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Crónicas
Segunda parte de la "Descripcion historico-jeográfica del Reino de Chile"
Capítulo XXXVIII. Imajinaria colonia de los Cesares.

Es común en Chile la creencia en la existencia de una colonia española ubicada en la división del obispado de la Concepcion, de que hemos hablado, cuyo origen se atribuye a unos náufragos. Don Matías Ramírez, acérrimo ceramista i vecino de la ciudad de Valdivia, me llenó el cerebro de fábulas acerca de ella. Me decía haber fidedignas relaciones de que eran hombres mui civilizados, que poseían el conocimiento de las principales ciencias i el uso de todas las artes así mecánicas como liberales. Describía una república bien ordenada i gobernada por leyes mui sabias. Les suponía aislados en los cortos ámbitos de una espaciosa ciudad inexpugnable, tan rica, que las campanas, enrejados, clavazón, cerraduras i muebles de sus casas eran de plata. I finalmente, que no se podía dudar de su existencia, porque algunos indios que habían iodo el sonido de sus campanas, el estallido de su artillería., i que habían visto su ropa blanca tendida sobre la ribera del río que baña sus muros, le habían suministrado estas circunstanciadas noticias, dando su ubicacion en los Andes i en el distrito de la nacion de los tehueltes. Pero yo, aunque sorprendido de la novedad i admirado de que unos miserables náufragos pudiesen haber establecido en tan poco tiempo una colonia, no ménos rica que poderosa, en el centro de la misma barbarie, i rodeados de hombres insidiosos que, revestidos de la crueldad, miran con odio implacable a todo extranjero, si no acerté por aquel entonces a suspender el juicio, al ménos no creí desde que entré al uso de mi razón i pude medir el peso de las razones que hai para dudar de su existencia; depuestas las supersticiones de me tenia imbuido el buen don Matías, me negué a prestarle. asenso i me propuse adquirir mejores noticias, i jamas logré otras que las referidas por el padre Alonso de Ovalle en su Historia de Chile, fundadas todas ínfiden parentum, i no mas. I cuando despees se han divulgado algo mas circunstanciadas, todos los motivos de credulidad han estribado en la autoridad de uno i otro indio, que, además de la falta de discernimiento i de verdad que se experimenta en todos los ocursos con aquellos indios, tienen contra sí la diversidad i notable discordancia de sus relaciones, sin que las que hasta hoy he oído, convengan en otra cosa que en la del punto principal de su existencia.

La combinacion de estas infundadas noticias produjo en mí el desprecio de este negocio; lo gradué de patrafias de los indios i abandoné el empeño de encontrar la verdad; pero habiéndose suscitado en la, ciudad de Valdivia, el afeo pasado de 1780, la misma especie con tales circunstancias de su certeza, que dio mérito a que se levantasen autos para informar con ellos a la corte, me dediqué con el empeño posible a buscar en las antigüedades de Chile algunos documentos que al ménos hiciesen probable la existencia de la pretendida colonia; de la que nada sabemos con evidencia, si no es el que los patronos de esta opinión le dan por fundador a don Sebastián de Aquello, suponiéndolo jefe de las naves enviadas por el Istmo. señor don Gutiérrez de Vargas, obispo de Placencia, en demanda de las islas Molucas. También suponen haber naufragado todos en el estrecho de Magallanes, gobernando la España el invicto Carlos V, de donde les viene a los supuestos colonos la denominacion de Cesares, i en verdad que he hallado algunos relaciones.

1.ª La del padre jesuita Diego Rosales, varón de buena recomendacion por su literatura, por su virtud i por los honrosos cargos que ejerció en su relijion, hasta el de provincial de la provincia de Chile. Escribió la Conquista espiritual de Chile por los años de 1666, en la que se halla la relacion siguiente:

"De algunos clérigos que trabajaron en la con versión de los infieles de Chiles."

«Sean los primeros tres sacerdotes por haber sido los primeros que en el reinó de Chile predicaron el santo evangelio i bautizaron muchos indios infieles, cuyos nombres no se saben. A estos envió el obispo de Placencia en un navío, en tiempo del emperador Carlos V, ,a reconocer el Estrecho de Magallanes; i de dos navíos que vinieron, el uno pasó felizmente el Estrecho, i el otro, combatido de una furiosa tempestad, dio al través veinte leguas adentro, i haciéndose pedazos en las peñas, salió a la playa la gente, a Dios misericordia. Escaparon de la tormenta 160 hombres de los destinados a poblar, tres clérigos, alguna gente de mar i veintidós mujeres casadas.

