesante, los Pehuenes resistirían a un frío de 12 grados centígrados bajo cero. Están reunidos en grupos en las cordilleras de Santa Bárbara y del Nahuelbuta, y se extienden hasta Villarrica. Dan un fruto seco y de una pulgada y media de largo, cuyo gusto se asemeja mucho al de la castaña sin ser tan azucarado. Los indios recogen este fruto y lo entregan al comercio, pero en cantidades muy insignificantes. La dificultad que hay para procurársela y el fuerte pedido de que es objeto le dan valor.

La gran sección botánica de los dicotiledones es la que suministra la madera que se exporta. El sur del país, partiendo de la provincia de Concepción, es el asiento principal de este ramo comercial.

El azafrán (Crocus sativus. Linn.) pertenece aun al dominio de los jardines; no se ha tratado aun de plantarlo en grande.

No sucede lo mismo con la cebolla (Allium cepa), el ajo y la escaluña. Estas tres liláceas son cultivadas con éxito en todo el país. Teno, en el departamento de Curicó, es afamado por la bondad y dimensión de sus cebollas. El ajo y la escaluña se cultivan con preferencia en las regiones australes donde las cebollas exigen un poco más cuidado; sin embargo, las de Osorno son en extremo sabrosas y llegan a veces a un grueso monstruoso. El comercio exterior saca apenas algún beneficio del ajo; se le vende de 2 a 3 pesos el millar y el valor de la más considerable exportación ha presentado, una sola vez, la cifra de 5.662 pesos en el año 1853. El resto se consume en el interior, donde cada particular se confecciona con cebollas, escaluña y vinagre, preparaciones para el uso de la mesa.

Los espárragos se han propagado sin cultivo alguno. Se les encuentra comúnmente en las viñas y se contentan con cortar los tallos tiernos para llevarlos a los mercados de las ciudades.

La palmera o coco, que se llama simplemente Palma (Jubea), era antes muy común en Chile. Hay todavía algunas en las colinas marítimas de Valparaíso. Esta planta no crece espontáneamente sino en las provincias centrales, entre los 33° y el 34° lat. S en el valle de la costa, donde se ven aun bosques espesos. La palma chilena es muy estimada, a causa del partido que se saca de todo el individuo. El tronco, derribado, deja escapar por el nudo vital una gran cantidad de savia tan azucarada, que basta concentrar el líquido por el calor para obtener una miel infinitamente mejor que la de caña de azúcar, tanto por su sabor como por sus poderosas facultades digestivas. El fruto de la palma es del grueso de una cereza; se desprende bajo las hojas en la forma de enormes racimos y está lleno de una sustancia blanca y aceitosa de un gusto delicado. Es empleado muchas veces por los confiteros. Las hojas tienen una belleza elegante; sirven en las fiestas religiosas y suministran también techos a las casas de los campesinos. Se exporta el coquito, nombre que se le da al fruto, para toda la costa del Pacífico, bien que en pequeñas partidas. La exportación correspondiente a los años 1852 y 1853, sube a la cifra de 21.370 pesos, valor de 4.274 fanegas de coquitos que encontraron salida en las repúblicas del litoral, y se puede añadir que el término medio anual no excede en mucho el valor de 8.000 pesos. Como el fruto de la palma se da, así como la avellana, sin ningún esfuerzo particular, esta cifra, por insignificante que parezca, podrá llegar a proporciones más extensas, si no se entregan por el atractivo de la miel, a la destrucción de este árbol cuyo desarrollo tardío exige más de un siglo para que pueda llegar a la edad de la producción.

Llegamos con placer a la rica familia de las gramíneas de la cual el hombre y la mayor parte de los animales sacan su principal subsistencia. Chile que es la patria de la papa, podría serlo también del trigo, si no se conociera su origen. El maíz (Zea. ), trigo de Turquía o India, era cultivado por los indios antes del tiempo de la conquista, y las cosechas que de él se hacen al presente constituyen con el poroto y la papa los tres alimentos casi indispensables a las clases menos acomodadas. Se da muy bien desde la latitud de Valdivia hasta la de Copiapó; más al sur la planta se pone débil y aunque el grano sea bien nutrido, el producto es insignificante. Desde el 37° lat. S hacia el norte, se hace de más en más vigorosa. Sobrepasa en altura a un hombre a caballo, y se cubre de gruesas espigas que se guardan sin sacudirlas y, que dan siempre al labrador más de ciento por uno. El tallo es un excelente pasto para los animales domésticos, y del involucre se hacen esas hojas delicadas con que se envuelven los cigarros y que es tan superior al papel. La fabricación de estas hojas constituye una verdadera industria entre nuestras mujeres del campo, y los niños así como los viejos y los inválidos se dedican a ella con gusto y provecho. Este artículo se exporta para el Perú y es probable que con el tiempo pueda enviarse a los otros países donde se fuman cigarrillos.

