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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Capítulo XI. Las Ideas de la Revolución. Predominio de los Hermanos Carrera.
Documento 20. Proclama

Exortatio ad Fratres Jacobo Politanos

Carísimos hermanos y compatriotas: no ignoráis la magnitud de la grande obra en que nos hallamos empeñados. Sabéis muy bien que a ella han de corresponder los resultados en proporción de grandeza e ilimitada extensión. Con este hemos excitado la curiosidad de todas las naciones del Orbe que observan atentas nuestros pasos, nuestras determinaciones y nuestro manejo. Todo el acierto de nuestro plan de ideas por muy justas, arregladas y bien combinadas que parezcan en su esencia y circunstancias, viene a pender al cabo de nosotros mismos y de nuestra conducta, según que ella sea más o menos uniforme con el objeto en general. Así no podemos menos que exhortaros de parte de aquel gran Dios protector de nuestra causa, de parte del Rey Fernando, el más principal interesado en ella y a nombre de los cielos, de la tierra, de los mares, de los padres de familia, esposas, tiernas doncellas, niños, ancianos y de cuanto se interesa e interesar puede en nuestro éxito que oigáis lo que se dirá más adelante, porque se habla a los individuos del Gobierno superior del reino, a los magistrados, corporaciones y habitantes de la capital de Santiago, a los empleados en ella, a los nobles, a los plebeyos &.

Sea lo 1º que sólo tratéis de servir a la causa pública, sacrificándole vuestras vidas, vuestros intereses, vuestras pasiones y vuestras inclinaciones las más queridas.

Lo 2º que sólo mande o impere en vuestras determinaciones el espíritu público y desterréis para siempre ese egoísmo fatal que os envilecerá y os degradará en el concepto de todas las naciones y que infaliblemente acabará con la descomposición de todos nuestros negocios.

Lo 3º que extingáis y olvidéis para siempre aquel espíritu de facción, hijo del egoísmo que ha estado para arruinar hasta nuestra justa causa y al fin nos arruinará a todos.

Lo 4º que no permitáis a las ruines pasiones tener parte en la provisión de empleos, y que para la elección de los que hayan de obtenerlos, no se tenga otra consideración que la aptitud, patriotismo y virtudes civiles, que son las únicas señales características del verdadero mérito y que debéis decidir en vuestro concepto.

Lo 5º que hagáis de modo que las conexiones de familia, ni la amistad o enemistad, ni las miras privadas, tengan parte en la provisión de los oficios, aspirando siempre a la igualdad para no agravar la desgracia de los unos con ponerles por delante un desagradable objeto de comparación en los otros.

Lo 6º que desterréis de todo vuestro suelo la ridícula manía de la caballería y nobleza que a su antojo cada uno se fabrica en su cabeza, haciendo que todos entiendan que este es un título vano, inventado por el delirio de los hombres, que nada significa, cuando no hay virtudes patrióticas y morales que sostengan el fantasma que los hace vanos, soberbios, huecos e hinchados, y al fin, ridículos y despreciables.

Lo 7º que entendáis, y bien, que todos los hombres son hermanos, hijos y descendientes de unos mismos padres, y que todos son y todos se creen tan buenos como los otros.

Lo 8º que escarmentéis sin misericordia a los que atenten a nuestra sagrada causa y que en su juicio no tengan parte ni las pasiones viles, ni las relaciones de amistad, de intereses de familia, de odio o de venganza que tanto han degradado vuestros pasados procedimientos.

Lo 9º que el patriotismo sea vuestra virtud dominante, puesto que ella bien radicada comprende todas las demás.

Lo 10º que en fin entendáis y estéis persuadidos todos los de Santiago en general que la provincia de Concepción y sus virtuosos habitantes jamás pasarán por providencias injustas, dictadas por el interés particular o por las pasiones vergonzosas y mucho menos por las que dañan nuestra sagrada causa, debiéndoos desengañar que para mantener la unión tan conveniente y necesaria es preciso que el gobierno sea justo e ilustrado.

Lo 11º que por conclusión estéis persuadidos y ciertos que la provincia de Concepción se levantará en masa y volverá con todas sus fuerzas en auxilio de los patriotas de la Capital siempre que los malvados, los facciosos o los sarracenos intenten contra el Gobierno establecido o las justas medidas tomadas por este pueblo el 4 de septiembre.

Debéis advertir, oh Pueblo de Santiago, que en vano procuráis obtener algunas ventajas por fuera y estar seguros por dentro mientras alimentéis en vuestro seno los pensionarios del antiguo régimen; a estos enemigos domésticos que semejantes a. las rocas escondidas debajo de las aguas serán un día el escollo donde fracase nuestra sagrada causa.

La conducta vuestra, hermanos de la capital, nos hace creer que no entendéis la dificultad del proyecto en que os habéis empeñado. Debéis temer el interés mal entendido, el amor propio y las preocupaciones de ciertas gentes; pero aun debéis temer más los vicios y la vileza de otras. La libertad es un alimento de buen suco, pero de fuerte digestión y que necesita estómagos muy sanos para recibirlo y sostenerlo; es decir, que no se hizo para todos, sino para aquellos que aprendieron a merecerla y tienen disposición para recibirla. Compadecemos a los hombres que se atreven a hablar de la libertad y no tienen de ella la más ligera idea o tintura y que, abundando su corazón en todos los vicios y bajezas de los esclavos se imaginan que para ser libres les basta ser facciosos, revoltosos e intrigantes.

¡Pura y Santa Libertad! Si estas pobres gentes pudieran conocerte; si ellas supieran a qué precio se te adquiere y conserva; si ellas entendieran que tus leyes son más austeras, que es duro el yugo de los tiranos, sus almas débiles, esclavas de las pasiones, del interés y de los caprichos que no quieren, que no saben o que no se atreven a olvidar, te temerían cien veces más que a la servidumbre misma, como que ésta se compadece mejor con el envilecimiento, y no la libertad que es único y digno premio debido a la virtud.

No nos dirigimos a todos nuestros hermanos de la capital; sabemos que la mayor parte son hombres virtuosos, sensatos, patriotas y justos a quienes ni convienen ni se ordenan nuestras advertencias; pero hay muchos que necesitan aprovecharse de nuestros exhortos, si no quieren sepultarse en las ruinas del edificio que creyeron levantar por un efecto de la justa indignación.

Recibid, hermanos, estas exhortaciones benéficas que por ahora ha dictado la voluntad y el deseo de la unión y confraternidad. Reformaos, ajustándoos al ejemplo que os hemos dado y no os hagáis miserables por un camino opuesto, arrastrando tras vuestra desgraciada suerte la que Concepción quiere proporcionarse feliz para ella y para nosotros.

Reflexionad sobre todo y temblad de las consecuencias.

Del patriota amante y defensor de sus sagrados derechos.

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