El peligro de la. vida, la pérdida i los gemidos Lágrimas, aunque fueron grandes, se fueron cada día aumentando mas viéndose en una tierra desierta, cercada de una parte por un inmenso mar, i por otra de unas altísimas sierras nevadas, i una cordillera sin camino ni senda, mas que unas peñas cubiertas de nieve. Bien tuvieron que hacer los tres sacerdotes en consolar tanta gente, perdidas las haciendas, en tierra tan yerma, sin embarcacion para volverse a sus tierras o buscar algunas habitadas de gente; cubiertos todos de un mortal desconsuelo i desnudos de los vestidos, que las olas del mar, con quienes pelearon, escapándose de su furia a fuerza de brazo, les quitaron por despojos de la batalla. Sacaron del navío perdido alguna comida, quo se repartía con mucha medida i con el tiento que la necesidad pedida. Hicieron para su reparo i el de sus personas, algunas tiendas, de las velas que pudieron recoger; i en aquella tierra frijidísima i en extremó áspera, pasaron algunos meses. Hicieron un barco que fuese a pedir socorro al Perú, que Chile aun no se había poblado, i fue su ida hermano, porque no llegó a ella.

«Con que viéndose toda esta gente sin qué comer, sin abrigo, sin comunicacion de indios i sin embarcacion con que buscar algún puerto, entraron en consejo, i determinaron ir en busca de alguna tierra habitable, porque aquella, por su aspereza de cordillera i por la continua nieve que caía, era inhabitable. Treparon por aquellas penas rompiendo la nieve, i traspasando montes, hallaban dificultades a cada paso, porque caminaban doscientas personas, que escaparon todas del naufragio; desnudas por entre la nieve, descalzas por entre peñas vivas, exhaustas de  la hambre, traspasadas de los hielos, desfallecían los mas robustos  i se desanimaban los mas animosos, al ver que cuanto mas montaban las alturas de aquellos montes, descubrían otros has empinados, que tal es la fiereza de estos montes gigantes de la cordillera de Chile, que puestos unos sobre otros asombran con su grandeza i se hacen sombra los unos a los otros, levantándose sobre las nubes i mirándolas desde lo alto como una sombra. Aquí se quedaba la mujer flaca sin poderoso menear; allí se clavaba entre la nieve el hombre mas robusto, pidiendo confesión. Animábamos el capitán, que se llamaba Sebastián de Argüello, i a él i a los demás los tres sacerdotes con palabras del cielo, i con la esperanza de que, no desfalleciendo, encontrarían tierra habitable i gente que les socorriese en la necesidad en que se veían.

«Así caminaron siete días, pasando montes de nieve i cerros encumbrados sobre las nubes, cuando descubrieron desde lo alto tierra, llana, que fue para ellos tierra de promisión. Caminaron alegres, llevando ya cuesta abajo las dificultades, pero mas cuesta arriba el hambre i el sufrimiento. I cuando se vieron en él llano, que es como un mar de llanura, que corre mas de 300 leguas hacia Buenos Aires, Tucumán i Paraguai, se marearon, no sabiendo a donde ir ni por donde discurrir en tierra tan sin curso, ni camino. No era esta la menor dificultad, pero a pocas jornadas encontraron gente que habiéndolos divisado, desconocido el traje, personas nunca vistas de aquel color en aquellas tierras, salieron con sus arcos i flechas, con sus dardos i porras a pelear con ellos; mirándolos como enemigos por no verlos de su nacion, ni traje, que era el de nuestros primeros padres, embarrado el cuerpo con tierra colorada i el rostro de tierra, blanca. Pusiéronse en arma los españoles viéndolos venir, prepararon las bocas de fuego que llevaban, i con ellas mataron algunos indios i los demás huyeron de espanto. Procuraron hacerse amigos con ellos i darles a entender, aunque no se entendían, no venían a hacerles mal, sino a buscar donde vivir. Hicieron un fuerte i una ciudad, que comúnmente se llama la ciudad de los Cesares, por haber venido en tiempo del Cesar estos españoles a Chile i sido los primeros que poblaron en él i fundaron ciudad, la cual en parte tan retirada i escondida. , Que aunque se han hecho algunas diligencias por descubrirla; todas han sido en vano; pero se ha sabido de ella por los españoles que vinieron a la ciudad de la; Concepcion, pasando todos los llanos i la cordillera por Villa-rica i atravesando toda la tierra de guerra.

"Lo particular que aquí tengo que tratar, es lo que hicieron aquellos tres sacerdotes, que fue poner en forma i política cristiana a aquella primera ciudad de Chile, i aconsejar a los vecinos de ella que viviesen como cristianos, para dar buen ejemplo a aquellos bárbaros, i que no les hiciesen mal ninguno, ni agravios, pues eran señores de sus tierras, sino que con buenas obras i con regalos les procurasen ganar la voluntad sin hacerles guerra, si: la estera necesidad de defenderse no les obligase a ello. Así lo hicieron, conque ganaron la voluntad de los indios, i para obligarlos mas, les enviaron algunos indios e indias que les habían cautivado en las primeras refriegas, dándoles a entender cómo su intento no era hacerles anal, sino tener amistad con ellos i servirlos en cuanto pudiesen. Conque los bárbaros se les hicieron amigos Es proveyeron de comida i de semillas para sembrar, i ellos les dieron de las cosas que habían llevado, feriándose unos con otro i trabando amistad. I como estos indios tuviesen guerra con otros que estaban mías adelante, les ayudaron á castigarlos, i viendo que tenían gente poderosa que les defendiese, se hubieron de hacer amigos con ellos, por escusar muertes i cautiverios.

