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Crónicas
Segunda parte de la "Descripcion historico-jeográfica del Reino de Chile"
Capítulo XXVIII. Artes, agricultura i comercio de los indios de Chile.

Al método de vida que hemos detallado, es consiguiente la ignorancia de las artes i agricultura, i efectivamente, no hai otra cosa de que hagan ménos caso. Verdaderamente ellos son los ménos industriosos i laboriosos de todos los naturales de ambas Américas; i a la verdad, si estos indios se dedicaran a la industria i a la labor, no habria hombres mas felices ni mas acomodados que ellos. Tendrian los vinos jenerosos, lanas, granos i numerosas toradas, de que se hace comercio en todo aquel reino. Poseen abundantes salinas, copiosas minas de yeso, riquísimas de oro, plata, cobre, plomo, estaño i fierro; tienen preciosas maderas de construccion, de que podian hacer un grueso comercio i ser útiles al estado; pero entregados a la desidia, de nada hacen uso i de todo carecen.

Para la vida salvaje que llevan no necesitan de las artes, ni procuran su conocimiento. Para sus vestidos no necesitan sastres; las mujeres los Hacen. Ningun primor de carpintería echan ménos, ni en las fábricas de sus casas, ni en sus adornos con una hacha i una pequeña azuela a que dan el nombre de cachal i maichihue, hacen bancos, vasos, platos, cucharas, artesas, barreños, sillas de montar a caballo, yugos i arados, i ya se deja entender que todos estos muebles quedan sin pulimento. Se prohibe a los españoles surtirles de armas, principalmente de lanzas; i aunque la codicia burla las reas sabias providencias, i les venden frenos, espuelas, cuchillos i algunas espadas i sables, se tiene especialísimo cuidado para que no lleven lanzas; pero su inclinacion a la guerra i la necesidad de defenderse, ha hecho que algunos se dediquen a labrarlas i las Hacen bien aceradas i de buen temple. Tambien hacen cuchillos grandes, medianos i pequeños que es toda la necesidad que tienen de la Herrería, porque hachas i maichihues es lícito venderles. Su alfarería se reduce a ollas, platos, tinajas i cantaros; es ejercicio de las mujeres, i las cuecen, no en Hornos, sino en el fógon de su cocina. De éstas es tambien la ocupacion de hacer cestas de mimbres i de cañas, i la de esquilar el ganado, preparar la lana , hilarla i hacer las cintas o fajas, mantas i ponchos de que se visten. Tienen estas fabricantes dos telares: uno horizontal para las fájas i otro vertical para los ponchos i mantas, que los hacen de diferentes bordados, valiéndose de palas de madera recia en lugar de peines, quedan el nombre de guereu.

Siembran trigo, cebada, maiz, papas i otras simientes, pero en tan corta cantidad, que no basta a cubrir su indijencia, i aun en este pequeño trabajo de agricultura, tienen los varones tan poca parte, que finas particularmente es de las mujeres; porque aquellos nada mas hacen que preparar la tierra, que lo dunas corre a cuenta de éstas. Por los vestijios de acequias para los regadíos, se conoce que en otro tiempo abonaban la tierra dandola anua, i aun la estiercolaban, pues en su idioma se halla el vocablo que lo significa, i bien era menester, porque el cultivo se reducia a levantar céspedes de tierra. Toma un indio (aun todavía algunos del cuarto butal-mapi. observan este método) dos palos de madera mui compacta i pesada, por lo regular de luma, de diez piés de largo i medio de circunsferencia; por uno de sus estrernos tiene buena empuñadura, cuyo remate es redondo, i mui aguda la otra estremidad; i al soslayo clava dos puntas en el suelo distantes entre si un pié, se les da un pequeño empuje con el vientre inferior, que a este fin lo cubre con una piel de carnero doblada i retirandose un poco para a tras, repite del mismo modo otro golpe con   toda la fuerza posible, i luego se presenta otro con un espeque, lo pone debajo de los dos palos i con él los voltea, a un lado, i sale un tepe de dos o tres pies de largo i uno i medio de ancho, con dos o tres pulgadas de grueso Sigue así todo el largo de la campiña, que se ha de sembrar, i concluido, repite la misma operacion, para que los segundos tepes caigan sobre los priineros i formen un bancal o camellon, i labrada, de este modo la tierra pone en ella la simiente; pero desde que tienen bueyes adoptan el medio de los españoles i usan del arado al estilo de Europa, con la diferencia de que la punta es de madera i no ;;,de fierro. Labrada la tierra, la entregan a las mujeres por cuya cuenta corre sembrarla, limpiar la sementera, cosecharla i conducirla a casa; i si es territorio de grande estension, disponen para sembrarla el quiñebob que hemos referido, i como concurre mucha iente, en pocas horas concluyen la faena i comen, beben i bailan lo demas del dia.

