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Capítulo VIII. Memorable y Funesto Día Para Chile. Elección de Diputados y Motín de Figueroa. Disolución de la Audiencia
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Memorable y Funesto día Para Chile: Elección de Diputados y Motín de Figuroa. Disolución de la Audiencia.

1. Elecciones de Diputados en Santiago. Motín de Figueroa. 1º de Abril de 1811.
Llegó el día 1º de abril, memorable y funesto para Chile, destinado para la elección de los diputados correspondientes a esta capital, que debían componer el Congreso Constitucional Legislativo.

Desde las 7 de la mañana empezaron a concurrir al Consulado los electores, y hallándose formado en la plazuela, frente de este edificio una compañía de Dragones de Penco al mando de su Capitán don Juan Miguel Benavente, empezaron a pedir algunos soldados de ella que se condujese y viniese a aquel lugar la otra compañía de Infantería Veterana de la Frontera para acompañarlos; a lo que respondió el Capitán que no había necesidad ni orden para tal disposición.

Mal satisfechos los soldados con la respuesta, instaron nuevamente con voces poco comedidas, que tuvo por conveniente el oficial castigar, y en efecto dio dos pequeños golpes a un Cabo Sáez, lo cual visto y llevado a mal por sus compañeros, lo rodearon y amenazaron al Capitán con las armas, diciéndole que se contuviese y retirase, que no lo reconocían por su jefe, y que su verdadero comandante era don Tomás Figueroa, a quien reclamaban y pedían que viniese a mandarlos, y añadieron otras expresiones de que en el día habían de desbaratar la Junta y restablecer el gobierno antiguo, al señor don Francisco Antonio García Carrasco y a sus legítimos oficiales.

Acudió a sosegar esta disensión el tumultuario Comandante General don Juan de Dios Vial que se hallaba cerca y contenido y amenazado por los soldados igualmente que Benavente, desistió, dando orden de que aquella tropa se retirase a su cuartel.

2. El Motín.
Retiráronse efectivamente, y avisando sin perder tiempo a su Comandante don Tomás de Figueroa, le suplicaron viniera al cuartel a ponerse a su frente.

Apenas llegó la compañía a [al cuartel de] San Pablo, entró don Tomás de Figueroa que fue recibido de los soldados con voces de ¡Viva el Rey! ¡Este es nuestro Comandante! ¡Queremos nos guíe a defender al Rey y la Religión!

Diciendo esto abrieron las puertas de los almacenes, y sacaron armas y municiones de que se proveyeron a satisfacción.

Prevenidos en esta forma les dijo el Comandante que lo siguieran, que él los conduciría a donde estaba la Junta, y se encaminó al Consulado donde suponía se hallaba; pero llegando a dicho lugar y sabiendo que no estaba la junta, prosiguió su marcha a la Plaza Mayor, en la que tendió su tropa formada en batalla, ocupando el frente del sur, correspondiente a las Cajas Reales.

En esta disposición subió Figueroa a la Real Audiencia, que se hallaba en su sala de despacho, y después de la venia de estilo, dijo:

Que las tropas de su mando y grande parte del pueblo se hallaban en conmoción por causa de las diferentes opiniones acerca del Gobierno; que supuesto que el Real Tribunal era representante y depositario de la autoridad real, le impartiera las órdenes convenientes al estado de las cosas; que él estaba pronto y dispuesto con su tropa para ejecutarlas, y defender al Rey, y a la Religión; que sus miras se dirigían a evitar toda efusión de sangre, y deseaba se aplicasen medios oportunos a la paz y unión de los diversos partidos.

Oídas y reflexionadas las propuestas de Figueroa, respondió el Tribunal que no se hallaba en disposición de impartirle órdenes algunas sin oficiar previamente a la Junta lo que iba a ejecutar inmediatamente, y en esta virtud que esperase el resultado y respuesta, conteniéndose él y sus tropas en el ínterin, sin intentar cosa alguna.

Recibida esta respuesta se retiró Figueroa, y fue a ponerse al frente de su tropa; pero a este tiempo halló ya formado en batalla el Batallón de Granaderos del cuartel de los Huérfanos, colocado a medio tiro de pistola en frente de sus tropas, y viendo al Comandante Vial que estaba delante del Batallón, le preguntó, qué novedad era aquella, y qué jefe debía mandar en la plaza, pues no debía ignorar que a él correspondía este oficio por su grado, y antigüedad.

Vial respondió que no reconocía otro jefe ni autoridad que la Junta; y acalorados ambos con otras preguntas y respuestas sobre el mismo asunto, se separaron caminando cada uno a su respectivo cuerpo, pero a pocos pasos dados, las tropas de ambos partidos que estaban tan cercanas entre sí y de sus dos comandantes, rompieron el fuego repentinamente con una mutua descarga, que tuvo por resultado la muerte de muchos soldados de una y otra parte y muchos más heridos que quedaron tendidos en la plaza.

A causa de no soplar viento alguno, se obscureció el ámbito de la plaza con el humo de la pólvora, quedando ocultos los enemigos recíprocamente, con cuya ocasión y por falta de valor y disposición en los oficiales tomaron precipitada, fuga los dos ejércitos beligerantes, corriendo desordenados los de Vial para las calles del sur y los de Figueroa para los del norte hacia donde estaba el cuartel.

Avisada la Junta de tan sangrienta catástrofe y temerosa de una general conspiración se reunió en casa del primer Vocal don Fernando [Márquez de la] Plata y desde allí dirigió las órdenes de seguridad que le ocurrieron eran convenientes.

Se despachó orden para que la Compañía de Dragones de la Reina, con los soldados que se pudieran juntar del batallón de Granaderos, marcharan a la plaza, lo que se ejecutó llevando seis cañones de artillería, que se colocaron luego, dos a cada extremo de los portales, y otros dos en las boca calles opuestas a dichos portales.

En seguida, noticiosa la Junta de que los soldados de Figueroa se habían retirado a su cuartel, y que dicho Figueroa desamparando a su tropa se había refugiado a [en el convento de] Santo Domingo, montó a caballo el Vocal don Juan Martínez de Rozas y saliendo a la calle acompañado de pocos Dragones, iba llamando a cuantos encontraba, y diciendo en altas voces: "¡Síganme a defender la patria!"

3. Cargos Contra la Real Audiencia.
Agregáronsele multitud de partidarios y dirigiéndose a la plaza, se acercó a las puertas de la Real Audiencia en la que estaban los señores oidores temerosos y sorprendidos todavía del tumulto y estragos ocurridos, y haciéndoles cargo de haber concurrido con sus consejos a la conjuración de Figueroa, le informaron éstos brevemente de todo lo ocurrido, según arriba queda dicho, y le aseguraron haber dado parte de todo a la Junta.

Martínez de Rozas negó haber recibido la Junta dicho oficio, hasta que nombrando los señores oidores la persona con quien lo habían remitido, y manifestándole una copia que habían dejado para su resguardo, le persuadieron que no habría llegado a tiempo por la precipitación o circunstancias ocurridas.

Esto no obstante, los maltrató y amenazó Martínez de Rozas, diciéndoles que estaban mal quistos y aborrecidos del pueblo y que sus vidas estaban poco seguras.

Estas palabras del Vocal fueron seguidas de otras expresiones ultrajantes en que prorrumpieron los de su comitiva contra los ministros del tribunal, y hubo alguno que dijo: “¿Por qué no matan a balazos a esos pícaros?”.

Desde aquí se encaminó Martínez de Rozas al convento de Santo Domingo en busca del Comandante Figueroa, llevando a sus órdenes una Compañía de Caballería y otra de Infantería.

4. Prisión de Figueroa.
Con la primera circuló todo el convento y los soldados de la segunda entraron a registrar todo lo interior, lo cual ejecutado escrupulosamente en vano, se retiraban ya, cuando un muchacho les dio aviso de que él sabía dónde estaba el sujeto que buscaban.

Retrocedieron entonces y guiados del denunciante hallaron a Figueroa en el huertillo de un padre, oculto debajo de unas esteras.

No hizo resistencia alguna, y conduciéndolo con grande algazara lo pusieron en la cárcel pública cargado de grillos y cadenas.

El vocal Martínez de Rozas manifestó el gusto de su hallazgo gratificando al muchacho denunciante con una grande hebilla de oro que se quitó del zapato, y no sé si cumpliría la oferta que tenía hecha de quinientos pesos al que prendiese a Figueroa.

5. Persecución de Españoles.
Al mismo tiempo que Martínez de Rozas perseguía a Figueroa, otros varios insurgentes lo imitaron en acuadrillar gentes, y formando sus patrullas iban por las calles dirigiéndose hacia el cuartel de San Pablo a donde se habían retirado los soldados de Figueroa.

Entre éstos fueron los más activos don Nicolás Matorras, comerciante; don Martín Larraín, vecino y patriarca de la revolución; el fraile Camilo Henríquez, apóstol y secuaz de la doctrina de la independencia, que después de haberla propagado y revolucionado en Quito, se hallaba fugitivo activando la de Chile.

Estos nuevos jefes de guerrillas ostentaban recomendar su mérito y su valor noticiosos ya de que los soldados de San Pablo, sabiendo la prisión de su Comandante, se habían fugado fuera de la ciudad tomando el camino de Valparaíso, con la mira de reunirse a los trescientos hombres que de Penco habían llegado al puerto, destinados al socorro de Buenos Aires y se decía hallarse cercanos a esta capital.

Otros más atrevidos se destacaron para traer preso al señor ex Presidente Brigadier don Francisco Antonio García Carrasco; que despreciado y abatido, residía en casa de un honrado vecino, sita en el extremo remoto del arrabal de la Chimba.

