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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo LVI.

La candidatura de Vicuña Mackenna se generó espontáneamente en el corazón de su pueblo, hemos dicho.

Al término del año 1874 la situación política era ambigua y acusaba desorientación en los partidos y en los círculos de gobierno. Este se no atrevía a hacer pública la resolución secreta aún de continuar la tradición intervencionista, según la cual se habían generado todos los jefes del Estado, después de la caída del Presidente Vicuña, pues ello equivaldría a traicionar reiteradas promesas de libertad y de respeto al derecho de sufragio, a cuyo cumplimiento parecía obligado el Presidente Errázuriz Zañartu en razón de ideas defendidas por él mismo durante buena parte de su vida. De los partidos, el Conservador permanecía alejado del gobierno después de su ruidosa ruptura con Errázuriz en 1873, y el Radical, el más avanzado de entonces, coqueteaba ya con el poder. ¿Los liberales? ¿Dónde estaban los liberales doctrinarios que habían combatido en las mismas filas de Vicuña Mackenna en los tiempos de Montt? Vientos de excisión parecían empujar a los unos hacia la Moneda, con vergonzante renuncio de sus tradiciones políticas, y a otros, los más puros, hacia el terreno opositor que era el de la eterna protesta contra los abusos y las injusticias de los poderosos.

En el verano de 1875 Vicuña se dirigió al sur en viaje de descanso que no tardó en transformarse en jira triunfal. Llegó a Talcahuano, donde en manifestación solemne-el 9 de Febrero-se habló por primera vez de su candidatura. Siguió a Tomé y después a Concepción. En todas partes recibió extraordinario agasajo. «En Chillán, escribe Donoso, San Javier, Talca, San Fernando y San Bernardo, el Intendente de Santiago es recibido como un vencedor, aclamado como un héroe». Su nombre corre de boca en boca y los pueblos lo convierten espontáneamente en su ídolo. No era posible registrar una popularidad semejante en toda la historia política de Chile.

De regreso a Santiago, el 6 de Marzo, se encontró Vicuña con que las ovaciones recibidas por él durante su jira veraniega habían caído mal en palacio. Un amigo de siempre, don Abelardo Núñez, se encargó de advertírselo: «Sus triunfos, me dijo, llamándome aparte, apenas bajé del carro, han causado una irritación profunda en los hombres de la Moneda. Todos los ministros, especialmente Altamirano, hablan de su campaña por el sur como si se tratara de. un atentado político, casi como una rebelión de partido contra el gobierno a quien Ud. ha servido con una consagración de que no hay ejemplo».(226a).

Vicuña fue al día siguiente a palacio, celebrando detenida entrevista con Errázuriz. Tres días después y creyendo en las promesas de abstención que venían de la altura, se dirigió, en circular de 10 de Marzo, a sus principales partidarios, comunicándoles que iba a la lucha. «Hoy por hoy la situación es nuestra», decía, y «lo que sea el desenlace definitivo lo dirán los esfuerzos de mis amigos». «He hablado con toda franqueza con el Presidente-añadía-y con todos y cada uno de sus Ministros, de modo que puedo proceder autorizado por ellos a presentar mi candidatura a la Presidencia de la República». Y en forma concluyente esta afirmación: «No soy, ni seré, ni puedo ser candidato oficial». «Nadie lo será tampoco. La arena está abierta para todos los buenos, y en ella creo encontrarme yo con tan buen derecho como otro alguno». Su propia honradez política lo llamaba a engaño, pues la arena no estaba abierta y sí ocupada por los organizadores de las jaurías oficialescas que pronto intervendrían en favor del candidato de la Moneda, obedeciendo órdenes de Errázuriz.

Vicuña, entre tanto, luego de pedir a sus amigos que en ningún caso explotasen su posición oficial, pues de él no se podía hablar como «del candidato-intendente, sino del escritor, del antiguo liberal, del ciudadano, procedió, a presentar renuncia indeclinable de la Intendencia de Santiago el 19 de Abril, rechazando el nombramiento que para un nuevo período se le había extendido por decreto de 10 de aquél mismo mes.