Pero es sobre todo en la producción del trigo (Triticum sativum), de la cebada (Hordeum burgore), de la avena (Avena sativa), del centeno (Secale cereale) y de todas las cereales en fin, que sobresale Chile. No se puede dejar de admirar la fertilidad de su suelo y la influencia benigna de su clima, al considerar las cosechas en vista de los débiles medios que se emplean para obtenerla. El abono de las tierras es desconocido. El arado chileno es el tipo de invención primitiva hecha por el hombre para llegar al perfeccionamiento de los instrumentos agrícolas. Un pedazo de madera de un metro sobre 12 centímetros de espesor, y del que una extremidad está cortada en forma de punta para servir de reja, y un mango igualmente de madera llamado timón y sirviendo para dirigir las líneas que traza la reja y tienen derecho el aparato, he aquí las tres piezas principales que constituyen el primero de los instrumentos aratorios más importantes y a cuyo perfeccionamiento se da, en otra parte que en Chile, tan gran precio. Este es el instrumento con que se labran las tierras. La hoz, porque la guadaña es rara vez empleada, sirve para segar las cosechas y la trilla se hace por los pies de los animales. En las provincias del norte, se adapta al pico o punta del arado una pequeña placa de hierro acerado, por medio de tres gruesos clavos trabajados tan groseramente como el resto del instrumento, para impedir que el cascajo deteriore el pico. En las del sur, comprendiendo en estas las provincias de Talca, de Maule y Concepción, comienza a generalizarse esta medida de precaución. En Valdivia es puesto en práctica sólo cerca de las ciudades y por algunos grandes propietarios. En Chiloé, el mismo arado, por imperfecto que sea, es no sólo desconocido, sino aun proscrito como inútil para la mejora del cultivo. Es reemplazado por un palo cuya punta está endurecida al fuego y con la cual se desmorona la tierra ayudada del vientre y del brazo. A pesar de estos débiles medios, la fecundidad, la masa y la bondad de los granos son tales que Chile se ha convertido en el granero del Pacífico.

Ya se ven algunos chilenos patrióticos hacer esfuerzos para introducir los instrumentos agrícolas usados en Europa, aunque, desgraciadamente, están obligados a luchar contra la rutina y la falta de hombres especiales para el manejo de estos objetos y las dificultades casi insuperables de las reparaciones. Pero su constancia y el concurso de extranjeros vendrán a conseguirlo todo, y el reconocimiento de la población menos acomodada sabrá levantar altares a los primeros que contribuyeron a mejorar su suerte. Se ha visto con placer la protección que el gobierno chileno concede a la industria agrícola, y luego la Escuela Normal de Agricultura de Santiago, en la cual se han adoptado los mejores instrumentos usados en Europa, difundirá los conocimientos de que la agricultura necesita tanto para ser en Chile lo que será algún día, la primera y la más sólida de sus riquezas(44). Aun al presente, el rendimiento de los cereales basta no sólo para el consumo interior, sino que queda todavía para proveer en gran parte al de Australia y Polinesia, California, América Central, Nueva Granada, Ecuador, Perú, Bolivia, Buenos Aires, Uruguay y Brasil. En 1855 se exportó aun para la América del Norte y se vio llegar a Marsella el primer cargamento de trigo chileno, cuya excelente calidad atrajo la atención de todos los agricultores del sur de la Francia(****):

La caña de azúcar (Saccharum officinarum) es cultivada únicamente en los jardines de las provincias de Aconcagua y Santiago. Se da muy bien en Copiapó, pero la falta de agua y la escasez de terrenos que tengan las condiciones de humedad necesarias han impedido hasta este momento el cultivo como medio de explotación.

El Coleu (Chusquea) y la Quila plantas de las que se hace un gran consumo en la construcción de edificios, y cuyos bellos tallos dan al europeo bastones y mangos para paraguas, y a los indios astas tan fuertes como flexibles para sus lanzas, son tan comunes al sur de Chile que llenan casi todos los vacíos que dejan entre sí los troncos de árboles de sus extensas selvas.

La Flor de Piedra (Rocella tinctoria) que se encuentra en las rocas, a la orilla de la costa de la provincia de Coquimbo, ha entrado en la exportación desde muy poco tiempo. Se exporta especialmente para la Francia, donde su hermoso color ha llamado inmediatamente la atención de los pintores y tintoreros.

Entre las algas marinas, encontramos aun el Luche y el Cochayuyo que crecen adheridos a las rocas marítimas, y que recogidos y secados al sol por los pescadores son un manjar muy delicado para los habitantes del país, sobre todo para la clase pobre.

Por no exceder los límites que nos hemos prescrito, omitimos una multitud de otras producciones vegetales tan alimenticias como útiles a la industria. No ofrecen, al menos al presente, ventajas tan inmediatas y de tan grande consecuencia como aquellas que acabamos de recorrer.

 

Minerales útiles

El reino mineral es tan rico en Chile, pero menos variado en sus producciones, que el reino vegetal. Es también infinitamente menos conocido, y se puede decir que, a pesar de los trabajos de tantos célebres viajeros que han recorrido el país, la mineralogía chilena, sin las indagaciones del infatigable profesor Domeyko, no sería conocida aun en la Europa científica sino por algunas preciosas muestras que el lujo y, a veces, la ciencia hace llegar a sus gabinetes(45).

Los ricos beneficios que ofrecen a los especuladores las minas de cobre y en particular, las de oro y plata, cuando estos metales se encuentran casi al estado nativo, han absorbido todos los capitales y todos los brazos disponibles que concurren a aumentar su extracción; y el hierro, el estaño, el plomo, el cobre, cuando el mineral no es muy rico, y la plata misma, cuando exige algunas operaciones complicadas, o que no da un resultado inmediato al empresario, son holladas con el pie como sustancias despreciables. La falta de trabajadores y la escasez de mano de obra que resulta de ella hacen la explotación imposible, y explican nuestros pocos conocimientos sobre el número de estas minas, su naturaleza, su criadero y las ventajas que podrían obtenerse de ellas como cargamento de retorno en nuestras transacciones mercantiles con el extranjero. Debo, pues, limitarme a la simple indicación de los minerales útiles cuya existencia está comprobada y a fijar mis miradas sobre su acción más o menos pronunciada en el comercio y la industria.

