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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo LX.

En carta a su amigo Mitre decía Vicuña Mackenna, a fines de 1875: «Por lo demás, Ud. sabe, mi buen amigo, que yo pertenezco a la escuela filosófica y patriótica de Ud. Si llego a ser el presidente dé Chile será para continuar sacrificándome por su engrandecimiento, por su libertad y por su gloria. Si no lo soy, volveré, como Ud., tranquilamente a mis libros».

Y así lo hizo, terminada su campaña presidencial.

Consideremos, en rápida visión de conjunto, las empresas literarias que emprendiera desde su regreso á Chile en Octubre de 1871.

La labor de Vicuña en este orden se vio pronto mermada por sus trabajos administrativos de la Intendencia de Santiago y, más tarde, hasta fines de 1876, por las actividades de orden político. Desde esa época hasta comienzo de 1879 tuvo carácter de notable fecundidad. Y no fueron aquellos los frutos menos interesantes de su vida intelectual, ni los menos vigorosos, pues, a pesar de las múltiples inquietudes espirituales que atraían su atención hacia diferentes campos, había alcanzado su mentalidad el más completo desenvolvimiento En 1872 comenzó la plenitud.

Examinemos la producción meramente histórica y literaria de aquel período.

El 19 de Diciembre de 1871, recién instalado después del largo viaje a Europa, dio en la Universidad de Chile una conferencia sobre la Historia General del jesuita Rosales (264), relatando las incidencias de la valiosa adquisición del manuscrito de aquel insigne historiógrafo colonial, referida ya por nosotros, y haciendo un análisis crítico del mérito histórico, literario y documental de dicha obra.

Después de las vacaciones de 1872 asumió la dirección de Santiago. «En sus funciones edilicias-dice Donoso-no tiene Vicuña tiempo que dedicar a las letras: no piensa ni trabaja más que para la ciudad, no escribe ni redacta otras páginas que las que llevan la firma del funcionario». Así era la verdad. Empero se dio tiempo, en 1872, para publicar Miscelánea, en cuyos tres volúmenes se contienen muchos interesantes trabajos breves, discursos, artículos, algunas memorias, entre las cuales la consagrada al Sitio de Chillón, primera página salida de su pluma.

El segundo volumen de la Historia de Valparaíso, que no alcanzara a ser impreso antes de su último viaje, fue también dado a la estampa en 1872 (264a).

Tres, años más tarde reanudaba la producción histórica. Dice Donoso: «Su labor, literaria en ese segundo semestre de 1876 es prodigiosa y se da el caso de publicar el mismo día dos artículos diversos en distintos periódicos».

Escribe, escribe.

Páginas dedicadas a la memoria de amigos idos, de antiguos, compañeros literarios, de camaradas en las trincheras de la vida y en las batallas del ideal, siempre distante. Y pasan, por el lente del recuerdo, don Pedro Paz Soldán, el insigne peruano que le brindara en días de exilio la hospitalidad del techo bajo el cual compuso su Ostracismo de O'Higgins; Wenceslao Vial, el primer bombero de Santiago; el padre Moisés Picón. Y luego el almirante Blanco Encalada; en cuyo homenaje compone de un sólo tirón y sin acudir a mas ayuda que su memoria prodigiosa, una extensa biografía, un verdadero libro, que es reproducida por «casi toda la prensa nacional» (265).

En «La Estrella de Chile», que también imprimió la biografía de Blanco, dio a la publicidad un artículo de considerable interés histórico: El anti-centenario de don Bernardo O Higgins. ¿1776 o 1780? en el que fija el nacimiento del prócer en este último año. En Septiembre trazó las semblanzas de doce generales de Chile y entregó a la prensa «un extenso y admirable estudio sobre la caída de Robespierre» (266) y luego otro, titulado Los girondinos chilenos. Ambos a propósito de dos cuadros de Monvoisin que se exhibían en el Museo Histórico del Cerro Santa Lucía, destruido más tarde por acuerdo de algún cultísimo alcalde santiaguino.

En Octubre «El Ferrocarril» daba a conocer sus recuerdos del estado de sitio de 1850, amena página en que ponía de relieve la hermosa figura apóstólica de Francisco Bilbao. Y «El Mercurio» componía en sus columnas Un duelo a muerte en Valparaíso en que «con seductora animación refería las incidencias del duelo del visconde de Espinville con M. de Saillard» (266). Otros dos artículos suyos -Pascual de Castro y La Inglaterra del Pacífico- pertenecen a la cosecha de Octubre.

