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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo LXIII.

Cuando aún no se apagaban en el ambiente del Senado y en las prensas de Chile y Argentina las palabras de paz con que Vicuña Mackenna traducía su acción americanista, se produjo, de modo casi súbito, la crisis de relaciones pacíficas con Bolivia y Perú. Y a poco andar vino la guerra.

Estudiaremos en este y otros capítulos la actuación que en ella cupo a Vicuña, procurando poner en luz algunas de las proyecciones menos conocidas de su actividad en aquel período.

Resulta en verdad asombroso el múltiple papel que desempeñó en la Guerra del Pacífico: animador, orientador, director civil y político que impone sus puntos de vista al parlamento y a un gobierno que le fue personal y constantemente hostil, periodista de actividad inverosímil, consultor jurídico de los obreros y campesinos en campaña, organizador de la victoria -en un sentido más nacional aún del que lo fuera Clemenceau, en escenario inmensamente mayor, durante las etapas finales de la Guerra Europea-, cantor de las gestas heroicas, plenipotenciario nacional -sin títulos oficialiscos y a pesar de la voluntad oficialesca- durante la gestación de la paz. Su voz llegó a todos los chilenos, resonó en toda América. Su tribuna fue respetada por quienes lo amaban, que eran los más, y por quienes lo temían, que parecían, sin serlo, los más fuertes. El gobierno fue impotente para oponerse a su voluntad dominadora que era emanación de la voluntad de un pueblo en armas, de un pueblo en vibración nacional.

En nombre de tal mandato organizó, decidió, impuso. Su mano conductora fue más allá, mucho más allá de lo que muestran los documentos y de lo que deja adivinar la historia escrita. Vicuña Mackenna durante el período epopéyico fue el portavoz de la nación, como antes y después fuera intérprete de América, en oscuro proceso unificativo entonces y hoy aún.

Para juzgar de la labor ímproba, verdaderamente monstruosa de Vicuña durante el conflicto basta examinar las columnas de la prensa -comenzando por El Nuevo Ferrocarril, diario fundado expresamente para recoger sus inspiraciones- las actas del Senado, la correspondencia de muchos personajes de la época, su archivo privado. Pasma semejante actividad ya que no la proyección que ella alcanzaba sobre todas las esferas vivas del país. En los círculos oficiales nada se hizo sin su conocimiento, casi nada prevaleció contra su opinión. Su voluntad ejerció el más alto género de dictadura, el único depurado de todo interés, aquel qué proviene de la interpretación y de la asimilación del alma de un pueblo en actividad. Vicuña Mackenna fue la voz que sopla alientos en los oídos del soldado durante las horas de penalidad y de agonía, la promesa de recompensa a los héroes y a los mejores, el espíritu consciente que analiza sin tregua las posibilidades y las grita a los sordos en las reuniones parlamentarias o políticas, el genio que intuye las futuras realidades dentro del oscuro devenir de los acontecimientos, el jefe moral que impone sus directivas a los hombres que detentan el gobierno, porque en las horas supremas los que son menos fuertes no pueden sino someterse. Y no era sólo eso. Movía las voluntades particulares, estrujaba en provecho del pueblo y de la nación los bolsillos de los ricos, lanzaba el peso de sus imprecaciones sobre los débiles y los cobardes, organizaba la cooperación civil y ciudadana al esfuerzo oficial y al técnico. Era, en una palabra, el alma de Chile en movimiento, la suma coordinada de todas sus fuerzas y valores. Era Chile mismo que obraba por su pensamiento y hablaba por su boca.

La tarea que su acción representó tuvo dificultades que pudieron en un principio parecer insuperables: el egoísmo de muchos, la hostilidad de encumbrados personajes, la visión miope de los más, la pobreza misma del erario público, el espíritu partidista que alejaba de la oposición a los partidos de gobierno (ya el grupo político dominante comenzaba a distanciarse de los sectores más fuertes de la oligarquía agrícola, la que, a vuelta de un decenio, lograría echarlo por tierra) y mil otros factores negativos. Vicuña Mackenna luchó contra todos ellos, pudo más que todos ellos.