Su comercio es mui limitado. El que tienen entre sí no merece atencion, i es sin duda porque no usan moneda; se reduce a uno u otro cambio, siendo mas corriente entre ellos socorrerse mutuamente de lo que les falta, i así no hai entre ellos mendigos ni andrajosos. El que hacen con los españoles se reduce a cosa de tres o cuatro mil fanegas de sal i de treinta a cuarenta mil ponchos, i es la piedra de ofension de todo el obispado de la Concepcion, principalmente de la frontera; la causa de execrables delitos i un motivo el mas poderoso de no conseguir ventajas con aquellos nacionales, ni la, relijion ni el estado, así por las infidelidades que se cometen, como por las armas i otras especies perjudiciales que les introducen los mismos españoles. Detallemos el método con que se ejecuta.

Los que se dan a este tráfico son conocidos por el nombre de conchabanderos, a causa de Hacerse por vía de cambio i no por moneda, de que aquellos indios no usan, ni la conocen; i con licencia o sin ella, transitan el Bio-Bio i pasan al país independiente, i viajando por las parcialidades, se van de casa en casa, solicitando los ponchos de los indios a cambio de los jéneros que llevan, i ya tambien salen éstos por el territorio español a vender los suyos. I si los que les dan los españoles fueran solo de los permitidos, copio añil, cuentas de vidrios, agujas, alfileres, sombreros, chupas, calzones, ovejas i toros para su consumo, i para bueyes, seria justo i tolerable comercio descendiendo a verificar el cambio con legalidad i pureza; pero no es así, i por cualquiera parte que se mire, es inícuo.

Si se atiende a la cantidad i calidad del jénero que les dan, hai iniquidad; si se mira la especie, las mas veces envuelve horrible delito contra el estado, i lleva consigo el horror de los anatemas de la iglesia; i finalmente, si atendemos a los jéneros que les compran, no pocas veces están manchados de las espresadas abominables circunstancias. Vamos por partes. En la cantidad del jénero siempre hai usura; si es de los que se venden al peso, lo dan al indio cercenadas las pesas, i no pocas veces he visto que pidiendo, v. gr, ocho reales de añil, hace el conchabador el aparato de presentarle las balanzas, i en lugar de poner en una de ellas las pesas que coresponden al valor de ocho reales, pone ocho monedas redondasdelas que coresponden a 21 cuartos, i estendidas i contadas con el dedo en el idioma chileno, las contrapesa con el tinte, i echando un grano mas, hace que baje la balanza, i de este modo da una onza de añil, en vez de ocho reales de este tinte, i recibe un jénero que tiene doce o catorce reales de intrínseco valor. En muchísimas ocasiones vi hacer este cambio a mercaderes chilenos i europeos de la villa de los Anjeles, en sus lonjas, i es corriente en toda la frontera.

Si acaso es de los que se despachan por medida, no carece de ilegalidad el contrato: o ponen en el fondo de la vasija en que les venden una costra de sebo para que, pareciendo grande por afuera, contenga poco licor, o miden éste en vasija menor que aquella que dispone el gobierno. I si algunos indios, que son pocos, pareciéndoles tener conocimiento de la moneda, piden el valor de sus jéneros en dinero, i lo hacen cuando importa mui poco, torna el mercader moneda cortada i elije los medios reales grandes para darlos al indio por reales: lo he visto practicar algunas veces.