Y comenzó su prodigiosa campaña presidencial.

Desde el primer momento desplegó actividad febril. Discursos, proclamas, circulares, cartas, manifiestos. En su despacho particular trabajaba dictando a cuatro o más secretarios a un tiempo. Y aún se lo daba para visitar, hacer jiras y concurrir a homenajes y festejos. Estos comenzaron en Marzo con un gran banquete en Rengo. El 5 de Abril hubo otro en San Felipe y el 11 uno de mayores proporciones en Quillota. El entusiasmo popular crecía en ondas cada vez mayores, adhiriendo todo el país a su candidatura. Y era lógico, pues, como dice Donoso, infundía «la confianza en los corazones y la esperanza en los espíritus».

En Mayo numerosos departamentos proclaman su candidatura y la mayoría de la prensa nacional -casi la totalidad- adhiere a ella. El día 6 lanza Vicuña su Manifiesto Programa (226b).

«Aclamado desde hace seis días-dice en ese notable documento-por los más nobles y generosos pueblos de la República para un puesto de alto deber, mi voz humilde se reviste y se enaltece con la autoridad de la voz de ocho provincias de la nación». «He comenzado mi tarea desde muy abajo en el corazón del pueblo».

Y ofrecía trabajo justo y sin tasa. Tolerancia confesional y respeto a todas las ideas. Libertad. «En orden a la libertad, decía, no necesito prometer nada sino abrir el libro de mi vida entera». « Declaro asimismo, como hombre de conciencia y patriotismo, que acepto de lleno aquellas libertades civiles y políticas que tienden a constituir la igualdad social y política de los chilenos».

«La abolición del fuero, para el eclesiástico, para el soldado, para todos los órdenes de funcionarios, sin exclusión del más alto, en causas comunes, como cumplimiento de lo preceptuado en la Carta y como movimiento precursor de la reforma democrática de la guardia nacional, que hoy constituye un privilegio de castas. Y en un sentido análogo el establecimiento del registro civil». Crear el país civil «que constituye sin duda la más viva aspiración de nuestra época».

El problema de la separación de poderes le preocupa, entrando por primera vez en América en el radio de un programa de gobierno: «Concebidas las cosas de esta manera, el gran problema, puramente político, de la separación de la Iglesia y del Estado queda, reducido a un simple acuerdo de potestades, a un pacto de buena voluntad, sea que la iglesia lo proclame, como podría hacerlo en su solo interés bien entendido, sea que lo dicte la Nación soberana como ley soberana para todos y en el interés de todos».

Trabajo, trabajo. Está «abierto el surco a la simiente de la fecundidad, hallánse encendidas las ascuas del taller, y el martillo del obrero golpea ya sobre el yunque redentor».

Civilizar la Araucanía, conquistar para el progreso y la tierra común a los indios sumidos en noche de barbarie. Llevar a todos los rincones la mano civilizadora.

Hay que tender el riel por doquiera y si fuese necesario «que el caudillo designado por el voto del pueblo habite bajo la lona, como el simple soldado, no será mi naturaleza la que dé un desmentido a ese género de fáciles sacrificios». Civilizar, acrecentar la vialidad, todo género de comunicaciones, «¿no deben considerarse como justas y sensatas las aspiraciones locales que se encaminan a acercar los centros de producción a los de consumo y de salida?» Y va lejos, propiciando obras que el tiempo ha realizado (ferrocarriles diversos) y otras que más de medio siglo después continúan siendo un problema (227).

Y para las provincias toda la autonomía posible, amplia ayuda en la resolución de sus diversos problemas locales. Valdivia, Chiloé y Llanquihue aguardan, por ejemplo, «la explotación de sus magníficos recursos naturales, la explotación de sus ríos, la explotación de sus lagos, la explotación de sus mares». Y en la zona del norte satisfacción de necesidades vinculadas a los intereses de la minería, «que es la mies de la riqueza y a los de la irrigación, que es la savia de esa mies». Queda planteado «el problema político de la descentralización administrativa» que los rieles y el trabajo resolverán mejor que un decreto muerto del Boletín de las Leyes.