El insolente rebelde don F. Manuel Dorrego, acompañado de otros semejantes, se presentó en ella, y sin traer ni manifestar orden ni mandato de Gobierno, con expresiones ultrajantes y vilipendiosas, condujo vergonzosamente al anciano Capitán General públicamente hasta el palacio de Gobierno, en donde lo dejó asegurado en una pieza, y a don Julián Zilleruelo, dueño de la casa y huésped de dicho señor, lo llevó a la cárcel pública, y lo puso en un inmundo calabozo con un par de grillos.

6. Anuncio de un Correo de Buenos Aires.
A las doce del día estando atónitos y sobrecogidos todos los habitantes de esta ciudad con tan impensados y trágicos sucesos, se empezó a sentir un repique general de campanas, esparciéndose al mismo tiempo la noticia de haber llegado un correo de Buenos Aires, comunicando el triunfo de sus armas contra el General Elío y ejército de Montevideo con el rendimiento de dicho puerto y ciudad.

Esta intempestiva novedad fue recibida generalmente según la sentencia: musica in luctu importuna narratio; y al instante se conoció y descubrió la intención y falsedad del autor don Juan Martínez de Rozas, que después solía jactarse de haberle ocurrido una invención tan oportuna para deprimir (decía) los ánimos de los sarracenos, y levantar los de los revolucionarios.

7. Se Alza la Horca.
A las cuatro de la tarde, se plantó la horca en la plaza, y en ella suspensos cinco cadáveres de los soldados muertos de Figueroa, declarándolos por reos de alta traición a la patria; y para esta infame ceremonia concurrieron alarmadas todas las tropas veteranas y de milicias que se hallaron en esta capital: el Regimiento del Príncipe, el del Rey, el Batallón de Granaderos, el Cuerpo de Artillería con su tren, de suerte que la plaza parecía un campamento, según estaba constipada de tropas.

8. Nuevas Prisiones.
En la misma tarde se aprisionaron como reos al Coronel de Ingenieros Militares don Manuel Olaguer Feliú, a don Enrique Cardoso, a don Manuel Antonio Figueroa, hijo del encarcelado Comandante Figueroa, a don Manuel Antonio Talavera, ejecutando los comisionados dichas prisiones con tan insolentes vejaciones y tropelías cuanta era la rabia concebida contra el distinguido mérito y honradez de dichos sujetos notoriamente opuestos al actual sistema.

9. Proceso Contra Figueroa. Declaración de Figueroa. Otras Declaraciones.
Sin embargo, de todas estas agitaciones y cuidados, no se descuidó el Gobierno en formar y acelerar la causa del Comandante Figueroa, comisionando al efecto al Vocal don Juan Enrique Rosales, que asociado con el asesor don Francisco Antonio Pérez, el Secretario Argomedo, recibieron la confesión del reo.

La Junta convocó al Cabildo y leído el proceso a presencia de ambos cuerpos, se procedió a pronunciar la siguiente sentencia:

10. Advertencia a Figueroa.
"A Figueroa, desde el 21 de marzo le avisaron dos tapadas, por medio de un papel, que se ausentase de la ciudad, porque el Vocal don Ignacio de la Carrera estaba maquinando contra su vida"[1].

11. Reflexiones del Autor Sobre el Fusilamiento.
Los jueces pronunciaron y se ejecutó la sentencia anterior.

El público en general condena a los jueces de injustos, fundándose en muchas razones de las que notaré algunas brevemente.

El reo, como militar debía ser juzgado en Consejo de Guerra, o declarado por éste excluso del fuero.

En segundo lugar, se le debía permitir defensor.

Además de esto, se nota no se cumplió la sentencia en la parte que declara permitirse la elección de confesor, pues pidiendo el reo al Padre fray Blas Alonso, religioso francisco [franciscano], fue obligado a confesarse con el Padre Camilo, insigne revolucionario y sedicioso, que por notorio apóstata carecía de jurisdicción para administrar Sacramentos.

En la formación de la sumaria se observan las ilegalidades de ser los testigos declarantes enemigos naturales del reo con quien acababan de pelear armados; a saber: los oficiales don Juan Miguel Benavente, don Juan de Dios Vial, don José Santiago Luco, don Luis Carrera, don José Joaquín Toro; quienes fueron los únicos declarantes con la circunstancia de manifestarle a cada uno la declaración de los anteriores, según consta de la sumaria.

En cuanto a la sustancia y prueba del delito se halla la probabilidad más general y segura, de que las tropas de Vial rompieron primero el fuego, sobre cuyo hecho he visto declaración jurada de sujeto imparcial que lo presenció, y preguntado por mí un Capitán que hizo fuego al frente de su compañía del partido de Vial, asegura no fueron los de Figueroa los que foguearon primero.

De lo dicho se infiere que Figueroa no fue causa, ni autor del tumulto, ni de los estragos de este suceso; antes por el contrario, de su confesión y de la relación que hizo al Real Tribunal de la Audiencia, consta que sus intentos eran la composición y unión de los disidentes, evitando estrago y efusión de sangre.

Por último, consta por declaración jurada de don Gregorio Echagüe, asistente y escritor de la confesión de Figueroa, que la sumaria y declaraciones de la causa fueron hechas después de la muerte del reo, pues cuando el dicho asistente escribió la confesión, no había escrito en el expediente más que el auto cabeza de proceso sin otra diligencia alguna.

12. Premio Para las Tropas de Juan de Dios Vial.
Las tropas de Vial fueron premiadas con un escudo bordado y en él una inscripción que decía: "Yo salvé la Patria".

Un oficial andaluz pretendía que a él se le debían dar dos, porque había corrido más que todos.

Tuvo de singular la batalla haber quedado el campo solo y algunos dicen permaneció solo algunos instantes Vial[2].

13. Bando de la Junta. Fortalecimiento de su Poder. Sanciones. Persecuciones.
Al día siguiente, estando el cadáver de Figueroa en la puerta de la Cárcel sirviendo de lastimoso espectáculo, se publicó un bando en que se manifestaba al pueblo la justicia con que el Gobierno había procedido en la pena impuesta al reo como conspirador contra el Estado, y que del mismo modo serían castigados todos los que lo imitasen.

Añadíase también la oferta de un premio de diez pesos a cualquiera persona que presentase un soldado de los cómplices de Figueroa.

Estos, siguiendo sin orden ni cabeza el camino de Valparaíso, fueron alcanzados de doscientos hombres armados, que destacó la Junta, a distancia de diez leguas, y rindiéndose sin defensa.

Sólo suplicaron a los oficiales que les perdonaran la vida, lo cual admitido, fueron conducidos a esta capital en número de treinta, y puestos en prisión.

Se les tomaron declaraciones, de las que, y de otras sin número, se vino en conocimiento de no ser caso pensado, ni conspiración meditada todo lo ocurrido; sino un repentino y accidental acontecimiento nacido, ejecutado y finalizado en un breve rato.

Esto, no obstante, a la Junta convenía abultar y dar cuerpo a este suceso para los fines de humillar y castigar al partido realista, y para armarse con todo el esfuerzo posible.

Desde este día se declara ya agresiva y sin máscara la persecución de los europeos, a quienes, aunque siempre se les había aborrecido, no se les hallaba delito, o motivo con que cubrir los castigos.

Se condujo a las cárceles y cuarteles grande número de los más distinguidos y acaudalados, embargándole sus haberes, registrando sus papeles y tratándoles indignamente en sus personas, sin justificarles más complicidad que el haberse hallado muchos presentes en la plaza el día primero de abril.

Otros lo fueron por haber saludado a Figueroa en los días anteriores a su desgracia.

En una palabra, por levísimas sospechas.

Visitando una señora principal, esposa de un europeo, al doctor Martínez de Rozas, Vocal de la Junta, y suplicándole con lágrimas por el alivio de su encarcelado marido, le respondió el cruel y bárbaro Vocal:

-¡No me hable V. en favor de esos perros, pues no se satisfará mi rabia hasta que vea sembrada la plaza con las cabezas de todos los europeos!

El Real tribunal de la Audiencia, que hasta esta época subsistía abatido y despreciado, recibió el último golpe que lo redujo a la última nulidad.

Muchos empleados del Rey en varias oficinas y en servicio militar, que todavía eran tolerados, aunque perseguidos y despreciados, fueron despojados de sus empleos; y algunos pocos, por la necesidad de mantener sus familias, se vieron en la precisión de declararse adictos al sistema revolucionario.

Igual suerte sufrían los patricios honrados y fieles a su obligación, y a su Rey, en cuyo grande número se incluía la principal y antigua nobleza del reino, excediendo sin comparación al partido revolucionario; pero apoderado éste del gobierno y de las armas, se veían obligados a llevar el pesado yugo, y ser meramente espectadores de los sucesos.

Ínterin se activaban estas cosas, no cesaba el Gobierno de convocar tropas en esta capital, poniendo a sueldo los regimientos de milicias del Rey, del Príncipe, de la Princesa, el de Aconcagua, el de Rancagua, con todas las demás tropas veteranas.

Todos estos soldados estaban acuartelados en la plaza mayor y en diferentes puntos de la ciudad, ocupándolos en innumerables patrullas de día y de noche, en las prisiones y persecución de los realistas, y se aparentaba un estado tan peligroso y expuesto, como si Soult o Macena se hallaran cercanos con un formidable ejército de franceses.

A las tropas sencillas e ignorantes se les atraía y confirmaba con la seductora y falsa persuasión de que los europeos, enemigos irreconciliables de los chilenos, meditaban su total esclavitud, y aun exterminio, y que para el efecto habían maquinado la conspiración del 1º de abril, refiriéndoles mil fabulosos comprobantes y circunstancias que divulgaban en papeles públicos y privados, haciéndoles concebir el odio más implacable.