Su informe a la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile sobre la Historia de la literatura colonial de Chile, escrita por don José Toribio Medina, discípulo suyo que comenzaba a adquirir nombradía por esos años, fue insertado en «El Independiente» con el título de Los cuatro poemas épicos de Chile. En él discurría Vicuña Mackenna sobre el valor historiográfico de los escritos por Ercilla, Oña, Alvarez de Toledo y Juan de Mendoza. (266a).

«En esos días -apunta Donoso en su tan citado libro- no da don Benjamín muestras de conocer la fatiga. Su actividad literaria es prodigiosa. Escribe en El Mercurio, El Ferrocarril, El Independiente y La Estrella de Chile, mientras La Patria y El Estandarte Católico reproducen jubilosos sus encantadoras y donosas páginas. Es el escritor más popular de sus días: sus crónicas interesan a todos, se hacen leer con apasionada afición por eruditos y por ignorantes».

Y siguen los títulos: Una cuasi guerra entre la Inglaterra Chica y la Inglaterra Grande. Como un sargento de artillería contribuyó poderosamente al reconocimiento de la independencia de Chile por la Gran Bretaña («El Mercurio»); El Déan Alcázar, biografía («El Mercurio del Vapor»); La calle de las Monjitas de la ciudad de Santiago y El barrio de los Presidentes (« El Ferrocarril» (267) ; El capitán Paddock y sus víctimas en Valparaíso («El Mercurio»).

Las historias de piratas le atraían. Una, con delicioso sabor novelesco, fue insertada en el diario decano, edición del 19 de Diciembre de 1876, bajo este título sugestivo: El primer corsario chileno.

En ese mismo mes y con motivo de estar próxima a inaugurarse la estatua que a iniciativa suya erigiera Santiago en memoria de su fundador, trazó un estudio, «a base de documentos inéditos», sobre La última campara de don Pedro de Valdivia y su muerte, y luego otros de no menor interés: Pedro de Valdivia y su viaje al Perú, o sea una pesca de oro en la rada de Valparaíso (268) ; Pedro de Valdivia, reseña popular de su vida (269) y La conjuración de Pedro Sancho de la Hoz (270).

A términos de aquel año 76, que su campaña presidencial hizo memorable en la historia política de Chile y que había constituído uno de los períodos de más asombrante actividad en la vida del grande hombre. dio éste a la estampa un nuevo estudio, impreso en volumen en la imprénta de la Librería del Mercurio: Lautaro y sus tres campañas contra Santiago. En él narraba, a la luz de documentos nuevos y con la amenidad habitual a todos sus escritos, las campañas de aquél en los años de 1553 a 1557. La silueta del insigne guerrero araucano aparecía en acuse de vigoroso relieve, esculpida sobre el fondo épico de esa raza cantada por Ercilla en los más armoniosos versos de la lengua y por Vicuña Mackenna en algunas de las más vivas páginas de la historiografía americana.

El año 77 se inició con un estudio acerca de los inventos de Wheelwright que insertó «El Mercurio» el día 6 de Enero bajo el nombre de Los precursores del mar.

En aquellos mismos días entró en relaciones con don Rafael Jover, que debía ser el editor de casi toda su obra futura. Hombre de disciplinas modernas, de talento nada común, Jover establecería agencias en distintas ciudades de América, especialmente en Lima y Buenos Aires, con propósito de dar mayor difusión a las producciones de Vicuña que salieran de sus talleres de imprenta.

En ese mes de Enero -el día 21- «El Ferrocarril» comenzó la publicáción de La Quintrala, título que ocuparía, en punto de circulación, uno de los primeros lugares de la bibliografía de su autor. Estudiábase allí la vida de aquella extraña mujer que fue doña Catalina de los Ríos y Lisperguer, relatándose sus morbosas crueldades y los crímenes que llenaron de pavor al Santiago del siglo XVII, dejando huella en la leyenda popular que suponía a la protagonista suspendida de un cabello sobre los infiernos. La silueta de la Quintrala -interesantísimo caso médico-patológico- cobra relieve singular a través de la pluma de Vicuña Mackenna. «La biografía de doña Catalina, escribe el señor Donoso, ocupaba una mitad del volumen, mientras el resto estaba consagrado sólo a informaciones genealógicas. Pero por su interés dramático y por su jugosa documentación, así como por la novedad del tema desarrollado que era Vicuña el primero en desflorar, Los Lisperguer y la Quintrala es una de las más originales monografías con que cuenta nuestra literatura histórica». Despertó en verdad, como pocos libros de los aparecidos en Chile, la curiosidad pública y cabe decir que con posterioridad se han hecho numerosas ediciones, entre las cuales la de Becerra y la de «Editorial Cultura» (1932).