"Con las amistades que hicieron con aquellas gentes, creció la comunicacion i muchos indios e indias se les vinieron a entrar por las puertas, aficionados de su buen trato, i les servían; i creciendo el número de las indias i estrechándose mas de lo lícito la comunicacion con ellas, les dijeron los sacerdotes la ofensa tan grande que hacían a Dios en mezclarse con infieles, i sobre esto les predicaron con gran celo, reprendiendo el vicio de la carne i aconsejándoles que, pues que ya estaban accidentados allí no tenía esperanza de ir a otra parte por mar ni por tierra, ni había ciudad de españoles que supiesen, ni por donde ir a ver a los suyos, que se casasen con las indias; que con eso evitarían la ofensa de Dios, tendrían grato a los indios, afianzaran su amistad con el parentesco i tendrían con que ocurrir a la flaqueza humana. Pareció bien a todos, i para dar ejemplo a los demás, fue el primero que se casó con una india, hija de un cacique, el capitán Argüello, i los demás fueron haciendo lo mismo, catequizando los tres sacerdotes a las indias i bautizándolas para que, entrando por la puerta de la iglesia, recibiesen los demás sacramentos celebrasen el del matrimonio.

"Con la paz que tenían con los indios, salivan los sacerdotes a misiones por aquellas poblaciones de los indios; débanles a conocer a su Criador, predicables a Jesucristo, plantaban cruces en todas partes, i los indios recibían la fe con grande humildad, porque no es gente de guerra, ni tiene dioses falsos i sin mucha dificultad cree lo que se le predica. Bautizaban por todos aquellos pueblos muchos millares de almas; venían a la ciudad a bautizarse i a aprender los misterios de nuestra santa fe, i fueron estos indios de los Cesares los primeros que la recibieron en Chile, i estos sacerdotes, los primeros que la plantaron con espíritu apostólico i celo de la conversión de los infieles, llevándolos Dios a aquellas tierras tan remotas i ocultas, por caminos tan singulares i medios tan escondidos para la salvacion de aquellas almas; pues cuando iba su navío viento en popa, en descubrimiento de otras tierras, les hizo Dios amainar las velas con la tormenta i los dejó en aquellas para salvar a muchos que allí tenia predestinados desde su eternidad.

Mucho fruto hicieron en los indios i mucho en los españoles, siendo todo esto su consuelo espiritual, estableciendo las confesiones i demás usos i obligaciones eclesiásticas, i reprendiendo los vicios con sus sermones, para que todos viviesen ajustados a de Dios. I habiendo muerto los dos clérigos, el tercero que quedó, viéndose ya viejo, instruyó a un mancebo de buena habilidad i prendas en todas las ceremonias de la iglesia, para que, cuando él muriese, le Bucelíese en el oficio de curó, I en todo aquello en que pudiese ejercitarse sin orden sacro; i ya que le tuvo bien enseñado e instruido, juntando el pueblo en la iglesia, le dijo, que como él estaba ya viejo i cercano a la muerte, i ya que no podía ordenar a aquel mancebo virtuoso, por ser propio de los obispos, que le dejaba en su lugar enseñado en todas las ceremonias eclesiásticas, para que supliese sus veces i ejercitase por su ausencia todas las acciones que no requerían orden sacerdotal, i que sin él se podían hacer a falta de sacerdote. I porque hubiese alguno que de oficio i conciencia acierto las ejerciese, le había enseñado i escogido por su buen natural, conocida virtud i claro entendimiento; que hiciesen cuenta que en él tenían un cura para los bautismos, entierros,  procesiones, i para los matrimonios, que a falta de párroco los podía hacer clandestinos, pero que, para conformarse mas con la iglesia, los podrían hacer ante él como testigo de mayor excepcion; i que para el juzgado de las causas eclesiásticas, que sin orden sacro se podía ejercitar, recurriese a él con sus dudas i pleitos; que de aquella suerte les proveía de cura en la mejor manera que podía; i así que le mirasen i respetasen como a tal, porque se conservase en ellos la fe i religión cristiana, hasta que Dios fuese servido de proveerles, por algún camino, de sacerdotes; i que les encargaba el temor de Dios, la pureza de la religión, la paz entre sí, el buen tratamiento de los indios i el celo de hacerlos cristianos, procurando atraerlos i hacerlos a nuestras buenas costumbres i religión, i no dejándose llevar de ellos de sus vicios i ritos gentilicios. Murió poco después este buen sacerdote i apostólico varón, cargado de merecimientos, i súpose todo esto de los dos españoles que de aquella ciudad vinieron."