No pudiendo sufrir el Erario el pago de tantas tropas en estos días, se recurrió a suscripciones voluntarias y se puso una mesa en la plaza para recibir los donativos pecuniarios. Sólo don Martín Encalada dio diez pesos [3].

14. Sermón del Obispo Auxiliar.
El día 7, Domingo de Ramos, se colocó una cátedra en la plaza, convidando al pueblo para oír al Obispo Auxiliar, que había llegado el 5 a esta capital, llamado de la Junta, y ocupándola este sedicioso, pronunció su arenga reducida a manifestar la hermosura y fertilidad de este país, por cuya sola razón debía ser amado y defendido de sus habitantes.

Que la naturaleza lo tenía separado y fortificado con la montaña de los Andes por un lado y la mar por otro, para librarlo de toda dominación extranjera.

Que para este fin se había establecido tan oportuna y sabiamente la nueva Junta, compuesta de los hombres más sabios, nobles y virtuosos del reino.

Que por consiguiente, había la obligación de respetar y obedecer y amar al Gobierno como fundador de un sistema el más conforme a la razón y a la religión, y el más a propósito para librarnos de las intrigas y ambición de Bonaparte.

Que debían ser tenidos como emisarios de éste todos los opuestos y enemigos del sistema, y, por tanto, que debían ser denunciados al Gobierno, sin que en estos casos impidiese la obligación del sigilo natural, ni del sacramental, en cuyos principios debían estar impuestos los confesores, pues convenía muriesen hombres de estas calidades, para que el pueblo gozara de quietud.

Que por último la obligación de denunciar, obligaba a todos bajo pena de pecado mortal; y que si el mismo predicante incurriera en tales defectos, estaba pronto para perder la vida en público cadalso.

Esta doctrina establecida y apoyada con la autoridad de un obispo, consternó los ánimos de todos, llenando a unos de escrúpulos con la obligación de denunciar, y a otros con el temor de ser denunciados y castigados nada menos que con la pena de muerte pronunciada y justificada por el evangélico predicador.

15. Fallecimiento del Vicepresidente de la Junta, Obispo Eecto Martínez de Aldunate. Dificultades en el Cabildo Eclesiástico de Santiago.
El día 8 falleció el Ilustrísimo señor Obispo Doctor don José Antonio Martínez de Aldunate, electo de esta diócesis, con cuyo motivo cesó el empleo de Provisor del obispado que obtenía don Domingo Errázuriz; y aunque las leyes conceden el término de ocho días para la elección de Vicario Capitular, el Deán citó a Cabildo este mismo día, con el intento de proveer el empleo en el canónigo don Juan Pablo Fretes, no obstante carecer este sujeto de la graduación de Doctor, calidad que requiere el santo concilio tridentino, bien que este requisito lo suplía el distinguido mérito de ser natural de Buenos Aires, adicto con extraordinario entusiasmo al sistema revolucionario, defendiéndolo y propagándolo con palabras y obras privadas y públicamente introduciéndose y autorizando con su presencia y persona en todas las funciones de instalación, reconocimiento y demás actuaciones públicas de la Junta.

En esta ocasión deseaban todos los buenos restablecer a su antiguo ministerio al Canónigo Doctor don José Santiago Rodríguez [Zorrilla], como tan notoriamente digno, y aún necesario para el buen desempeño del empleo, y en el Cabildo obtenía sin duda la mayor parte de los votos; pero previendo esto los de la facción de Fretes, presentaron un escrito a la Junta pidiendo que el doctoral fuese privado, de voz activa y pasiva en la elección, respecto a ser manifiesta su aversión al sistema del actual Gobierno.

Este escrito iba firmado del Deán y de los tres canónigos don Pedro Vivar, don José Argandoña y don Juan Pablo Fretes.

El efecto de esta presentación se supo en la Sala Capitular, en la que estando congregados los electores eclesiásticos, se presentaron el Secretario de la Junta, Argomedo, y el Asesor de la misma, don Francisco Antonio Pérez.

El primero hizo ver al Cabildo el escrito que presentaron el Deán y sus tres colegas y la providencia librada por la Junta, reducida a exhortar al Cabildo procurase hacer una elección pacífica, eligiendo para Vicario General un sujeto de notoria adhesión al sistema del actual Gobierno, con quien éste pudiese contar seguramente para sus justas ideas.

Instruido el Cabildo de los intentos del Gobierno procedió a la elección, resultando de ella, que dos votos sufragaron al Chantre Doctor don José Antonio Errázuriz, dos al canónigo don Pedro Vivar, y otros dos a don Juan Pablo Fretes.

El doctoral que no asistió a la votación, dirigió al Cabildo un escrito diciendo de nulidad de la elección, y protestando recurrir al Metropolitano.

Los principales fundamentos en que apoya sus razones, prueban:

Que la muerte del electo Obispo no induce vacante de la silla episcopal, respecto a no haber recibido dicho señor las bulas de Su Santidad, ni contraído con esta Iglesia el matrimonio espiritual que Inocencio III llama más indisoluble que el carnal;

Que dicho Ilustrísimo, no tomó posesión en la forma prevenida por los cánones, ni presentó las cartas de su promoción, ni las de ruego y encargo al Cabildo, para que éste le transfiriera la jurisdicción;

Que en prueba de esto había continuado el propietario, señor Rodríguez, en el Gobierno del obispado mucho tiempo después de haber llegado el electo Obispo, sin providencia ni reclamo de su Ilustrísima, y

Que, por consecuencia evidente, inducía que no habiendo obtenido jurisdicción del Cabildo, no tuvo que perderla en su muerte, ni pudo resultar de ésta sede vacante, ni necesidad de innovar el Gobierno del obispado, sino continuar en la forma y pie que estaba a la llegada del señor Aldunate.

El mérito y convicción de estas razones no se ocultaban al Cabildo y a la Junta; pero era preciso atropellarlas para conseguir el fin tan deseado.

De todo lo actuado, dio parte el Deán a la Junta, y ésta proveyó se precediere a nueva elección, respecto a no haber resultado electo en la primera votación.

Procedióse, efectivamente, a segunda votación, y aunque el Deán y el Maestre Escuela no quisieron asistir, conociendo la debilidad de su partido, resultó electo, con totalidad de votos, el doctor don José Antonio Errázuriz, declarando quedar salvos los derechos y recursos del doctoral don José Santiago Rodríguez, y separando para éste el Provisorato de los Monasterios de las monjas, el que se vio precisado a aceptar contra su voluntad, por condescender con los repetidos clamores de las religiosas.

Mal satisfechos los del partido de Fretes, pretendieron anular la última elección y reclamaron se legitimase la primera en que Fretes había obtenido dos votos, sin que otro le hubiese excedido.

Presentaron un escrito a la Junta firmado por los canónigos don Pedro Vivar y don Juan Pablo Fretes, pretendiendo anular esta última elección y reclamando de legítima la primera.

Alegaban que éste así debía ser preferido, fundándose solamente en el relevante mérito de ser singularmente adicto al nuevo sistema de Gobierno, pero a pesar de ser esta pretensión conforme a los deseos de la Junta, se sobreseyó en esta materia.

16. Destierro de los Oidores. Disolución de la Real Audiencia.
En la relación de los sucesos del 1º de abril, queda insinuado el tratamiento indigno y vilipendioso que experimentó el Real Tribunal de la Audiencia y todos sus ministros, por cuyo hecho y los sucesivos, comprendieron éstos el peligro que de próximo les amenazaba, si no prevenían algún remedio.

En este conocimiento se determinaron todos los señores oidores a pedir su retiro, solicitando licencia para salir del reino.

El primero que se presentó fue don José Santiago de Aldunate, renunciando su empleo y pidiendo permiso para pasar a Lima, lo que consiguió.

Lo mismo ejecutaron los señores don Manuel de Irigoyen y don Félix Baso y Berri, y aun se les concedió su retiro y permiso para pasar a Lima; pero estando ya en el puerto esperando buque, recibieron contra orden de la Junta, destinando al primero a Mendoza, y luego a Buenos Aires; y al segundo, su permanencia en Valparaíso sin permiso para salir de allí.

El 26, se les intimó orden a los dos restantes, Regente don Juan Rodríguez Ballesteros, y al Decano don José Santiago Concha para que saliesen desterrados dentro de tercero día.

El primero a la Villa de San Fernando distante 36 leguas; el segundo, a La Ligua, que dista 60 de esta capital, dejándoles una corta asignación para su subsistencia.

17. Otros Destierros: García Carrasco. Olaguer Feliú .
En los días anteriores había sido expatriado el señor ex Presidente don Francisco [Antonio] García Carrasco, y conducido a Valparaíso con la escolta de doce hombres, y orden a aquel Gobernador para que lo despachase a Lima.

En este estado expidió contraorden la Junta revocando la primera, y destinándolo para Buenos Aires, a cuyo efecto fue conducido a la aldea de Casablanca, hasta que llegue el tiempo de estar transitable la cordillera para seguir al último destino, dejándole para su estrecha subsistencia la corta asignación de dos pesos diarios.

De este modo jugaba la suerte con los sujetos más beneméritos y respetables por sus empleos y servicios, disponiendo sirvieran de objeto lastimoso y de ludibrio al mismo público que los acababa de ver colocados en las primeras sillas, administrando justicia a los pueblos y recibiendo los respetos debidos a nuestros ancianos y superiores.

Pero la sencilla relación de estos procedimientos no puede dar idea del fanático espíritu y siniestros fines a que se dirigían, ni del modo tan ignominioso con que se ejecutaban, siendo preciso para su inteligencia extender largas digresiones para relatar las circunstancias ignominiosas de sorpresas, embargos, insultos a sus personas; baste decir se verificaba a la letra lo que Cristo dijo a sus discípulos; de que llegaría tiempo en que los hombres tendrían por obsequio meritorio hecho a Dios, la persecución y sacrificio de sus vidas.

