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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo XXIX.

A partir de 1861 Vicuña comenzó a trabajar en sus obras de mayor aliento, en aquellas que debían exprimir todo el jugo de su genio literario.

Ese año, señalado por la iniciación de un período de plenitud juvenil, vió aparecer diversos estudios biográficos (124) y en él avanzó notablemente en la redacción de su Historia del decenio de Montt y dio a la estampa el Catálogo completo de la biblioteca americana compuesta de más de 3,000 volúmenes que posee don Benjamín Vicuña Mackenna (125).

Al año siguiente, habiendo muerto doña Javiera Carrera, la fuerte mujer que tan activa participación tomara en los trabajos de la independencia, camarada valerosa de sus hermanos en el ostracismo, compuso «una animada y brillante semblanza» (123) que publicó después de haberle dado lectura en el Círculo de Amigos de las Letras.

En Abril de 1862, coincidiendo con la inauguración de la estatua del vencedor de Maipo en la Alameda de Santiago, dio a las prensas un estudio sobre el héroe argentino. Dice Donoso: «levantó a la memoria de San Martín un monumento tan sólido y duradero como el que se eregía en la plaza pública: tal era su libro El general don José de San Martín considerado según documentos enteramente inéditos.» En él Vicuña Mackenna trazaba una acabada silueta del prócer, en que éste aparecía en sus verdaderos y definitivos aspectos. Labor americanísima servida por una pluma que había entrado en el período de la plenitud.

«Hay en el libro de Vicuña-escribe su imparcial biógrafo Donoso-páginas admirables, dignas de perdurable recordación, en las que no se sabe qué elogiar más, si el acierto y la seguridad del concepto o la elevada y magnífica entonación del estilo. El general don José de San Martín encontró una acogida entusiasta, cuya mejor prueba se halla en la incondicional aceptación que sus páginas hallaron en las columnas de los periódicos» (123).

La Historia de los diez años de la Administración de don Manuel Montt, fruto de cuatro años, apareció en el curso del 62. Trabajo extenso, para el cual se sirvió de nutrida documentación, comprende en sus cinco volúmenes los sucesos de la Revolución de 1851. El titulo encerraba ya el propósito de estudiar todo el dramático decenio, pero no llegó a realizarlo en la extensión proyectada. Los dos primeros volúmenes tratan del sitio de La Serena, en que le' cupiera actuar personalmente, y los tres últimos de la revolución del Sur, hasta la batalla de Lonco milla y firma del Tratado de Purapel.

Al escribir sobre acontecimientos contemporáneos en que fuera actor, pudo temerse lo hiciera con parcialidad. Ella está ausente de toda su obra en la humana medida en que era posible esperarlo: «Con frío espíritu de partido, apunta Donoso, con animación y colorido en la narración, sin arranques declamatorios ni violentas diatribas para sus enemigos, traza en ellas Vicuña, con firme pulso de escritor, la historia de ese movimiento que respondía al más elevado y sincero idealismo político».

La historia del decenio Montt fué acogida con curiosidad y pasión. Estaba fresca la despertada por hombres y hechos que parecían inmediatos y así no fué extraño que se suscitaran numerosas y acaloradas polémicas y que algunos declarasen que no era posible esperar juicio sereno de quien había sido adversario de los individuos que juzgaba (126). Entre los que subieron a la palestra,-militares, políticos, escritores puede recordarse a don Pedro Félix Vicuña, quien dio a la estampa interesantes artículos (127).

En el libro de Vicuña Mackenna se advierte no poca elevación. «Es justo reconocer-dice Donoso-que, con raras excepciones, una equilibrada ecuanimidad campea en toda la obra, y es oportuno recordar que Vicuña tenía justificados motivos para juzgar a sus adversarios políticos con vehemente severidad y apasionado ofuscamiento».

Libro autobiográfico, en buena parte, pudo haberse titulado Historia de la Revolución de 18.51. Memorias de un Revolucionario y así se habrían puesto más en evidencia los singulares méritos artísticos que lo adornan, porque en pocas de sus obras puede encontrarse más colorido y vivacidad en el anecdotario y una mayor seducción. Sus páginas se leen con el encanto a que es acreedor un bello libro de recuerdos.

Y llegamos a una de las obras maestras de Vicuña: Don Diego Portales (128).

En el verano de 1863 se dirigió a las tierras de su padre en el Melón y allí debió dar cima al nuevo trabajo. Algunas visitas a las lugares que habitara Portales le permitieron aumentar esa animación de los escenarios y ese don de situar fielmente a los hombres en el medio en que actuaron, dentro de la geografía del tiempo y de la naturaleza, que era una de sus principales características como historiador.

Resultó obra recia, nutrida, dispuesta en dos gruesos volúmenes y trabajada sobre más de quinientos documentos, como reza el subtítulo, entre los cuales se encontraba casi toda la correspondencia del famoso ministro. Este aparece en cuerpo y alma en las páginas del libro. El hombre habita el texto cálido, saturado de color, pleno de contenido espiritual, de rica y abundosa savia, con sus pasiones, sus amores, sus odios, sus grandes sueños de hombre de Estado, sus errores y flaquezas. ¡Ahí hay un hombre!, puede decir el lector. Y más aún: Ahí alienta una época. Los individuos y los sucesos tienen su sitio, los seres palpitan, las figuras son densas y se ve circular la sangre y caldearse la carne. Hay, acaso, desorden en el relato, demasía dé hechos y observaciones, pero ello es parte a darle mayor valor. ¿Podría reputarse un defecto? En Balzac y en el enorme Dostoyewski, grande como una montaña, hay ese desorden que denuncia fuerza, acumulación vital. Tal en el Portales de Vicuña Mackenna. El río arrastra sedimentos en su curso y tales sedimentos fecundan los campos y fortalecen las almas. En Portales Vicuña llega a lo enorme, puebla el vasto mundo de su continente, contempla a su tierra con visión penetradora. Es un capítulo cumbre en sus trabajos literarios, que se repetirá, con diversa combinación de calidades y fuerzas, en su Guerra a muerte y en la Historia de Santiago.