Abundantes artículos vieron la luz en ese año 77, debiendo citarse el consagrado a la memoria de don Guillermo Délano y otro a la de uno de sus más decididos partidarios políticos en las jornadas de 1875 y 76, el general don José Vicente Venegas, fallecido en Diciembre.

Sostuvo, también, una campaña de prensa para salvar la vida de Miguel Triviños, condenado a muerte por homicidio, y en favor del cual ejerció toda la influencia, que fué posible, chocando, como debía acontecerle a menudo en adelante, con la silenciosa y enconada oposición del nuevo Presidente.

Pero entre sus actividades literarias de aquel año, merece destacarse con relieve especialísimo la publicación de la Historia de Chile de Diego Rosales, cuyo manuscrito comprara a Salvá durante su último viaje a Europa. En edición cuidada y elegante, con estudio preliminar y numerosas notas originales de Vicuña apareció el primer volumen, siguiéndolo oportunamente los dos que la completan (271). Donoso, rememorando los sacrificios que significaba para aquél la publicación de esa obra monumental, dice con justicia que Nunca se elogiará tal vez lo suficiente la entusiasta dedicación de Vicuña Mackenna a las empresas literarias.

Otras obras originales aparecieron el 77. Entre ellas De Valparaíso a Santiago, en la cual se contienen páginas de sabor delicioso, verdadero almacén de recuerdos y noticias. Es una suerte de guía que acompaña al viajero en su ruta del puerto a la capital, diciéndole, a medida que sus ojos se adentran en el paisaje, cuanto ocurrió en esos sitios digno de memoria. El pasado desfila, animado por el mágico soplo de aquel evocador incomparable y es todo un derroche de ingenio, de gracia delicada, de poética inspiración. Dos ediciones se conocen de este trabajo, de las cuales la segunda fué impresa por, F. A. Brockhaus en Leipzig, conteniendo la primera numerosas láminas grabadas sobre madera en Paris (272).

Siguió su Ensayo Histórico sobre el clima de Chile, nutrido volumen de casi quinientas páginas en que realiza un notable estudio de geografía física que abarca desde los tiempos prehistóricos hasta el año de su publicación.

Los médicos de antaño en el reino de Chile, «uno de los más curiosos y seductores escritos del infatigable poligrafo» (266), vio la luz a continuación. En él estudiaba Vicuña la marcha de la medicina y el lento progreso hospitalario durante los años del coloniaje. Dice Donoso: «Antes que una indigesta elucubración científica atiborrada de suficiencia y pedanteria, compuso don Benjamín un recocijado cuadro de costumbres, revelador, pintoresco, lleno de observaciones intencionadas y peregrinas anotaciones». Y el distinguido biógrafo señala con acierto profundo, a propósito, las condiciones que acreditan a Vicuña Mackenna como «el más seductor y el más genial de nuestros escritores» (273).

Siguieron, en el orden cronológico que guarda la bibliografía vicuñista, el primer tomo de las Relaciones Históricas, cuyos dos volúmenes contienen, en cerca de dos mil páginas, varios de sus estudios históricos breves publicados en la prensa nacional. Se trata en el primero del origen del nombre de Chile, de la batalla de Maipo, de las actividades desarrolladas con anterioridad a ésta por San Martín, de la cañada de Santiago, del crucero de la barca Rosa de los Andes, de la ciudad encantada de los Césares y su leyenda. Una visita a La ciudad de los muertos figura también en este volumen.