Esto es puntualmente lo que se verificaba en estos tiempos, en que eran atendidos y premiados con preferencia y distinción todos los comisionados militares y paisanos que intervenían en las prisiones, conducciones, embargos y demás vejaciones inferidas a los empleados y adictos al antiguo Gobierno del Rey en proporción al odio y cruel venganza con que trataban a dichos sujetos, siendo esta la piedra en que se calificaban los quilates de adhesión al sistema de independencia.

El Coronel de Ingenieros Militares don Manuel Olaguer Feliú, fue igualmente desterrado a la ciudad de Chillán, distante 90 leguas, a pesar de no habérsele hallado la más leve complicidad en los sucesos del 1º de abril.

Convenía aniquilar los que representaban la tiranía y esclavitud del Gobierno antiguo, quitando de la vista cuantos objetos dimanaban de aquel origen aborrecido, para levantar sobre sus ruinas el deseado edificio de la independencia y libertad.

18. Los Diputados del Resto del País Piden Incorporarse a la Junta de Gobierno. La Voz de Agustín Vial.
En estos días iban llegando a esta ciudad los diputados representantes de los pueblos que debían componer el Congreso, y el día 30 estando la Junta en sesión, se presentaron impensadamente, y tomando la voz el Diputado de Valparaíso don Agustín Vial representó que respecto a hallarse bastante número de diputados de las ciudades y partidos del reino, debían por su carácter representativo ser incorporados en el Gobierno, tomando voz y voto en el despacho de todos los negocios de la Junta a imitación de la de Buenos Aires que en todo les debió servir de modelo, y que no hallaba impedimento que los separase de su pretensión.

Opusiéronse algunos vocales a esta novedad, alegando la falta de los principales diputados representantes de la capital, pero como el Vocal Martínez de Rozas era el autor de esta trama por ser de su partido casi todos los pretendientes, sostuvo y consiguió la incorporación con cuyo paso quedaba árbitro del gobierno.

Celebróse este suceso con repique general de campanas, salvas de artillería y grande aclamación de vivas de la plebe que en grandes patrullas acompañó al doctor Rozas hasta su casa, atraída del dinero que iba esparciendo dicho Vocal, que siempre dirigió sus miras al atractivo del pueblo.

Al día siguiente ofició el Ayuntamiento a la Junta, querellándose agriamente del desaire y aun desprecio del Cabildo, sin cuya intervención y consulta habían sido admitidos e incorporados los diputados subalternos, sin estar electos los de la capital; y que en atención a faltar la representación de la cabeza, debía negarse el acceso a los dichos diputados foráneos, excluyéndolos del Gobierno.

Esta representación fue desatendida de la Junta, que sin contestarla perseveró en lo dispuesto el día anterior, de cuyo hecho resentidos los cabildantes resolvieron instituir la elección de sus diputados opuestos y contrarios al partido de Rozas, conociendo que las miras ambiciosas del Vocal tenían por blanco la presidencia de la Junta, vacante por muerte del Conde de la Conquista.

19. Alborotos.
Llegó el 1º de mayo, y como el fin de los revolucionarios para sus diferentes pretensiones era no permitir pase un día sin alborotos y zozobras la ciudad, se sintió en la noche un tiro hacia el cuartel de Artillería, lo que fue bastante para poner toda la tropa sobre las armas, con centinelas avanzadas por las calles, dando ocasión a mil rumores diferentes en el pueblo.

20. Pasquín Contra Ignacio de la Carrera.
A la mañana se halló un pasquín que decía: “Será el mejor patriota y más bien premiado, el que matase a don Ignacio Carrera, Vocal de la Junta”.

21. Competencia de Martínez de Rozas y Carrera.

De aquí se conocía ser la causa de la conmoción la competencia de Martínez de Rozas y Carrera, ambos pretendientes de la Presidencia; y más se confirmó este juicio a la siguiente noche con un balazo que tiraron al Sargento Mayor de Granaderos don Juan José Carrera, hijo del Vocal, que le pasó por la solapa de la ropa.

22. Elecciones de Diputados de la Capital.
El día 4 de mayo distribuyó el Cabildo las esquelas de convite a los vecinos, que correspondían en la forma siguiente:

23. Rozas se Congratula con las Tropas. Elección que Hace de Comandante General de Ellas en el Sargento Mayor Juan de Dios Vial.
Advirtiendo el Doctor Martínez de Rozas que el medio que [para] prevalecer en las elecciones era tener de su parte las tropas, se tomó la libertad de nombrar por sí solo, aunque verbalmente, para Comandante General de ellas, a su íntimo aliado y amigo don Juan de Dios Vial, Sargento Mayor de Asamblea.

Este procuró darse a reconocer agasajando a los oficiales con una gran cena en el cuartel la noche del 5, pareciéndole quedar de este modo en posesión.

El día 6 por la mañana se formaron todas las tropas en la plaza mayor; y acercándose el Comandante Vial al Ayudante Mayor don J. Sota, del Regimiento del Rey, le mandó destacase de su cuerpo seis patrullas para ronda de la ciudad.

Sota respondió con entereza que no obedecía órdenes que no viniesen por el conducto de su Coronel; replicó Vial diciendo que en él residía la Comandancia General; a que contestó Sota no le reconocía por tal.

Sumamente irritado se retiró Vial, y esperando que la Junta se formara en Sala, entró a dar parte de lo acaecido: pero casi al mismo tiempo fue presentado al Tribunal un oficio firmado del Coronel del Regimiento del Rey don Domingo Díaz Muñoz y don José Santiago Luco, Comandante del Batallón de Granaderos, en que exponían no poder recaer la Comandancia General de las Armas en el Sargento Mayor de Asamblea, existiendo oficiales de más alta graduación, que en tal caso quedaban desairados y subordinados, contra lo dispuesto por ordenanza.

En vista de esto se le preguntó a Vial quién lo había nombrado Comandante General de Armas.

A lo que contestó: El Vocal Martínez de Rozas.

Dijo éste que lo había nombrado por vía de pronta providencia para tener en aquel día y circunstancias un jefe superior que mandara las armas.

Entonces los vocales respondieron que dicho nombramiento era nulo y que sólo correspondía elegirlo a la Junta, y a consecuencia nombraron para dicho empleo al Vocal don Francisco Javier de Reina, Coronel antiguo de la artillería.

Dióse luego a reconocer y fue recibido de todas las tropas con el mayor gusto y aplauso.

24. Rozas Recurre a los Oficiales del Batallón de Pardos Para su Triunfo.
Luego comprendió el Doctor Martínez de Rozas la decadencia de su partido y la prepotencia del partido del Cabildo, y para ocurrir a este inconveniente, persuadió a Vial, su amigo, fuera en el instante y repartiese esquelas de convite a los oficiales del Batallón de Pardos, instándoles concurrieran a votar como vecinos de igual representación que los demás.

Desempeñó Vial puntualmente la comisión, y al mismo tiempo que les dio la esquela de convite, les entregó una lista de doce sujetos todos del partido de Rozas encargándoles fuertemente la entregaran en la mesa de votación.

25. Oposición del Cabildo.
El Cabildo noticioso de este siniestro manejo, se opuso vigorosamente aunque en vano, y sólo pudo conseguir se defiriese la votación para las 4 de la tarde, en cuyo intervalo de tiempo pudieron los cabildantes atraer a su facción a todos los pardos electores.

26. Triunfo del Cabildo.
En efecto, prevaleció el Cabildo y a las cuatro de la tarde del día 7, se publicó la elección resultando electos los siguientes:

Don José Santiago Portales, Superintendente de la Casa de Moneda.
Don Francisco Javier Errázuriz.
Don Joaquín Echeverría.
Don Gabriel Tocornal.
Don José Miguel Infante.
El Conde de Quinta Alegre.
Don José Nicolás de la Cerda.
Don Juan José Goycolea.
Don Domingo Díaz Muñoz.
Don Agustín de Eyzaguirre.
Don Juan Antonio Ovalle.
Fray Manuel Chaparro, religioso de San Juan de Dios.

27. Número de los Diputados de los Partidos del Reino.
Celebróse el triunfo del Cabildo con las mayores demostraciones de júbilo; pero mucho más el abatimiento de Martínez de Rozas, a quien generalmente se temía y aborrecía, por el ánimo cruel y sanguinario que iba desplegando en sus palabras y obras, particularmente desde el 1º de abril, de modo que algunos decían ser el Robespierre de Chile.

Los principales apoyos de su partido eran los cuyanos, que ni eran pocos ni buenos; la familia de los innumerables Larraínes, los Rojas, los Salas, los diputados de la provincia de Concepción, y otros particulares, cuyo número, según la lista que le presentó el Escribano del Consulado, Ignacio Torres, asegurándole igual número de votos en elección, ascendió a ciento cinco.

El partido del Cabildo se componía de todo lo restante de la ciudad y del reino; y así no fue difícil la victoria.

El 9 fueron reconocidos públicamente los electos diputados con solemne Te Deum en la catedral, y salva real de artillería, estando formada toda la tropa sobre las armas.

28. Pasquin.
Al día siguiente amaneció un pasquín en todos los lugares públicos de esta capital, que por ser medianamente discreto, y dar bastantes luces del estado actual de las cosas, no desmerece ocupar este lugar.

29. Formación de un Cuerpo Superior de Gobierno.
El día 11 de mayo se reunieron todos los diputados con la Junta, y formaron un solo cuerpo de superior gobierno, cuyas primeras ocupaciones tuvieron por objeto elegir y subrogar alcaldes y regidores, en lugar de los que habían sido electos diputados en número de ocho.

