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Crónicas
Tomo II
Capítulo XCII. Toma posesion del Obispado de Santiago de Chile el Ilustrísimo señor Doctor Don Manuel de Aldai i Asper.

Por traslacion del ilustrísimo señor don Juan Gonzalez Melgarejo, a la iglesia de Arequipa, fué presentado para la de Santiago de Chile el ilustrísimo señor doctor don Manuel de Aldai, natural de la Concepcion del mismo reino, hijo de padres nobles. Estudio latinidad, artes i teolojía en el colejio convictorio de San José, de su patria, de donde paso a Lima con destino de estudiar jurisprudencia. Se hizo insigne teólogo en toda teolojía i famoso profesor de ámbos derechos. Graduado de doctor en la universidad de San Márcos, se recibió de abogado de la Real Audiencia de Lima, donde siguió este ejercicio con mucho crédito. De allí se traslado a la capital de Chile i continud el mismo ejercicio bajo la proteccion de su tio, el señor doctor don Francisco Ruiz de Berecedo, oidor honorario de aquella Audiencia. Se puede asegurar que no perdió pleito, pues no se hacia cargo de defenderlo sin imponerse ántes en los derechos de ámbas partes. Si concebia que su cliente no llevaba razon, le desengañaba i no tomaba cartas para su defensa, i si la tenia, exijia de él una moderada cantidad, cargando sobre sí los gastos de papel, procurador, escribano i demas costos del pleito, con la condicion de que perdida la lítis, su cliente no era gravado en un ochavo de las costas ni de su trabajo, que todo ello corria de su cuenta i riesgo. El cliente no tenia que perder tiempo en visitarle para el breve i eficaz expediente de sus negocios, ni que fatigarse con procuradores i escribanos, i podia mui bien descuidar i descansar sobre la conducta de su abogado, que no admitia mas pleitos que aquellos a que podia dar pronto expediente.

En estas circunstancias, vaco la canonjía doctoral de aquella ciudad i se presento de oposicion para ella. Consultado en primer lugar para esta silla, fundo probables esperanzas de obtenerla, i presentándosele proporcion de matrimonio con señora de calidad, paso a celebrar esponsales bajo la condicion de que si el rei le hacia merced de la prebenda, su futura esposa entraria en relijion i él recibiria las sagradas ordenes. Se hizo este contrato sijilosamente, i verificada la gracia de la prebenda doctoral, tomo la señora el hábito de Santa Clara i murió profesa.

Colocado en la prebenda, se aparto del ejercicio de abogado i siguió un método de vida irreprensible. Informado el rei de su virtud i vasta literatura; le presento para la mitra de la misma iglesia. Paso a consagrarse a su patria, i a su regreso llevo consigo a su señora madre, la puso casa separada, la asistió i cuido con ejemplar esmero i la obedeció respetuoso en cuanto como madre quiso mandarle. Jamas la visito que no le besase la mano ántes de tomar silla, i la dio el consuelo de asistirla en su última enfermedad, i honro sus cenizas con la pompa debida a su dignidad. