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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo XI. Las Ideas de la Revolución. Predominio de los Hermanos Carrera.
Documento 14. Mérito de la sumaria

Uno de los informantes de la sumaria declaró que el 17 de noviembre, dos días después de la deposición de los vocales de la Excelentísima Junta, don Juan Mackenna, don Juan Enrique Rosales y de los demás, se encontró en la plazuela de la Compañía con don José Domingo Huici y le dijo: Tú mueres sin remedio dentro de quince días y lo mismo yo, si no quitamos del medio a los Carrera, pues éstos pretenden entregarnos a Fleming, y como nosotros somos patriotas y no lo consentiremos, seremos víctimas de su furor.

Que el dicho Huici citó al referido informante para las tres de la tarde de ese día y que habiendo ocurrido a la citación ya expresada, le dijo que los tres millones que se habían pedido eran para que viniendo Fleming los embarcasen y fugarse con ellos los Carrera.

Que el informante le contestó que no eran niños para dejarse seducir por tres únicos individuos. Que le replicó Huici que aunque así no fuere, eran los Carrera unos sujetos que mientras viviesen les traerían con las armas en las manos, y que si su orgullo había de funestar los días del público, debían morir con cuantos tuviesen relación con ellos de parentesco, y que concluyó el dicho Huici diciéndole que a la noche le convencería un sujeto que tendría en la Alameda, y que también había visto al mismo efecto a un oficial de granaderos. Que se fuese el informante disfrazado a la segunda pila de la dicha Alameda y hablarían.

Que cuando el informante caminaba al lugar designado encontró con el dicho oficial que también llevaba el mismo rumbo, y que recayendo la conversación siempre al intento de Huici quedaron ambos convenidos en observar si las miras de aquel eran sólo (por espíritu) de partido. Que el dicho informante y el oficial llegaron a la segunda pila, y sentados en su pretil llegaron disfrazados el Coronel don Juan Mackenna, y su hermano político don Francisco Vicuña, cuyo disfraz consistía en ir bien embozados en sus capas y bien calados sus sombreros, el Mackenna sin uniforme y ambos de paisanos.

Que Mackenna le dijo al informante -amigo, estamos mal- los Carrera atentan contra nuestra libertad, y vamos nosotros a ser víctimas, y que así meditasen cómo podrían dar el golpe.

Que el informante le contestó que él como más fecundo en arbitrios podía discurrir el cómo.

Que entonces Mackenna le dijo: Amigo, el modo de ejecutarlo con más seguridad, es que un día de éstos se citen a la sala de la Autoridad Ejecutiva los jefes de los cuerpos, y junto, con el pretexto de que de arbitrios para [a]copiar los tres millones, que han pedido, tendremos escondidos veinticinco o treinta hombres bien armados, que acometiéndolos de improviso, los asesinen, cuidando de ocultar sus cabezas hasta que Uds. (refiriéndose esta expresión al informante y al oficial) sobornen las tropas con cuatro o seis talegas que pondrán a su disposición con todo el tesoro de la Real Caja, como el de sus amigos y parientes.

Que se trató, señores, quiénes serían los agresores, si Dragones de Chile o Asambleas, y que se resolvió fuesen individuos del pueblo.

Que el tal informante reconvino a Mackenna sobre quiénes eran los jefes de los cuerpos que se habían de juntar, y que le dijo: que los señores Carrera, don Juan de Dios Vial, y don Joaquín Guzmán, y que reconviniéndole a Mackenna si a todos éstos trataban de asesinar como igualmente a los demás señores que componían la Autoridad Ejecutiva, le contestó que ya se trataría de ver el modo en que el golpe sólo recayese en los Carrera.

Que al siguiente día por la mañana vino a casa del informante el citado oficial y le dijo ¿qué hacemos? Al Comandante don Juan José lo han citado al Gobierno y Huici, que está de guardia en la prevención, me ha dicho que ahí sin duda morirán.