2.ª La que se halla en el memorial de Silvestre Antonio Díaz de Rojas, de que hemos hablado en el Cap. 21 de esta segunda parte, que haciendo relacion de las situaciones del Payen, cerro de los Diamantes i otras minas, concluye diciendo...... "hasta llegar cerca del mar, donde está situada la ciudad de los Cesares, que tiene al poniente i norte los cerros de la cordillera, i al sur el mar".

3.ª La declaracion que hizo un indio prisionero del teniente coronel don Juan Antonio Garreton, en el ataque que los nacionales de esta división le hicieron sobre la ribera septentrional del río Bueno el 27 de enero de, 1759, cuyos puntos sacados a la letra, es los que siguen: "Que es de la parcialidad de Conpuye donde había; quinientos hombres de armas del cacique Inhale. Que se hallaron en el ataque siete mil indios de varias parcialidades, bajo las órdenes del general Gaditano. Que hai varias poblaciones de españoles en la de Concoleb, al sur del lago de Puyehue. Que el camino es al sudeste de río Bueno, sin ríos ni montes, i que la cordillera se tramonta por un boquete que abre el río Puyehue, i últimamente que hai pocos indios.»

4.ª  La de don Ignacio Pinuer, primer comisario de naciones de esto butal-mapa, i es la siguiente:-«Habiendo desde mis primeros arios girado el poco comercio que ofrecen los pocos indios comarcanos i de la jurisdiccion de esta plaza, me fui internando i Haciendo capaz de los caminos i territorios de los indios, i especialmente de sus afectos i aliados. Con este motivo tenia con ellos conversaciones públicas i secretas; confiando de mí sus mas recónditos secretos que me fiaban, procuré adquirir o corroborar la noticia que, ya como sueño, oía en esta plaza entre mis mayores. I haciendo como que no preguntaba, sí que como cierto suponía, procuraba introducirme en todas partes para adquirir lo que deseaba. Tuve la suerte, muchas veces, de que los sujetos de mayor suposicion entre ellos, me fiasen un punto tan sigilado, encargado de sus mayores como asunto de que dependía la subsistencia de su libertad.

«Esta es la de una ciudad grande de españoles (no de Cesares, de qué hablaré a su tiempo) ; mas no satisfecho con lo que éstos me decían, procuraba siempre indagar la verdad, reservando las noticias antecedentes i confrontando unas con otras; i hallándolas en un todo conformes, ardía en raí mas el deseo de su confirmacion. Para esto tomé el medio adecuado al genio indio, de contarles lo mismo que de ellos sabia, suponiendo que eran noticias que sabíamos todos los españoles por Buenos Aires, a quienes les habían comunicado o revelado los indios pampas por vengarse de los huilliches, a causa de una. guerra cruel que con ellos habían tenido; pero que los de Valdivia, aunque las sabían de tiempo inmemorial, las despreciabais o se desentendían, temiendo que el reí intentase sacar a aquellos rebeldes de su situacion, i en tal caso experimentarían los Valdivianos aquellos rigores que trae consigo la guerra, i que ellos alcanzan a conocer con su mucha pericia i valor, i saben discernir. Oída esta expresión por ellos, irritados contra los pampas, prorrumpieron. en baldones contra ellos i declaraban afirmativamente que era cierto había tales arcahuincas, que así los nombraban, i especialmente todo lo que de los circunstantes habían visto contaban de plano, con todas las circunstancias, no obstante que les hacia alguna fuerza, que siendo tan enemigos capitales del español los pehuenches, revelasen el secreto, de que yo los satisfacía no había en ello que admirar de un enemigo vil, sí de lo que no hacia; que eran unos traidores al reí, que tenían sitiados i ocultos hasta estos tiempos a aquellos españoles, privando al reí de aquel dominio.

«Este es el arte con que lee desentrañado i me he posesionado i asegurado de todas las noticias que podemos apetecer para confirmar la verdad de este grande hallazgo; pues, aunque probé para ello muchos caminos o modos, ayudado de gratificaciones, apoyando sus embriagueces, me salió frustrada, porque en todos los grados de embriaguez, encontré mas acérrimos en el sigilo, diciéndome era encargo de sus mayores, lo que apoyaba, yo i encargaba mucho como medio preciso para su libertad i nuestro bienestar; bien entendido que si a la sazón de estas conversaciones llegaba otro español, o lo llevaba conmigo, me retiraba a un rincón o a una distancia proporcionada, o les decía que callasen, que era lo mas común, pues aquel hombre no estaba impuesto en los ritos de la tierra i saldría haciendo alborotos i hablando disparates; que a no ser ellos unos hombres de tanto sigilo i sagacidad, me guardaría mui bien de hablar asuntos de tanta importancia; insinuándoles siempre con fina cautela no quería saber, solo sí hacer conversacion de los asuntos públicos, con cuya capa venia siempre a parar próximo al fin que yo tanto deseaba. La nacion huilliche es propensa a saber novedades de nuestra monarquía en la Europa i América, i yo les contestaba con algunas verdaderas i otras fingidas, acompañadas siempre de modo que rodasen a mi asunto. 

