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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo LVII.

Iniciada oficialmente la campaña presidencial de Vicuña Mackenna, los obreros de la capital le dieron, a fines de Mayo, un banquete cuyos ecos repercutieron en todo el país. Una visita a la provincia de Coquimbo, núcleo de apasionado vicuñismo que le fue fiel hasta la última hora, acabó de consagrar la base proletaria de su candidatura.

El país presentaba una fisonomía curiosa en esos momentos. De una parte los partidos políticos desorientados, en espera los más de órdenes de la Moneda desde donde pronto saldría la candidatura oficialista de don Aníbal Pinto, hombre culto, honesto y opaco que encarnaba perfectamente el prototipo buscado por Errázuriz Zañartu (230). Los conservadores, en otro sector, indecisos, con temor de seguir a Vicuña. Y éste, al otro lado de la barricada, atrayendo sobre sí la adhesión de todos los elementos trabajadores de Chile.

Vicuña comprendió desde el primer instante que el gobierno y su clientela-numerosa -en un país pobre, cuya clase media estaba habituada a vivir del presupuesto fiscal, ayuna de toda aptitud creadora, de toda rebeldía civil-estarían en su contra. El Presidente, en su mensaje de apertura de las Cámaras el día 1.° de Junio, había prometido prescindencia electoral y ello produjo cierta ilusión, aún cuando parecía indudable que tales palabras no pasarían de ofrecimientos hechos en el papel (231). Más tarde, quitada ya la máscara que cubría a los hombres de la Moneda, el candidato podría anatematizar con látigo de fuego a los mercaderes y verdugos, denunciando a la oligarquía «caduca, enferma ya de muerte, pero tenaz y osada que se agita entre nosotros.

Vicuña Mackenna no descuidó ningún detalle en el desarrollo de su campaña. Personalmente concurría con regularidad a las sesiones del Congreso, para proveer a la defensa parlamentaria, que a la postre habría de esterilizarse ante el servilismo y cobardía de los representantes entregados al gobierno o elegidos con la presión y ayuda de éste.
Esas actividades no le impiden consagrar el tiempo necesario a los diversos aspectos y así «en medio de los agasajos que todos los días se le ofrecen y que hacen de él el más popular de los candidatos» (232) dirige el 5 de Julio una circular relacionada con la organización de los trabajos electorales, indicando como debía denunciarse todo acto de intervención oficial y como había que encarar la batalla. Poco más tarde publicaba, con idéntico fin, una Guía del elector liberal paya las elecciones generales de 1876 (233).

El enemigo se aprestaba para la lucha usando de todas las armas, aún de las más vedadas e infames, usando en veces «las de la difamación anónima y de la calumnia» (232). Con tal propósito surgió «El Padre Cobos», periódico satírico que venía a resucitar los tristes procedimientos de «Charivari» y «La Linterna del Diablo».

La candidatura oficial de Pinto, salió por fin desembozadamente a la superficie. Este caballero, que ocupaba la cartera de Guerra en el gabinete que presidía Altamirano, renunció su cargo el 3 de Abril sin causa justificada. Errázuriz mantenía la tradición monárquica de imponer su sucesor, tradición que sólo se rompería, de modo sangriento, en el quinquenio de Balmaceda. En el primer momento el gobierno pensó lanzar el nombre de Pinto sin ayuda de mayores formalidades, pero atemorizado ante el empuje popular de Vicuña Mackenna decidió valerse de una convención de elementos liberales a la cual ingresarían los amigos de don Miguel Luis Amunátegui, cuyo nombre figuraba con probabilidades de éxito. Fue una maniobra sagaz por medio de la cual se obtuvo el apoyo de algunos sectores políticos.

La convención presidencial, llamada de los Notables (234), fue compuesta en su mayoría de empleados públicos y deudos del Presidente que recibieren orden previa de votar por Pinto. En ella figuraron veinticuatro jueces de letras, veintiséis parientes de Errázuriz, treinta y siete del señor Pinto, doscientos veintitrés empleados públicos, dieciséis deudos de los diversos intendentes y cuarenta y seis miembros de la mayoría gubernativa de ambas Cámaras. El resto era compuesto por abogados y profesionales que obedecían las imposiciones de la Moneda, profesores adictos a Amunátegui, y algunas personas de buena fe y mayor candor que habían caído en el lazo, como aquellos (235).

