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Crónicas
Segunda parte de la "Descripcion historico-jeográfica del Reino de Chile"
Capítulo XXV. Gobierno militar de los indios de Chile.

La necesidad de defenderse de los conquistadores peruanos i españoles, les enseñó el arte de la guerra. Para ella tuvieron un jeneral, que ellos llaman toque, en cada butalmapu, i de ellos se elejia el jeneral en jefe del ejército en junta jeneral, a que dan el nombre de buta-cahuin, i ya hoi han variado mucho este método; i tambien hacen eleccion de dos o tres oficiales de guerra en cada parcialidad que sirven para mandar i conducir al ejército la jente de armas que voluntariamente se profiere a ir a ella. Si ocurre algun motivo aparente o verdadero para tomar las armas contra los de su nacion, se trata en junta o cahuin de todo el butal-mapu, con esclusion de todo individuo que no sea de su cantora; i cuando el toquí les mira enardecidos con la bebida, les propone los motivos del cahuin, i les inclina de tal modo a la guerra, que todos votan porella. Se junta el ejército i ninguna operacion hacen, ni aun la de marchar, sin que el adivino lo apruebe después de consultarla con el vuelo de las aves, o con las entrañas de alguno de los animales que matan. Antes de alojar reconocen las inmediaciones del campo que elijen, i si no hai sospechas de cercanía de enemigos, alojan sin orden ninguno desensillando cada uno su caballo donde halla comodidad para que pasture, i hace lumbre, de modo que por el número de fogatas se infiere el de los combatientes. La precaucion de reconocimiento, que llaman catirupu, se repite antes de marchar; i cuando distan una marcha de la parcialidad que ha de sufrir el golpe i sirve de declaracion de guerra, la hacen de noche p ara caer sobre ella al amanecer. Llegan dando horribles voces para poner en mas confusion al enemigo, i se entregan al pillaje; pero con tanto desórden, que cada uno se retira con lo que pilla cuando le acomoda, i no hai mas repartimiento del botin; i siempre acontece formarse entre ellos algunas pequeñas guerrillas para quitarse la presa, i por eso se dan toda la prisa posible en la retirada.

Si la guerra es contra los españoles, se varía alguna cosa. La junta es buta-cahuin i dura cuatro o seis dias la bebidura; i nombrada el toquí, se encargan los que tienen este título en los tres primeros butalmapus de convocar sus parcialidades. Para esto buscan ocasion de asesinar algun español, i con un dedo del cadáver hacen la convocacion que llaman pilquitun: correr la flecha. El toquí envia mensajeros a la primera parcialidad con un ovillo de hilo gordo, con tantos nudos cuantos dial han de pasar para la union del ejército nombrado, el paraje que ha elejido el jeneral; correspondiendo al toquí del butal-mapa sub-andino convocar a los habitantes de los Andes. Cada dia desatan un nudo, i de este modo no equivocan el prefijado. El cacique que la recibe, la hace saber a toda la parcialidad con noticias de los que ya la recibieron; despide al enviado i hace su mensaje a la siguiente parcialidad, i de este modo, en breve tiempo i sin fatiga ni gastos, queda díspuesta la conjuracion jeneral, i con tanto sijilo que jamás llega a noticia de los españoles sino cuando se experimenta el estrago; pues aunque en estos últimos tiempos se han descubierto algunas, han sido invenciones de la ambicion política.

Verificada la union del ejército, que jamás excede de cinco a seis mil hombres, que no se pueden mantener en campaña alas tiempo de quince días, hacen la espedicion del modo que hemos referido, i a primera vista se deja entender que en la guerra con aquellos naturales no se puede perder sino por descuido ocasionado de la impericia del jefe español, como hemos visto en la ultima guerra, o por su necia confianza. Buscan estos hombres el descuido, i si advierten vijilancia, desisten i saben evitar las ocasiones de pelear. Es la mejor i mas atrevida tropa, de caballería. Saben formar sus escuadrones i hacer oportunas evoluciones. No carecen de ardides para asaltar una plaza, llenar sus fosos, equilibrar la superioridad de las armas de fuego i hacerlas inútiles. Manejan con acierto la lanza, espada, puñal, flecha, honda., laque i macana. Esta, es una especie de clava o maza, i consiste en un garrote con cabeza claveteada de puntas de fierro o de hueso, i el Jaque es de dos bolas de piedra enramadas en una cuerda de tres varas de largo. Con las cuatro últimas peleaban en los primeros tiempos de la conquista, i deben el uso de las primeras a los españoles. Se presentan hoi mas bien armados que éstos, con coletos i casquetes de piel de buei, capaces de resistir el golpe de la espada i el mas fuerte bote de la lanza.