La sola presencia de los Andes revela la existencia de rocas eruptivas, de las que se obtiene, en otra parte que en la América meridional, un tan gran partido para las construcciones, para los ornamentos y para las artes. El granito y el pórfido existen en grande abundancia y en hermosos trozos en los Andes y en la cadena de la costa. El profesor Domeyko ha observado, en las cercanías del pequeño lago de Mondaca, masas de pilares regulares de pórfido, de 8 a 10 pulgadas de diámetro y de 3, 4 y 5 faces, tan simétricamente tallados como si hubiesen sido cincelados por la mano del hombre.

Se ve figurar la serpentina chilena en algunas colecciones pero no se ha indicado su lecho. El profesor Pissis dice que las ha encontrado en las montañas del Durazno, provincia de Santiago.

Soberbias columnas de basalto adornan por todas partes las barrancas gigantescas de los Andes. Las he visto en las de Curicó y en la garganta marítima de las montañas de Reloncaví. Estas formidables columnas, cuyos elevados extremos sostienen enormes rocas prontas a derrumbarse, están algunas veces separadas de sus haces y ofrecen fracciones intactas teniendo aun 14 metros de largo sobre uno de ancho.

En las estratificaciones de los terrenos sedimentarios, la industria no ha ido todavía a buscar los jaspes y mármoles: se los encuentra, sin embargo, y conservo hermosas muestras de ellos recogidos en la cadena central de la provincia de Santiago y sobre la pendiente de los Andes, cerca de Cauquenes.

Pero las numerosas variedades de silicatos de alúmina son sobre todo las que predominan en todo el país. He visto capas considerables de ellas desde Aconcagua hasta Chiloé y es de presumir que se extiendan hasta el Estrecho, según el aspecto geológico de la comarca. Las pizarras y arcillas ocupan, en general, la zona comprendida entre la cadena central y el mar Pacífico. No se ha hecho ensayo alguno para utilizar las primeras; pero, mucho tiempo antes de la conquista, los indios sacaban un gran partido de las segundas, para la confección de los utensilios del menaje. La arcilla roja de Santiago es la que ha sido siempre más empleada, a causa de su singular compacidad; porque por muy delgado que sea el objeto trabajado, una vez que ha sido amoldado y sometido a la calcinación, no dejará pasar más líquido alguno, con tal de que se haya tenido la precaución de echarle un poco de leche durante la incandescencia. De esta arcilla es de la que se fabrica aun casi toda la vajilla de cocina, en la cual se hace hervir líquidos y grasas sin tener necesidad de hacerla impermeable por el barniz. Los habitantes del litoral de las provincias argentinas dan más precio a los utensilios de arcilla de Talagante que a los de hierro estañado, a causa de peligros a que los condimentos dan lugar corroyendo los metales.

El caolín es muy conocido en el norte y en el sur, pero hasta aquí no se ha descubierto, que yo sepa, el medio de aprovechar esta sustancia refractaria, no obstante los ensayos hechos en las fundiciones de cobre de Coquimbo.

Las tierras de batán existen también en abundancia; pero no se ha hecho uso alguno de ellas.

La fabricación de la loza es desconocida(*****), la del vidriado está aun en su infancia, y se hacen ladrillos y tejas detestables con excelentes materiales. Una cosa que parece increíble es la importación de ladrillos ordinarios en Chile; se les trae de Europa realizando bellos beneficios.

El lapislázuli (Lazulita) se muestra en las provincias del norte. Esta sustancia, preciosa para las bellas artes, es considerada como que no merece todavía que se le dedique un trabajo formal. Ya en 1712 el ilustre viajero Frezier había indicado su existencia en la relación de su viaje al Mar del Sur, donde se expresa así: "Hay también (en las cercanías de Copiapó) multitud de imanes y de lapislázuli, que las gentes del país no conocen como cosa de valor(46). Sólo en 1850 fue cuando se presentó a la Facultad de Ciencias Físicas de la Universidad de Chile las primeras muestras de este mineral que se acababa de descubrir en la provincia de Coquimbo. La importancia que había en dar a conocer mejor esta nueva riqueza, determinó al señor Aracena a dirigirse personalmente al lugar de su criadero, y me hago un deber al transcribir sus propias palabras: "El lapislázuli -dice- se encuentra en las cordilleras de Ovalle, a muy poca distancia de la línea divisoria de la pendiente de los Andes y cerca del camino que conduce a las provincias argentinas, en las fuentes de los riachuelos Cazadero y Vías, dos pequeños afluentes del Río Grande. Su criadero ofrece dos modos de ser bien distintos; se presenta bajo la forma de una capa espesa, a veces blanca y otras gris que parece formada de carbonato de cal y en la cual el lapislázuli existe en aglomeraciones de diferente tamaño, acompañadas de una pequeña cantidad de piritas; o bien bajo la forma de un depósito aluvial producido por la descomposición de la veta y por su arrastre sobre una meseta de mediano tamaño corriendo en la dirección del SO. Se encuentran en esta meseta trozos de lapislázuli enterrados entre un montón de fragmentos de granito, de esquitas y de minerales de hierro cuyo espesor no se conoce aun". Según el mismo observador, la capa estaba encajonada entre una pared de esquita arcillosa, sobre la cual reposa y un techo de minerales de hierro conteniendo una multitud de granates(47). La explotación de esta mina, por seductora que sea, no ha sido emprendida ni con los conocimientos necesarios ni con los capitales que reclama su importancia. Simples ensayos, ligeras excavaciones han dado apenas al comercio extranjero algunas centenas de millares de kilogramos, cuyo mérito para las obras artísticas es disminuido considerablemente por el modo de extracción que tiende a quebrar los trozos. He aquí el análisis del lapislázuli de Coquimbo, hecho por el mineralogista H. Field.

