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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo XI. Las Ideas de la Revolución. Predominio de los Hermanos Carrera.
Documento 18. Manifiesto de José Miguel Carrera y Manuel Rodríguez en que justifican la disolución del Congreso

Para que se convenza el reino entero de la justicia con que Santiago se revolvió en dos de este Diciembre, hasta suspender el ejercicio de la última corporación de su gobierno, es preciso desnudarse absolutamente de todas las ideas, halagüeñas, sorprendedoras que puede sembrar el partido y la cábala. Cuanto más grande una empresa, tanto deben prepararse los ánimos políticos a recibir con desimpresión su noticia.

Santiago presenta a una disertación racional el plan de sus obras.

No se prevenga el espíritu con odio, y la reflexión decidirá del acierto.

Debe confesar Chile y la América entera, que el abandono la sepultó en una ignorancia política absoluta hasta después de tres siglos de su descubrimiento.

Así es necesario que cuando medita el plan de su regeneración y de su libertad, dirija sus pasos por el verdadero sendero de su fin, y beba principios que le alumbren el principio de esa verdad.

Es constante que separado del trono el Rey cautivo, los pueblos de la monarquía española reasumieron exclusivamente la posesión de la soberanía, que le habían depositado; e instalada la Regencia del interregno, y sus Cortes Generales Extraordinarias de un modo ilegal, ellos no tuvieron autoridad bastante para extenderse sobre los dominios de ultramar.

Chile por eso suspende su reconocimiento y deferencia ciega para después de salvado ese vicio, sin dividir la unidad del cetro a que se sometieron sus abuelos. No era conducta política que la América se mantuviese en esclavitud opresiva, mientras la España misma obra por su reforma y se empeña en el restablecimiento de su libertad.

Mil mandatarios del gobierno antiguo y peninsulares del tiempo nuevo han entregado traidoramente al enemigo común las plazas de su atención, y se han vuelto al partido francés. Los vasallos más leales no debieron exponerse a una dominación extranjera, y la más aborrecida por recibir sin tino mandones desconocidos.

Cuando ellos protestan principalmente la consecuencia de su suelo al monarca más querido; en nadie deben depositarla mejor que en los hermanos de su confianza.

He aquí el fundamento incontrastable de establecerse juntas, y de suspender el sistema pasivo de recibir ordenes, de que tomó ejemplo en la misma Península.

Los gobiernos de España convencidos de la justicia del procedimiento americano, aprueban su nuevo método de organización política. Pero debió su sistema parar en el estado provisorio, hasta que el último resultado de la Península, o el desplome de su metrópoli abra el hueco en que ha de fijarse con inamovilidad la primera base de su libertad y de su independencia.

Este es el orden de ponerse en el fin majestuosamente y sin peligros. Como para acertar en las obras del primer orden se necesitan innumerables combinaciones, y grandes principios, no es extraño que las yerre por primera vez un pueblo pobre de ilustración, a causa del abandono que lo ha tenido muchos siglos en una absoluta orfandad política, reducido a un sistema puramente colonial y servil.

Chile debe conocer y confesar los defectos que padeció en nuevo gobierno de su revolución.

Esta confesión le traerá la confianza de todas las naciones. Cuanto más degradante un vicio, tanta recomendación acarrea a quien obra por salvarlo.

Chile, donde no llegaron jamás publicistas, ni los autores de ese derecho que era desconocido en las escuelas, no pudo tener las nociones políticas indispensables en la mutación de un sistema radicado desde trescientos años en sus provincias y en toda la monarquía que lo ha dominado.

Así es que cuando todos sus tribunales deben ser provisorios se adelantó a instalar Congreso, asamblea que sólo puede principiar cuando llegue el tiempo de erigir el edificio grande, soberbio, duradero y perpetuo de una independencia absoluta.

No se necesita tamaña novedad para la insecución de una ley española o modificación de otra. Su objeto es con exclusión legislar; y los cuerpos legislativos sólo son precisos y empiezan con efectos y oportunidad cuando llega el término de levantar códigos de constitución nueva.

Las determinaciones del Congreso han sido de efecto consiguiente a su importunidad y prematura instalación. El tirano, el déspota, el egoísta y el ignorante han tenido asiento y voz en esta corporación que sólo es digna y respetable cuando la presiden la sabiduría, la justicia y todas las virtudes.

Sus actas y decisiones harían la ignominia eterna de Chile, si sacudido el letargo, en que lo adormeció profundamente una deferencia y confianza sin límites no volviese los ojos a la conducta de sus mandones, y corriese a cortarles el vuelo.

Un cuerpo, nulo desde el plan de su instalación no podía corresponder en sus obras, sino con vicios intolerables. Los pueblos eligieron diputados antes de contar el número de sus habitantes, y antes de saber el de los que les correspondían.

Así es que un campo de cuatro ranchos tuvo tanta representación como el vecindario numeroso; y éstos en otra parte excedieron el coto legítimo de su aumento respectivo.