Debe crearse la autonomía local. En «medio de esta nación que la naturaleza hizo profundamente autonómica entre los Andes y el Océano, es preciso crear la autonomía local que robustece el cuerpo del bien público. Despojados los municipios de los poderosos atributos del poder electoral, concédaseles en cambio el pleno goce de su vida propia, de su beneficencia, de su instrucción local, de su industria y de su renta, el manejo y el ensanche de sus contribuciones urbanas, devoradas hoy por el apetito desolador del gran todo que se llama Estado».

Es preciso crear, también, nuevas provincias. Crear en el orden administrativo un «Ministerio de Agricultura, trabajos públicos e inmigración».

Dentro del programa de obras de vialidad el ferrocarril chileno-argentino. «Y como la cintura de granito que reuna en una sola haz todas las porciones aisladas del movimiento interno y exterior, esa gran empresa iniciada desde la Independencia, e inconclusa desde entonces, que significa juntamente la paz con las hermanas, el abrazo con la Europa, el gran sendero histórico de la humanidad hacia el occidente: el ferrocarril de los Andes».

En materia de finanzas toca la idea de sustituir la alcabala por «el impuesto directo sobre la propiedad urbana, sobre la herencia, sobre el capital en giro» buscando la equidad del repartimiento de los cargos públicos, temas que reputa «de paciente estudio para los hombres especiales», es decir para los técnicos. Da valor predominante al manejo de la Hacienda y adentrándose en el tiempo adivina tal vez los futuros organismos de ordenación económica cuando propone colocar los dineros fiscales «bajo la mano de una institución en cierta manera aparte, porque la administración de las finanzas en los países bien constituídos debe ser, a nuestro juicio, un campo de neutralidad para el gobierno y los gobernados». «Un ministro de Hacienda debe ser siempre una eminencia».

«En el orden judicial el mismo sistema de ensayos y de estudios. Creemos que debe proseguirse con tesón la serie de códigos que completan nuestra entera independencia de hecho y de espíritu del antiguo vasallaje».

«En cuanto a la enseñanza pública, ya he dicho que la libertad debía ser su base y ahora agregaré que el Estado debía ser su guía».

Hay que laborar con la vista tendida hacia el tiempo, tejiendo «eslabones de la cadena del progreso infinito que es preciso forjar, no para el día de hoy ni para el día de mañana, sino para épocas futuras que es deber de todo estadista ir preparando».

En cuanto dice relación a los problemas obreros para «coronamiento indispensable del programa presidencial, como su aureola más legítima: el mejoramiento gradual, pero incesante de las clases desheredadas de la nación» dando especial importancia al «desarrollo vasto, infatigable y laborioso de la instrucción primaria». Su amor a la clase obrera, le hace exaltar el progreso realizado por ésta, bien que es notorio el avance sobre el campesinado, sumido en los obstáculos de una «organización agraria semi-feudal todavía». «En el curso de mi vida-expresa-no he conocido un progreso más visible que el que se ha operado en las clases obreras de Chile en el último cuarto de siglo. El mecánico, el tipógrafo, el artista, el simple menestral han elevado su condición a la altura del taller europeo, al espíritu del verdadero ciudadano».

Añade aún, detallando como todos los puntos principales de su programa han sido perseguidos por él desde largos años antes, en la prensa, la tribuna parlamentaria y el libro (228):

«Con relación a las mejoras puramente morales del pueblo por la protección al obrero y al artista, por el desarrollo de la instrucción, por el amparo moral y material de los campos, durante dos años escribí desde Europa con un seudónimo ahora conocido de todos el fruto de mis observaciones comparativas en cada país, y después; durante tres años, me he esforzado en plantearlas conforme a la medida de mis fuerzas como Intendente de Santiago».

En la parte final declara Vicuña que despojado su espíritu «de todo calor de odio, de toda nube de escuela o de secta exclusivista, constituido como delegado responsable de los votos y de las aspiraciones de todos los chilenos, llegaría al solio del poder con el corazón lleno de amor y de justicia». Demócrata, sin arrogante altivez que «he cambiado siempre por la republicana llaneza de mi raza que no es del todo española», está cierto de hallarse distante de «los ciegos que no quieren ver su época, ni las corrientes irresistibles que la dominan, ni las leyes nuevas, ni los hombres nuevos, ni las mudanzas sociales».

«Oscuro, humilde y consagrado sólo a deberes íntimos dice a los obreros agradeciendo su entusiasta, su apasionada adhesión-me habéis llamado a vuestros pueblos para ofrecerme el don delicado de vuestra hospitalidad y de vuestro aplauso. Mi promesa es, por tanto, devolveros desde la primera hora la hidalguía de vuestros homenajes, repitiendo en todos los pueblos del norte y del sur de la República aquella visita histórica que ilustró un gran nombre en el pasado siglo, y en la cual delante del supremo mandatario iría siempre, para vuestro bien, el obrero que jamás conoció ni el cansancio ni el reposo».

Caracterizaba, con modestia propia de los grandes espíritus-porque sólo los grandes espíritus saben ser generosos, rendir justicia o reconocer las limitaciones que el avance de la propia cultura va destacando-las condiciones que lo harían digno del amor manifestado por su pueblo. «Dócil al consejo; rodeado de las eminencias a que la síntesis de mi espíritu, ajeno a toda dominación personal, siempre me ha arrastrado; fiscalizado por una representación forzosamente independiente, a virtud de democráticas reformas, y dominado siempre por ese poder invisible a que las almas honradas y las conciencias rectas jamás cierran entrada,-la opinión pública-mi única ambición sería descender de nuevo a la apacible vida del ciudadano» oyendo decir: «Fué un hombre de bien porque amó al pueblo».

El programa presidencial de Vicuña Mackenna -señalado por «El Ferrocarril» como «un acto de franqueza republicana»- no encontró en los círculos reaccionarios sino mal encubierta hostilidad. La oligarquía dominante comprendía de modo instintivo el peligro que un hombre de tales ideas y de actividad tan asombrosa podía entrañar para el mantenimiento de sus privilegios políticos. Y aún el partido Conservador, que más tarde lo acompañaría en defensa común del derecho de sufragio, de la dignidad civil y de las libertades públicas conculcadas, manifestaba recelo ante semejante avance doctrinario (229).

¿Quiénes comprendieron el programa y el espíritu de Vicuña Mackenna? Los obreros, las gentes humildes, toda esa masa de hombres que laboran en silencio con una grande esperanza prendida en el pecho y un desencanto siempre renovado en los rostros,, que el sudor y las fatigas van surcando. Vicuña era el hombre de las multitudes; su palabra fructificó en ellas y fué así como resultó ungido Candidato de los Pueblos a la Presidencia de Chile.

 

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Notas

226a

Vicuña Mackenna: Discurso pronunciado el 21 de Mayo de 1876.
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226b

Manifiesto que con motivo de su proclamación como candidato a la Presidencia de la República dirige a sus compatriotas el ciudadano Benjamín Vicuña Mackenna.
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227

«La desaparición de la barra del Maule ¿no completaría este sistema de pronto, expedito y barato acarreo del gran Llano central, granero de Chile y de la América meridional?».
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228

«Hace veinte años justos-dice en su Manifiesto-a que desde un colegio de Inglaterra reclamaba la solución de los grandes problemas de nuestra agricultura: la irrigación como sistema, la corta ordenada de los bosques como salvación (1854), el código rural como cúspide.

«Hace quince años que pedía desde el gabinete de la secretaría de la Sociedad de Agricultura la creación de un Ministerio especial para ese ramo y el de trabajos público.
«Hace diez años justos que solicitaba la inmigración para los desiertos, sobre todo lo cual escribí libros que entonces fueron ensayos o quimeras, y hoy acaso servirían de cartilla práctica a la labor de todos.
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229

«El Independiente», órgano oficial de los conservadores, decía en su edición del día 10 de Mayo de 1875: «Téngase,, pues, entendido y quede aquí sentado que nosotros rechazamos la candidatura del señor Vicuña Mackenna sin tomar para nada en cuenta ni las filas de donde sale, ni sus creencias personales, ni siquiera sus actos anteriores de su vida pública».
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