30. Creación de un Nuevo Tribunal en Reemplazo de la Real Audiencia.
En los días siguientes dieron principio a la creación de un nuevo Tribunal equivalente al de la Real Audiencia, que ya dijimos quedaba aniquilado.

Procedióse a la elección de jueces, o colegas, y a pluralidad de votos resultaron electos los abogados don Francisco Cisternas, don Juan de Dios Gacitúa, don Francisco Antonio Pérez y Salas y don Lorenzo Villalón.

Este cuerpo se intituló con varios nombres, o epítetos, pero el más frecuente era el Tribunal de Apelaciones, y sus individuos Colegas, a quienes se les asignó la renta de dos mil quinientos pesos, siendo su Presidente el primero, aunque este título no le daba más facultad que el gobierno económico distributivo en el despacho del Tribunal.

El 16 de mayo prestaron los nuevos colegas un nuevo juramento reconociendo obediencia y subordinación a la Junta, y la observancia de las leyes nacionales con la condición de regirse por ellas, hasta que el Congreso estableciese otro nuevo Código, que a su tiempo se les presentaría.

31. Distribución del Despacho Administrativo.
Desde el 19 de abril había cesado todo ejercicio y despacho de la Real Audiencia y del Tribunal de Alzadas, tanto en lo perteneciente a Consulado como a Minería; y sólo se ocupaba el Gobierno en prisiones, destierros y causas criminales contra todos los verdaderos vasallos del Rey, cuyo solo hecho era el único delito que se perseguía y castigaba.

Después establecieron cierto modo de despacho, dividiendo los negocios en varios ramos, y encargando a una sección de diputados el expediente de ellos por este orden: el de Estado, el de Real Hacienda, el de la Guerra y el de Policía.

Para cada uno de éstos destinaron seis diputados, reservándose para el consejo pleno los negocios de mucha gravedad, y la ratificación, o confirmación de todo el despacho de las particulares secciones.

32. Creación del Regimiento de Patriotas. Maquinación de Martínez de Rozas.
Por los últimos días de este mes se fijaron en los lugares públicos unos papeles citando a todos los buenos revolucionarios para que se alistasen en un nuevo regimiento, que debía llamarse de Patriotas, destinado a sostener el sistema, sin duda a imitación de la Concordia, que se sabía haberse formado en Lima y en Cádiz.

El 31 de mayo era el señalado para la formación de este cuerpo en el cuartel de Dragones de la Reina, presidiendo este acto el Obispo Auxiliar que se ofrecía para capellán, y los oficiales don Antonio Mendiburu, cuñado del Vocal Martínez de Rozas, y don Manuel Recabarren; pero reconocido el proyecto como maquinación de Martínez de Rozas para adelantar su partido, fue desaprobado del Gobierno, y no tuvo efecto.

33. Nombramientos de la Junta Central. No les da Curso el Gobierno. Violación de la Correspondencia. Papel de Martínez de Rozas.
En este tiempo se presentaron los despachos de Contador Mayor librados por la Junta Central en favor de don Manuel Fernández, Ministro Tesorero de Real Hacienda, y negándoles el cumplimiento, según costumbre, se proveyó este empleó interinamente en el primer oficial del Tribunal de Cuentas, don Victoriano García.

Esta conducta general y conforme se observa puntualmente con todas las órdenes y providencias procedentes del Supremo Gobierno de la Nación, ocultándolas y suprimiéndolas con sumo cuidado y sigilo, a cuyo fin se tienen tomadas las medidas más a propósito, siendo la principal el registro y apertura de todas las cartas que se reciben en los correos, cuyo administrador está obligado y compelido con gravísimas penas a presentar en la Junta las valijas y cartas sueltas al instante que llegan, estando comisionado para este escrutinio el Vocal Martínez de Rozas, quien con la mayor prolijidad las abre, y lee reteniendo, o dando curso a las que quiere.

De esta inicua infracción del Derecho de Gentes y Natural, resultan todos los días prisiones, destierros, embargos, investigaciones de cómplices, y tal perturbación del orden y la paz, que ningún individuo puede estar un instante seguro, pues llega a tal punto la iniquidad que se fingen y remiten cartas a otros lugares para que selladas, vengan a los sujetos que intentan sean castigados y perseguidos por saciar su venganza con los verdaderos realistas.

En este deplorable estado nos hallamos más de cuatro meses ha, y no hay esperanza de mejoría: antes por el contrario cada día toma incremento el mal según la sentencia de que un abismo llama a otro abismo.

34. Pérdida de España.
El punto esencial y favorito del día se reduce a persuadirnos que la España se halla enteramente sujeta a los franceses, sin la más remota esperanza de remedio.

Esto lo demuestran con Gacetas contrahechas en Buenos Aires, con cartas originales de personajes conocidos de la Península, pero también fingidas y dispuestas a propósito para seducirnos.

En fin, la idea es que conozcamos la necesidad de reunirnos todos y declararnos independientes, y los más enemigos acérrimos de España europea.

Contravenir estas miras se tiene por delito de lesa Patria, lo mismo que creer o saber noticia alguna favorable a la España.

35. Creación del Tribunal de Seguridad Pública. Persecuciones.
El 19 de junio fue creado y erigido el nuevo Tribunal de Pública Seguridad, y nombrado para su Presidente don Martín Calvo Encalada, y de asesores don Agustín de Eyzaguirre, y don Gabriel Tocornal, siendo su objeto y ocupación investigar y castigar la conducta de los desafectos a la independencia y libertad.

A continuación, se publicó por Bando este nuevo instituto, y se empezaron a formar innumerables causas y procesos por la más leve palabra o sospecha de descontento contra el actual sistema, o cualquier indicio de adhesión al antiguo y legítimo Gobierno,  agravándose de este modo la persecución de todos los hombres de bien, y en especial de los afligidos europeos.

36. Preparativos para la Apertura del Congreso Nacional.
Pero la ocupación más ruidosa que en estos días se llevaba la atención, eran los preparativos para la apertura de las Cortes, o Congreso General, a cuyo hecho procuraban revestir y condecorar con las más solemnes ceremonias y formalidades, que las grandes naciones usan en tales casos para de este modo imprimir en el pueblo una alta idea de su autoridad.

Se pasaron oficios a todos los prelados eclesiásticos, previniéndoles que desde el 20 se hicieran solemnes rogativas por tres días continuados, en todas las iglesias, y al Vicario Capitular se le ordenó que el 22 debía salir de la Catedral la procesión rogativa dirigiéndose a la iglesia de Santo Domingo, a la que debían asistir todo el clero, las comunidades religiosas, con todos los tribunales y corporaciones de esta capital.

Todo este pomposo aparato se ordenaba a dar realidad a una quimera, y el 23 de junio era el día señalado para la instalación, la que no pudo verificarse por la copiosa lluvia de este día.

En este intervalo de tiempo presentaron al Gobierno un enérgico escrito firmado de trece diputados, protestando de nulidad la institución que se disponía del Congreso, o Cortes, y de todo lo que este futuro cuerpo gestionase, fundando sus aserciones en la desproporción de representantes que había elegido esta capital respecto de las provincias y partidos de afuera, en cuyo hecho se había contravenido a lo dispuesto por la Junta, que sólo había concedido seis diputados a esta ciudad, y en esta atención habían sido tan limitados los demás del reino.

Disputóse esta cuestión en el Gobierno con indecible empeño y acrimonía; hasta que reducida la materia a votación, resultó la negativa al recurso.

El 28 de junio llegó a Valparaíso la fragata Bigarrena, procedente de Montevideo, conduciendo mucha correspondencia de España con muchas reales órdenes y promociones para la tropa, pero todo se ocultó según costumbre y sólo se dio a luz el oficio del Marqués de Casa Irujo, Embajador en el Brasil, porque contenía la aprobación de la Junta, que por su demasiada bondad fue sorprendido de la simulada e hipócrita acta de instalación, o por una refinada política aprobada con el escrito lo que su ánimo reprobaba. El contenido de su oficio ya lo hemos dado a conocer.

37. El Marqués de Medina.
También se tuvo noticia, aunque reservadamente, de la contestación del señor Marqués de Medina, nombrado Capitán General de este reino y residente en Montevideo, en la que exhorta y convence con justas razones a esta Junta para que le permita seguir su viaje a tomar posesión de su empleo, según todo consta del ejemplar de su escrito que es como sigue:

38. Memorial del doctor Vera y Pintado. Propósitos tumultuarios de los partidarios de Martínez de Rozas. 3 de julio de 1811.

El 3 de julio, víspera de la instalación del Supremo Congreso Nacional, formó y presentó el abogado Vera un Memorial firmado de grande número de facciosos en que solicitaban libertad y franquicia para entrar a la plaza mayor y a la sala de Gobierno en uso de derechos de la libertad y majestad del pueblo; pero temiendo el Gobierno los ardides del partido rosino, negó la anuencia al escrito y en efecto dicen se descubrió que el proyecto de los de Martínez de Rozas era presentarse tumultuariamente al Gobierno y aclamar por Presidente de la Junta a su mecenas favorito, impidiendo y anulando la formación del Congreso.

Estos empeñosos conatos estimulaban más el cuidado y vigilancia del partido de la Junta y del Cabildo; y así para efectuar con seguridad la apertura del Congreso el siguiente día 4, tomaron todas las precauciones posibles para remover cualquier obstáculo.