Cometió Chile los mismos vicios de que procede la nulidad de las Cortes españolas que repite.

Muchas de las personas que recibieron semejante comisión eran tachadas esencialmente por las propias actas de la junta provisoria que provocó a elección.

Pero se admitieron, sin embargo, porque no convenía al espíritu de partido; y los dignos fueron rechazados.

Debió separarse del complot todo estorbo que atacase los influjos de la parcialidad.

El nombramiento fue efecto de la cábala, del resorte y del empeño. No eligieron dos provincias un vecino, y muchas ni a un americano; al paso que sin elección de otras arrebataron algunos su representación contra su propia voluntad.

Hombres que no la habían habitado, ni conocido, tomaron a su arbitrio la decisión de sus derechos y de su felicidad.

En ninguna sesión se completó el número de vocales, y muchos partidos aún no lo tienen, siendo indispensable su lleno para cualquiera de sus obras; todas empezaban cerca de mediodía, y duraban muy poco tiempo, que gastado en injurias personales y articulaciones indecentes mejor hubiera sido evitarlas.

Un tercio del Congreso elegido tenía a su cargo la formación de legislaciones, debiendo salir de todo él en su plenitud entera.

Empero, sus funciones el cuerpo legislativo, antes de declararse con jurisdicción al efecto, no se acordó de sancionar en la gran cuestión del reconocimiento de corte cuya negativa era el paso previo, preciso para meterse en constitución nueva, y teniéndola desde antes hecha por los viejos de la monarquía, olvidaron absolutamente su reforma o reprobación tan necesaria a nuestro decoro, para documentar majestuosamente la justicia de novaciones.

Íbamos con violencia al fin de la empresa, antes de generalizarse y radicarse el sistema; antes de cubrir el reino contra invasiones que le amenazan en su mismo centro y con temibles de lo exterior; y antes de asegurarse un fondo público que es la forma sustancial de la consistencia de los gobiernos y les da representación indispensable, principalmente cuando un estado va a hacerlas en cabeza a la frente del mundo.

De otro modo, expuesto a vaivenes, y sin firmeza ni cimiento se desplomará al primer choque.

¿Es posible una metamorfosis, momentánea en los ánimos cuando se les arranca el sistema de su educación ni el conjunto milagroso de esas demás innumerables circunstancias que faltan a Chile?

La capital protesta que había entre los diputados congresales hombres de bien, sabios y patriotas.

Pero sus pensamientos, sus intenciones y sus clamores cedían a la multitud de sufragios.

Llegaron al fin algunos de los legisladores al extremo de retirarse enteramente, permitiendo la orfandad de su provincia y entregándola a un suplente, que tan falto de nociones como el principal llegaba sin objeto a ocupar un asiento, o, lo más cierto, a servir de apoyo y aun de órgano en que resonaba la voz de ideas ajenas.

¿Cuál provincia hizo instrucciones a su representante, y cuáles se observaron y repitieron?

Se rasgó enteramente la máscara hipócrita que evitó por algún tiempo el escándalo a unos y a otros dio esperanza de enmienda. Las pasiones y la arbitrariedad se presentaban con descaro sobre la hombría de bien, sobre la honradez y el patriotismo; los oprimían con fuerza y amenazaban de muerte. No se oían los gritos de los pueblos, ni los títulos más respetables en la elección de un apoderado; se rechazaba si no estaba en facción.

Se multiplicaron las confinaciones, los despojos y la calumnia contra hombres intachados.

No encontraba protección el que reclamaba su derecho; ni aun conseguía audiencia cuando su solicitud era sólo por la formación de un proceso, y provocando a la pena que le convenciese un crimen clasificado.

Si es de riesgo en los estados la división de la soberanía por las competencias que motiva la diversidad de pensamiento y sistema en la restricción de jurisdicciones ¿cuántos males traería a la capital de Chile el cuerpo legislativo en los términos que se hallaba expuesto?

La menor disposición más necesaria y urgente era retrasada mucho tiempo mientras se deslindaban tales artículos.

Ninguna prevención tenía efecto, y estaba en peligro la seguridad del reino.

Sus provincias iban infeliz e inocentemente a su ruina.

Pero Santiago, a quien nada desvela, como la felicidad general e individual de sus hermanos, hizo reflejar el día dos de Diciembre el lucero de la justicia y de la razón sobre los derechos de la patria.

La anarquía nos devastaba, y la justicia clamaba por el orden. El mal era grave y exigía remedio pronto.

El pueblo tiranizado y sofocado del despotismo no podía descubrir la cara para representar su situación. Los buenos patriotas la lloraban en el retiro y en papeles anónimos que eran desatendidos e increpados.

Sus autores se perseguían con pesquisas y amenazas terribles.

Desenvainaron por último los malvados el cuchillo de la perfidia, y meditaron dar traidoramente la noche del veintisiete anterior un golpe decisivo contra la salud general, contra la vida de todos y anegar la patria en la sangre de sus hijos.