Cierto acontecimiento de importancia dió origen a otra de sus obras de ruido. Fue el motin estallado en Punta Arenas en el mes de Noviembre de 1877 y cuyas escenas recordaban las de la trágica insurrección de José Miguel Cambiaso, ocurrida un cuarto de siglo antes. En Cambiaso, estudio pleno de fuerte dramatismo, se refiere no sólo aquel sangriento episodio que sacudiera la opinión pública en los días de su adolescencia, sino la historia de la colonia penal de Magallanes. «La crítica, dice el señor Donoso, acogió clamorosamente el nuevo libro de Vicuña: Rómulo Mandiola le consagró una serie de artículos en El Estandarte Católico y otro en La Estrella de Chile y don Augusto Orrego Luco le dedicó un extenso estudio en la Revista Chilena».

El año 78 fué también de considerable actividad literaria para Vicuña Mackenna, Desde los primeros días de Enero comenzó a escribir periódicamente en «El Ferrocarril», diario para el que tenía notoria importancia su colaboración «especial y personalísima, asentada sobre la base de la más amplia libertad» (266). Los meses del estío, que debían reservarle un bien ganado descanso, no serían sino de renovada actividad. «Refugiado en su apacible rincón de la calle Bohn, de Viña del Mar,-escribe Donoso-alejado de los círculos políticos, se entrega de lleno a sus labores de escritor con todo el ardor de su naturaleza excepcional».

Esa colaboración suya en diario que un día fuera adverso y los más le hiciera justicia, y al cual se sentía vinculado por viejos lazos de simpatía, fue notable bajo muchos aspectos. En sus columnas escribió, según costumbre, acerca de los tópicos más variados. He aquí, para juzgar de esa producción que se prolongó hasta fines de 1879, nerviosa, ágil, honda a menudo, interesante siempre, algunos títulos: Los dramas de las calles de Santiago; La cabeza de Chopitea, (episodio de la Independencia, en que se recordaba cómo un deudor de cierto comerciante español, llamado don Nicolás de Chopitea, se aprovechó de un motín popular para pedir la cabeza de éste, logrando, coreado por la masa, que el aludido no parara de correr hasta su villa natal en España); Víctor Manuel de Saboya; Correspondencia de Viña del Mar; Pío Noveno («Razgos sobre su vida a propósito de su muerte»); El baile de la «Magicienne».

El general en jefe del ejército inglés en Oriente; La juventud y el proceso de Cambiaso; El oro de Catapilco («de Viña del Mar a Catapilco») (274); Argentinos ilustres («Reseña crítica de un libro de biografías»); Los viejos de Chile; Manuel Rodríguez; Los grandes temporales de Valparaíso; un artículo de recuerdos sobre el arzobispo Valdivieso, otro sobre Juan Morrissey, pugilista-senador; un tercero sobre la sublevación de los alumnos del Instituto Nacional en 1833; La profecía de Eddisson; Lor John Russel y su tiempo; Juan María Gutiérrez (« Su vida y sus escritos, según documentos íntimos e inéditos»); El paseo de Santa Lucía, etc., etc., contándose varios artículos de crítica literaria en que se mostraba el más generoso espíritu de estímulo para los escritores jóvenes que iniciaban su carrera (275), crónicas diversas y artículos de índole histórica entre los que vale citar uno muy ameno acerca del matrimonio del general Viel en Chile (Gloria, amor y virtud), otros sobre el ex-presidente peruano don Manuel Pardo (276) y algunos muy importantes sobre Etnografía chilena («Breves indicaciones prácticas de cómo ha ido formándose la actual sociabilidad chilena por el contingente de las razas europeas y especialmente de la céltico-vascongada») (277).

Muchos de los escritos de Vicuña en «El Ferrocarril» formaron cuerpo aparte, siendo récogidos en volumen con ocasión del Centenario de su nacimiento por el distinguido historiador y vicuñista don Roberto Hernández. Fueron ellos los consagrados a Algunos proverbios, refranes, motes y dichos nacionales (278) y los que se refieren a materias económicas y que fueron titulados por su autor Terya Ignota, o sea viaje del país de la crisis al mundo de las maravillas. Acerca de este último, que dio origen a una muy interesante polémica con el economista chileno don Zorobabel Rodríguez, nos referiremos con detenimiento en el próximo capítulo.

En el mismo diario consagró Vicuña Mackenna diversos artículos a la memoria de San Martín con motivo de su centenario. En ellos -El capitán general de Chile don José de San Martín («Reseña popular de su carrera»); alcance a las cuentas del gran capitán («Tres cartas inéditas del general San Martín sobre su vida y pobrezas en Europa» (279)- mostraba una vez más su ardiente simpatía hacia el prócer argentino.