39. Instalación del Primer Congreso Nacional. 4 de julio de 1811.
Desde las 6 de la mañana ocuparon las tropas los principales puntos de la ciudad: en la plaza mayor formaban el regimiento del Rey al costado del sur y oeste; el Batallón de Pardos al este; el Batallón de Granaderos y la Compañía de la Reina, tendían al norte extendiendo su línea hasta la puerta del costado de la Catedral por donde debía entrar y salir el Gobierno, y todas las cuadras inmediatas a la plaza estaban guarnecidas de los Regimientos de Caballería Príncipe y Princesa, teniendo orden todas las tropas de no permitir tránsito a persona alguna que llevase poncho o capa.

No se olvidaron de asegurar bien el parque de artillería con dobles centinelas y varios cañones cargados a metralla, y asimismo la sala de armas y demás cuarteles, activando todas estas disposiciones el Comandante General de Armas, Vocal [Francisco Javier] Reina, que asistió de a caballo al frente de sus tropas este día.

Como a las nueve y media de la mañana entraron a la plaza todos los que componían el cuerpo del Gobierno; la Junta con todos los vocales y diputados, el nuevo Tribunal de Apelaciones, el Cabildo con muchos jefes militares y algunos vecinos principales.

La tropa presentó las armas y entre el estruendo marcial de una salva de artillería, se dirigió el pomposo Congreso a la Santa Iglesia Catedral, en donde prevenido el Cabildo Eclesiástico, dio principio a la misa que celebró el Vicario Capitular.

Acabado el Evangelio se les dio incienso y a besar el misal a los vocales de la Junta.

Dijo la oración el famoso padre Camilo Henríquez, de la Buena Muerte, quien después de dar una breve noticia del origen, progresos y fin de los principales imperios del mundo, explicó que los pueblos usando de sus derechos imprescriptibles, habían variado a su voluntad la forma de los gobiernos, y de esta doctrina intentó deducir y probar los tres puntos en que dividió su arenga:

El primero decía que la mutación del Gobierno de Chile era autorizada por nuestra Santa Religión Católica;

El segundo, que era conforme y sostenida por la razón, en que se fundaban los derechos del hombre, y

El tercero, que entre el Gobierno y el pueblo existía una recíproca obligación, en el primero, de promover la felicidad y libertad del segundo, y en éste, la de someterse con entera obediencia y confianza al Gobierno.

Para probar dichas proposiciones abusó en primer lugar de muchos lugares de sagradas letras, trastornando el sentido e inteligencia verdaderos, y donde más lució su rara erudición, fue en la doctrina escandalosa de Voltaire y Rousseau y sus infinitos secuaces, usando de sus liberales y sediciosas autoridades, declamando contra la supuesta tiranía y despotismo de los gobiernos monárquicos, que con la fuerza tenían usurpados y oprimidos los derechos con que Dios crió al hombre libre para elegir el Gobierno que más le acomodase; pues por principio natural inconcuso, todos tenemos derecho de proporcionarnos un estado que nos libre de los males, y atraiga la felicidad posible; que la esclavitud en que nos tenían, debíamos repelerla con el sacrificio de todos nuestros esfuerzos, y aun de nuestra misma vida; y que por dirigirse a este heroico empeño la instalación del Congreso, nos debía ser tan recomendable, como respetado y obedecido este cuerpo y su suprema autoridad, pues en él depositaba toda su confianza, sus innegables derechos y la esperanza de su libertad y felicidad todo el reino de Chile.

[Vínculo] Sermón predicado por Camilo Henríquez el día de la apertura del Congreso

¡De este modo eran profanados los santos templos y casas del Señor, dedicados por nuestros padres para asilos y depósitos de la verdad evangélica!

¡Así se prostituía el sagrado ministerio apostólico, destinado por Cristo a repartir el pan cotidiano de la palabra divina que nos alimenta para subir al santo monte del Cielo!

¡Así se abusa de la sencillez de los fieles distribuyéndoles en lugar de sano alimento un veneno mortífero!

¡De este medio, en fin, se sirven los impíos para sembrar y propagar los errores subversivos del trono, del orden y de la religión, y lo más doloroso y sensible para mí era el abrigo y aplauso que los oyentes tributaban en estas ocasiones!

Concluido el sermón se levantó el Secretario Argomedo y puesto al frente del Congreso, exigió el juramento de todos los Diputados en la forma siguiente:

-¿Juráis por Dios nuestro Señor y sobre, los Santos Evangelios, defender la Religión Católica, Apostólica, Romana?

-¿Juráis obedecer a Fernando Séptimo de Borbón, nuestro Católico Monarca?

-¿Juráis defender el reino de todos sus enemigos interiores y exteriores, cumpliendo fielmente con el cargo?

Entonces respondieron todos en alta voz:

-Sí, juramos.

Dicho esto se levantaron los diputados y pasando de dos en dos hincaron la rodilla ante la imagen del Crucificado, que estaba sobre una mesa en el presbiterio, y tocaron el libro de los Santos Evangelios, retirándose sucesivamente luego que practicaban dicha diligencia.

Acabada la misa salió el Congreso a la plaza mayor en donde fue saludado con salva real de artillería, y dirigiéndose a la sala que antes había servido al Tribunal de la Real Audiencia, tomaron asiento y posesión de ella, prestando atención al Diputado don Juan Antonio Ovalle que pronunció la oración siguiente:

40. Dimisión de los Miembros de la Junta.
A continuación de ésta se leyó otra oración, aun más difusa del Doctor Rozas, y luego hicieron dimisión de sus empleos los vocales de la Junta, cesando este tribunal desde esta hora, reasumiéndose su autoridad en el Congreso.

Lo mismo hicieron sus dos Secretarios Argomedo y Marín.

41. Organización del Congreso. Tratamiento. Juramento. Reglamento.
Inmediatamente procedió el Congreso a nombrarse Presidente, cuyo empleo recayó en el abogado don Juan Antonio Ovalle con el tratamiento de Excelencia, y el Congreso el de Alteza.

Decretaron asimismo los honores de Capitán General que debían tributárseles, poniéndole por guardia una compañía con bandera y sus respectivos oficiales.

En la tarde, este día, se nombró por Vicepresidente al Diputado don Martín Calvo de Encalada, y por Secretario interino a don Francisco Ruiz Tagle, declarando que dichos empleos de Presidente y Vicepresidente no tenían más duración que quince días, con la condición de ser todos los electos del cuerpo del Congreso.

42. juramento de Fidelidad y Obediencia al Congreso.
El día 5 fueron citados todos los prelados eclesiásticos, jefes militares, corporaciones y demás de costumbre para el juramento de obediencia y fidelidad al Congreso, lo que se ejecutó con toda solemnidad. El 8 fueron elegidos para secretarios del Alto Congreso el doctor don Francisco Echaurren, cura de Colina, y el doctor don Diego Antonio Elizondo, cura de la villa de San Fernando con la dotación cada uno de dos mil quinientos pesos anuales.

43. Denuncias de Conspiración. Los Rocistas.
El día 10 recibió el Congreso repetidos denuncios de una conspiración tramada por los partidarios de Martínez de Rozas contra el Congreso, cuyo plan se reducía a forzar la cárcel y poner en libertad 70 soldados que estaban presos de resultas de la revolución del 1º de abril, que unidos con los restantes encarcelados y con los muchos partidarios que estaban prevenidos, debían apoderarse del Parque de Artillería y demás cuarteles, y nombrando por Jefe del reino al Doctor Martínez de Rozas publicarían sin estorbo la deseada independencia.

Para ejecutar con más facilidad el proyecto, tenían meditado incendiar el palacio del Gobierno, adonde era preciso acudiesen las tropas y el pueblo, con cuya diversión quedaban los cuarteles descuidados.

A las 7 de la noche que se dio el primer denuncio al Presidente, se mandó poner toda la tropa sobre las armas, redoblando las guardias en los cuarteles y demás lugares amenazados, repartiendo muchas patrullas y rondas por la ciudad, y, en fin, aplicando el remedio a proporción del peligro.

Por estos manifiestos indicios percibieron los facciosos estar descubiertos, y la imposibilidad de llevar adelante su proyecto; y así convirtieron su rabia principalmente contra el Comandante de Armas don Francisco Javier de Reyna, que por su actividad y vigilancia desbarataba todas sus maquinaciones.

Recurrieron al arbitrio clandestino de infinitos pasquines infamatorios del Congreso y de las personas que lo componían, sembrando por las calles infinidad de esquelitas que decían: ¡Muera Reyna!

Pero el que manifestaba más claramente toda la indignación y rabia que devoraba a los partidarios de Martínez de Rozas, es la Proclama que en estos días se esparció públicamente, que por contener la mejor idea de lo que se trata, la pongo al pie de la letra.

44. Propósitos del Gobierno de Remediar la Aparición de Escritos Sediciosos. Oposición. Diputados Partidarios de Martínez de Rozas. Retiro del Diputado de Buenos Aires.
Fatigado y casi oprimido el Gobierno con la libertad de tantos escritos sediciosos, trató de remediar el exceso; pero halló tanta oposición en los mismos diputados que no se atrevió a resolver porque decían los opositores que era preciso permitir este desahogo al pueblo, y que los Gobiernos populares, como el Congreso, debían respetar la opinión pública que se explicaba de este modo.

Ni debo admirar esta conducta cuando en el mismo Congreso existían los cómplices y autores principales de los escritos; los trece virtuosos diputados bajo los auspicios del Doctor Martínez de Rozas se veían vencidos del partido del Cabildo, que ellos llamaban dominante, y procuraban tentar al pueblo por si éste les ayudaba.

El Diputado de Buenos Aires era el agente más atrevido de la facción de Martínez de Rozas y constaba ser autor de muchos papeles sediciosos, por cuyo motivo trató el Congreso de pedir a su Gobierno lo retirase, y después de fuerte oposición de los virtuosos trece diputados, se resolvió a pluralidad de votos la petición.