La convención designó candidato al ungido de las alturas. Y al decir espiritual de un antiguo ex-presidente -que de seguro fue Pérez- habiendo salido «tan lucida, tan culta, tan tranquila, tan modesta, tan noble, grande y sublime» sólo cometió el error de no haber elegido también al presidente «del subsiguiente quinquenio».

Conocidos los resultados en el país, las asambleas políticas provinciales y la prensa en general protestó ruidosamente. Era una nueva imposición oligárquica. Dice «el Liberal sin Nota» en su ingeniosa sátira sobre La Asamblea de los Notables: «Sólo en Rusia existen como 'institución política los patricios con el nombre de Boyardos. Pero la Rusia es un país de siervos, y gracias al cielo nosotros no hemos descendido todavía tan abajo. Podemos tener boyardos pero aún no somos siervos de los boyardos». Mas, lo éramos. Y Vicuña exclama, no sin amargura: «¡Eh, señores de la comedia y de la farsa! Dejad en el vestíbulo vuestras caretas de seda y vuestras capas venecianas; y venid a sentaros en el duro banco de los liberales puros, de los liberales honrados, de los liberales intransigentes y decid si alguna vez fueron patricios y mayores contribuyentes, ex-diputados y ex-senadores de los estados de sitio, los liberales que gimieron con Freire en Juan Fernández, que sucumbieron con Cruz y con Vicuña en Loncomilla; que dispersó el viento de la proscripción en 1859 con Pedro León Gallo y Francisco Bilbao».

La batalla política no se interrumpió un segundo.

En el frente parlamentario, Vicuña, ayudado primeramente por sus amigos personales, entre los cuales destacaba Isidoro Errázuriz, y por políticos tan eminentes como Zorobabel Rodríguez, emprendió su cruzada contra el intervencionismo y en resguardo de los derechos del pueblo. Hizo de la Cámara joven. y después del Senado su tribuna. Desde la primera pronunció un discurso, en la sesión de 26 de Agosto de 1875, interpelando al Ministro del Interior, don Eulogio Altamirano, por los sucesos ocurridos en San Fernando el día 22 de aquel mes. En él se decía como los sargentos del batallón cívico de Santiago habían sido formalmente amenazados para que no apoyasen la candidatura popular, y como en todo el país se montaba cínicamente la máquina intervencionista (236).

En esa misma sesión de 22 de Agosto contestó en otro largo discurso al Ministro del Interior, que pedía pruebas. Y ante la insistencia de Altamirano, a quien las pruebas de mayor entidad parecían nimias, replicó una tercera vez. Dos días más tarde pronunció nuevo discurso, cuyos conceptos y alusiones, colocando al jefe del gobierno en posición grotesca, provocaron la cólera oficial. En las sesiones de 9 y 23 de Septiembre habló exhibiendo nuevas pruebas y refiriéndose a escandalosos actos cometidos en la ciudad de Valparaíso por los agentes de la Moneda. Su último discurso fué particularmente extenso y elocuente (237).

Don Zorobabel Rodríguez, basándose en las irrefutables pruebas de intervención aportadas por el candidato de los obreros, presentó a la consideración de la Cámara un voto de censura al ministerio, que hizo vacilar el equilibrio de éste, pues sólo fue rechazado, al término de la sesión del día 23, por 52 votos contra 34. Los elementos adictos al gobierno dominaban.

Sin amilanarse, siguió Vicuña acumulando antecedentes y denunciando fraudes. Acerca de la intervención en Illapel habló en las sesiones de 7 y 9 de Octubre. En esa misma sesión se refirió a las calificaciones intervenidas del mes de Octubre y en la de 13 de Noviembre al predominio del partido Radical en la política gubernativa, replicando después a don Manuel Antonio Matta que entonces amparaba lo que otrora condenara. Y el día 27, batiéndose con, el Ministro Altamirano, exponía los altos propósitos que animaban a sus amigos, - luchando por el honor y las libertades del país. Su discurso de aquel día terminó en un postrer llamado a la cordura y a la honradez electoral que el Presidente Errázuriz desoiría una vez más.

El 8 de Septiembre habló Vicuña Mackenna ante la Asamblea Liberal Democrática de Valparaíso, aceptando solemnemente la proclamación de su candidatura. Una información de la época describe aquel momento: « El señor Vicuña se pone de pie y avanza a la tribuna. La Asamblea toda se pone de pie en medio de los más unánimes y estruendosos aplausos. Durante largo rato el señor Vicuña no puede hablar, porque las aclamaciones y los hurras resuenan en la Asamblea y se suceden con un entusiasmo indescriptible. Por fin, después de una ovación tan espléndida como prolongada se hizo oír la palabra franca, conmovida y generosa del ilustre ciudadano».