Aún deben citarse sus artículos en memoria del colombista Francisco A. Varnhagen y de don José Santos Ossa. Acerca de este digno ciudadano, piooner de la riqueza minera, explorador infatigable del desierto y Presidente de la junta Directiva del Partido Liberal Democrático en- 1876, unido a Vicuña por lazos de afección sincerísima, cabe recordar como mérito más saliente su intento de hacer la edición de las Obras Completas del gran escritor, para lo cual se puso de acuerdo con la casa editora Abel Pilón y Cía., de Paris (280).

En Julio del 78 (281) salió a la circulación el segundo volumen de las Relaciones Históricas. En él figuraban: Los hogares y las calles de Santiago; La matanza de San Luis; La conspiración del tabaco en Santiago; Los pañales de la marina nacional, interesante estudio hecho a base de la correspondencia oficial del almirante Blanco Encalada con el gobierno chileno, y El crimen de Curicó y su proceso ante la historia en que utiliza el proceso original cuya documentación justificaba de modo pleno la acusación que hiciera a Irisarri en Don Diego Portales.

Juan María Gutiérrez «Ensayo sobre su vida y sus escritos conforme a documentos enteramente inéditos» apareció en seguida, en volumen de doscientas páginas editadas por Jover. Acerca de esta biografía del reputado escritor argentino, escrita con afecto, sin por ello silenciar justificados reparos, dice Donoso que «su personalidad aparece con el relieve que realmente tuvo y su labor comprendida en sus exactas proyecciones».

Entre tiempo y en medio de tan copiosa producción escribe en «La Estrella de Chile» un artículo sobre La journée de dupes, y otro destinado a recordar a don Claudio Gay, a propósito de cierta biografía del ilustre sabio publicada en Francia.

La labor de Vicuña Mackenna parecía alcanzar ya contornos y límites.

Y las prensas, infatigables como su cerebro, lanzaron pronto la Historia de la Tornada del 20 che Abril de 1851 («Una batalla en las calles de Santiago»). En este libro en que su autor traza « un cuadro admirable en su factura literaria, ecuánime y justiciero en sus opiniones, exacto y sólido en sus conclusiones» (266), Vicuña, levantándose con generoso espíritu sobre las persecuciones que sufriera en otro tiempo, juzga aquella dramática revolución de Urriola en que él fuera actor y a cuyas escenas dedicamos algunas páginas del presente libro. El de Vicuña es de mérito tan sobresaliente que el señor Donoso, cuyo juicio se muestra siempre ponderado, encuentra en él «uno de los más sólidos pilares en que se asienta el prestigio de nuestro genial escritor» (266).

Antes de poner término a este capítulo debemos recordar un artículo de Vicuña Mackenna sobre el libro de don Gonzalo Bulnes «Historia de la Campaña del Perú en 1838» porque en él se muestra, una vez más, su espíritu americanista, ese mismo espíritu que en lo grande impulsó sus actividades como Agente Confidencial de Chile en Estados Unidos o aquellas de la Sociedad de Unión Americana, y en lo pequeño le hicieron trazar apasionada apología del presidente peruano Manuel Pardo. En el artículo mencionado se preguntaba Vicuña si la guerra en contra de la Confederación Perú-Boliviana había sido nefasta a los intereses de Chile y respondía en forma afirmativa y rotunda, dándole a aquélla carácter de guerra comercial a que el espíritu de Portales-que hoy llamaríamos imperialista- empujó, sin que significase ningún peligro efectivo para el desenvolvimiento nacional la unión de pueblos que bajo el coloniaje tuvieran tan estrechos vínculos. Y anotando los resultados, dice textualmente: «Privamos al país durante tres largos años de todas sus libertadés políticas y civiles; levantamos el patíbulo político en Curicó; dimos lugar al siniestro motín de Quillota; despoblamos nuestros campos de sus mejores brazos en la época de las mieses; llevamos a morir por el plomo y por las fiebres tres mil dé nuestros compatriotas, el pacto de Paucarpata y el hecho de atizar la hoguera de la interminable y feroz lucha fratricida en el Perú» (282).

