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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo XXXIX.

En ningún momento perdió de vista Vicuña Mackenna los propósitos de vinculación continental; acariciados como un sueño que se prolongó toda su vida. «Mi primera idea desde las más tempranas horas de mi residencia en Nueva York había sido trabajar en el sentido de uniformar el sentimiento hispano-americano». « A los pocos días de mi llegada comuniqué mi pensamiento anficteónico al gobierno de Chile». Pero desde la Moneda y desde Washington mismo le venían inyecciones de agua helada.

Sin embargo en la Voz de América el tono de sus escritos no varió un ápice. Y no es raro encontrar en sus columnas artículos en que habla «de la patria que ya no es sólo Chile sino la América entera».

Cultivó relaciones de amistad muy estrechas con los representantes sudamericanos, especialmente con Matías Romero, Ministro de Méjico, y Sarmiento (155), que tenía a su cargo la legación Argentina. Con este último acarició proyectos de aproximación especial y hasta se habló de celebrar una alianza, idea que también era grata al presidente Mitre y que la guerra del Paraguay imposibilitó.

Pero, aparte su labor de propaganda chileno-americana y en conexión estrecha con ésta, nada sedujo y preocupó tanto a Vicuña como su campaña en favor de la libertad de Cuba y Puerto Rico.

¿Cuál era la situación de aquellos territorios por esos años? Sometidos al imperio colonial de España, que fue fatal como sistema y duro hasta lo bárbaro en los medios de defensa y represión, soportaban el peso de autoridades militares encargadas de mantener a todo trance el yugo de la madre patria, posponiendo a las necesidades de la explotación imperialista los intereses nacionales. Toda conspiración era ahogada en sangre y al patíbulo subieron personalidades eminentes. La esclavitud, el comercio de carne blanca eran mantenidos en beneficio de los terratenientes y dueños de empresas que manejaban rebaños de animales y de hombres con igual criterio y dureza (156). ¿Podía subsistir tal estado de cosas mucho tiempo? El espíritu de rebeldía parecía sumergirse en una honda de desanimo y pavorización. Los revolucionarios llenaban las cárceles o trabajaban sordamente, con rara esperanza, en el exilio. ¿Y Estados Unidos? Aguardando la hora de hacer presa en esas tierras «por compra, o anexión, por conquista o sufragio universal que es otro modo de conquistar puesto hoy día en boga por déspotas hipócritas» (157) como advertía con visión profética Vicuña, ayudaba a España. El secretario Seward, mantenedor de esa política, no disimulaba su parcialidad y las simpátías con que miraba la causa de Isabel II y de sus cómplices en esos días en que el pueblo español, bien lejanos -aún aquellos en que habría de sacudir sus cadenas monárquicas, gemía bajo la presión de un catolicismo medioeval y de una torpe camarilla de espoliadores y militarotes, bajo la cruz profanada, y el sable siempre sangriento.

¿Qué posición podía adoptar Vicuña Mackenna? La rebeldía, el gesto de ofrecer todo su apoyo, la pluma entregada a la causa generosa, el ánimo ebrio de emociones libertadoras: Fué, desde su llegada a las playas norteamericanas, el primero y el más decidido. sostenedor de la independencia de Cuba y Puerto Rico.

Esas simpatías coincidían, por otra parte, con la política americanista que no sin cierta parsimonia, pero con ánimo generoso en relación con el resto de las repúblicas sudamericanas, mantenía el Presidente Pérez en Chile.

Vicuña Mackenna se puso en contacto con la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico, constituida en Nueva York, y cuyos trabajos se veían reducidos a la impotencia por carecer de recursos económicos. ¿Cómo allegarlos? Vicuña pensaba que La Voz de América podía contribuir en forma notable a despertar el espíritu revolucionario de las sojuzgadas colonias españolas. De ahí el empeño que puso en la fundación de aquel diario americano. La labor habría de ser eficasísima y el propio Vicuña reconocería, más tarde, que «desde el primer número en que se publicaba el artículo titulado La señal está dada, en Diciembre de 1865, hasta el último en que se llamaba a los cubanos a las armas en Junio de 1866. » «su diario contiene la historia y los documentos de aquella agitación nacida en gran manera de la propaganda que por sus columnas incesantemente se hizo».

En sus trabajos en favor de la independencia cubana Vicuña Mackenna debió chocar con no pequeñas dificultades, provenientes en primer término de la falta de ayuda económica de parte de los gobiernos aliados: «pedí desde el primer momento de mi llegada a Nueva York-confiesa-los medios materiales de auxiliarlos, es decir, el oro, que es la pólvora de las guerras modernas, y desgraciadamente jamás lo obtuve».

Trabajó empero sin fatiga, a ciencia cierta de que sería muy difícil vencer los obstáculos que se le oponían y cuya importancia avaloró de inmediato. Ello da más alto relieve a sus esfuerzos y a la tenacidad heroica que estos significaron.