Sílice
37,60
Azufre
1,65
Alúmina
11,21
Hierro
0,08
Manganeso
0,36
Soda
9,66
Ácido carbónico
15,05
Sustancia inatacable por los ácidos
24,10
 
99,71
Pérdida
-0,29
 
100,00

Pocos países hay más provistos de azufre que Chile. Lo he encontrado en bellas masas, al estado nativo y casi puro, en muchos puntos de la línea de los Andes, donde las solfataras son frecuentes. El azufre del Planchón podría ser entregado al comercio en su estado natural. Debemos al señor Domeyko las interesantes descripciones de las solfataras del Cerro Azul y de Chillán. La primera situada en los Andes, en la provincia de Talca, tiene una elevación de cerca de tres mil metros sobre el nivel del océano; es, según él, la más grande quizás que se conoce en el mundo. He aquí sus propias palabras: "El vasto campo ocupado hoy día por la solfatara comprende una región que tiene más de 1.200 metros de distancia vertical y más de dos leguas de longitud, de uno de sus extremos al otro, sobre un ancho de dos, de tres, y, tal vez, a veces de ocho cuadras(******). La solfatara de Chillán, tan interesante por los fenómenos que la rodean, está situada en la montaña llamada Cerro del Azufre; es tan rica que el profesor Domeyko dice, hablando de esta solfatara: "Millares de quintales de este mineral podrían ser recogidos de la superficie, y no necesitaría más que una refinación para poder ser empleado en las artes". ¿Podría creerse, después de lo que se acaba de decir, que el azufre de Europa se importa para el consumo interior de Chile y que la Cerdeña, y lo que es aun más singular, la Francia y la Inglaterra vendan con ventaja este artículo en el país de las solfataras? No es, pues, sorprendente que se vea todavía llegar a nuestros puertos cargamentos de pólvora de cañón para el uso de nuestras minas, aunque, para poder fabricarla, la industria europea esté obligada a ir a buscar a países muy lejanos el azufre y el salitre, que despreciamos en el nuestro.

Lo mismo sucede con la galena o plomo sulfurado cuyas inmensas vetas cruzan el país de norte a sur y se muestran en todas las provincias. Aunque la galena sea argentífera, no contiene, al menos que yo sepa, sino muy poca plata. Las muestras que he ensayado, aun aquellas que han sido sacadas de dos grandes centros de minas de plata, Copiapó y Coquimbo, me dan lugar a creer que la galena no merece al presente ser considerada como capaz de procurar un beneficio razonable a aquel que emprendiese el extraer de ella la plata. Pero si las vetas de galena se explotasen simplemente como minas de plomo, no sería dudoso que el precio de este metal experimentaría una baja muy sensible en los mercados europeos. Nuestras minas de galena no necesitan ese enorme gasto para las máquinas de trituración y de lavado de que se sirven en Inglaterra, ni del empleo de máquinas de vapor para la extración del agua de las galerías, ni de esas numerosas oficinas establecidas para los trabajos de las minas de galena de Francia, España, Saboya y Alemania. Se encuentra en Chile la galena expuesta a la acción del sol en masas considerables y en tal estado de pureza que se podría entregarla a los fundidores o extraer el plomo del comercio, sin tener que pagar los gastos que causarían las profundas excavaciones y la mezcla de metal con la piedra y la pirita de hierro, para poder reducirla al estado de sehlich.

Según el doctor Schwarzemberg, de Copiapó, parece que hay también en esta provincia sulfato de plomo cobrizo que no se había descubierto hasta el presente sino en Escocia y que es conocido bajo el nombre de Linavita de Brook. No obstante la abundancia de ricas vetas de galena y las selvas que las rodean en las regiones australes, desde el 33°30' lat. S, el plomo tanto en barras como labrado continúa siendo importado del extranjero. La explotación de este metal es una industria enteramente por introducir en Chile. Los criaderos de las vetas de galena no guardan entre nosotros, como el oro y la plata, esa predilección casi regular por ciertas localidades. Las he notado en todas las latitudes, a veces en las montañas marítimas, a veces en las del centro y muchas en las mesetas más elevadas de los Andes.

El cinabrio se encuentra en algunos parajes de las provincias del norte, particularmente en las cercanías de Andacollo, provincia de Coquimbo, donde algunos indígenas, particularmente las mujeres y los hombres, se entregan a su explotación, empleando para extraer el mercurio una especie de retortas de tierra toscamente trabajadas. El rendimiento no basta ni aun para las necesidades del mineral de oro de Andacollo.

No se hace uso alguno del arsénico ni del antimonio que existen en gruesas vetas en las provincias del norte. El hierro oligístico, cuyas vetas terminando en la superficie de la tierra desprenden hermosas muestras; el cinc, el níquel, el cobalto y la platina no llaman sino débilmente la atención. La sales minerales, tan abundantes, variadas y útiles, no impelen a nadie a levantarlas de su lecho tranquilo para oponerlas a la importación y ofrecerlas a las artes. Sólo el carbón fósil, el cobre, el oro, y sobre todo, la plata, son los que, como lo hemos indicado, atraen las miradas. Mientras que estas materias preciosas conserven su abundancia, mientras que se ofrezcan con la misma facilidad que al presente al explotador, no se puede esperar que los demás minerales útiles sean explotados, a menos que el aumento de brazos no haga brotar las numerosas fuentes de prosperidad del estado de estagnación en que se encuentran.