«Me habéis elegido por caudillo en esta jornada, dijo el candidato. Y bien, sea! Acepto el puesto sólo por ser el primero en la obediencia, el primero en la lealtad, el primero en el combate, y si ello es preciso, el primero en el sacrificio!». «Acordaos, exclamó al terminar su oración, refiriéndose a su calidad de amigo y defensor de los proletarios, que este título de obrero lo he tenido siempre a "honra y es una peculiaridad de mi vida. He sido obrero de mí mismo; todo en mi camino lo he hecho por mí mismo, y por eso cifro mi gloria en ser aclamado por el pueblo obrero».

El 25 de Diciembre se reunió en Santiago la Convención de los Pueblos y proclamó solemnemente su candidatura (237a). Las sesiones de aquélla se prolongaron hasta el 1.° de Enero de 1876, día en que se celebró un banquete de despedida a los convencionales de provincia, en el Cerro Santa Lucía, durante el cual hizo Vicuña un fervoroso llamado al trabajo y a la concordia de los chilenos (238).

De esa notable Convención popular-que adoptó por aclamación el programa presidencial del 6 de Mayo-arrancó la fundación del partido Liberal Democrático que, formado alrededor de Vicuña y sus ideas, cristalizaría las aspiraciones de los elementos trabajadores. En él iría a condensarse, por reflejo de su jefe y fundador, el gran movimiento proletario que la candidatura vicuñista animara.

Las finalidades esenciales de la nueva agrupación política serían las de defender los intereses generales del país y los proletarios frente a la resistencia oligárquica y combatir toda intervención oficial. ¿Con qué armas? Las más potentes resultarían ineficaces contra el muro de bayonetas y el chorro de dádivas de la Moneda. Mas no importaba. El hecho de nacer un partido cuyos ideales, por primera vez en América, s e inclinaban resueltamente del lado de los trabajadores, indicaba un facto histórico señaladísimo. El obrerismo, como factor político poderoso, -digámoslo rotundamente una vez más- nació en América durante la campaña presidencial de Vicuña Mackenna (239).

 

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Notas

230

«El señor Pinto,-escribía don justo Arteaga Alemparte-liberal por deber de nacimiento, es conservador por carácter, por temperamento, por hábito. Hay en él uno de esos hombres que andan la jornada de la vida en una somnolencia descuidada. No comprenden ni al mártir, ni al héroe, ni al sectario».
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231

Las ilusiones de prescindencia del Ejecutivo en la contienda electoral-escribe Donoso--fueron bien poco duraderas, pues las declaraciones del Ministro del Interior en la Cámara de Diputados, donde fuera interpelado sobre el particular, contribuyeron a suscitar las primeras sospechas y a hacer equivocas las promesas presidenciales».
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232

Donoso, obra citada.
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233

A fines de 1875 se publicó en Santiago una novela anónima de simpático y bien combinado argumento, con tinte romancesco-El Secretario del Candidato Popular, Novela Social por N. N.-en el que se narraban las aventuras amorosas de un joven provinciano, Ernesto del Valle, quien por sus condiciones intelectuales había despertado la atención de Vicuña Mackenna en un banquete durante su campaña presidencial, llegando a ser secretario del candidato popular. La amena novelita, tras de cuya prosa creemos nosotros adivinar la bien cortada pluma de don Mauricio Cristi; que fuera uno de los secretarios de Vicuña, sirve de fondo o de pretexto para describir a éste y mostrar las cualidades que lo habían convertido en ídolo del pueblo.
«Hará época en la historia política de Chile -dice en uno de sus capítulos- el día en que Benjamín Vicuña Mackenna desde una apartada provincia del sur alzó contra la capital su voz prepotente, pidiendo vida para los pueblos y declarando guerra sin cuartel al orgullo y espíritu centralizador de la Roma chilena.
«Hasta entonces se había creído. por los aristócratas santiaguinos que los pueblos eran los ilotas, cuyo sudor debía pagar sus palacios y su orgullo, sus placeres y sus tribunales, su fausto y su vanidad; y hasta entonces los pueblos, sin conciencia de su derecho no habían reclamado contra tan infamante vasallaje».
Y agregaba: «Vencido Vicuña Mackenna, siempre habrá ganado, como los derrotados de Pirro. La historia le dará un lugar honorífico en sus páginas para mostrarle a la posteridad como el defensor de los derechos de los pueblos, y como el iniciador de la vida libre y sin tutela de las provincias».
En la segunda parte describe como el candidato distribuía su jornada ordinaria durante la campaña. En razón de su valor documental vamos a transcribir esa página.
«A la hora convenida del día siguiente, Ernesto se hacia anunciar en casa de don Benjamín Vicuña Mackenna. Un sirviente lo introdujo hasta su gabinete de trabajo.
«Se ocupaba don Benjamín en ese instante de firmar la correspondencia de la mañana.
«-Buenos días, mi querido Ernesto, le dijo al verlo entrar. Venga Ud. a ayudarme a cerrar y sellar todo este pequeño rimero de cartas que deben marchar a su destino en el tren de las diez. Sabrá Ud., continuó el candidato popular, nombre con que ya era entonces conocido en toda la república, y sin dejar de trabajar, que desde las siete a las ocho me ocupo en revisar y firmar la correspondencia escrita por uno de mis ayudantes durante la noche; .a esta última hora viene alguien a cerrarla y dirigirla. De ocho a diez se redacta la correspondencia telegráfica; a las diez se almuerza a la yankee teniendo delante los diarios de la mañana; de once a una, redacción de artículos de diarios y periódicos; de una a cuatro, visitas a aquellas personas cuyo concurso es necesario obtener o afianzar para la gran campaña electoral; de cuatro a cinco, cuenta por el encargado del movimiento político de todas las provincias; de cinco a seis, recepción de agentes en la capital y de enviados de los pueblos; de seis a siete, se come, y desde esta hora hasta las doce, lectura de la correspondencia del día y su contestación».
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234

