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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo V.

En 1849, obtenido su título de bachiller en Leyes y Ciencias Políticas, el imberbe escritor ingresó a la Academia de Leyes y Práctica Forense.

Vicuña Mackenna ha descrito aquella escuela que databa de los postreros tiempos del coloniaje (40): «Como institución de enseñanza técnica la Academia de Leyes era en extremo deficiente: pero considerada como un elemento de disciplina intelectual, como un gimnasio del espíritu, del pensamiento y de la palabra, ofrecía a la juventud una arena de luz y de combate que la preparaba admirablemente para las exigencias de la vida pública».

Vicuña se entregó con entusiasmo a los estudios y no tardó en adquirir entre sus condiscípulos el natural ascendiente que siempre conquistaría su poderosa personalidad. Los conductores, nacidos con el doble don de la sugestión personal y del mando, saben imponerse desde la primera hora en cada uno de los e círculos de acción a que la vida y las circunstancias los empujan. Temperamento ardoroso y apasionado, que sentía vibrar en la carne y en el espíritu todas las emociones sociales e intelectivas de su tiempo, y aún sabia husmearlas cuando flotaban en la atmósfera vaga del devenir, sólo penetrable a las naturalezas superiores, Vicuña no tardó en incorporarse él, e incorporar a sus camaradas, a la oleada revolucionaria que iba creciendo en los postreros tiempos de la administración Bulnes.

En las arenas políticas, candentes ya, se diseñaba con perfiles sólidos la candidatura de Montt, y contra ella la juventud levantaba polvareda de fronda. El gobierno, para definir posiciones, designó en Julio de 1850 ministro de Justicia a don Máximo Mujica, regente de la Corte de Apelaciones de Santiago y presidente de la Academia. Con tal motivo el director de la misma, don Juan Francisco Meneses, pretendió enviar un oficio de felicitación a Mujica, lo que de inmediato provocó resistencia entre los alumnos. Vicuña sostuvo que la nota de Meneses, hecha en nombre de la corporación, era contraria al reglamento de la misma.

Un diálogo se entabló entre impugnador e impugnado.

-«¡Hola! ¿quién es usted?»
-«Soy Benjamín Vicuña».
-«Celebro mucho conocerlo».
-«¡Yo también lo conozco demasiado, señor director!»

Y como el dómine se encarase más duramente, el joven repuso con aire de desafío: «¡Basta de raspas!» Meneses le ordenó salir de la sala, preguntándole Vicuña con qué facultad podía darle tal orden. Meneses, fuera de sí, reiterósela. Y en medio de gritería general, metiéndose el sombrero hasta las orejas, el joven abandonó la estancia.

El intransigente director pidió de inmediato, al Consejo de la Universidad, la expulsión del estudiante rebelde y éste apeló ante Bello, su rector, del acuerdo provisorio que lo alejaba de la Academia.

Con ello se hizo general el descontento de los alumnos, quienes se plegaron en masa al compañero revolucionario, iniciando entusiasta agitación en todos los medios intelectuales y políticos de Santiago. Puede imaginarse el escándalo qué en la pacata capital hubo de provocar la actitud de la muchachada y del caudillo que dirigía sus reivindicaciones, bien modestas todavía.

A vuelta de discusiones, de proyectos de interpelar al gobierno, de protestas de dómines y alumnos, el Rector Bello que en lo hondo simpatizaba con los jóvenes, se avino a entrar en mediación„ y a poco, cambiadas explicaciones entre todos, Vicuña fue admitido de nuevo en la Academia, de cuyo seno no tardarían en sacarlo, sin embargo, los acontecimientos políticos de la revolución que estaba ya en marcha.

Un destino feliz había marcado el primer paso de Vicuña Mackenna, en esos brillantes albores de juventud, al iniciar el camino reivindicacionista que rara vez abandonaría durante la etapa central y más rica en contenido ideológico y en acción de su admirable vida.

 

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Nota

40 La disolución de la Academia de Leyes.
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