«Digo pues, en aquel general alzamiento, en que fueron perdidas i desoladas aquellas siete ciudades españolas avanzadas al sur de Valdivia, inclusa ésta i la de Osorno, una de ellas, i de las mas principales i famosas de aquellos tiempos, no fue jamas rendida por los indios, pues aunque es cierto que en la noche en que fueron atacadas según la reseña que para ello estaba dispuesta, la acometieron innumerables indios, con ferocidad inopinada, i hallaron tanta resistencia en aquellos valerosos españoles, que llevaron el premio de su atrevida osadía; pero poco enmendados del castigo en que murieron muchos en el ataque de aquella noche, con ninguna considerable pérdida de los nuestros, que estarían de antemano prevenidos, determinaron sitiar la ciudad robando cuanto ganado había en los contornos de la ciudad, puestos siempre a la mira para frecuentar sus asaltos, en los que experimentaron la misma felicidad que en el primero. Pero llegando el sitio a término de seis meses i mas, consiguieron poner a aquellos miserables en el último extremo de necesidad, tanto, que por no rendirse, llegaron a comerse unos con otros, i considerándose los indios en tan deplorable estado, revestidos de mayor fiereza i viéndose con los que victoriosos de esta plaza habían llegado de auxilio para acabar con aquellos infelices, hicieron de día el último esfuerzo; pero como el Dios de los ejércitos estaba en su; defensa, les dio valor tan inimitable i pelearon con tanto empeño, que murieron a sus manos cuantos osaron saltar los muros en el avance, de los que escaparon mui pocos, porque con igual nobleza de ánimo pelearon las mujeres que los hombres. Viéndose los indios vencidos i tan castigados, se retiraron, poniéndose siempre a la vista, esperando que el hambre los acabase; pero los españoles, siempre llenos de valor, i mas a la vista de innumerables cadáveres de indios, se consideraron ya abastecidos de víveres, i reforzados con ellos. En efecto, sin otra esperanza de otro recurso, siempre valerosos, determinaron abandonar la ciudad i ganar una península fuerte por naturaleza, que dista algunas leguas al sur, en la que tenían varios sujetos de la ciudad muchos ganados de todas especies, granos i piñones en mucha abundancia. En efecto, salieron armados, con sus mujeres, hijos i caudal manejable, en cuyo viaje o transmigracion, los malvados indios, en número considerable, fueron peleando con ellos con el mayor tesón, llenos de esperanza i deseos de consumirlos; pero los españoles, valerosos como siempre, los repelieron con igual braveza i sembraron de cadáveres i adiós todo el camino, de cuya carne se alimentaban, hasta que la divina mano los puso en su bien pensada península. Reforzáronse con sus nuevas viandas i granos, i al cabo de algunos días, determinaron hacerlo conocer al bárbaro indio; pues disponiendo una; salida para vengar sus agravios, i los bárbaros, fiados en su muchedumbre, que cubría la tierra, arrostraron con los pocos españoles, pero estos los derrotaron de modo que después de llenar el campo de cadáveres bárbaros, les quitaron toda su riqueza de ganados de los contornos i se metieron triunfantes en su isla, llenos de despojos i sin pérdidas, cuidando sólo, en adelante de fortalecerse en su terreno. Consta la magnitud de su isla, según el informe de varios indios de diferentes naciones i lenguas, poco mas o ménos de 30 leguas de latitud i 6 u 8 de longitud. Su situacion está a orillas de una hermosa i dilatada laguna que tiene su principio del volean de Osorno, i a quien igualmente da agua otro volean que llaman de Huanchue, porque, aunque éste está distante del otro, por el pié de la cordillera se desata en un río pequeño que camina hacia el sur i se incorpora en ella, con cuyas aguas se hace tan formidable, profunda i estensa. Ella está al pié de la cordillera i dista del volcando Osorno de siete a ocho leguas. Es dicha laguna también madre de río Bueno. Es tan grande esta laguna, que no he hallado indio que haya visto sus limites o fin. Es mui poblada de pescado; en ella tienen los españoles innumerables canoas para su pesca i tráfico, con tres islas mas pequeñas que abrazan sus aguas en el comedio de ella. Llámanla mar los indios. Estas aguas no ciñen la isla de la gran ciudad, solo sí, la mayor parte de ella, por lo que es propiamente península, sirviéndole de inexpugnable muro una resigna dilatada de ciénaga, que la ciñe con la laguna, a excepcion del extremó principal del norte, donde hai tierra firme para su comunicacion i tráfico, veinte cuadras de ámbito poco mas o menos, según informe de esta gran ciudad, i esta es la parte por donde le han hecho un profundo foso de agua de un ante mural rebelan, i una muralla de piedra baja, el puente levadizo, el foso i uno i otro muro grandes, i fuertes puentes; aquí tienen un baluarte donde hacen centinela los soldados, que también los hay, como lo diré. El puente se levanta precisamente todas las noches.