La naturaleza, dotando a Chile de una multitud de minas muy considerables de carbón de piedra, ha dado una nueva prueba de su predilección por esta comarca. Esta riqueza, como otras tantas, reclamaba desde algún tiempo el impulso de la industria para llegar al grado de importancia que ha adquirido en tan poco tiempo. La existencia del carbón fósil era comprobada y conocida en Europa desde el tiempo de Frezier, que lo quemó él mismo en Talcahuano en 1712. "En Talcahuano -dice en Lirquén, y en la ciudad misma, se encuentran muy buenas minas de carbón fósil, sin cavar más de uno o dos pies. Los habitantes no saben aprovecharse de ellas: estaban muy admirados de vernos sacar de la tierra con que hacer fuego(48), cuando hicimos provisión para nuestra fragua". ¡Cuántos años han tenido que pasar para que esta riqueza fuese recogida! El carbón fósil se muestra no sólo en Lota, Colcura y Lirquén, que son al presente los lugares principales de una considerable explotación; existe además en un gran número de localidades y siempre a la vista, particularmente en todo el litoral del Pacífico, partiendo de la bahía de Concepción hasta el Estrecho de Magallanes. Se halla manifiestamente a descubierto en las quebradas de Talcahuano, Lota, Arauco, embocadura de Toltén, cerca de Chauchán, en el puerto del Corral, en el departamento de Catamutun, que está algunas leguas al interior en el Río Bueno, en el territorio de Maullín, de Chiloé, de Reloncaví y de Magallanes. Además, es muy probable, según la estructura de la región inexplotada entre estas dos últimas localidades, que las capas de este mineral no pierdan su continuidad ínterin que el terreno hullero pueda conservarla en una grande extensión del país.

Lota, que no era hace algunos años más que un desierto donde se veía de cuando en cuando algún miserable rancho de pastor, es al presente el gran centro de la producción del carbón para el consumo de todo el mar Pacífico. La calidad de la hulla chilena ha sido encontrada superior a la de la mejor hulla inglesa, y he aquí lo que dice de ella Mr. F. W. Rea, ingeniero en jefe de la Compañía del Ferrocarril occidental de Inglaterra, después del ensaye que tuvo ocasión de practicar.

"He hecho muchos experimentos muy satisfactorios en una de nuestras máquinas de vapor con el carbón llegado de Valparaíso. Resulta que la fuerza es mucho más grande que la del carbón de Forest of Dean que empleamos en este establecimiento corno uno de los mejores y más puros de Inglaterra.

EXPERIENCIA COMPARATIVA

 --
Carbón de Forest of Dean
Carbón de Lota
Cantidad de agua evaporada
270 libras
450 libras
Carbón consumido
82 libras
80 libras
Tiempo
6 horas
6 horas
Ceniza
17 libras
28 libras

Es, pues, probado que una libra de carbón de Lota ha evaporado 5-6'/4 libras de agua, lo que prueba que tiene un tercio más de fuerza que el carbón inglés de Forest of Dean.
 
Firmado: F. W. Rea, primer ingeniero de Wersten Rail-way. Swindow, Inglaterra, marzo 23 de 1855".

La existencia de las hulleras no se ha acumulado en las regiones boreales, como se creía; parece al contrario, que estas minas, tan útiles al hombre, están, como él, esparcidas con más o menos profusión en todo el mundo.
En 1848 se exportó una sola tonelada de carbón fósil: cuatro años después, la exportación llegó a 5.788 toneladas, además de lo que se había empleado en las necesidades del país y en el consumo del ferrocarril de Copiapó.

En cuanto a los minerales de cobre, plata y oro, no es exacto asignarles zonas de criadero muy regulares, como se acostumbra hacerlo. Es verdad que la mayor parte de las ricas vetas de cobre y oro están en la cadena granitoide de la costa y que las de plata ocupan, por lo regular, la del centro; pero se las encuentra también en otras partes. He observado que las minas de oro y de cobre existen por todas partes cerca del granito, y que las de plata buscan con preferencia los terrenos estratificados. He aquí las únicas reglas generales que se pueden dar sobre su criadero geográfico. He encontrado en las mesetas de la cordillera de San Guillermo, en la provincia de Copiapó, minas de galena argentífera; la he notado también en las pendientes orientales de la cordillera de Agua Negra, en Coquimbo; de una y otra parte de los altos valles de la de Aconcagua; en las cordilleras de la provincia de Santiago, y sobre la pendiente oriental de las de Patagonia, por los 42°50' lat. S. En mi expedición a la Quebrada del Cobre en las cordilleras de Curicó en 1840, he hecho un camino de más de tres leguas pisando los trozos de las vetas de cobre que se veían en las alturas; y sobre una quebrada gigantesca, situada al sur del estrecho sendero que conduce a los pasos de Leñas Amarillas; cerca del pasaje de las Damas se veía una inmensa veta del mismo metal que iba a perderse en un banco de nieves perpetuas, cerca de 400 metros sobre el nivel del océano. En 1847 los señores Smith y Moraga, de Colchagua, hicieron bajar muchos cientos de quintales de mineral de cobre de una ley de 65 por ciento. Este mineral había sido recogido en una meseta de los Andes, en la línea culminante situada al NE del paso del Planchón. Hay también minas del mismo metal al norte de Santiago y en la cadena central de Colchagua y de Talca. He notado que el cuarzo y la anfíbola constituyen ordinariamente la ganga de los minerales de cobre. En Copiapó y Coquimbo es donde estas minas son más extensas y ricas. Serán aún inagotables durante siglos. Hasta aquí, no se explota, sobre todo en Copiapó, sino aquellas que están cerca de los puertos y de los grandes caminos. La falta de combustible, de agua y de obreros impide todavía catear en el desierto de Atacama, donde el viajero se detiene a cada paso delante del mineral que la naturaleza muestra a cada paso. La mayor parte de los minerales de cobre extraídos de nuestras minas son llevados a Europa para ser beneficiados. Chile posee, en sus guías metálicas, los cobres grises y la pirita cobriza, que no se explotan; los cobres nativos que se presentan a veces bajo formas dendroides del más bello aspecto; los cobres carbonatados, clorurados, argentíferos y muchas otras combinaciones que no es mi intención enumerar aquí. Es de esperar que el cuidado puesto por el Gobierno de la República en la multiplicación y perfeccionamiento de las vías de comunicación, atraerá luego a una explotación fácil y lucrativa, los brazos y los capitales, cuya necesidad se hace sentir más de día en día. la Francia, que consume mucho menos cobre chileno que Inglaterra, y mucho menos todavía que la América del Norte, ha exportado de él, en el solo semestres de 1855, cinco veces más que en el año 1854.