La Voz de América comenzó a ejercer influencia formidable en Cuba, a donde se enviaba valiéndose de diversas estratagemas, como los libros de los filósofos franceses que a fines del siglo XVIII eran introducidos en las colonias españolas con tapas de vidas de santos. Las autoridades prohibieron sú difusión, penando con presidio a quien se sorprendiese algún ejemplar del diario de Vicuña.

Numerosas conferencias celebró con los revolucionarios cubanos y portorriqueños, entendiéndose de modo especial con J. M. Macías y el Dr. J. F. Bassora. Ofrecióles todo el apoyo moral de Chile y un aporte económico correspondiente a las sumas colectadas por ellos en las tierras oprimidas. Vicuña 1VIackenna pretendía la participación oficial de Chile, y le parecía indispensable establecer una sólida base financiera. En cada una de sus comunicaciones al Ministro Covarrubias clamaba porque se le enviasen auxilios en metálico que le permitieran llevar adelante sus planes. Consultóse para elaborarlos con los principales exilados cubanos y diversos técnicos. Estos opinaban que era preciso organizar expediciones militares que partiesen desde Nueva Granada, Venezuela o Santo Domingo. «El país entero se pondría de pie -escribía Vicuña al político venezolano Blas Bruzual- y bastaría darle armas a los negros como lo hicieron Bolívar y San Martín en el Perú, para tener un ejército numerosísimo, una semana después de haber desembarcado con dos o tres mil hombres (158)».

Y a la cancillería chilena, en comunicación de 30 de Abril de 1866, adjuntándole informe detallado de sus planes: «Incluyo a US. el proyecto de invasión que ofrecí enviarle en mi anterior comunicación. Ha sido trabajado por una especie de triunvirato revolucionario que existe aquí, cuyos miembros están dispuestos a tomar parte en la empresa, realizada ésta en la forma que ellos indican. Vuelvo a reiterar a US. mi súplica de fijar la atención especial del gobierno sobre este particular. Cuba es el flanco más débil de la España» El pensamiento de Vicuña era llevar la guerra al mar de las Antillas y allí batir a las naves españolas con las escuadras aliadas, alcanzando de este modo una finalidad tan alta como la de completar la independencia de todos los pueblos de América (159). Era ése el único medio de evitar que el triunfo que se obtendría en el Pacifico de otro modo resultase estéril. Pero en Chile no se comprendió la importancia americana de tal proyecto o se dudó del éxito. «Las consideraciones e informes contenidos en el número 22 y relativos a Cuba, respondió el Ministro Covarrubias, merecen nuestra especial atención». En la Moneda no había ningún hombre de Estado.

Entre tanto Vicuña Mackenna, sin desmayar un minuto, golpeaba todas las puertas y su periódico tocaba a rebato. Esas clarinadas ya habían dado fruto en una pequeña revuelta en la ciudad de Villa Clara, sita al oriente de la Habana, donde se alzó en armas, a comienzos de Marzo, un grupo de «mozos osados». La revuelta fue reprimida con violencia pero un viento de libertad agitaba los ánimos y amenazaba convertirse en ciclón. Meses más tarde, y aprovechando la victoria -del Callao, obtuvo la ayuda del Herald que era «una verdadera potencia en Cuba».

Sus gestiones con el gobierno peruano no alcanzaron mayor fortuna que la obtenida en Chile. «La guerra puramente marítima que propone el señor Barreda -escribía a Prado- fatigará sin duda a la España. Mas sería mezquino propósito contentarse con ello. Libertar a Cuba era una finalidad digna de los pueblos y de los gobiernos aliados. La idea de llevar la guerra a Cuba no podría estimarse como exaltación de espíritu. « Es el resultado-añade-de una tranquila reflexión y del estudio de los acontecimientos. La mejor prueba de mi convicción, es que estoy dispuesto a ir yo mismo en cualquier caso, si llevamos 20 mil fusiles y dos mil soldados. Sólo se necesitaría que estos fuesen escogidos y con jefes que jamás retrocediesen. No deje Ud. de tomar este negocio entre manos y de combinarlo con Chile. Mire Ud. que Cuba está a diez días del Callao, y que las grandes cosas se van reservando en este mundo para la fe, la juventud y el entusiasmo». El dictador le respondió, en carta de Lima del 3 de Junio: «no dude Ud. por un momento que procuraré sacar todo el partido posible de las ideas que con tan buen deseo me participa Ud. en su última comunicación fechada en Nueva York en 10 del pasado Mayo, que acepto de pronto como buenas y conducentes al importante objeto que nos proponemos, pero que no será de mas meditarlas con detenimiento». Prado no fue más allá. Era hombre que solía quedarse en las buenas intenciones, a semejanza del Presidente Pérez.

Y golpeando las puertas de Venezuela, escribía a Bruzual: «Hable Ud. con el señor general Falcón, y asegurele en mi nombre que si él se compromete a alistar dos o tres mil hombres, yo encontraría aquí los medios de conducirlos y de equiparlos, incorporándome en ellos en el sitio que se me señalase, llevando además diez o veinte mil fusiles». Venezuela tampoco se atrevió a decidirse y Vicuña Mackenna, cuyo nombre andaba «en boca de todos los cubanos», tuvo que resignarse a interrumpir sus trabajos, llamado a Chile por su gobierno.

