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Crónicas
Segunda parte de la "Descripcion historico-jeográfica del Reino de Chile"
Capítulo XXIV. Gobierno político i civil de los indios de Chile.

Tan monstruosos son en la relijion, como estravagantes en su política. El gobierno con que entre sí mismos se gobiernen en tarden a sus négócios particulares, ademas de ser uno mismo en todos los butalmapus i en los habitantes de los Andes, es tan ridículo, que ni aun tiene visos de democratico; pero con todo le conservan sin alteracion, por mas que él mismo no se componga sino de variaciones. Al arribo de los españoles a Chile era en él desconocido el título de cacique. Cada familia reconocia en uno u otro individuo de ella que   sobresalia a los demas, una especie de superioridad, análoga a la que reconoce nuestra plebe en los nobles i hombres ricos, a quienes estos nacionales llaman ulmenes. Esta la conservan hasta hoi hereditaria, i procuran que en los que la tienen recaígan los títulos de cacique i cacique gobernador, introducidos por los conquistadores siguiendo la costumbre del Pei como donde falta una fuerza superior que contenga al inferior en sus deberes, ninguna especie de gobierno puede haber, resulta que aquella superioridad es tan débil í tan lánguida, que carece de toda autoridad, i venimos a deducir que no sale de la esfera de cierto respeto tributado a la riqueza. Por esto vemos, que si los caciques I gobernadores son pobres, no tienen séquito, no hacen papel alguno; ni son respetados de sus subalternos, que ellos llaman reche, i para hacer comprender a los españoles su jenuino significado, les denominan mocetones. Si alguno de éstos es mas robusto que cualesquiera de los caciques i gobernadores i tiene con él algunas palabras, le da un pateado o una paliza, i queda impune. Estos son los condes, los marqueses i los señores de vasallos, la obediencia, la subordinacion, el respeto i los vasallos, que algunos han finjido i querido persuadir en favor de sus ideas i de sus fines particulares.

Los hijos heredan las propiedades del padre i por esto las hermanas i las mujeres son comprendidas en la herencia. De modo que si son de diferentes madres, el hermano, que lo es uterino de la hermana, hace con ésta las veces de padre i toma por mujer a la que fué de su padre, i usa de ella no siendo la madre suya. En sus pleitos civiles no conocen otro mejor derecho que la fuerza, i con ella se indemnizan de los perjuicios recibidos. Los delincuentes, que entre ellos son algunos ladrones, los solteros desordenados en la lascivia, i los matadores, quedan impunes si tienen con que pagar el daño que causaron i se componen con los interesados, que son los jueces de la causa; i si son pobres sufren castigo de muerte, siendo varones, i el de esclavitud las mujeres; pero si el delito ha sido cometido en la persona o bienes de algun español, aunque sea de los mas atroces, léjos de ser castigado el delincuente, o estrechado a pagar, es jeneralmente aplaudido.

Todos son polígamos i celebran sus contratos matrimoniales de un modo mui estravagante. De acuerdo con el padre i en defecto de éste con el hermano de la novia, acompañado de dos o tres de sus parientes o amigos, la llevan a un bosque involuntariamente i usan de ella, tres dias, i siempre lo elijen inmediato a su casa, para que les sirven la comida. De allí la traslada a otra habitacion, i él toma un caballo i va a atarle a la puerta del suegro. Sale éste a tomarle i disono de él, i luego saluda al yerno; le pide que eche pié a tierra, se le sirve el almuerzo, comida o merienda, segun la llora, i después de una dilatada conversacion, se retira sin hablar del matrimonio. Vuelve al siguiente dia con los que le acompañaron a tomar la novia i se hace el ajuste de la cantidad de pagas a que dan el nombre de cullinque que ha de dar por ella. Convenidos las apronta si tiene, i sino las juntan sus parientes i amigos, pasan a entregarlas : hé aquí los párrocos del matrimonio, su solicitud i valor. Dicen que lo referido fue costumbre de sus ascendentes, í llaman  admapu, que es todo el código de su lejislacion.

Si el gobierno civil i político que tienen entre sí mismos es estravagante, el que tienen con los españoles es estravagantemente ridículo. Se presentan los caciques a los jefes españoles i a, sus subalternos, con muchas jenuflexiones i todo el rendimiento posible; hacen   dilatadas, fastidiosas e insustanciales arengas, presididas de abrazos i de ridículas manifestaciones, protestando i afianzando con ellas la fidelidad, que no tienen, i asegurando la paz, aun en circunstancias de ser reconvenidos por los contínuos insultos que hacen en las estancias de los españoles, i aun por hechos positivos de infidelidad contra las convenciones pacíficas que en muchas ocasiones prometieron i pactaron bajo del relijioso sagrado del juramento; i sin el menor rubor echan mano de la jeneral salida, de que semejantes fracciones, robos e insultos, muchas veces atroces, son hechos de los mocetones a quienes les es imposible contener en sus deberes por falta de autoridad, i concluyen pidiendo una botella de vino. Los jefes los oyen con benignidad, condescienden con ellos, aparentan quedar satisfechos, i los caciques se retiran persuadidos de que les supieron engañar. Repiten con frecuencia estas embajadas, porque en ellas ningun gasto impiden, se les gratifica, comen i beben de cuenta del rei, i son mui conformes a su ociosidad.