Se ha dicho con razón que los Andes de México y Chile presentan el tipo de la formación argentífera. Chile, sin embargo, no ha sido afamado por sus riquezas en minerales de plata sino después del descubrimiento de las minas de Arqueros y de Chañarcillo en las provincias de Coquimbo y Copiapó. El profesor Domeyko, que ha estudiado estas dos provincias, ha descrito perfectamente las guías argentíferas. Según él, la riqueza de las vetas está en proporción inversa de su poder avanzando del sur hacia el norte, donde se encuentran generalmente los minerales más clorurados, mientras que el azufre predomina en los minerales del sur(50). Es un error el creer que las minas de la América no son productivas sino en razón de su número y de la masa del mineral extraído: esta aserción no es exacta en cuanto a las minas de Chile; porque su riqueza, y no su poder y la facilidad de obtener grandes masas de mineral es la que las hace explotar. Las minas que se llaman guías en Chile no tienen, casi, sino una media pulgada de poder y a veces menos, y el mineral está encajonado entre el muro y el lecho de una roca en la cual no se puede avanzar un paso sin el auxilio de la pólvora y sin un fuerte gasto de hierro y acero; pero el mineral que se saca es una placa de plata nativa. Estas especies de minas no se encuentran como raras excepciones: se las encuentra muchas veces. En Copiapó, antes del establecimiento del ferrocarril, una mina de plata situada en el distrito de Chañarcillo y no dando más que 12 marcos por cajón(*******) no pagaba los gastos que causaba; y no se tiene la costumbre de dar el nombre de mina rica sino a aquella que produce, por la simple amalgamación, mil marcos y más aún por cajón. Es cierto que esta riqueza no se sostiene siempre; pero también lo es que entre las vetas argentíferas, a las que Copiapó debe su fama, no hay una que haya dejado de ofrecer en su explotación épocas semejantes, y estas épocas vuelven muchas veces.

Los minerales de plata más productivos son, en Copiapó, los clorurados, la plata nativa, los sulfurados y la plata roja antimonial; en Arqueros, provincia de Coquimbo, se encuentra la plata amalgamada. Los arseniuros de plata y el mispikel argentífero, son generalmente difundidos en todo el país, particularmente al sur de Aconcagua y en las pendientes más elevadas de los Andes. Pero las arenas del desierto de Atacama son sobre todo las que, según todas las probabilidades, ocultan los más grandes tesoros minerales del país. Buscando raíces que sirven de combustible en estas regiones áridas es como se han hecho los grandes descubrimientos que han derramado miles en el comercio. Estas colinas arenosas tienen algunas veces parte de sus costados descubiertos por el viento o la lluvia, que cae raras veces en estos lugares, y cuando esto acontece, se ven a los cateadores dirigirse allí con avidez y muchas veces sus esperanzas no son frustradas. Se puede aplicar en Copiapó y en el desierto de Atacama lo que los habitantes de Salta, en las provincias argentinas, dicen de sus terrenos auríferos; cuando llueve, el oro brota como el pasto, en el suelo de la Rinconada(********).

M. Domeyko, hablando de un mineral de plata recién descubierto en el territorio de Tres Puntas y cuya composición es idéntica, según él, con la del Polibasite de Garisamey analizado por Rose, dice: "No se ha sacado de mina alguna de Chile, y quizá del mundo, masas más considerables de plata roja antimonial pura y de plata sulfurada, tan maciza en esta localidad". Este mineral, que el profesor Del Río llama Plata agria hojosa, es una de las más ricas del país; pero, desgraciadamente, como los medios empleados para el tratamiento de los minerales de plata se limitan en general a la amalgamación, se le vende a vil precio a los extranjeros que lo exportan para beneficiarlo en Europa. Todos los demás minerales de plata a los que no se puede aplicar inmediatamente el proceder de la extracción por el mercurio, se hallan en el mismo caso. Sin embargo, los progresos que hace la explotación se hacen de día en día más sensibles como puede verse, examinando los cuadros de exportación de los productos del reino mineral(49).

En cuanto a las minas de oro, las hay en un gran número de localidades; pero ellas no son, en mucho, tan importantes como las de cobre y plata.

El oro se encuentra en Chile en dos criaderos bien distintos; en vetas regulares, como los demás metales, y en capas aluviales.

La situación geográfica de las vetas auríferas es ordinariamente entre la cadena central y la de la costa. Se la nota, pero raras veces, en la pendiente de la cadena andina, lo que hace decir a los mineros de Chile que el oro busca el calor, y la plata el frío. Hay con todo algunos ejemplos en contradicción con esta regla: tal es el criadero de oro situado en la pendiente de los Andes de Chillán y conocido bajo el nombre de Cato. Su riqueza y el número de trabajadores que han improvisado una pequeña ciudad de 4 a 5 mil almas, merece atraer las miradas y los recursos de los especuladores. Se encuentra allí el oro en vetas y en capas aluviales, pero no se ha ejecutado trabajo alguno de consideración.

