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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo XLI.

Paralelamente a sus tareas de propaganda y agitación. Vicuña, de acuerdo con Asta-Buruaga y asistido por su técnico el capitán Guillermo Wilson, hombre de capacidad y honradez acrisolada, realizo diversas compras y contratos militares que fueron de extraordinaria utilidad en aquellas circunstancias y aun advenida la paz, a pesar de las criticas acerbas que suscitaron en algunos "marinos de tierra firme" como donosa burla llamara a los eternos murmuradores de su tierra (167). Sus operaciones en materia de armamentos se concretaron a la compra de cuatro barcos de barcos de guerra, varios torpedos, cañones, elementos de combate y a la contratación de algunos técnicos que no aprovecharon debidamente en Chile y otros cuyos servicios fueron cedidos al gobierno peruano por el de la Moneda. Todo ello aparte de los trabajos que realizo a favor del Perú y de la colaboración que presto a sus agentes. Entre los múltiples asuntos que traía entre manos, cuenta Vicuña, " me había ocupado de organizar una expedición de atrevidos aventureros, oficiales de mar y mecánicos, que se dirigiesen a Chile por la vía de Panamá y de cuenta de nuestro gobierno, para emprender operaciones secretas contra los buques españoles, dueños tranquilos de nuestras bahías; había hecho construir expresamente 18 magníficos torpedos fijos a razón de sesenta pesos cada uno (que fueron los mismos, según se nos ha dicho, que se quemaron en la aduana de Valparaíso el día del bombardeo); se había adquirido, bien que no con todo nuestro parecer, un bote-torpedo a vapor para secundar las operaciones de aquellos osados voluntarios; se había contratado el oficial de artillería naval y fundición de cañones de más reputación en todos los Estados Unidos, para que viniera a plantear el mismo precioso establecimiento de guerra que se ha construido después en Limache, y por último, nos habíamos puesto al habla con algunos de los jefes más notables de la marina confederada». Entre esos jefes a quienes el término del conflicto civil había dejado sin puesto ni fortuna, se destacaba el comodoro Tucker.

Los buques eran el Ne-Shaw-Nock, de 1800 toneladas y 14 a 15 millas de andar, enteramente nuevo; el Pencas, cañonera de guerra construida en 1861, de 507 toneladas; el Isabella, buque de fierro y hélice de 700 toneladas, y el Cherokee, buque idem de 606 toneladas, «muy notable por sus cualidades marineras y por su andar»(168). Traídos todos ellos a Chile, sin ningún riesgo para su gobierno, y hechos los arreglos convenientes y armados con los cañones comprados por él mismo, fueron calificados por los técnicos oficiales chilenos y extranjeros en forma altamente satisfactoria.

El gobierno de Chile reconoció esos servicios en nota del Ministro de Relaciones Exteriores de fecha Agosto 4 de 1866, en la cual se decía como, a pesar de las ingentes dificultades ocurridas, había logrado Vicuña «proporcionar a nuestro país un poderoso contingente de elementos de guerra». «En la adquisición de esos elementos-añadía el Ministro Covarrubias -ha desplegado Ud. la más escrupulosa economía y mediante sus esfuerzos, la república ha obtenido, a precios relativamente módicos y bajo condiciones ventajosas, un considerable material de artillería de grueso calibre y cuatro naves adecuadas para la guerra».

¿Cuánto gastó Vicuña Mackenna en sus adquisiciones para la defensa nacional? Sólo 960,815 pesos, moneda chilena. El representante de Chile poseía, en achaques de dinero fiscal, el secreto de las economías heroicas.

En recompensa de tales esfuerzos Vicuña recibió a fin de Mayo una comunicación oficial en que se ponía término a su misión y una atenta esquela de Covarrubias dándole explicaciones sobre el particular. La noticia no pudo menos de causarle júbilo, pues ya los nervios estaban gastados y la fatiga de tan considerable actividad no era escasa. «En verdad mi misión estaba concluida -escribe Vicuña- y ya el tedio comenzaba a invadir el alma empobrecida por los desengaños, arrebatándole sus últimos brios, porque el desencanto venía de todas partes y de ninguna el estímulo, ni siquiera la justicia» (169).

Vicuña comenzó a preparar sus flacos equipajes.

Pero antes de acompañarlo a bordo del navío de retorno, mencionemos la publicación de un folleto en inglés que bajo el título de Chili, Spain and the United States hizo en la imprenta de Hallet, en Nueva York. En él se contenía una descripción general de Chile, y algunos de los discursos y conferencias dictados por el autor, quien ocultó su nombre bajo el de su secretario particular Mr. Daniel Hunter.

El texto inglés, redactado por el propio Vicuña, es de una corrección irreprochable.

Aún otras actividades.

El gobierno norteamericano había propuesto en forma reiterada su arbitraje a las naciones beligerantes en el conflicto con España. Con notable sagacidad Vicuña adivinó tras el ofrecimiento del secretario Seward la mano del Ministro Tassara y pudo influir en evitar a los países americanos nuevas humillaciones. Sus notas oficiales al respecto son interesantes.

Por ese mismo tiempo Vicuña dio nueva muestra de su exaltado americanismo. Fue el caso de la deuda ecuatoriana. El gobierno de Ecuador atrasó cerca de tres meses el pago de un dividendo que alcanzaba a 10,533 pesos 28 centavos y, para cobrarse, el presidente Johnson solicitó del Congreso Federal «el recurso de que se autoricen otros procedimientos, en el evento de que llegaren a ser indispensables» (170). Es decir la presión militar y acaso la ocupación.

Vicuña Mackenna se exaltó. «Tuve, en vista de tanto escándalo-escribe en el libro de su Misión-uno de aquellos arranques que en nuestra clásica tierra de la circunspección estólida dícense propios de loco, y fue tomar un cheque por el valor reclamado (de aquellos mismos que aún quedaban del gran meeting de Monroe) y mandárselo en un sobre a mi encumbrado carcelero, constituído ahora en alguacil de las «hermanas repúblicas de Sud América».

Asta-Buruaga y Barrera ofrecieron la fianza de sus respectivos gobiernos. Pero el gesto de Vicuña ha permanecido.

Y era en verdad el más hermoso sello que podía tener su misión americanista en los Estados Unidos.

 

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Notas

167

Los " marinos de tierra firme " pretendían que los barcos eran inadecuados y que Vicuña había sido engañado por su técnico el Wilson.
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168

Informe al Ministro de Marina.
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169

Diez Meses de Misión.
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170

Mensaje fechado en Washington el 9 de Mayo de 1866.
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