ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo XLIII.

Dejemos a Vicuña reposando en la intimidad del hogar y tratemos de completar nuestro estudio sobre su espíritu americanista, analizando más a fondo las ideas que sustentara.

Vicuña Mackenna como O'Higgins, como Bolívar, como otros conductores espirituales del continente, sintió la unidad de América. En su cerebro potente se agitaba la grande idea. Y sus ojos que sabían adentrarse en el tiempo infinito, más allá del camino breve y fecundo de sus años, clavándose en el horizonte cubierto de sombra, en aquel horizonte que habían escrutado Bolívar en la noche de Ayacucho y el vencido de Rancagua en las jornadas de los Andes, percibían los albores de la gran unión que un día habrá de vincular en uno solo a todos los pueblos de América. Desaparecerían las fronteras políticas, las económicas tornaríanse ingrato recuerdo y los hombres liberados de cadenas y de prejuicios, con el alma bañada en sol matinal, en aquel amanecer de una humanidad nueva sentirían hervir en la carne, en el cerebro activo, en el espíritu limpio de odios, la plenitud de la verdadera fraternidad. ¡Vendrán los tiempos!

El ambiente de 1862 parecía propicio.

La expedición a Méjico preparada en los consejos de las Tullerías y la política de intervención extranjera en América a pesar de la doctrina Monroe, cuyos guardianes se hallaban en plena guerra civil evidenciaban la necesidad de buscar el entendimiento cordial de los pueblos hispanoamericanos. Cuando la aventura de Maximiliano fue un hecho, se produjo en los círculos directivos del país viva agitación. ¿Qué actitud asumiría el gobierno? El Presidente Pérez era hombre moderado, excesivamente prudente, y como don Ramón Barros Luco, que andando los años ocuparía su sillón en la Moneda y con el cual tenía su carácter muchos puntos de contacto, acaso pensaba que el noventa por ciento de los problemas políticos se resuelven solos y el otro diez por ciento no tiene solución. El gabinete, traduciendo quizá tal pensamiento, al imponerse de la Convención de Londres 'en que España, Francia y Gran Bretaña se comprometieron a enviar fuerzas armadas a las costas mejicanas. resolvió expresar a las potencias signatarias sus simpatías por Méjico y los votos que formulaba por el mantenimiento de la paz y de las buenas relaciones de amistad y comercio que sostenía con ellas. ¿Cómo se concretaron esas simpatías? Se acordó enviar un representante. diplomático a la tierra de Hernán Cortés, con. instrucciones de cooperar a la tarea de restablecer lazos de amistad entre aquélla y el gobierno de Napoleón III. Eso fué todo, La actitud platónica de Pérez debía modificarse después más honrosamente.

Vicuña Mackenna rompió de inmediato el fuego contra los invasores, publicando en «La Voz de Chile un articulo » -La Nueva Santa Alianza-en que hacía «profesión de fe de su ardiente y profundo republicanismo».

Luego entregóse de lleno a orientar, en compañía de Lastarria, las actividades de la Sociedad de la Unión Americana de Santiago, recién fundada en esos días y eh cuyo seno promovió intenda campaña en pro de los ideales de unificación. La idea no era en Vicúña hija de las circunstancias y del peligro exterior que pudiera caer sobre otras repúblicas sudamericanas que estuviesen en situación de falencia económica, sino venía desde antiguo trabajando su espíritu. Era un americanista integral, como puede verse a través de su vida y obra. En carta a Mitre, por ejemplo, fechada en Lima hacía más de un año (172), decía: «Trabajo también con empeño en una obra sobre federación americana. Tengo la ambición de hacerme el soldado modelo, pero infatigable y activo, de esta idea salvadora».

«La Voz de Chile» comenzó a publicar en Mayo de 1862 los Estudios históricos sobre confederación americana en que Vicuña reunió todas las publicaciones sobre la materia hechas hasta entonces en el continente. Esos estudios, más tarde dados a la estampa bajo su personal dirección, pusieron en eficaz relieve, sus propósitos de constituirse en ciudadano de América.