En las rocas granitoides es donde existen las vetas auríferas cuya ganga no es por lo regular sino el cuarzo ferruginoso.
 
Copiapó es también el primer lugar que difundió la fama del oro que se encuentra en Chile, porque él fue quien presentó a los españoles, en tiempo del conquistador Almagro, las primeras muestras de ese precioso metal recogidas por los indígenas en los terrenos limítrofes del desierto de Atacama. Las grandes excavaciones en las cercanías del antiguo puerto de Copiapó, las que están cerca de la capital de esta provincia, las de Jesús María y otras tantas que han sido abandonadas, particularmente después del descubrimiento de las minas de plata, prueban ,que debieron entregarse antes con mucho ardor a la extracción del oro. Cada provincia contaba el oro de sus vetas más o menos ricas más o menos trabajadas, en el número de sus riquezas territoriales; así, recorriendo el país de norte a sur, a lo largo de la zona comprendida entre la cadena central y de la costa, se ven por todas partes rastros de antiguos trabajos. Al presente, se entregan todavía a la explotación de vetas auríferas; pero jamás su rendimiento ha causado los enormes cambios de fortuna que muchas veces han sido debidos al producto de vetas argentíferas. Los distritos auríferos más afamados son Andacollo y Petorca, en la provincia de Coquimbo; Iaquil en Colchagua; Chivato y Chuchunco en Talca, y Cato, del cual hemos hecho ya mención.

El oro encerrado en las capas de aluvión es mucho más esparcido en la superficie del territorio que aquel que tiene su criadero en vetas, y puede decirse que hay pocos terrenos de esta especie que no oculten, bajo el humus vegetal o en los detritus de arenas y de rocas que los cubren, partículas de oro más o menos abundantes. La riqueza relativa de estos depósitos arregla naturalmente el grado de explotación, a lo que se entregan las gentes del campo, a veces con éxito. Para obtener oro apartan la capa superior, y lavan las arenas y las tierras que existen en el suelo que ha precedido el depósito aluvial. Estos depósitos que se conocen bajo el nombre de lavaderos han dado siempre mucho oro. En los primeros cien años después de la llegada de los españoles a Chile, el oro se exportaba en mucha más cantidad que al presente, y esto no es porque haya disminuido considerablemente, sino porque los medios para extraerlo no son los mismos. Los conquistadores, que tenían en partición un gran número de indios, les imponían como capitación un tributo diario de una cantidad determinada de oro en polvo, y el propietario tenía al fin de algunos meses sin gasto alguno, una gran provisión de este metal precioso, objeto de tantos trabajos y lágrimas para quienes lo buscaban. La provincia de Valdivia ofrece una prueba muy convincente de esta verdad. Se ven aún allí colinas enteras cuya capa superior ha sido quitada, y se asegura además que existía en la ciudad de Valdivia una casa donde se lavaba el oro que la provincia producía. He visto estas excavaciones, he hecho examinar los terrenos y he encontrado oro en todas partes, pero la extracción no paga la mano de obras(50).

Se pretende que existen muchas minas de metales preciosos en las montañas de Villarrica(*********); hasta ahora no he podido saber nada de positivo a este respecto, porque los indígenas tratan de alejar toda sospecha de la existencia de esos tesoros que les son siempre funestos.

Hemos descrito, como simple viajero, las producciones de Chile en los tres reinos de la naturaleza. Hemos indicado aquellas de que se hace uso actualmente, y algunas de las que se abandonan y de que podría sacarse partido ventajoso. Al sabio atañe hacer explicaciones de objetos ya conocidos, buscar otros que deben serles anexos y descubrir a la humanidad las riquezas ocultas que la naturaleza plugó acumular para la ciencia, para la industria y para el comercio en este ángulo lejano de la América meridional.
 
__________
Notas

36

Los barcos balleneros comenzaron a llegar en abundancia a las aguas australes chilenas mucho antes de iniciarse el proceso de la Independencia. Adquieren desde un principio importancia política y comercial, por el contrabando y compra de productos nacionales que solían hacer y por el tráfico de escritos e ideas políticas que también ejercían. Véase sobre el tema: Eugenio Pereira Salas, La actuación de los oficiales navales norteamericanos en nuestras costas (1818-1840). Santiago, 1936; Buques norteamericanos en Chile a fines de la era colonial (1788-1810). Santiago, 1936.
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37

Cuando fue traducida esta obra habían aparecido ya los 16 volúmenes correspondientes al texto de Zoología y Botánica, y los dos Atlas, de Claudio Gay, Historia Física y Política de Chile. París, 1844-1855. Sin duda que el traductor aprovechó esta obra para ilustrar con los nombres científicos las especies que el autor enumeraba.
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38

La costumbre de despreciar las yeguas como cabalgaduras había sido notada ya por algunos viajeros. Véase por ejemplo, Gabriel Lafond du Lucy, Viaje a Chile. Santiago, 1911, págs. 60-91.
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*

Molina, Ruiz y Pavón, Frezier, Bertero, Bridges, Cuming, Darwin, Meyen, Poeppig y una multitud de viajeros y sobre todo Gay, que ha publicado en 1845 la obra más completa que tenemos sobre la botánica de Chile.
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39

Los autores enumerados por el traductor, en la nota 1 de la pág. 140, corresponden a los mencionados ya por nosotros en notas anteriores. A ellos habría que agregar: Hipólito Ruiz y José Pavón, Systema vegetabilium florae peruvinae et chilensis. Madrid, 1789.

