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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo IX. Predominio de la Idea de Independencia. Persecución a los Realistas
Documento 30. Oficio del Congreso a la Junta de Buenos Aires sobre la constitución de una nueva en Chile

El grande edificio de nuestra felicidad es una de aquellas obras que, por su magnitud, y por la concurrencia rara de dificultades que se le oponen no tomará fácilmente aquel asiento en que consiste su solidez; antes de su perfecta consistencia sufrirá los combates de la prevención y de las pasiones, pero la justicia, la ilustración y el tacto de las propias ventajas, miran al fin sus opiniones y sus esfuerzos, y la imparcial posteridad bendecirá llena de gratitud a los que se sacrificaron por arrojar los primeros cimientos del santuario de las inmunidades de los hombres y del asilo de la desgraciada humanidad. La inocente confianza en los sanos principios que han guiado las resoluciones de estos habitantes y el descuido consiguiente al concepto de que nadie podía interesarse en variar un sistema que concilia con la propia conservación, la de los derechos del Soberano, la de las costumbres y la religión santa; esta idea, a la verdad, y una conducta conforme a ella parecía que degeneraba en tibieza y se echaba de menos aquella perspicaz vigilancia y actividad que caracterizan el Gobierno de los que acaban de salir de la opresión y están amagados de peligros que acaso abultan la imaginación y la malicia, o que pueden nacer de la combinación inesperada de sucesos de que apenas tenemos noticia y cuyos resultados serían nuestra ruina. La misma impavidez de los ingratos que repugnan los bienes anexos a la actual constitución por una ciega obstinación o porque justamente recelan de verse reducidos a su justo valor; su audacia en exagerar los progresos de los enemigos de ese heroico Gobierno con lo que indirectamente censuraban a éste; todo agitaba a este digno pueblo que poseído de su riesgo, se presentó a pedir que se instituyese una Junta Gubernativa de cinco personas que designó y fueron don Juan Enrique Rosales, el Brigadier don Juan Martínez de Rozas; el coronel don Martín Calvo Encalada, Teniente Coronel, don Juan Mackenna y el Doctor don Gaspar Marín entre los que turnase la presidencia y que fuesen secretarios de ella el Licenciado don Agustín Vial y el Doctor don José Gregorio Argomedo. El orden con que se hizo esta solicitud, la racionalidad de ella, la probada aptitud de los nombrados, todo concurrió a obtener la sanción del Congreso y a merecer el común aplauso que se manifestó con todas las demostraciones de complacencia, no sólo del común, sino de los más sensatos patriotas que ven las riendas del Gobierno en manos rigorosas y maestras que tranquilizan sobre su suerte en los que ya descansan en la vigilancia de sus funcionarios.

Esto acaeció el memorable día 4 del pasado; y antes de doce horas o cuasi en la misma sucedió lo mismo en Concepción; de modo que el vasto espacio que media entre el Mapocho y Biobío se inflamó a un tiempo del fuego eléctrico de amor a Fernando y a la patria. A la distancia de 150 leguas se instaló allí el día 5 una Junta Provisional, cuyo primer acto fue protestar su fraternidad y sumisión a este Gobierno y ofrecer todas sus facultades para sostener la unión de que pende nuestra dicha.

V. E. será doblemente sensible a ella, sabiendo que dio impulso al general movimiento el haberse extendido que se vacilaba sobre el envío de la pólvora que V. E. pidió. Este generoso pueblo mira con más interés que los triunfos de ese que debe contar al chileno por su invariable, eterno aliado. Por eso aguarda con ansia el resultado de las negociaciones con Montevideo, que anuncia en su oficio de 6 de septiembre. Quiera el cielo oír sus votos y que haya V. E. logrado la dulce recompensa de sus nobles fatigas, viendo restituida la paz entre esas dos ciudades. Nuestro Señor, etc. Octubre 4 de 1811.

Excelentísimo señor Presidente y vocales de la Junta Gubernativa de las provincias del Río de la Plata.

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