Vicuña Mackenna se entregó a la tarea internacional con grande entusiasmo. En la sesión inaugural de la Sociedad de la Unión Americana, que se llevó a cabo el 25 de Mayo de 1862 en la quinta del general Las Heras, pronunció vibrante discurso (173). Poco más tarde, en sesión de 22 de Junio, propuso el nombramiento de una comisión que hiciera presente al jefe del Estado la necesidad de acreditar una misión especial en Méjico o en el punto que se estimase más oportuno, a fin «de promover la Unión Americana».

Ese mismo día se nombró una comisión para que ordenase y diese a la estampa los documentos atingentes a la Unión Americana. De ella formaron parte Vicuña Mackenna, José Victorino Lastarria, Alvaro Covarrubias y Domingo Santa María, pero toda la tarea fue realizada por Vicuña (174). A fines de año daba éste cima a ella con la publicación de la Colección de Ensayos y Documentos relativos d la Unión y Confederación de los Pueblos Hispano-Americanos.

En el prólogo del fuerte volumen en que se contenían dichos trabajos, Vicuña hacía ver como los esfuerzos realizados anteriormente fracasaron por tratarse sólo de actos oficiales, de gobierno a gobierno, que se generaban en móviles egoístas y pasajeros. Hasta entonces, afirmaba, no había existido ningún verdadero proyecto de federación americana, que fuese alianza de pueblos, fraternidad de nacionalidades, liga de repúblicas.. .

En estas palabras de Vicuña ¿no está contenida la doctrina que ha de vincular mañana a los países de nuestra América? Alianza de pueblos, es decir unión de pueblos, vinculación efectiva de grupos de hombres y no coalición de gobiernos o de intereses transitorios. Fraternidad de nacionalidades, esto es, dar a esa unión contenido espiritual de vinculación efectiva en el cuadro de la democracia, sin distinción de razas ni de clases. Liga de repúblicas, es decir federación política de las diversas repúblicas o núcleos de nacionalidades. En todo ello se advierte raíz socialista, pues sólo el socialismo auténtico aquel en que dominan las fuerzas humanitarias y civilizadoras crea real fraternidad entre los hombres.

Veamos como analizaba Vicuña el proceso histórico de las tentativas de federación.

«La idea de la Federación americana -escribía (175)- presenta en estos momentos, en el suelo del Nuevo Mundo, la imagen de esos meteoros que iluminan a veces la densa oscuridad de los cielos. A1 través del velo de las tinieblas, todos han asomado el rostro en la hora de la alarma, y al divisar a lo lejos el aparecido resplandor, han sentido sus espíritus agitados por la esperanza y la inquietud. Todos ven asomar el astro que augura nuevos destinos.. . pero nadie sabe de dónde viene ni a dónde se encamina aquella luz que ha interrumpido el caos».

Y su pluma describía las tentativas anteriores: el Pacto de los Americanos, firmado en París el 27 de Diciembre de 1797; el Congreso de Panamá, reunido en Julio de 1826; el Congreso de Plenipotenciarios, celebrado en Lima en Enero de 1848, y el Tratado Tripartito de 1856, entre Chile, Perú y Ecuador.

«El primero de aquellos graves movimientos del espíritu americano, -dice- es el único verdaderamente grande. La providencia lo había marcado con su infalible dedo. La libertad de un mundo iba a salir del caos de los siglos. El alma de los pueblos palpita entonces visiblemente en la frente de sus elegidos. Miranda, el inspirador de aquel sublime complot, es el designado, es el apóstol. Después será el ejecutor y el mártir». « La América libre debe un monumento, eterno como los siglos, a don Francisco Miranda, Colón indígena, descubridor en el mundo nuevo de un mundo de libertad».

En el origen de la Asamblea de Panamá hubo un hombre, «el único capaz de encaminarla a su arduo fin». Y ese hombre en el cual todo era grande menos la virtud, se llamó Monteagudo. «Fué un Tácito con el alma de Nerón», dice Vicuña. «Muerto Monteagudo, agrega, la idea generatriz de la Confederación Americana, que había brotado en su poderoso cerebro, se desvirtuó por sí sola. Bolívar levantó el pensamiento que se había enfriado sobre el cadáver de su confidente, sólo como un escudo de defensa contra la Santa Alianza, no como el lazo de fraternidad y de poder para las nacionalidades»

Y analizando con admirable sentido filosófico y político las razones por las cuales la idea de federación no había prosperado -carácter meramente oficial de las tentativas y móviles oportunistas y momentáneos- concluía: «De manera, pues, que examinada a fondo la cuestión, no ha habido hasta hoy ningún proyecto de federación americana propiamente dicha-alianza de pueblos, fraternidad de nacionalidades, liga de repúblicas».

