ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

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El ataque del Callao por Lord Cochrane. Drama Naval.
Acto II

(Mar con buques, los Inchimanes, la Isabel; en ésta Cochrane, Lady, Salubria y Bennet; la isla de San Lorenzo con una capilla y un rancho. Se representa desde el buque. Sale el vigía que observa desde la isla).

Cochrane:
Valientes hijos de Chile,
a vista de Lima estamos,
muera quien no sea patriota
y acabe en sus tiernos años,
corred a tomar laureles
para nuestro grande estado,
demoled los fuertes muros
que custodian al Limano:
no quede almena penada,
destrozad sus fuertes altos
y gritad: ¡Viva la Patria!
con el mayor entusiasmo.

Bennet:
Mi General, nos conviene
arruinar, aunque de paso,
por que no sirva de auxilio
la isla que estamos mirando.

Cochrane:
Me convenzo: quiero ser
el primero a ejecutarlo;
el esquife.

Bennet:
Pronto está

(Lo echan al agua y se embarcan con cuatro marineros).

Cochrane:
Vamos a gozar del lauro
que la suerte nos previene.

Bennet:
¡Que viva el chileno estado!

Voces:
¡Viva por siglos eternos!

Vigía:
¡Viva mi amable Fernando!

Voces:
¡Viva el Rey de las Españas!

Vigía:
Morir o vencer, hermanos.
por la religión y el Rey
y por la Patria que amamos.

Bennet:
Mi General regresemos,
tenemos viento contrario.

(Regresa el esquife a la Isabela).

Vigía:
¡Viva mi fe, mi Monarca,
y viva el pueblo Limano!

Voces:
¡Viva mi fe, etc.!
Viva Lima, defensora
del amable Iberio estado!
Si, amigos, el enemigo,
aquel pirata corsario,
segunda vez a invadirnos
se presenta cruel e insano.
Nuestra religión peligra
y el sistema luterano
pretende tomar dominio;
con la vida resistamos.
Nuestro Rey es combatido,
que muera todo contrario;
la ruina de nuestra Patria
evitemos, y peleando,
al Rey, Religión y Patria
como fieles defendamos,
para que el mundo conozca
que es siempre leal el Limano.

Voces:
¡Vivan nuestro Rey y Patria
y la ley que profesamos!

(Desembarca Cochrane en la isla).

Cochrane:
¿Quién manda en aquesta isla?

Vigía:
Yo, que soy un fiel vasallo
de la España y su corona.

Cochrane:
¿No sabes que soy mandado
a conquistar el Perú.

Vigía:
Conquistaras a bellacos,
a hombres sin ley ni Patria,
pero a los fieles Limanos,
jamás les podrás vencer
aunque pelees mil años.

Bennet:
Mi General, con cautela
a éste al punto lo ganamos,
con él no mostremos fuerza,
pues con cariño a la mano
nos dice cómo está Lima,
y sus armas declarando
nos puede servir de mucho.

Cochrane:
Me avengo a ejecutarlo:
Amigo no hay que temer,
voy a V. a hablarle claro.
Yo vengo a auxiliar a Lima,
así los ojos abramos,
libertemos a la Patria
y sus cadenas rompamos.
Sí V. me explica las fuerzas
que tiene el Cuartel Limano,
le doy el debido premio.

Vigía:
Sí, señor, no hay embarazo:
voy a explicarle las fuerzas
que tiene en Lima Fernando.
El primero es el Infante
Regimiento, el más bizarro
que no puede poner Chile
aunque pasen dos mil años.
De cholos y chapetones
todos bien uniformados,
fuertes, rollizos, constantes,
y del  Rey fieles vasallos.
Sigue allí la artillería
de chilotes esforzados,
que no los puede vencer
ni la espada de Bernardo.
Después Burgos, que son leones
que de Castilla mandaron.
Ya llegamos al Numancia,
y si un punto nos paramos
pongo que su aliento solo
vencerá al chileno estado.
De Cantabria los guerreros
que hasta la Francia se entraron.
El Regimiento de Arica
muy valiente y educado.
El número de españoles
y muchos cholitos bravos,
aguerridos, valerosos,
pues a Quito conquistaron.
Concluye la infantería,
con los morenos y pardos
y los indios fajineros
todos fieles, que contarlo
es diverso a haberlo visto,
que lo publique el gran Pasto,
Falupuña, Panecillo,
Chimbo, Tucunga y Ambato.
Entra la caballería
de Húsares, que son mil rayos
contra toda insurrección,
y los Dragones Limanos,
que cada uno es una fiera
del alto honor en el campo.
El fuerte escuadrón del Rey
quisiera cerrar el cuadro,
pero Carabaillo tiene
ese lugar destinado.