«Las armas de que usan, son lanzas, espadas i puñales, aunque no he podido averiguar si son de fierro, i para la defensa de la ciudad, tienen artillería, lo que se sabe ciertamente, porque a tiempos del año la disparan. Hizo tienen fusiles, i para su personal defensa, usan coletos, laques, que son dos piedras amarradas a un látigo. Para todo este género de armas son diestrísimos i mui temidos de los indios.

«La forma en que esta construida la ciudad la ignoro, aunque he puesto el mayor esmero en saberlo, porque me han dicho algunos indios que a ellos no les permiten entrar dentro desde su primitividad; mas las casas que por su magnitud i grandeza se permiten a la vista de los de afuera, son las mas de pared i teja.

«El comercio interior también ignoro, por el motivo dicho, i si usan o no de moneda, porque el que tienen con los indios es con plata labrada para, su servicio i decencia, i en abundancia. No tienen añil, abalorios ni fierro, por cuyo motivo dicen los indios son gente pobre. Usan también de comercio de ganados, de que abundan mucho fuera de la isla al cuidado de mayordomos de indios, ponderando éstos la grandeza de que usan por expresión de los mismos españoles que salen fuera; que dentro de sus casas solo se sientan en asientos de oro i plata. También han tenido comercio de sal, comprándola en tiempos pasados a los pehuenches, que pasan frecuentemente la cordillera por aquella parte i son sus amigos, i antiguamente lo tuvieron con nuestros indios huilliches; pero de poco tiempo a esta parte ha querido Dios darles en tanta abundancia, por haber encontrado un cerro de ella, que proveen a sus indios comarcanos.

«Su vestimenta es a la antigua, según dicen los indios; usan de sombrero, chupa larga, camisa, calzos bombacho i zapatos grandes. Los que andan entre los indios a conchaba, regularmente están vestidos de coleto i siempre con sus armas, por lo que no saben los indios si usan capa. Siempre salen a caballo i usan varios colores. Son blancos, barba cerrada i de estatura mas que regular por lo común.

«En lo que respecta a su número, es asunto difícil saber aun habiendo estado dentro de la ciudad; pero como yo deseaba saber aun lo mas i recóndito, no lo omití a varios indios, a lo que me contestaban con, una palabra siempre bien explicativa, de su mucho número, diciendo que considerase si serian muchos, pues eran inmortales i en aquella tierra era cierto no morían los españoles.

Con este motivo, continuando siempre mi pesquisa en el particular, me informaron, que no cabiendo en la capital e isla el mucho gentío, se habían pasado muchas familias, de muchos arios a esta parte, al otro lado de la laguna, esto es, al este, donde han formado otra nueva ciudad bien dilatada, aunque mui inferior a la capital. Esta está a la orilla de la misma laguna, frente a la otra; sírvele de muro por un lado la laguna, i por el otro está solo hasta hoy circulada de un gran foso, el que ignoro si es de agua, con su rebellin, fuerte i puente levadizo, como la otra. La comunicacion con la capital es por agua, para lo que tienen infinitas embarcaciones. También tiene artillería como la otra, i el que la manda es con subordinacion al rei de la capital.»

No entintaré mucho papel en refutar patrañas groseramente inventadas. Creo que el padre Rosales nos refirió de buena fe la relacion que nos da i adoptó sin examen. Nos dice que dos colonos de la pretendida poblacion, caminando las llanuras orientales de las faldas de los Andes, llegaron a la ciudad de Villarica i se trasladaron a la Concepcion; pero ni dice el tiempo, ni sus nombres, ni el gobierno secular de la colonia, ni ninguna de otras muchas noticias esenciales que se debieran tomar de ellos, ni conste por documento alguno, como era regular. He registrado los archivos de aquel reino i nada hallé de este interesante negocio que debía constar, siendo así que en el de la capital i en Lima se documentó la salida de Tomas Fernández, uno de los pobladores del Estrecho de Magallanes, siendo poco o nada interesante. I aquí, lejos de hallar alguna noticia que diera probabilidad a la espesada i circunstanciada relacion, la tenemos para convencerla de falsedad. La armadilla que equipó el obispo de Plasencia, se compuso de tres naves i salió de España a las órdenes de Alonso de Camargo. En 22 de octubre de 1539 se perdió la capitana en el Estrecho, pero salvó la gente, que tomada a su bordo por la tercera nave, salió al mar Pacífico i ancló en Arequipa con su jefe Camargo; i la segunda regresó a España; consta de una relacion de este viaje, que se halla en el archivo general de Indias, i este es el origen que se da a la pretendida ciudad de los Cesares.