Pleno de fe agrega: «No faltarán obreros y secuaces para la gran cruzada a cuyo llamamiento todos deseamos responder con el contingente de nuestra voluntad o de nuestro brazo, de nuestro óbolo o de nuestra sangre».

Añade aún: «Entre tanto, cumple a Chile en su rol de pueblo americano una doble misión, un doble deber: la iniciativa y la reparación». Con ello quería referirse a la inasistencia de plenipotenciarios chilenos al Congreso de Panamá y a la guerra contra la confederación Perú-Boliviana.

El estudio de Vicuña Mackenna termina con estas palabras de hondo sentido profético: «Y así se cumplirán en el porvenir los destinos de esta patria común, el más magnífico de los cinco grandes continentes que la mano del Eterno vació en el molde de su omnipotencia y al que un piloto sublime llamó «el Nuevo Mundo» porque en sus portentos era como una segunda y maravillosa Creación!»

Dentro de tal orden de ideas se desarrolló su acción en la Sociedad de Unión Americana. Sólo propósitos de defensa colectiva habían dado origen a ésta, más ella debía transformarse con rapidez bajo la acción de Vicuña, secundado eficazmente por su padre y otros hombres selectos. En el estadista chileno la idea unificadora acaso poseía más fuerte sentido integralista que el alcanzado en las directivas dé Miranda, Monteagudo y Bolívar; pudiendo estimarse, cuando menos, que en él se traducía en mayor realismo.

Examinemos un poco esa labor de Vicuña Mackenna y sus compañeros.

En sesión de 17 de Agosto de 1862 y a indicación de don Bruno Larraín la Junta directiva designó una comisión «encargada de redactar las bases generales de la Unión Americana». Quedó compuesta de Vicuña Mackenna, lsidoro Errázuriz. Manuel Antonio Matta y los señores Recabarren y Lazo (176), En esas Bases, que dicha comisión elaboró, está contenido todo el espíritu americanista de Vicuña. Y acaso ellas signifiquen uno de sus más altos aportes al movimiento unificador.

«Las lecciones de la historia-dice el preámbulo-y las perspectivas de la esperanza se adunan para repetir a nuestras Repúblicas que sus destinos -sin duda grandiosos como cuadra a los pueblos que han venido a sentarse en el banquete de la civilización cuando todos los otros les habían preparado, con sus esfuerzos y sus sacrificios sin cuento, los necesarios elementos- que sus destinos sólo pueden adelantarse y consolidarse en una acción común». La «solidaridad de los destinos, la necesidad de una sola acción» tendería «a formularse en una confederación». Las bases de ella quedaban elaboradas, mas no «como una norma inflexible, e inmediata y fácilmente aplicable a las circunstancias actuales»(177).

«Para nosotros -añade el preámbulo citado- la idea de unión no puede realizarse sino en un régimen de confederación de los países que la compongan: y esa confederación no puede dejar de tener muchas e importantes semejanzas con las constituciones de las confederaciones que existen en el mundo, entre las cuales descuellan las de Estados Unidos y de Suiza». Dicho propósito se traduciría en autoridad formada por representantes de todos los pueblos confederados, en representación externa única, en «sostenimiento y creación de una fuerza material común que sirva de instrumento al pensamiento y al interés comunes de las Repúblicas unidas».

Contra el gran proyecto se elevarían voces impugnadoras, con tacha de quimérico. Pero... «Lejos estarnos nosotros, anticipa la Comisión, de desconocer las arduas dificultades que por mucho tiempo serán todavía un estorbo a la completa realización de nuestro ideal-una gran nacionalidad americana, puesto que aspiramos a que se forme de todas las repúblicas, una gran confederación, y de todas las patrias diferentes, una sola, la patria americana-pero no damos a los que así impugnan nuestras opiniones razón en sus juicios. De la dificultad a la imposibilidad hay mucha distancia».