Véase La Asamblea de los Notables «por un Liberal sin Nota». Delicioso fo-lleto histórico en que el propio Vicuña Mackenna satiriza aquella grotesca convención inventada en los salones de la Moneda.
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235

Escribe el señor Donoso: .Nunca se había reunido tal vez en Chile una Convención más genuinamente oligárquica, pues la componían todos los mayores contribuyentes, todos los abogados, médicos, ingenieros, antiguos miembros del Congreso y titulados de la Universidad».
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236

Los discursos pronunciados por el diputado por Talca en la Cámara, en 1875, fueron recogidos en un volumen: La Intervención.
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237

Examinando relaciones documentales, acerca de la sesión del día 9, se encuentran estos detalles, que muestran la atmósfera reinante: .Apenas termina el orador (Vicuña) y antes que el presidente levante la sesión la barra prorrumpe en aplausos estrepitosos y continuados. Varios diputados se levantan de sus asientos y van a felicitar al señor Vicuña Mackenna. Al retirarse los señores diputados, se dejaban oír en la barra y en el patio del Congreso las exclamaciones de: ¡Viva Vicuña Mackenna! ¡Abajo el ministerio!
¡Abajo Matta! ¡Viva Matta! ¡Viva el candidato trabajador! ¡Muera el ministerio! Al atravesar el señor Vicuña Mackenna el patio, fué vivado por varios grupos, repitiéndose otra vez los gritos de ¡Abajo el ministerio! que se dejaron oír todavía, en la plazuela».
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237a

En su discurso inaugural dijo Vicuña Mackenna a los convencionales: «Vosotros sois aquí los verdaderos, los legítimos representantes del pueblo chileno y de la causa democrática». Y los exhortó a elegir libremente sus candidatos, indicándoles que la Convención de Diciembre podría salvar la República, y la democracia de quienes pretendían sacrificarlas «a una insolente dictadura de amos soberbios y de envilecidos vasallos».
Dijo también: «Vosotros debéis ratificar aquí como lo hago yo solemnemente delante del país, el programa del 6 de Mayo, que contiene todos los artículos de nuestro credo político».
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238

Los discursos pronunciados por Vicuña Mackenna en esos días se encuentran en un folleto: La Convención de los Pueblos. Celebrada en Santiago desde el 25 de Diciembre de 1875 al 1.0 de Enero de 1876 «por un Demócrata».
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239

A raíz de ella, también, nació la Liga del Voto Libre, concertándose la adhesión del partido Conservador a Vicuña. Esa adhesión importaba sólo la alianza de elementos que debían y podían aunar sus fuerzas en defensa de la libertad de sufragio. En un Manifiesto político. «A mis compatriotas y especialmente a mis amigos políticos» explicaba Vicuña la posición que asumía respecto a sus nuevos aliados. En ese manifiesto anunciaba visita a diversas provincias de la República para agradecer la adhesión y el amor manifestados por su pueblo.
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