Cochrane:
¿Tanta tropa tiene Lima?

Vigía:
Mi amigo, si no he acabado.

Cochrane:
Pues qué, ¿más armas tenemos?

Vigía:
Y los nobles Concordianos,
quiere V. que me los zampe?
Ese regimiento bravo
del bello y rico comercio
de Españoles y Limanos,
que al  Rey y a la Patria sirven
siempre fieles, siempre honrados,
siempre de valde, sin sueldo,
a su costa uniformados,
desempeñando los puestos
que a su guardia encomendaron
Dios, la Ley, el Rey, la Patria
y los Jefes del Estado.

Cochrane:
Mucha fuerza tiene Lima,
Bennet, si bien lo reparo,
yo volveré con mis cohetes,
del Perú nada sacando.

Bennet:
No hay que desmayar, mi Jefe;
si echamos atrás un paso
nos juzgarán de cobardes
y que la presa largamos.

Cochrane:
Acometer no es posible:
¿Tantas armas? ¡fuerte caso!

Vigía:
¿Y los valientes marinos
que habíamos pasado en blanco?

Cochrane:
¿Todavía pares demonio?
¿Tantas tropas? ¿Hasta cuando?

Vigía:
Aun me faltan en la lista
los señores abogados:
y para decirlo todo
ensarto a los escribanos
que con fusil y con pluma
acordes se hallan marchando.
En fin, para no cansar,
viejos, mujeres, muchachos,
con el corazón y voces
gritan: ¡Que viva Fernando!

Cochrane:
Este es mucho ponderar:
¿Ya acabaste?

Vigía:
Aun no acabo.
Por la posta en sesenta horas
toda marcha redoblando,
se pueden poner en Lima
diez mil valientes soldados,
de Ica, de Pisco, de Chincha,
de Chancay y de otros varios
pueblos de toda la costa
que hay desde Nazca hasta Huacho.

Cochrane:
¡Este demonio es la causa
de que yo me halle burlado!

Bennet:
¿Yo, mi General? ¿Por qué?
No hay que creer a este zamarro;
yo sé de que el triunfo es nuestro
con los cohetes incendiarios.

Cochrane:
Eso sí, los grandes cohetes
han de abrasar al Limano.

Bennet:
Reconozcamos la isla,
que es lo que importa, de paso.

Cochrane:
Enséñame este terreno.

Vigía:
Sí, mi señor, pronto vamos.

(Vanse los tres).
(Bajan en vuelo Asmodeo y O’Higgins a la Isabel).

Asmodeo:
Ya te pongo, Director,
en la fragata Isabela,
donde está Lady Cochrane,
aquella preciosa perla
que del Támesis al Maule
vino a servirte de estrella.
Ahora me importa saber
(sin que entremos en contiendas,
y que gane mi trabajo)
¿qué es lo que me das por ella?

O’Higgins:
Te daré dos mil coquitos,
de charqui una arroba entera,
quince libras de orejones,
y una petaca de almendras.

Asmodeo:
¿Y para qué diablos quiero
ridículas frioleras
que en el Infierno no sirven?
Allá amigo, no se almuerza,
no se come, ni se bebe,
porque sólo se reniega.
Almas son las que yo quiero,
y por justa recompensa
de mis servicios ilustres,
espero me des la cédula
de que tu alma ha de ser mía.

O’Higgins:
Eso no, mi amigo, alerta,
que yo soy todo cristiano,
y mi ley divina excelsa
me prohíbe tal absurdo.

Asmodeo:
Pues se concluirá la fiesta
arrojándote en el mar,
que te trague una ballena.

O’Higgins:
No, señor don Asmodeo.
¿Es posible que pretenda
a la edad de cuarenta años
cortar mi bella carrera?

Asmodeo:
Pues págame mi trabajo.

O’Higgins:
¿Quiere V. que sea en moneda?

Asmodeo:
No necesito de plata.

O’Higgins:
Amigo, que V. me aprieta.

Asmodeo:
A nadie sirvo de balde.

O’Higgins:
Pues escúcheme mi arenga.
He de seducir en Chile
muchas almas por mi cuenta
que abrazando el patriotismo
vengan de V. a ser presa.

Asmodeo:
¿Me cumplirás la palabra?

O’Higgins:
Lo juro por Venus bella,
por Cupido y por Mercurio
y por su quebrada pierna.

Asmodeo:
Pues mi amigo, vuelva a Chile,
que en cumpliendo la promesa,
a pesar del gran Cochrane
y de toda su cautela,
he de poner en sus manos
a la susodicha inglesa.