¿Por qué los esfuerzos decididos de Vicuña no obtuvieron el éxito que se merecían? ¿Por qué, mejor dicho, la guerra de Chile y Perú contra España no alcanzó resultados que correspondiesen a los sacrificios hechos? Vicuña anota las causas con la franqueza que brilla en todos sus escritos: « 1.° El que fueran Mr. Seward y Lord Clarendon (político empapados por circunstancias especiales en mil afinidades españolas) los directores de la política internacional de los Estados Unidos y de Inglaterra. 2.° El que se hubiera buscado el desenlace positivo de la guerra en el Pacífico y no en el mar de las Antillas. 3.° El que los chilenos hubiesen querido hacer la guerra ofreciendo todos su sangre y ninguno su dinero».

De todas suertes las actividades de Vicuña Mackenna y de sus compañeros prepararon el terreno para la hora de la libertad. El esfuerzo desplegado merece bien los homenajes de la historia.

 

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Notas

155

Escribe Vicuña Mackenna en sus Diez Meses de Misión: Junto con el Ministro de Méjico, el señor Sarmiento fue el mejor amigo que tuvo Chile entre los representantes de la América española en la del Norte. El asistía a nuestros meetings en su carácter oficial, celebraba como propios los ecos de nuestros triunfos y nos auxiliaba con su poderoso ingenio de escritor en la obra de propaganda que perseguíamos casi solos en aquella tierra; al paso que sus más íntimos adeptos, como su distinguido secretario Bartolomé Mitre (hijo), joven lleno de inteligencia y de elevación de alma, era el compañero y el amigo de todas nuestras horas de solaz y de trabajo. Mitre vertió al español algunos de los discursos y conferencias pronunciados en inglés por Vicuña.
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156

«El Diario de la Marina», en uno de sus números del año 1866, citado por Vicu-ña Mackenna, traía los siguientes avisos, entre otros muchos de la misma índole: «¡Negros! ¡negros! Se hacen cargo para su venta, en grandes y pequeñas partidas, pues hay muchos pedidos. Se dan hipotecas, etc. (calle Obizpo)». «Una negra de 19 años, de 40 días de parida con su cría. Se dará muy en proporción (calle Animas)». «Una mulata joven costurera y ágil para cuanto quieran aplicarla, embarazada de pocos meses, en ps. 400 y los derechos ». «Dos negritos para cargar canastos. Un negro viejo en cinco onzas y una mulatica. Se venden varias cosas y un caballo, (calle Villegas)».
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157

Diez meses de Misión.
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158

Carta de Nueva York, Mayo 4 de 1866.
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159

En nota de 22 de Abril, desde Nueva York, Vicuña Mackenna exponía su proyecto con precisión: enviar «una expedición chileno-peruana, que viniendo por el Itsmo desembarcase al sur de la isla y la levantase.
«Este plan es mucho menos difícil de lo que parece a primera vista. El Callao, punto necesario y extratégico de partida de una empresa de ese género, no está a mayor distancia náutica de los puertos del Sud de Cuba que de Valparaíso. Bastarían doce días o dos semanas para transportar dos mil hombres a cualquiera de esos puertos, pues en un viaje directo se echan seis días desde el Callao a Panamá, uno o dos días podían emplearse en el paso del Itsmo (para el que estrictamente no se necesitan más de ocho horas) y de dos a tres días hasta cualquiera de los puertos de Cuba, desde Cienfuegos en el centro a Santiago de Cuba, en la extremidad oriental de la islas.
«No dude US. que la isla está preparada para una invasión. Yo no me hago ilusiones sobre lo que debemos esperar de la poltrona aristocracia criolla... ni tampoco me lisongeo mucho con los esfuerzos que hiciera la población blanca, más o menos descontenta, pero al mismo tiempo bien hallada con su situación que les permite vegetar bajo su bello cielo. Pero la verdadera cuestión grave para Cuba es la de la abolición de la esclavitud, que no puede tardar en suceder de un modo u otro y la que ha de arrastrar forzosamente la independencia de esa isla... »
-Verdad es que los españoles tienen en Cuba un ejército de 20 mil hombres. Pero el que Pezuela poseía para oponer a San Martín en el Perú era de 23 mil, y aquel emprendió la campaña con cuatro mil soldados, contando con los mismos elementos en que ahora se apoyaría una expedición armada en Cuba; a saber el descontento de los criollos y la libertad de los esclavos, que fué lo que dió a aquel su triunfo definitivo después que el ejército había desaparecido en los hospitales de Huauras.
La expedición podría componerse de quinientos voluntarios chilenos y mil quinientos peruanos, considerados estos últimos más a propósito para el clima cubano. Se llevarían armamentos y municiones para veinte mil hombres.
Vicuña Mackenna transcribió la nota citada al dictador Prado, haciéndole reflexiones que parecieron decidir a aquél a aceptar el magno proyecto. Pero hubo vacilación en el gobierno y todo se perdió. Tampoco había en el palacio Pizarro ningún hombre de visión larga.
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