45. Llegada del Navío Inglés ''Standard''. Personajes que Viajan a Bordo. José Miguel Carrera.
En estas circunstancias, llegó a Valparaíso el navío inglés Standard, procedente de Cádiz, con ochenta y cuatro días de navegación, y vinieron a su bordo don José Miguel Carrera, don Pedro Valdés, don Ramón Errázuriz, y el señor Caspe, Oidor provisto para esta Real Audiencia.

Este último, noticioso del estado del reino y del exterminio del Real Tribunal y todos sus individuos, se mantuvo a bordo y dando parte de su destino al Congreso, tuvo que seguir a Lima desengañado.

46. Correspondencia Conducida por el Navío Standard. Gacetas. La Instalación de la Junta Aprobada por el Rey.
En la correspondencia que condujo el navío vinieron muchos pliegos y reales órdenes dirigidas a la Junta, a la Real Audiencia, a los dos cabildos y al mismo tiempo muchas gacetas que confirmaban el buen estado y progreso de las armas en la Península.

Todo se ocultó según costumbre; y sólo se publicó la voz de venir aprobada por el Rey la instalación de la Junta, pero el oficio en que esta aprobación venía, ha sido como el duende, que muchos dicen que existe y nadie lo ha visto; y si es cierto que vino, fue en tales términos que nunca tuvieron valor para presentarlo al público, diligencia que no omitieran siendo un Aquiles invencible de su sistema.

El contenido de las gacetas y las buenas esperanzas, que de la España daban los pasajeros del navío, no dejaban de inquietar el ánimo de los revolucionarios; pero las eludían con la autoridad de sus dos recién venidos compatriotas Errázuriz y Carrera, quienes hallándose metidos en sus dos respectivas casas y familias de las más implicadas en la revolución, empezaron desde luego a declararse por el sistema y así hablaban lánguida y melancólicamente de la Península, fomentando la opinión de su total ruina, en que se apoyaba todo el proyecto de independencia.

47. Reunión de los Partidarios de Martínez de Rozas. Elección del Tribunal Ejecutivo.
El 26 de julio en la noche se celebró un club de los partidarios de Rozas en la casa de don Diego Larraín, con el objeto de buscar arbitrios para impedir la elección del Tribunal Ejecutivo, que se decía estaba determinado para el siguiente día.

El resultado del conciliábulo se dice fue acordado en esta forma: todos los facciosos debían estar listos y prevenidos en la Plaza Mayor para la hora [en] que el Congreso tratase de la elección, y acuadrillados tumultuariamente habían de entrar a la sala proclamando a voces por Presidente al Doctor Martínez de Rozas, de primer Vocal a don José Antonio Rojas, de segundo, a don Gregorio Argomedo; de tercero, al mercedario Larraín, y de secretario a don Bernardo Vera y al Padre Camilo [Henríquez], de la Buena Muerte.

El 27 de julio, en cumplimiento de lo acordado, como a las 10 de la mañana, empezaron a entrar a la plaza los facciosos a la desfilada, vestidos de capas y capotones, para ocultar las armas que llevaban prevenidas, y notando algunos advertidos la mucha y misteriosa reunión de ellos, conocieron disposiciones de conspiración, por lo que algunos diputados del Congreso se salieron temerosos, y don Manuel Muñoz avisó aceleradamente al Comandante de Armas, para que ocurriese al peligro.

El Congreso advertido no se atrevió a tratar el punto, y el Comandante de Armas tomó prontas y acertadas providencias con que fueron obligados los sediciosos a retirarse con disimulo y dolor de ver descubiertas todas sus trazas.

48. Amplitud de la Conspiración y de Elementos Comprometidos.
El Congreso procedió a la averiguación de los autores de la conmoción, y aunque tuvo bastantes noticias, y halló complicadas parte de las tropas y muchos oficiales, se vio en la impotencia de castigar por temor de peores resultados. El único remedio que a todo se aplicaba era el aparato de un terrorismo, disponiendo tropas, cañones, patrullas, centinelas avanzadas, ocupando plazas y calles impidiendo la libre comunicación del vecindario, y teniendo a la ciudad y a todo el reino en un continuo susto y expectación, cuyo estado era casi permanente desde el principio de la revolución.

49. Creación del Decantado Gobierno Ejecutivo. Sueldos. 29 de Julio.

El 29 de julio se redobló el aparato marcial para tratar el Congreso de la decantada creación del Gobierno Ejecutivo; pero sólo se estableció: que el Poder Ejecutivo se componga de tres personas: que en dicho Tribunal no haya Presidente, sino que alternen mensualmente los tres individuos; y que la asignación de cada uno sean dos mil pesos. A continuación fue leído el oficio del Oidor Caspe, que desde el puerto dirigió al Gobierno manifestando sus despachos y nombramiento para esta Real Audiencia; pero en esto poco tuvo que dudar respondiendo que aquí no existía tal Tribunal.

Después de éste se leyó el siguiente oficio:

Sigue la contestación del Congreso desentendiéndose de lo que Fleming exige:

Los oficios del Comandante Fleming y los del Congreso Nacional fueron pasados por éste a conocimiento del Virrey del Perú, quien los hizo publicar en ¡Viva Fernando VII! Gaceta del Gobierno de Lima, del día martes 15 de octubre de 1811, precedidos del siguiente de Fleming, con el título siguiente:

Con arte e con ingano

Si vive mezzo l'anno;

E con ingano é d'arte

Si vive l'altra parte.

50. El Congreso no Nombra los Vocales del Poder Ejecutivo. Agosto.
Entró el mes de agosto permaneciendo el Congreso sin libertad ni resolución para nombrar los vocales del Poder Ejecutivo por la continua y declarada guerra que el partido de oposición hacía sin omitir medio ni artificio conducente a su fin.

51. Exigencias de Concepción.
Se recibieron dos oficios de Concepción en nombre de su Cabildo, aunque sin firmas. En el primero reprobaban la facultad que esta capital se había arrogado para nombrar doce diputados que la representasen en el Congreso, en lugar de seis que sólo se le habían concedido, asegurando que por esta nulidad no obedecerían ni reconocerían al Congreso, y que desde luego retirarían sus diputados

En el segundo proponían, que en todo caso de ser elegido el Tribunal Ejecutivo, se le debe conceder a aquella Intendencia uno de los tres vocales que lo compongan, respecto del gran número de habitantes de que consta.

52. Ardides Tumultuarios de los Rocistas.
Todos estos resortes ponían en movimiento los trece virtuosos diputados, cabezas del partido de Martínez de Rozas, por colocar a éste a la frente de los negocios; pero viendo que todos se frustraban por la constancia del partido dominante, apuraron los últimos ardides de su tumultuario ingenio.

El día 7 se divulgó rápidamente la noticia de que el Comandante Fleming del navío inglés, surto en Valparaíso, había sorprendido y aprisionado al Gobernador de aquel puerto, y en seguida auxiliado de su tripulación y de los europeos residentes allí se había hecho dueño de aquel punto, previniéndose con diligencia para conseguir su conquista.

Esta falsa especie recibida con artificioso tumulto y sostenida como evidente, fue comunicada al Congreso por el Teniente don Bernardo Vélez con aparatos y pruebas tan convincentes que a nadie dejó duda.

Los trece diputados autores de la ficción gritaron al instante, según tenían concertado de antemano; que en el momento se procediese a nombrar el Poder Ejecutivo, para que prontamente tomasen las medidas de defensa y seguridad que tanto urgían.

Que para Presidente y Primer Vocal fuese nombrado don Juan Martínez de Rozas, sujeto el más capaz y a propósito para el actual peligroso estado del reino según las muestras que siempre había dado.

53. La Mayoría del Congreso Resiste las Seducciones de los Rocistas.
Esta intrigante sorpresa casi había surtido el efecto deseado, pero mediante alguna reflexión y flema respondió el Congreso que para pronta providencia, se nombrarían tres diputados del mismo cuerpo con las facultades correspondientes al actual estado.

Esta acertada providencia [,] aunque resistida por los trece, dio tiempo para el desengaño y dentro de pocas horas se tuvo noticia cierta de su falsedad.

Grandes progresos hace en este reino la peculiar política de Napoleón, pero no siempre prevalece.

54. Agitación en todo el Reino.
Mirando finalmente el Congreso que la discordia tomaba mucho cuerpo, trascendía a toda la ciudad y alarmaba a todo el reino y que los cuerpos militares se hallaban también mezclados y divididos tomando parte por ambos partidos, y por último, que todo amenazaba un próximo y sangriento rompimiento, determinó el día 9 salir del paso intrincado, y en efecto se trató de la elección de vocales para el Tribunal o Poder Ejecutivo.

55. La Minoría de los Diputados Rocistas Abandona el Congreso. Nulidad de lo que Obrase el Congreso en lo Sucesivo.
La discusión fue sumamente reñida, y aunque de ambos partidos se propusieron condiciones y medios de convenio, no pudieron conciliarse, hasta que desesperados los trece virtuosos de la facción de Martínez de Rozas, se levantaron y haciendo renuncia de sus empleos, protestaron dar parte a sus respectivos pueblos poderdantes: dijeron de nulidad en cuanto el Congreso obrase, y que ni obedecerían al Congreso, ni al nuevo Tribunal que iban a erigir, lo cual pronunciado se retiraron irritados, amenazando, que puestos en la provincia de Concepción, instalarían otro Gobierno opuesto e independiente de éste.