De esta armada, que fue la quinta expedicion del Estrecho, no quedó en él gente alguna. Tampoco quedó de la primera; cuyo jefe fue el incomparable Magallanes, que salió de Sevilla el 1.° de agosto de 1519; i la nave Victoria, una de las de su armada, entró en San Luca el 7 de setiembre de 1522. De la segunda, compuesta de siete buques a las órdenes de don Francisco García Jofré de Loaiza, que salió de la Coruña el 24 de julio de 1525; ni una sola volvió a España, pero no quedó gente alguna en el Estrecho, sus inmediaciones ni en las costas de Chile, sin embargo de haber dado al través una de ellas en el Estrecho. La che Sebastián Caboto, que fue la tercera, solo llegó al Río de la Plata i de allí regresó a España en 1534, a cargo de Simón de Alcazaba. Ya vimos en la primera parte de esta obra, que no quedaron en Chile españoles. Estas fueron todas las expediciones dirigidas al reconocimiento del Estrecho, para hacerse paso al mar Pacífico, que se hicieron en tiempo del Cesar, i ellas prueban contra la existencia de la pretendida ciudad de los Césares.

Desde 1557 hasta 1598, se hicieron por los españoles, una desde Chile, otra desde el Perú i la última desde Espacia, que fue la de Pedro Sarmiento, de la que hablamos en la primera parte; i los catorce hombres i tres mujeres que quedaron, no pudo establecer colonia, chica ni grande en ménos de tres años, que corrieron desde el abandono de los diez i siete españoles hasta la desolacion de la ciudad de Villarica, por donde pasaron para la de la Concepcion los pretendidos colonos del P. Rosales.

Examinemos la relacion de Pinuer. No nos embaracemos en hablar de lo ridículo del trato de aquellos naturales i de otros puntos insertos en su introduccion: tratemos solo del asunto principal. Coloca Pinuer su pretendida colonia en la laguna denominada Rancolabahuen, es decir, Mar de Banco, de donde toma su orijen río Bueno a distancia de siete leguas al sur de los volean de Osorno, cerca de la cordillera. De esta ubicacion debemos inferir (prescindiendo de las inconsecuencias de su historieta) no hallarse distante de la ciudad de Osorno. I no sé cómo nos hemos de persuadir, de que a tan corta distancia de las ciudades de, Valdivia i de Castro, en Chiloé, no se hubiera dejado de ver en alguna de ellas alguno de sus colonos, en cerca de 200 anos; o al ménos alguna pieza de plata o alguna prenda o alhaja de las que salen a comerciar con los indios comarcanos, que siempre se trataron i tratan con los tuncos i curacahuines. Pero de una vez echemos a rodar esta patraña con que aquellos nacionales se burlaron de la buena fe de Pinuer. No se hubiera dejado seducir si hubiera consultado con , el libro 53 del archivo de la capital de aquel reino, donde a f. 212 i siguientes, se hallan dos certificaciones originales de los jefes de la de Osorno, que puntualmente detallan las operaciones militares de los sitiados i sitiadores, su abandono i la poblacion con que su vecindario se hizo en la isla de Calbuco i pueblo de Carelmapu. A presencia de tan autorizado documento, no es posible prestar asenso a la relacion histórica de Pinuer, que sin duda fue engañado. I aunque quisiéramos decir que alguna parte de aquel vecindario tomó la resolucion que Pinuer extiende a toda la poblacion, no tendría verosimilitud, porque de un hecho de tanto porte era indispensable orientasen al gobierno los jefes de Osorno; hablarían de él en su relacion, i los gobiernos de Chile hubieran pasado la noticia al virei de Lima, i de ningún modo hubieran omitido el descubrimiento de aquellos españoles, que debemos suponer salieron de la ciudad o paraje determinado i acordado por ellos, pues de Otro modo les graduaríamos de imprudentísimos.

Pinuer, juramentada su relacion, la dirigió a la corte por la vía reservada, en 1772, i el ministerio al gobierno de Chile en el de 74, de donde pasó al gobernador de Valdivia para que informase con autos, que salieron abultados con mas de 500 fojas. Se recibieron declaraciones de muchos españoles, que, sin embargo del artificio con que las compusieron, todas vinieron a dar por último motivo de su credibilidad, haber oído a Pinuer. Pero no faltó quien se profiriese a conducir una carta al jefe de la pretendida colonia i volver con su contestacion, i quedó confundido i ruborizado de su necia confianza, porque los indios, sus conductores, le hicieron caminar algunas leguas de ásperos caminos, i ni huellas de irracionales encontró.