O’Higgins:
¿Por qué no lo haces ahora?
¿Desconfías de mi oferta?

Asmodeo:
La pobre se halla pariendo,
preciso es compadecerla.
En fin, para todo hay tiempo,
después trataremos de ella:
volvamos a Chile pronto.

O’Higgins:
¿Con que nos vamos sin verla?

Asmodeo:
No hay que porfiar, vamos pronto,
luego daremos la vuelta...

(Vuelan).
(Lady y Salubria que salen en la Isabel).

Lady:
El Lord no parece
¿si habrá peligrado?

Salubria:
No hay que temer nada,
estará mandando
prevenir los cohetes.

Lady:
¡Ay mi Lord amado!

Salubria:
El os quiere mucho,
no hay que sofocaros,
para tu regalo.

Lady:
Mi querido Lord,
mi esposo estimado,
fino compañero
en todo trabajo,
mi gusto, mi gloria,
todo mi descanso.

Salubria:
Deja, gran señora,
no os afanes tanto
que yo os he de ver
a Lima mandando,
si no fuese así,
que mis pobres labios
se los coman pronto
siete mil gusanos.

Lady:
Salubria querida,
te agradezco tanto
tus suaves consuelos,
mas yo he de pagarlos,
cuando ya de Lima
tenga todo el mando,
he de hacer que cases
con mi secretario,
y entonces unidas
en tan dulce encanto
de ver a mis plantas
el reino peruano,
partiré contigo
el bello agasajo
que ha de tributarme
todo ciudadano.

Salubria:
Lady, así lo espero
de tu bello rasgo:
soy tu amiga siempre;
siempre, en todo caso
es Salubria tuya.

Lady:
No puedo dudarlo.

Salubria:
Vamos a la cámara
a esperar un rato,
que vuelva Milord
de gloria colmado...

(Vanse).
(Sale Cochrane en la isla con una gallinas y detrás Martina que procura quitárselas).

Martina:
Déjeme V. mis gallinas!
¿Por qué las quiere llevar?

Cochrane:
Porque soy conquistador
y dueño de este lugar.  

Martina:
¡Mire al demonio del hombre!
que así me quiera robar.

Cochrane:
¿Yo ladrón? infame, calla,
si no quieres expirar.

Martina:
¿No es V. facineroso?  
¿Cómo viene a mi corral
y se lleva mi papuja
y a mi mono? ¡San Pascual!
¿De do ha venido este diablo
con mis bienes a acabar?

Cochrane:
Mujer, no soy diablo, calla
porque puedes peligrar.
Soy el gran conquistador,
el que vengo a sujetar
a la libre patria, a Lima.

Martina:
¡Qué bonita libertad
robándome mis gallinas!
Múdese V. al muladar,
vaya V. con su conquista
hasta el infierno a cenar.
Aquí no queremos patria,
mis gallinas son mi afán.
Ellas me dan de comer,
su patria nada me da.

Cochrane:
¡Larga, demonio, o te mato!

Martina:
¿Y por qué me ha de matar?

Cochrane:
Porque soy el gran Cochrane,
y he venido a conquistar
todo el reino del Perú.

Sale el Vigía:
Vamos, señor, aflojad
a esa mujer las gallinas!

(Forcejean. Salen soldados del esquife los que arrebatan las gallinas y las embarcan. Cochrane les tira de sablazos, huyen los dos quedando ocultos al paño y sale Bennet de la capilla con un envoltorio y soldados).

Bennet:
Me he cubierto, amigos míos.
partiremos del ajuar.
Toma tú, estos candeleros
que son de fino metal.

Vigía:
Calla, porque si nos ven
nos vendrán a degollar.
Estos son viles herejes,
sectarios del alcorán,
por lo menos luteranos
que en pretexto de librar
de esclavitud a la patria,
se dedican a robar
a Dios, al Rey y a los hombres,
tanto en tierra como en mar.

Martina:
Pero mira, qué demonio,
se ha llevado hasta el misal.

Vigía:
Calla mujer, no alborotes
que nos pueden degollar.

Bennet:
¿Para qué quiero este libro?
tú te lo puedes llevar:
lo que aquí queda es de plata.
de esto a nadie le he de dar.

Sale Cochrane:
Ciudadanos, prontamente
esa capilla quemad.

(Lo hacen y luego se embarcan todos).

Vigía:
Castiga Dios Eterno a estos infames
profanadores de tu santo templo.
No perdones, señor, este pecado
a hombres tan viles, a hombres tan perversos!

(Telón).