Respecto a Juan Ignacio Molina es útil decir que, atendiendo a las citas más frecuentes en los libros de la época en que escribió Pérez Rosales, pareciera que las ediciones más usadas de sus obras son: Essai sur l’histoire naturalle des Chilé, Traduit de l’italien, & enrichi de notes par M. Gruvel. Paris, 1789; y Compendio de la historia, geografía, natural y civil del Reyno de Chile. traducida del italiano por D. Domingo Joseph de Arquellada Mendoza. Madrid, 1788.
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40

El autor recoge aquí una leyenda difícil de creer. Las casas de Pedro de Valdivia estuvieron ubicadas en la Plaza de Armas, ocupando el espacio que hoy llenan la cuadra donde se encuentran los edificios de la Municipalidad de Santiago, Museo de Historia y Edificio del Correo. Fueron destruidas, cuando aún eran construcciones de adobe con techos de paja, en la sublevación indígena del 11 de septiembre de 1541. Luego, por 1551, las vendió el mismo Valdivia a la Real Hacienda, que dividió los terrenos en tres lotes, destinados a la Tesorería y al Cabildo de la ciudad. Pero todo ello prácticamente despareció por efectos del terremoto de 1647. Véase, Tomás Thayer Ojeda, Santiago durante el siglo XVI. Santiago, 1905.
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41

Claudio Gay había observado el mismo fenómeno muchos años antes. El atribuyó la presencia de manzanos y otros vegetales europeos en aquellas regiones al primer asentamiento español, que fue destruido con la sublevación indígena de 1598. Véase, Claudio Gay, "Viaje científico. Cuadro de la vegetación chilena". En, El agricultor. N° 12. Santiago, diciembre de 1838, págs. 1-10.
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42

A pesar de que la abolición del Estanco del Tabaco había sido reiteradamente discutida por el gobierno de la época, la supresión se produjo recién el año 1880. Como Pérez Rosales lo suponía, el cultivo del tabaco se extendió notablemente pero nunca llegó a constituir una importante actividad económica.
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43

Claudio Gay, Pérez Rosales y otros autores se equivocan al suponer que la papa es originaria de Chile. Su presencia prehistórica es notable desde Colorado, en Norteamérica, hasta el Sur de Chile. Hay evidencia de su cultivo en varios períodos de los Horizontes Formativos de las culturas de los Andes Centrales, desde el año 500 a. de C. aproximadamente, en especial en las Culturas Mochica, Chimú y Nazca. Existe una abundante literatura al respecto. Véase por ejemplo, Margaret A. Towle, The ethnobotany of Pre-Colurnbian Perú. Chicago, 1961.
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 **

Una cuadra: 450 pies de lado.
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 ***

Mesetas de montañas marítimas que rodean el golfo de Reloncaví y costean el río de la Chamisa, en la Colonia de Llanquihue.
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 ****

Ver para los detalles de la exportación de cereales el cuadro que acompaña las observaciones generales.
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44

Antes de la Escuela Normal de Agricultura, la Sociedad Nacional de Agricultura había comenzado, prácticamente desde 1838, una importante labor de difusión y venta de instrumentos mecánicos para la agricultura, junto con la introducción de nuevas semillas, vegetales y especies animales posibles de ser reproducidas en Chile. Véase, por ejemplo, El agricultor de 1838 a 1844.

La importación de máquinas más sofisticadas, como motores a vapor, no se nota en la agricultura chilena hasta unos años después de la publicación del presente libro. Véase Anuario Estadístico de la República de Chile, correspondiente al año de 1863. Santiago, 1864.
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45

Obras de Ignacio Domeyko ya citadas.
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 *****

Acabamos de saber que se ha organizado una sociedad para establecer una fábrica de loza en Santiago.
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46

La obra de M. Frezier, tuvo varias ediciones inmediatamente después de escrita, es posible que Pérez Rosales se haya valido de Relation du voyage de la Mer du Sud aux cotes du Chily et du Perou. Fait pendant annes 1712, 1713, 1714. Paris, 1732. La primera edición es de 1716 en París, al año siguiente se imprimió en Amsterdam y Londres.
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47

Conviene no confundir a José Pedro Aracena, autor del texto que transcribe Vicente Pérez Rosales, con Francisco Marcial Aracena, autor este último de un libro, publicado en 1884, sobre la industria del cobre y los depósitos carboníferos del Sur. Respecto a José Pedro Aracena, es casi imposible ubicar el original desde donde Pérez Rosales obtiene estas líneas referentes al lapislázuli. Sólo conocemos de él, Alegato en el pleito con D. Mariano Saavedra y otro soben una mina. Santiago, 1844.
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Cuadra: antigua medida de longitud que equivale a 450 pies.
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48

Frezier, obra antes citada.
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49

Domeyko, obras ya citadas.
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Cajón, medida de peso de 3.200 kilogramos.
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Pequeño distrito situado al oriente y en la frontera de Atacama. Se ocupan en él del lavado de las tierras para obtener oro.
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Nombre que los españoles dieron, a causa de sus riquezas minerales, a una ciudad que fundaron en 1552, a orillas del lago del mismo nombre.
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50

En realidad nunca los indígenas de Chile tributaron en oro a sus encomenderos, el autor confunde el tributo en especies con el servicio personal. Cuando escribió el Ensayo no había estudios históricos especializados sobre la materia, ya que entre Las memorias, leídas en la Universidad de Chile, la de José Victorino Lastarria, Investigaciones sobre la influencia social de la conquista y sistema colonial de los españoles en Chile, de 1844 y la de José Hipólito Salas, Memoria sobre el servicio personal de los indígenas y su abolición, de 1848, eran demasiado generales e imprecisas en este tema. Muy interesante es, en cambio, el dato que nos entrega sobre Valdivia, que sí fue, en el siglo XVII, uno de los más importantes centros productores del Reino.
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