Luego pasó el gobernador a recibir dichos de los indios que presentó Pinuer, i declararon la existencia de la ciudad imaginaria, no porque la hubiesen visto, sino porque la oyeron de sus predecesores. Pero ya salió un llamado Paquicú, diciendo que de niño estuvo sirviendo en ella i vió algunas procesiones en que aquellos españoles conducían imágenes de santos como las que nosotros veneramos.

En vista de esta circunstanciada relacion, un religioso de propaganda se profirió al descubrimiento, conducido de aquel nacional, i se llevó el mismo chasco que el conductor de la carta. Los indios también aprovecharon la ocasión, i el cacique Paillallao, residente en el paraje denominado Coronel, sito en la parte meridional de río Bueno, a distancia de veinte millas de su embocadura en el mar, receloso de ser atacado de las parcialidades que tenia agraviadas con sus insultos, se propuso llevar españoles a su país, i salió con ella. Procuró dar paso franco hacia la laguna de Puyehue, residencia del indio Curin, afirmando que éste se trataba con los pretendidos españoles; i sin mas examen, aquel gobernador, sin consulta de la capitanía general, mandó una compañía de 80 hombres, i de jefe al caballero Pinuer, para evitar los funestos efectos de la emulacion i remover todo impedimento que pudiese frustrar aquel servicio importante a la corona. Fortificada la tropa en Coronel, se hicieron tres reconocimientos, en enero de 78, por un religioso de propaganda, un cadete i ocho soldados. Registró esta partida, guiada de indios de Paillallao i de Curin, los distritos de las lagunas Rana, Puyehue i Llanquihue, i no hallando ni españoles ni indios, ni aun huellas de gamos, subió a un elevado monte de los Andes i divisó algunos ríos que regaban una llanura, donde residen los caciques Antu-Guala i Guengueñil, según cómputo prudencial en la altura de 42° de latitud.

Estos reconocimientos igualmente falsifican la relacion de Pinuer, que la declaracion del prisionero de Garreton, porque en los distritos reconocidos se comprende la parcialidad de Concoleb. La incidencia que hace Silvestre Antonio Díaz de Rojas, en la descripcion que da en su citado memorial, de la parte oriental de los Andes, tiene algo de verosimilitud para persuadirnos de alguna poblacion formal de oriundos de alguna nacion europea; porque, aunque de las expediciones que sabemos hicieron al mar del sur, por el Estrecho de Magallanes, las de Inglaterra, Holanda i Francia, comenzando desde la de Frac., que salió en 1557, i haciendo memoria de las dos de Candisch i de las de Merik, Chidllei, Han-Kins, Mahu, Noort, Spilberg, Narvorough, Wood i Geunes, hasta la de Beauchesne, que regresó en 1701, no quedó gente alguna por naufragio, ni otro motivo en el Estrecho, ni en ménos altura, que pudiera haber levantado la ciudad que Díaz de Rojas llama de los Cesares; pudiera ser mui bien que la compañía de filibusteros, mas propiamente de piratas, que desde 1685 hasta 87 piratea en el océano Pacífico, entrando por el Estrecho, donde naufragaron algunas de sus embarcaciones, u otra de las mismas naciones, que ignoramos hacían este hostil tráfico, dejasen algún número de i ente; que imposibilitada de regresar a Europa, tratase de dejar la costa i buscar en lo mas interior del continente, territorio benigno donde establecerse. 1 supuesto este caso mui conveniente, haber hecho alianza con los indios, i tomando mujeres de ellos, haberse propagado i constituido una generacion de jenízaros, que conservando el idioma i las costumbres de sus progenitores, se distinga de los indios i éstos los llamen españoles. Da mérito a esta conjetura., haberse visto hácia Puerto Deseado, algunas partidas de indios mas blancos i con Tras pelo de barba que los araucanos; pero en el caso de haber sido así, los contemplo indializados, del mismo modo que se han españolizado los indios que quedaron en pueblos en aquel reino, entre los ríos Copiado i Biobio. I como es regular que tengan sus poblaciones a la parte oriental de los Andes, es fácil el descubrimiento de aquellas tierras i desengañarse sobre su negocio. La expedicion puede hacerse sin gasto del real erario, i aun seria conveniente, porque de paso se describirían las minas que hicieron mui poblada mui rica la cuidad de la Villarica, i se aseguraría también el camino de las pampas de Buenos Aires contra las piraterías de los pehuenches, lo que resultarla en favor del comercio de la de Buenos Aires con las de San Luis, San Juan, Mendoza i Chile.