La publicación de Don Diego Portales es un acontecimiento notable en la vida literaria de Vicuña Mackenna.

¿Qué ambiente encontró? Estaba cercano el recuerdo del decenio y la reacción liberal comenzaba a dominar. Suscitóse, pues, pasado un período de régimen despótico y en horas de libertad, apasionado encono en los propios compañeros de Vicuña, quienes no podían ver con buenos ojos el que se colocara en pedestal histórico la figura del fuerte dictador de 1833, que había dado solidez a la organización del país, influido en la marcha de América y dejado una carta constitucional contra la que ellos, capitaneados por el propio autor, se habían alzado en movimiento revolucionario. No comprendían que el historiador pudiese primar sobre el político en una obra de pensamiento y de interpretación, pareciéndoles que los adversarios de la. Ideología que Vicuña y ellos sustentaban no podían ser sino personajes deleznables, individuos a los que todo mérito debía ser negado. Como si adivinase de antemano el estado de espíritu que se produciría en unos y otros, Vicuña Mackenna escribía: «Entretanto (los admiradores) nos acusarán de haber recargado de sombras un cuadro en el que sólo debían brillar vívidos lampos de luz, y sus adversarios nos harán cargos de haber levantado un pedestal de falsa gloria, homenaje a los tiranos. Mas, ni los unos ni los otros tendrán derecho para negar al humilde artífice el sincero esfuerzo por exponer su tela a aquellos reflejos que, en el mundo exterior, hace imperecederas las obras del espíritu.. . »

Portales era la verdad histórica de un período fundamental en la vida política de Chile, interpretada vigorosamente. La prensa liberal se mostró descontenta. Isidoro Errázuriz le consagró tres editoriales de «El Mercurio» (129); Guillermo Matta tronó en «La Voz de Chile» y José Victorino Lastarria, su amigo y antiguo maestro, le escribió su desagrado (130).

Distantes los días de pasión sus contemporáneos juzgaron mejor el libro de Vicuña y vieron algunas de sus cualidades. La crítica de 1931 ha sido entusiasta en sus juicios, reputándole como una de las grandes producciones de la literatura histórica continental. Sin embargo no ha sido estimado aún en toda su valía.

 

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Notas

123

Ricardo Donoso, obra citada.
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124

Una biografía de Hipólito de Unanúe, escrita en Lima; una carta al Secretario General de la Universidad de Chile don Salvador Sanfuentes, sobre la «Historia de Chile» de Rosales; una semblanza del general O'Brien y un artículo bibliográfico sobre el manuscrito de Lozano (.Historia del descubrimiento y conquista del Río de la Plata»). Todos estos trabajos fueron publicados en la «Revista del Pacifico».
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125

Don Luis Galdames señala en La Juventud de Vicuña Mackenna (Cap. XXVII) los sacrificios de todo orden que había costado al historiador y bibliógrafo la adquisición de aquella biblioteca notable, la más rica en su género que se hubiese reunido por un sud-americano.
En adquirir las valiosísimas piezas que la componían había gastado una fortuna, yéndose muchos pesos-al decir del propio Vicuña- en pergaminos que más de una vez eran rivales del estómago y siempre lo eran de aquellos placeres que ofrecen a los bolsillos bien provistos las viejas sociedades de Europa».
Vendida la Biblioteca Americana de Vicuña una parte considerable quedó en la Nacional de Santiago, otra fue al Perú y alguna a Buenos Aires. «De este modo,-expresa Galdames-las pacientes búsquedas del escritor chileno a lo largo del mundo sirvieron de inmediato a tres naciones».
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126

A esta crítica respondió Barros Arana en «El Correo del Domingo»: «Y quién ha dicho que la posteridad no ha de darse cuenta de las pasiones de la época que estudia? ¿Por qué no han de interesarle las revelaciones íntimas que sólo los contemporáneos pueden transmitir a la historia? Y si esas revelaciones no hubieran de servir al historiador, ¿a dónde iría éste a buscar la fuente de los hechos y de las apreciaciones? Se dirá sin duda que a los documentos; pero ¿quién ha podido suponer que los documentos no tienen pasión? Los boletines de las batallas, escritos en el momento mismo en que las pasiones están más ardientes, ¿tendrán acaso más valor histórico que las memorias de un contem-poráneo, redactadas algunos meses o años después de consumados los hechos?»
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127

Observaciones a la «Historia de los diez años de la Administración Montt » relativas a los sucesos de la revolución del sur en 1851. Cartas primera, segunda y tercera (r El Mercurio» de Valparaíso, 4, 5 y 27 de Marzo de 1863).
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128

Introducción a la historia de los diez años de la Administración Montt. Don Diego Portales (Con más de 500 documentos inéditos). Santiago, Imprenta del Mercurio, 1863.
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129

Los editoriales de Errázuriz se titulan: Portales y la historia, Don Diego Por-tales y la reacción y Lecciones de la historia.
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130

Lastarria le escribía desde Chorrillos, el 5 de Junio de 1863: el primer tomo «que leí durante la navegación, me costó rabias, dolores de estómago, patadas, reniegos». Y le añadía: .creo que con este libro hace más mal que con ninguno. Pervierte Ud. el juicio público y presenta como grande a un pillo, de los que tiene nuestra tierra a puñados. No hablemos más, porque peleamos, y yo no quiero pelear con Ud., porque lo quiero mucho».
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