Para la Comisión el espíritu de la gran nacionalidad estaba en el ambiente. Y era menester darle consistencia, comenzando, si necesario fuese, por formar grupos de repúblicas homogéneas que viniesen finalmente a constituir un solo estado. Su entusiasmo, su fe les engañaban en la oportunidad de realizar, aún cuando verdaderamente existía en aquellos días un espíritu de fraternidad americana que -más tarde se fue malogrando hasta casi extinguirse. Una racha nueva pasaría por el continente en 1910, el año de la grande conmemoración centenaria. Y pasaría. Más la hora llegará. El genio de Vicuña Mackenna iba a menudo por delante de los tiempos.

Veamos las Bases elaboradas por Vicuña y sus compañeros (178).

Dice el primer artículo, capítulo I: «Siendo la Unión Americana la patria común de todos los que hubieren nacido en los estados que la componen, los ciudadanos de los diversos estados gozarán en cada uno de ellos, de los mismos derechos civiles y políticos que los naturales, y a la misma ley de igualdad quedarán sometidos el comercio, la industria y la marina de todos ellos».

«Un Congreso -indica el articulo 3.°, capítulo II- formado por dos ministros plenipotenciarios elegidos en votación directa por cada una de las repúblicas que componen la Unión Americana, será el gobierno general de la confederación. La duración de los poderes de los ministros plenipotenciarios de este Congreso será de cuatro años, debiendo renovarse, en la misma forma, por mitad, cada bienio».

Las principales atribuciones del Congreso, señaladas por el artículo 4.°, serían: «1. La Examinar y decidir definitivamente las cuestiones que puedan suscitarse entre los miembros de la Unión Americana, terminando en primer lugar las de límite y jurisdicción que hubiere entre ellos. 2. Fijar el pabellón y las armas de la confederación. 3. Fijar la unidad de pesos y medidas y determinar el tipo, ley y denominación de la moneda... 6. Determinar anualmente el presupuesto de los gastos generales. 7. Determinar anualmente la proporción en hombres y dinero con que debe concurrir cada Estado. 8. Disponer del contingente militar de los Estados de la Unión. 10. Señalar y determinar la parte de territorio que queda sometida a su inmediata jurisdicción en el lugar de su residencia. 11. Alternar su residencia, salvo los casos de guerra, entre las diversas repúblicas, permaneciendo dos años en cada una de ellas, según el orden que previamente se hubiere acordado. 12. Establecer y dirigir las relaciones diplomáticas con los demás países. 13. Formular los principios de derecho internacional a que deberá ajustar su conducta en sus relaciones con los demás países; no pudiendo celebrar tratados que otorguen exenciones o privilegios especiales. 14. Aceptar, declarar y terminar la guerra. 15. En caso de guerra, fijar las fuerzas y dinero con que deben concurrir a ella cada uno de los miembros de la Unión, según la proporción previamente establecida. 16. Dirigir las operaciones de la guerra por medio de los jefes en quienes delegare sus facultades».

La fuerza militar terrestre de la Unión, según el artículo 5.° (cap. III), consistiría en la Guardia Nacional en la cual se alistarían los ciudadanos de 20 a 50 años de edad de los diversos Estados. Y la marítima, de los buques que el Congreso determine, repartiéndose proporcionalmente su tripulación y costo en los Estados.

«Cada Estado de la Unión Americana, dice el artículo 9." (cap. V), conserva su autonomía en todo lo que no se oponga a las atribuciones que expresamente se confieren al Congreso de ministros plenipotenciarios, no pudiendo ni éste ni ninguno de los Estados, mientras subsista la Unión, menoscabar la forma de gobierno republicano democrático que actualmente tienen». «El poder ejecutivo de cada Estado de los que compongan la Unión (Art. 10.°), será el órgano ordinario para las comunicaciones entre ellos y el Congreso de ministros plenipotenciarios, y también el medio para hacer cumplir las resoluciones de éste, en el seno de cada uno de ellos» (179).

Las Bases fueron discutidas en muchas sesiones y traídas al debate en diversos periodos, hasta su aprobación final.

En el seno de la Sociedad los dos Vicuña tuvieron actuación considerable, según queda anotado. El hijo desempeñó, con la eficacia de siempre, las funciones de secretario en la Junta Directiva elegida en Mayo de 1864 (180). El aporte de don Pedro Félix parece también trascendente, mereciendo señalarse un proyecto de acción expuesto en rota de 10 de Mayo de 1864 (181). El ilustre ciudadano vería llegar los últimos días de su noble jornada sin que los ideales de su espíritu experimentasen el menor quebranto ni su línea pública el más mínimo renuncio. Vicuña Aguirre fué toda su vida una gran bandera en marcha.