Ensillado el caballo, está hecha toda la prevencion para la guerra; carros, tiendas, municiones i otras provisiones tan necesarias en los ejércitos, no son conocidas de estos guerreros ni las echan ménos. Son tan sufridos en los rigores del agua i del fijio, como en los ardores del sol. Los guerreros tambien son vivanderos de su ejército: con una talega de harina de maiz, trigo o cebada que cada uno lleva, se mantienen en campaña. Se mueven con la mayor celeridad de un paraje a otro, i por todo lo dicho, a cualquiera parte que llegan, tienen hecho el campamento i abastecidos sus almacenes. Darian ahora mucho en que entender si fueran tantos en número como en los siglos pasados, i si tuvieran obediencia. El que quiera se retira a su casa i deja de entrar en funcion cuando le acomoda, sin que el toquí tenga autoridad para castigarle, ni aun para obligarle, ni hacen de ello punto de honor, cualidad que les es desconocida. Este es el gran toquí chileno, cuya autoridad se ha querido dar por análoga a la que tuvo el Statuder de Holanda, i este es el ejército invencible con su fuerza, i contenido con las máximas de la política. Persuadirse de estas finjidas cualidades es cosa ridícula para quien tiene conocimiento práctico de aquellos nacionales, i en el dia hai en España muchos oficiales que fueron testigos oculares de la verdad que hemos referido.

Si logran alguna buena suerte, dan cuartel a las mujeres i niños, i de éstos son los rescates que se han hecho i hacen. Matan a los que son capaces de pelear i hacen prisioneros a algunos de los que se rinden para privarles de la vida en sus cahuiines.

Hecha la provision de comida i bebida, i presentes los convidados, forman todos en círculo, i en el centro colocan las lanzas de los toquís. Presentan al primero atado de piés i manos, caballero en un caballo sin cola ni oreja, le desmontan i desatadas las manos, le hacen volver el rostro hácia su país; Le mandan que haga, un hoyo en la tierra que pisa, i poniéndole en la mano un manojo de palillos delgados i cortos, le obligan a que e nombre, i verficado, hecha al hoyo un palillo. Siguen haciéndole nombrar al gobernador, jefes i capitanes españoles, i por cada uno pone un palillo en el hoyo, hasta dar fin con el manojo i se los hacen cubrir con tierra. Denotando con esta ceremonia, que del mismo modo que aquellos palillos son enterrados así han de sepultar ellos a los españoles que se han nombrado, de modo que ni memoria de ellos ha de quedar. Concluida esta ceremonia, cuatro capitanejos enristran sus lanzas, lo prenden con ellas i levantan en alto cuanto pueden; al momento le bajan inoribundo, le cortan la cabeza i levantándola en una lanza, cantan victoria con una cancion triste. Tambien suelen hacer este sacrificio de otro modo. Comision a el toquí al mas valiente; oficial de guerra para que quite la vida al prisionero, i éste lo ejecuta dándole con una, maza un golpe en el cerviguillo para no romper el casco. Cortada la cabeza del cadáver, le sacan el corazon i lo lamen los toquís i oficiales de guerra i ensangrientan sus lanzas en él. Despues lo hacen cuatro trozos para que igual número de oficiales froten las lanzas de los mocetones con la sangre, i a cada frotacion que hacen soplan hacia el territorio español. Al mismo tiempo cortan lo:; brazos i las piernas las descarnan, limpian los huesos i sobre la marcha hacen flautas de ellos, que las tocan al rededor del círculo, desnudos de medo i cuerpo arriba, los instrumentos i los ficiales vueltos hácia el territorio de los españoles; los retan, ofreciendo hacer lo mismo con el gobernador i todos sus capitanes. Mientras duran los restos, vibran las lanzas batiéndolas unas con las otras, i con los piés dan todos un golpe en tierra para hacerlo resonar. Deshacen el círculo i forman una calle i por ella sacan los resíduos del cadáver i los oficiales van i vienen por ella blandiendo las lanzas. Vuelven a golpear la tierra con los pies i todos a una voz retan a los españoles. Repiten la formacion de círculo i en el centro ponen un carnero blanco si el sacrificio fue español, i negro si fue indio auxiliar; le cortan la cabeza i puesta en el destrozado cadáver, le dejan por pasto de las aves i queda concluido el cruel sacrificio, que sirve de borron a las heroicidades que hacen en la guerra. Esta funcion se solemniza con seis u ocho días de banquete, envueltos en la embriaguez i en la obscenidad, i el casco del difunto sirve de vaso a los toguís oficiales. I como no pueden ser frecuentes estas bacanales por el mucho pulcu que se ha de prevenír, suelen libertarse algunos prisioneros, o bien huyendo, o talvez favorecidos de alguno que tenga algun sentimiento de humanidad. En la última guerra le tocó esta desgracia a un soldado de la 1. compañía del batallon de infantería de aquella frontera, siendo su comandante el coronel don Baltazar Senmatnat.