Cabe, pues, reconocer que cuando los acontecimientos impulsaron a Vicuña, meses más tarde, a erigirse en el conductor moral de su patria invadida por extranjero imperialismo, a constituirse en el apóstol de sus soldados y de sus mártires y más tarde en el cantor de sus glorias épicas, no podía acusársele de no haber sido, antes y después del período bélico, el más americanista de los conductores americanos del siglo XIX (283).

El hombre que supo consagrar hondo, apasionado amor a la tierra en que naciera, sintió siempre integralmente la ciudadanía y el amor de la gran patria americana.

 

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Notas

264

Véanse los Anales de la. Universidad de Chile, primer semestre de 1872. La conferencia de Vicuña fué también publicada en el Suplemento al Mercurios de 20 de Diciembre de 1871.
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264a

Tampoco abandonó las actividades políticas. Sus amigos de Talca lo llevaron a la Cámara de Diputados por el período 1873-76.
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265

El teniente general don Manuel Blanco Encalada fué publicado por primera vez en «El Ferrocarril», ediciones de 6 y 7 de Septiembre de 1876. Lo reprodujeron «El Independiente», «El Mercurio», «La Patria» y «La Estrella de Chile» (tomo XI). Fué incluido en el tomo 1 de las Relaciones históricas. Existen dos ediciones en volumen separado: la de la Revista Chilena (Santiago, 1917) y la de la Editorial América (Madrid, 1917).
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266

Donoso, obra citada.
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266a

Vicuña Mackenna descubrió los valores que encerraba la recia personalidad del ilustre polígrafo Medina, cuya obra, andando los años, honraría la producción intelectual de América. Vicuña. consideró siempre al investigador de la imprenta y de la inquisición en el Continente colombino como su mejor y más dilecto discípulo.
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267

Ambas crónicas fueron incluidas en las Relaciones Históricas.
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268

Todos ellos fueron publicados en «El Mercurio e incluidos en las Relaciones Históricas, tomo I.
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269

Fué publicado en el Suplemento al «Ferrocarril» de 24 de Diciembre de 1876 e incluido en el tomo I de las Relaciones Históricas.
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270

Publicado en «El Independientes». Id. Relaciones Históricas.
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271

En Abril había publicado Vicuña un pliego specimen que la prensa chilena «acogió con jubiloso entusiasmo».
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272

En el curso de sus páginas, Vicuña elogia al Presidente Montt que firmara el contrato de construcción de la línea, a Pérez su continuador, a don Enrique Meiggs, constructor y empresario, y por encima de todos ellos al vigoroso y admirable trabajador chileno, a cuyo maravilloso empuje se debe lo mejor de la empresa» (Donoso).
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273

Donoso; obra citada, cap. XXXII.
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274

Vicuña, estando en Viña del Mar en los días de Semana Santa, hizo una excur-sión a caballo a las regiones en que corriera su infancia. Acompañado de reducida comitiva se detuvo en Quintero en la noche del jueves 18 de Abril y al día siguiente-viernes santo-arribó a Catapilco.
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275

Dice Donoso: -Tuvo, pues, sus ratos de critico, mas no con la insufrible suficiencia del dómine, sino con la amable sonrisa que hacia de él el más seductor de los jueces».
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276