Jamás llevan los indios jéneros lejítimos en calidad. Si es licor, va mezclado con agua, i a proporcion del acaloramiento en que les pone su uso, se va aumentando la iniquidad del vendedor. Si es alguna o muchas piezas de plata, las llevan tan adulteradas, que la tercera parte es de cobre. Finalmente, si es alguna pieza, de vestuario, es de inferior calidad, i va vendida por de clase superior; i por esta regla, el sombrero burdo lo dan al indio por fino, i el galon de por plata, i a este tenor todo lo demas. Pero supongamos que los jeneros sean lejítimos en calidad i cantidad, siempre es usurario el contrato porque no pasa el conchabador a su celebracion si no es con el exceso de un doscientos o trescientos por ciento de ganancia

En la especie de algunos de los jéneros que les venden, no pecan contra los indios, delinquen contra las leyes i contra el Estado, porque les surten de frenos, espuelas, cuchillos, machetes, que son medios sables; yeguas i caballos con que fomentan, tanto sus criar de caballos como la fábrica de lanzas, i este es la causa por qué aquellos naturales se hallan mas bien montados i mejor armados que las tropas milicianas d e aquella frontera. El gobierno cela mucho este aviso i la iglesia ha fulminado los terribles rayos de sus anatemas contra los que les venden las referidas especies; mas todo lo atropellan los conchabanderos con desprecio dula autoridad de la iglesia; Mero Dios, fuerte vengador de sus ultrajes, introduce una insensible polilla e invencible carcoma en los bienes de esta clase de mercaderes, que regularmente mueren ahogados en la miseria.

I para que este comercio sea, inícuo por todos cuatro costados, Cambien hai iniquidad en algunos jéneros que se compran a los indios, i son los que éstos quitan juntamente con las vidas a los viajeros de Buenos Aires i a los que habitan en las estancias de las pampas. Ignoro la justicia de estas Hospitalidades para que los indios hagan suyo lo que roban a los caminantes, cuya propiedad parece requisito indispensable para la legalidad de la compra. Siempre he mirado con tanto dolor como horror esta negociacion. El mismo hecho de comprarles las alhajas conocidas de aquellos españoles, si no es una espresa aprobacion de sus crueldades, al ménos es un poderoso incentivo que forzosamente los conducirá a la repeticion de estos insultos, i si no se les compraran, talvez no emprenderian semejantes espediciones o no serian de tanta frecuencia, que ya se han hecho anuales.

Los pehuenches sufren los mismos perjuicios en el ramo de ponchos, pero no en el de sal, piñones, cestas, palanganas i barreños de madera que cambian por lana, zaleas de carneros, trigo i cebada. Presentan los costales de sal i pitones poco mas de medios i los ¿ te mandan llenos de trigo, precediendo el humedecerlos para que cojan meas cantidad, i las cestas, palanganas i barreños van por el grano que cabe en ellas?

Pero si los españoles les perjudican en el comercio, ellos saben resarcirse de los perjuicios que sufren. Si algun estimulado de la codicia se desliza a fiarles algunos jeneros lo regular es perderlo, porque raro es el iridio que pague lo que debe; i si no tiene la mayor vijilancia en el cuidado de su hacienda es maravilla que salga de caca del indio sin que le hurten por que son ladrones por inclinacion: i de tiempo en tiempo h acen memoria e agravios inferidos por los españoles, o si algunos los debe algo, por poco que sea, se junta una partida quitan al conchabador cuanto lleva, le descalabran, i sale con las manos vacías, i todavía, tiene que gastar dinero en curarse del daño que hicieron en su persona. Cuando llega este caso, no hai otro remedio que el sufrimiento, pues si llega a exponer su queja a algun cacique, como no tienen autoridad alguna es tiempo perdido; i si los agresores salen al territorio español se guardara el perjudicado de intentar el resarcimiento, porque el gobierno los proteje, i porque no tiene autoridad en los nacionales independencia i seguramente serie, castigado el español. Váyase lo uno por lo otro.