No se concretó a ellos la acción americanista de los Vicuña. Otro hijo pie don Pedro Félix, don Juan, fundó en el valle de Purutún, a orillas del Aconcagua, un pueblo con el nombre de Unión Americana, el cual fué inaugurado solemnemente el 2 de Octubre de 1862 (182). Idea generosa, noble ilusión de juventud, desbaratada por los contrastes de la fortuna y de la vida, merece un recuerdo en estas páginas.

La labor de Vicuña Mackenna en los trabajos de la Unión Americana se prolongó por espacio de varios años. Participó en casi todos sus debates hasta el momento de partir a Estados Unidos en misión confidencial de su gobierno, en 1865. Muchas de las ideas allí aprobadas y de las mociones en pró de los países sudamericanos amenazados o víctimas de la intervención extranjera -Méjico, Cuba, Perú- fueron obra suya. Ya conocemos, por otra parte, su actuación en Nueva York y Washington y sus esfuerzos en favor de la independencia de Cuba y Puerto Rico.

La misión de Vicuña Mackenna en Norte América tuvo extraordinario relieve americano, según hemos evidenciado en anteriores capítulos, y su importancia se acrecienta por el hecho de haber sido la primera voz latina que en el corazón de Estados Unidos se levantó en favor de la unidad de los pueblos del Sur. En su histórico editorial del 1.° de Junio de 1866, La Voz de América (182a), señaló el nacimiento oficial de la nueva doctrina, agotado el contenido espiritual de los antiguos principios de Monroe que el gobierno yankee traicionara y como consecuencia de la victoriosa alianza de Chile, Perú, Bolivia y Ecuador.

«La Doctrina Monroe proclamaba es una impostura del pasado o una farsa de plataforma del presente (182b). La Doctrina nueva de la Unión Americana es la enseña del porvenir».

Esa voz no clamó en desiertos. Un túnel de incomprensión y de silencio había de canalizar sus ecos, pero el tiempo los amplia hoy y la propaga. ¡Las nuevas generaciones de nuestra América se aprestan a tremolar a todos los vientos la bandera unificadora de Bolívar y Vicuña Mackenna!

Terminada su misión y de regreso en Chile, Vicuña prosiguió la línea de su tarea americanista y ésta no decayó nunca., aún cuando en el período de la guerra del Pacifico, como se ha de ver más adelante, se transformase en el portavoz de la nacionalidad. A este respecto conviene tener presente que el espíritu animador de sus trabajos en aquel período -rota la paz inevitablemente- persigue doble finalidad: hacer de Chile con miras a la unión misma, un país modelo, una nación conductora en el orden espiritual, y combatir el imperialismo comercial que poderosas firmas extranjeras pretendían establecer en el Perú y en Bolivia a base de la explotación del salitre y del guano. La política de los gobiernos dictatoriales o seudo democráticos -nacidos generalmente de cuartelazos a que esas firmas no eran extrañas- que dominaban en ambas repúblicas, daría tono concretamente imperialista a una guerra a que Chile se vió arrastrado contra la voluntad de sus dirigentes.

Transcurridos largos decenios desde los días de la Sociedad de la Unión Americana, cabe preguntar en qué pararon aquellos esfuerzos. Méjico permaneció varios años invadido, advino el imperio de Maximiliano, las fuerzas que encabezaba Benito Juárez triunfaron y los usurpadores, víctimas de intrigas de cancillería y de ambiciones de corte, más que de otra culpa, encontraron fin en el patíbulo de Querétaro. Cuba -a pesar de los esfuerzos de Vicuña y de los patriotas cubanos- siguió en calidad de colonia militarizada hasta fines del siglo. Puerto Rico continúa hasta hoy en esclavitud. La guerra americanista contra España terminó en largo impase. ¿Qué siguió? Las cancillerías americanas se encerraron en el cuadro de sus intereses, largos pleitos de- límites distanciaron a casi todas las repúblicas colombinas, varias guerras ensangrentaron el continente con su cortejo de rencores y de luchas aduaneras y el nuevo siglo descubrió un panorama bien lejano del espíritu de los hombres que habían soñado en la unión.