¡Hasta dónde había llegado la maquinación y la sed insaciable que alimentaba la tiranía más injusta!

No falta quien atribuya a una parte del Congreso protección de los planes de esta empresa.

El proceso contra los conjurados cuyo sumario se ha retardado injustamente descubrirá la verdad.

El ciudadanato en su última agonía política y natural recurrió a la tropa, y no pudiendo ella ensordecer con indolencia, a una queja que le tocaba tan de cerca hizo suya la demanda, le protestó su adhesión y la uniformidad de sus sentimientos.

Los militares se replegaron en sus cuarteles, y sin permitir que la bayoneta, ni el cañón tuviesen parte en la obra de la libertad, representaron racionalmente los clamores de sus hermanos.

Todas las familias entonces, trocando las lágrimas lúgubres que les hizo verter la antigua opresión en las deliciosas y tiernas del júbilo o de la alegría, se presentaron en la Plaza Mayor llenas de confianza a festejar el buen resultado de su revolución, que les adquirió el orden, la tranquilidad, el sosiego y la reintegración en la posesión de sus imprescriptibles y sagrados derechos; de aquellos derechos que les dio la naturaleza misma en su generación, y que les arrebató y usurpaba la tiranía.

Ya les acompañaron las tropas que depuesta un momento su fuerza bizarra, y olvidadas del plomo desolador hicieron salva en honor de la patria, mientras el estado decente elevaba sus clamores al santuario cantando gracias a la Providencia por su protección decidida.

Fue extraordinaria la generalidad de los vivas, y sin excepción el contento público. Tuvo ventaja notable el partido del buen sistema.

Santiago reposa en el lleno de su tranquilidad; y sólo le falta uniformar las ideas de las demás provincias del Reino, para que como hermanas le ayuden en esta empresa y lleguen juntas al cabo de la obra.

¡Chilenos!

No consiga la maquinación sembrar cizaña y desconfianzas entre los hijos de una madre y de unos sentimientos, si libertamos todos nuestro corazón de las pasiones que nunca deben el trono efímero sobre la razón.

Se suspendieron las sesiones del Congreso a instancia universal.

Pero no porque falten los diputados y el nombre de ese cuerpo, quedan las provincias sin voz ni representación en el gobierno.

Está depositado en tres personas de la satisfacción pública.

Su número es el más análogo a nuestra legislación, a nuestras costumbres, a nuestras circunstancias; y no ocupando nada a esta ciudad tanto como el que todas las poblaciones del reino concurran con sus advertencias y con su ejecución a la formación del mejor de los sistemas; las convida y provoca a que asistan todas en la obra.

Para ello, y porque se convenzan que desde hoy van a proceder con más libertad, les previene que mudando sólo el nombre a los diputados antiguos, elijan sus procuradores que representen cerca del gobierno, siéndoles arbitrario dejar sus poderes en esta clase a los mismos representantes que tenían, elegir otros, o retener en sí, en sus cabildos, o en sus juntas que se erigirán irremediablemente el tiempo prefinido, la facultad de repetir sus derechos.

Sus clamores serán atendidos con preferencia, y tendrán efecto indispensable.

El primer orden ha observado la inmortal Buenos Aires, cuya noticia recibimos felizmente por conducto seguro el mismo día de la deposición del Congreso, y de la nueva reforma de nuestro sistema.

Están uniformadas las ideas de ambos estados; y cuando esta capital oiga como aquélla la aprobación de sus provincias interiores que desea tanto y espera, entregará con satisfacción al mundo entero un manifiesto exacto y más individual de otros datos y documentos con que reserva confirmar entonces la legitimidad de su obra.

Ha de acabarse la tiranía.

Nos desvelamos por hacer consistir la libertad.

¡Ea! chilenos, hermanos de nuestra primera atención; identifiquemos nuestros pensamientos, y trabajemos todos juntos por conseguir plantar con firmeza el mejor de los sistemas.

Arrostremos los peligros.

La victoria es cierta si tenemos resolución y consistencia en nuestros corazones.

Somos impenetrables, y no hay enemigo que nos toque si no nos destrozamos entre nosotros mismos.

Es respetable la barrera de nuestras tropas tendidas sobre las armas.

Ellas activan sus ejercicios doctrinales, se preparan a la lid, se aumenta con aceleración, y el valor chileno no se apaga sino con el vencimiento y con la última gota de la sangre del soldado.

Después de muy pocos riesgos que son indispensables en la carrera penosa de la vida humana, correremos gloriosos a coronarnos en el templo del honor, y de la virtud, colgando para nuestra memoria eterna el laurel de la victoria: tanto más recomendable cuanto la cadena de los sucesos esté eslabonada de mayores precipicios.

Santiago, Diciembre cuatro de mil ochocientos once.

José Miguel Carrera.- Manuel Javier Rodríguez, Secretario.

 

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