56. Nuevas Agitaciones. Rumores Desconcertantes.
Ocupado el tiempo con estos debates no se verificó la elección, y sólo se nombró un Auditor de Guerra, empleo nuevo que recayó en don Manuel Valdivieso, primer oficial de la antigua secretaría. Creció de este modo la discordia, y poniendo en movimiento los descontentos todas sus máquinas, divulgaron aquel día que la venida del navío inglés se dirigía a llevar a Lima el armamento de veinte mil fusiles que tenía a su bordo para auxiliar las miras de aquel Virrey, que intentaba entregar todo el Perú y Chile a la señora Carlota, Princesa del Brasil; que por estar ya perdida enteramente la España, se había tomado aquel arbitrio, porque esto no recayese en manos de Napoleón, y que la Inglaterra obraba acorde con el Virrey del Perú, favoreciendo a su aliado Portugal.

De todo esto deducían que era buena ocasión para sorprender al buque inglés y apoderarse de su cargamento, pues luego serviría éste para hacer la guerra al reino; pero por más medios que meditaron, no hallaban quien le pusiera el cascabel al gato.

Con todas estas invenciones solicitaban distraer la atención del Gobierno y de las armas ínterin ellos ejecutaban el último esfuerzo dispuesto para la noche siguiente.

57. Intento de Asalto al Parque de Artillería.
Prevenidos muchos facciosos fueron a sorprender el Parque de Artillería, y teniendo ya rodeado y sujeto a un centinela, gritó éste pidiendo socorro a su guardia, de donde saliendo el oficial y una partida de soldados dispararon un balazo sobre algunos pelotones de gente que, arrimados a la sombra de la pared, se descubrían, lo que fue bastante para ponerse en precipitada fuga a todos los valientes agresores y quedó frustrado todo el plan.

58. Elección de Vocales para el Poder Ejecutivo.
Sucedió todo esto como a la una de la mañana, y viendo el tenaz empeño de tantas tentativas, se juntó el Congreso no obstante ser día feriado, y libre ya del estorbo de los trece contrarios diputados se verificó la elección de vocales para el Poder Ejecutivo. Salieron electos en primer lugar don Martín Calvo Encalada, en segundo, don Juan José Aldunate; y tercero, don Francisco Javier Solar, este último en atención a la Intendencia de Concepción de donde es natural; y para suplente durante su ausencia, don Juan Miguel Benavente, Teniente Coronel y paisano del propietario.

Fue nombrado Asesor don José Antonio Astorga, y Secretario don Manuel Valdivieso.

El día 12 de agosto se recibieron los vocales prestando el mismo juramento que había prestado el Congreso y se celebró la nueva Junta con repique, salva e iluminación de tres días.

El día 13 de agosto fue dado a reconocer al público el nuevo Tribunal con un solemne bando, en que se insertan las facultades peculiares de dicho cuerpo, y los objetos de su instituto explicados en 19 artículos que son los siguientes, tal como aparecen en el mencionado

[Vínculo con] Reglamento para el arreglo de la Autoridad Ejecutiva Provisoria, sancionado
el 14 de agosto de 1811 [ESTA EN CONSTITUCIONES]

59. Martínez de Rozas abandona el campo a sus enemigos. Se traslada a Concepción. 13 de agosto de 1811.

En este mismo día 13 de agosto vencido enteramente el Doctor Martínez de Rozas abandonó el campo a sus enemigos, y salió para Concepción, pareciéndole aquel lugar más fuerte y ventajoso para hacer la guerra a sus contrarios, llevando consigo algunos jefes auxiliares de su elección, sin descuidarse en dejar en ésta algunas fuerzas combinadas que obrasen acordes con las de Concepción.

60. Labor Moderada del Congreso.
El Congreso triunfante y victorioso de tantas intrigas y maquinaciones, empezó a desplegar sus ideas que eran un poco más moderadas que las del último Gobierno, y aunque siempre dirigidas a la independencia, la intentaba conseguir con medios más suaves por hallarse introducido en dicho cuerpo algunos sujetos de alguna madurez, que los pueblos habían diputado para oponerse al terrorismo de la Junta primera.

61. Renuncia del Diputado Agustín de Eyzaguirre.
En las primeras operaciones de estos días ocurrió que don Agustín de Eyzaguirre, cabeza del partido del Cabildo, quería dictar a su arbitrio todas las disposiciones del Congreso, prevalido del mérito que en el vencimiento del partido contrario había contraído, y no hallando conformidad y séquito en sus compañeros ofendidos de su arrogante ambición, pidió su retiro presentando su renuncia, la que no fue admitida.

62. Triunfos de las Armas Españolas y Derrota del Ejército de Buenos Aires.
No es éste sólo el que quiere esconder la mano después de tirar la piedra, porque les ha dado grande aprehensión y cuidado las buenas noticias que estos días se recibieron del Perú y de la Península (de ésta se sabe que las armas españolas han conseguido grandes ventajas sobre los franceses; y en el Perú, ha sido completamente derrotado el insurgente ejército de Buenos Aires mandado por Castelli, en el lugar llamado el Desaguadero, quedando el General Goyeneche con el ejército de Lima triunfante y dueño de la importante provincia de Potosí); y atentos a lo que por venir quieren ponerse en salvo, dejando a sus compañeros en las brasas; pero éstos, conociendo el intento, aseguran que todos han de sufrir la misma suerte.

63. El caso del Cura de Cauquenes.
Pocos negocios notables ocurrieron al Congreso en estos días de quietud (aunque efímera) y uno de ellos fue la presentación de los despachos del Cura de Cauquenes don Joaquín Unzueta, en que venía nombrado Canónigo Penitenciario del Cabildo de Concepción, y solicitaba el cúmplase y posesión, a que se respondió no haber lugar llevando adelante la inobediencia al Supremo Gobierno de la Nación.

64. Designación del Doctor Vera Como Diputado de Buenos Aires.
No procedían de este modo con las órdenes (y aunque fueran insinuaciones) del rebelde Gobierno de Buenos Aires, pues en esta misma ocasión recibieron contra su declarada voluntad al abogado don Bernardo Vera, para sustituir al Diputado de aquel Gobierno don Antonio Álvarez y Jonte, que [de quien] según dejamos dicho había pedido el Congreso su remoción por las malas calidades del sujeto, en cuyo lugar nombraron a Vera, que las tenía un poco peores, pero no había valor para reprobar lo que aprobaba el idolatrado Gobierno de Buenos Aires. Para mejor inteligencia de esto, no deberá ser extraña una corta disgresión que explique algunas de las continuadas consideraciones y condescendencia que observaba este tímido e imitador Gobierno con el de Buenos Aires y más que son todos acaecimientos de estos días.

65. El Caso de la Fragata Flor de Mayo.
Hallábase en Valparaíso la fragata Flor de Mayo comerciante español, cargada de trigos con licencia y destino para Buenos Aires, y al punto de darse a la vela se le intimó orden de este Gobierno para que afianzase con la cantidad de cincuenta mil pesos la condición de no tocar en Montevideo por ningún evento.

Reclamó su Capitán alegando la iniquidad de la fianza por ser tan inevitables los acasos y necesidades que podían obligarle a tomar aquel puerto, y después de muchas gestiones infructuosas, tomó el arbitrio de levarse una noche ocultamente, conduciendo su buque y cargamento a Lima.

Manteníase Montevideo adicto y fiel a la causa del Rey, y enemigo armado contra Buenos Aires; por lo que el insurgente Gobierno de Chile impide con tanto rigor a [que] un buque español entre en puerto de su misma nación, despreciando la injuria que infiere a toda la España por no dar motivo de queja a su íntima aliada Buenos Aires.

Más protección disfrutaban los extranjeros, pues hallándose igualmente en Valparaíso las fragatas Rousseau y Montesquieu, bostonesas, que atraídas del libre comercio habían despachado aquí sus cargamentos con ruina y perjuicio del comercio español, especialmente de Lima, se les concedió licencia para exportar producciones del país y en particular trigos, sin exigirles fianza ni caución alguna; pero éstas tienen, la cualidad de ser de una nación favorita, predilecta, y la principal áncora de la revolución Americana.

[Vínculo con S8-24] Despacho de la Junta de Buenos Aires en favor del Doctor Vera y Pintado como Diputado ante la Junta de Chile

66. Remisión de Pólvora para Buenos Aires.
El día 31 se decretó en el Congreso la remisión de ochenta quintales de pólvora para Buenos Aires, que había pedido aquella Junta y aunque hubieron [hubo] algunos opositores a la remesa nada consiguieron.

67. Nuevo Partido Faccioso. Juan José, José Miguel y Luis Carrera.
Dijimos arriba que el corto intervalo de algunos días de sosiego, era aparente y pasajero; y en efecto desapareció prontamente, pues desde los últimos de este mes de agosto se esparció el secreto rumor de que un tercero y nuevo partido faccioso intentaba apoderarse de las armas y del Gobierno, y se comprobó esta sospecha el día 2 de septiembre, en cuya tarde se supo que el Sargento Mayor del Batallón de Granaderos don Juan José Carrera, transportó setenta fusiles a la casa de su padre don Ignacio Carrera, distante media cuadra del Parque de Artillería, coligiéndose de esta operación el objeto a que se dirigía.

Al día siguiente se continuaban los preparativos de cartuchos y balas conducidas clandestinamente a la misma casa, de todo lo que se dio aviso al Presidente del Congreso, Presbítero don Juan Zerdán; pero despreciando estos denuncios, como rumores populares, perfeccionaron los conspiradores su proyecto sin estorbo alguno.

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Notas

[1]

Este texto no aparece en la edición de 1848. Feliú lo agrega en la de 1964, copiándolo del manuscrito que perteneció a Barros Arana. Volver.

[2]

Este texto es agregado por Feliú en la edición de 1964, copiándolo de una anotación de Martínez en el manuscrito de Barros Arana. Volver

[3]

Este párrafo es agregado por Feliú Cruz, copiándolo de una anotación de Martínez en el manuscrito de Barros Arana. Volver

[4]

Partidarios de Juan Martínez de Rozas (N. del E).