Cuando se supo en Santiago la noticia del asesinato del Presidente Pardo, ocurrido en Lima, compuso varios artículos sobre aquél, recordando su vida pública y la amistad que les uniera. De esta biografía, que fué americanista por su espíritu y reveladora del grande afecto que Vicuña sintió toda su vida por el Perú, se dió a la estampa un folleto en la Imprenta de la Librería del Mercurio.
La publicación de D. Manuel Pardo abrió de inmediato una viva polémica, pues el escritor colombiano Justiniano de Zubiria negó las condiciones de político y de mandatario atribuidas por Vicuña a Pardo. Intervino el doctor Augusto Orrego Luco, cambiando interesantes cartas con Vicuña Mackenna, y luego el almirante Miguel Grau, que había de hacerse célebre por su heroica conducta en la guerra próxima. La polémica trascendió a Lima con rapidez, provocando comentarios diversos.
Uno de los argumentos que más se esgrimieron en contra de Pardo fué el de su enemiga a Chile, contrariamente a lo que Vicuña suponía. La sombra del tratado secreto Perú-boliviano de 1873 parecía flotar...
Vicuña se resistía a aceptar como verídica la conducta anti-americanista que se atribuía con harta razón al mandatario peruano, y compuso otro estudio extenso:-La justificación del ex-presidente del Perú don Manuel Pardo- en que procuraba refutar los argumentos de sus contendores.
Contestó en nuevos artículos el señor Zubiria.
De allí a poco se produjo la crisis internacional que precedió al estallido dar la guerra del Pacifico, siendo reconocida la existencia del famoso tratado secreto firmado durante la administración Pardo. Vicuña Mackenna renunció inmediatamente al título de miembro honorario de la Universidad de San Marcos que le fuera otorgado meses antes. En su nota al decano de aquélla, fechada el 15 de Abril de 1879, hizo retractación pública de los generosos conceptos que le mereciera el autor del tratado: .Hecho tan doloroso y culpable ante el derecho común de las naciones arroja un negro velo sobre ese. pasado de lealtad; y en presencia de una conjuración clandestina, que era y es por sí sola un ultraje sangriento a la probidad de mi país y a la buena fe de todas las naciones americanas, retiro como chileno y como americano, por mi libre albedrío y deliberación, todo lo que en elogio y alabanza de don Manuel Pardo dije en su calidad de mandatario americano y de amigo de Chile y de los chilenos».
El señor Donoso ha consagrado el capitulo XXXIV de su obra a estudiar este curioso episodio de la vida de Vicuña.
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277

Conviene recordar esta frase de Vicuña Mackenna en la Historia de Santiago: «Si ha existido en la faz de la tierra algo de necio, de extravagante y de absurdo es sin duda el estudio de la heráldica y de las genealogías de familia en cuanto se tiene en mira el color de la sangre y de la piel, el orgullo de abolengos fundados sólo en pergaminos comprados por dinero, o lo que es más odioso que ridículo, en la separación de rangos consignada en las leyes y en los actos de la vida pública. Pero como un factor auxiliar de la etnología humana el árbol genealógico de una ciudad o de una nación puede conducirnos a establecer cierto género de hechos de la mayor importancia histórica, social y política por consecuencia».
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278

Talleres Gráficos Salecianos, 1931
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279

Réplica a un artículo publicado por Mitre en Buenos Aires: .Las cuentas del gran capitán. El artículo de Vicuña provocó una polémica con don Manuel Blanco Cuartín.
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280

Véase Obras Completas de don Benjamín Vicuña Mackenna, folleto-prospecto editado en la Imprenta del Mercurio, en Santiago, con una introducción de P. Moliné, agente de la casa Pilón y Cía.. (1876, 20 págs. en 16°.) El proyecto, para cuya realización suscribió el señor Ossa una gruesa suma, comprendía la editación de cuarenta volumenes en cuarto, distribuidos en cinco series.
Ese proyecto y el que iniciaran después de la muerte de Vicuña los ciudadanos más eminentes de Chile, encabezados por Lastarria y Barros Arana, no alcanzaron cooperación económica fiscal, que en aquellos años era indispensable,
La edición nacional de las obras completas del máximo historiador americano aguarda aún su hora. La Universidad de Chile se encargará probablemente de llenar esta vasta misión cultural cuya importancia ha sido ya señalada por el eminente profesor Galdames y el reputado critico Armando Donoso.
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281

Vale antes citar una crónica de sus recuerdos de dos viajes al país del Quijote, que con el título de En la Mancha fue publicada en el libro «Aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedrap, compuesto por los cervantistas de Chile.
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282

Es de interés anotar el proyecto que tuvo Vicuña de publicar un diario que con el titulo de La Nación Chilena editaría Rafael Jover. Debió aparecer el 1.° de Abril de 1879, ignorándose las causas que impidieron la realización de tan importante idea. Talvez nació de allí la de EL Nuevo Ferrocarril, que fuera órgano semi-oficial de Vicuña Mackenna durante la guerra del Pacifico.
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283

Tal es la opinión sustentada por el ilustre sabio y hombre de letras boliviano don Gabriel René-Moreno. Difícil, ciertamente, sería encontrar- testimonio más alto e imparcial y para apreciarlo mejor conviene tener presente que René-Moreno emitía su juicio sobre el americanismo de Vicuña casi a raíz de haberse terminado la guerra del Pacifico, cuando los odios nacionalistas estaban aún frescos y las espadas tintas todavía en sangre de americanos.
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