A pesar de todo ello vale reconocer que esos esfuerzos no fueron estériles. Sobrevive -repetimos- el espíritu de unificación, el deseo de establecer la verdadera fraternidad que alienta en la juventud americana de nuestro tiempo, cuyas avanzadas marcharán a la conquista de sus ideales con paso irresistible.

Y la Unión surgirá, haciéndose carne el verbo de los caudillos americanistas del siglo XIX.

 

__________

Notas

172

5 de Septiembre de 1860.
volver

173

Vicuña y Lastarria, según se lee en las actas, emitieron «diversas ideas que han de servir de punto de partida a la discusión y a los trabajos de la Unión Americana». (Véase el Segundo Tomo de la Colección de Ensayos y Documentos relativos a la Unión y Confederación de los Pueblos Sud Americanos).
volver

174

«La labor de esta comisión no fué más que nominal porque Vicuña Mackenna realizó exclusivamente todo el trabajo»: Ricardo Donoso, obra citada.
volver

175

Colección de Ensayos y Documentos relativos a la. Unión y Confederación de los Pueblos Hispano-Americanos. En ella Vicuña Mackenna insertó los estudios, que sobre la materia había compilado anteriormente, a más de los propios.
volver

176

Casi todas las actas de sesiones de la «Sociedad de la Unión Americana de San-tiago de Chile», se publicaron en 1867, bajo la dirección de P. Moncayo, en el Segundo Tomo de la ya citada Colección de Ensayos y Documentos.
volver

177

1862.
volver

178

Parece justo, al hablar de la labor de Vicuña Mackenna en el seno de la Co-misión redactora de las Bases de Unión Americana, indicar que en los trabajos de ésta debió corresponder actuación muy destacada a hombres tan eminentes como Isidoro Errázuriz y Manuel A. Matta. Y aún cuando no formase parte de la Comisión no es posible silenciar el nombre del ilustre Lastarria, ligado a Vicuña por tan estrechos lazos de amistad y de afecto. Otro tanto cabe decir del autor de El porvenir del hombre.
volver

179

Bases de Unión Americana discutidas y aprobadas por da. Sociedad de Unión Americana de Santiago, Santiago, 1867.
volver

180

Esa Junta, electa reglamentariamente para un período asáz breve, estaba presidida por el almirante Blanco Encalada. Don Manuel A. Matta era su primer vicepre-sidente.
volver

181

En informe suscrito por justo Arteaga, Pedro Godoy, Eulogio Alliende y Manuel Rengifo, se decía acerca de la moción de Vicuña: «La comisión de defensa, infor-mando sobre el proyecto de don Pedro Félix Vicuña, que se ha sometido a su examen, se hace un honor en manifestar a la sociedad de la «Unión Americana» que el pensamiento en abstracto del señor Vicuña o reducido a su segunda proposición, es sin duda uno de los medios más eficaces cómo las repúblicas americanas podrían llegar a crearse un poder invencible que las pusiera a salvo de las empresas de conquista que osadamente se aco-meten en el siglo de las luces. Los antecedentes del autor, que siempre entusiasta por los verdaderos principios democráticos, no ha cesado desde su juventud de servir a tan santa causa como famoso publicista, nos ahorran de tributar los aplausos que su trabajo merece».
Véase el segundo volumen de la citada Colección de Ensayos y Documentos. En el tomo primero, que fué dirigido por Vicuña Mackenna, se encuentra un interesantísimo trabajo de Vicuña Aguirre: Único asilo de las Repúblicas Hispano-Americanos en un Congreso General de todas ellas. (1862).
volver

182

En nota fechada en Melón, el 3 de Octubre de aquel año, cuenta don Pedro Félix Vicuña los detalles de las ceremonias que tuvieron lugar en el nuevo pueblo, durante las cuales se exhibió la bandera de la Unión, de color blanco «con una estrella verde sobre-puesta a un círculo del mismo color que denotaba el continente de América».
Ese curioso documento puede consultarse en el segundo volumen de la ya citada Colección.
volver

182a

La Doctrina Monroe y la Unión Americana. (La Voz de América, número 17. -Nueva York, junio 1° de 1866).
volver

182b

1866.
volver