Que con esto trataron ambos de noticiárselo y que después de varias diligencias que hicieron al efecto, lograron el encontrarlo en las gradas de la Catedral que iban con don Ramón Formas y que, haciéndolo a un lado, le dijo al Comandante se precaviese de entrar en la sala de la Autoridad Ejecutiva; que así convenía y que después le diría los motivos.

Que la noche de aquel mismo día le descubrió al Comandante la conspiración con sólo la reserva de los sujetos de quienes esperaba volviesen a mejor camino.

Que en la noche siguiente el informante, el oficial ya citado y otros más quedaron convenidos en morir antes que en consentir nada de ese plan.

Que en una de las muchas noches que mediaron entre las citaciones al tajamar y en la que se aprendieron algunos le dijo Huici al informante, yendo por la calle, que ya iba estando la cosa en punto, que el informante tenía cien mil pesos según lo acreditaba un pagaré con seis o siete firmas que según lo dijo Huici de los que eran, la una de Mackenna y las demás de los Larraín y que el informante no vio por la oscuridad de la noche; y que a más le darían un empleo de los de mayor graduación cuyas promesas despreció el informante y se horrorizó del soborno.

Que la noche del 27 de septiembre fue Huici a ver al informante y le dijo: He trabajado hoy mucho. Esta noche se da el golpe, mañana al amanecer aparecerá la horca con un padre y cuatro hijos Carrera y con don Miguel Ureta que también morirá. Que el batallón de Pardos estaba citado para las cuatro de la mañana y bastante caballería de campaña. Que preguntándole el informante, cómo aseguraba a los tres Carrera, le dijo: Cuando el Comandante vaya a caballo a la Chimba a casa de don José Antonio Franco se le echarían encima doce hombres que eran: dos Formas, dos Larraín, dos Huici, un Berguecio, un mulato sirviente de don José Antonio Huici, un mayordomo de Larraín y que no se acordaba de los otros dos.

Que don José Domingo Huici le expuso al informante, haberle vaciado la ceba a las pistolas de su Comandante don Juan José, durante la asamblea y que actualmente estaban en junta los principales conjurados en casa del Presidente del Congreso, y que no acobardase que éste y todo el pueblo estaba con ellos.

Que el informante inmediatamente lo participó al Capitán don Luis Carrera para que incontinenti lo denunciare al Comandante don Juan José y que el informante no lo había hecho por sí mismo por hallarse Huici con el Comandante en su cuarto.

El oficial igualmente citado en la Alameda es conforme con el anterior informe en todas las citas que de él hace.

El otro oficial que en unión de los dos anteriores protestó morir antes que consentir en el citado plan, añade que don José Domingo Huici después de haberle descubierto la conspiración intentada contra los señores Carrera y encargado del sigilo bajo de su palabra de honor, le llamó del alto de su casa en circunstancias que él pasaba por su calle.

Que estando allí llegó el Comandante don Juan José y que el don José Domingo propuso a su hermano don José Antonio que si querían que en aquel acto asesinasen a Carrera.

Que le dijo el oficial que al momento se iría si se hablaba más de una acción tan inicua y que por ello cesaron de sus intentos por entonces.

Que el 27 por la tarde le dijo don José Domingo Huici le había quitado la ceba a las pistolas de su Comandante don Juan José Carrera, porque esa noche a dicho señor y a sus demás hermanos se les iba a dar el golpe.

Que meditó varios medios de decírselo, pero que frustrados todos, les ocurrió por último el decírselo a don Juan Antonio Muñoz para que se lo dijese a don Juan José, así por estar instruido de la íntima amistad que con él cultivaba como porque no le obligaría a Muñoz a descubrir los sujetos, como lo haría con él por ser su oficial; y que con esta resolución se dirigió a Muñoz y se lo comunicó.

Muñoz preguntado sobre esto, dice que es cierto, pero que no persuadiéndose que la cosa corriese tanto riesgo y por ser ya tarde y no fácil de encontrar a don Juan José, no trató de verlo sino reservarlo para el otro día o escribirle, lo que no tuvo efecto, porque esa noche se descubrió el proyecto.

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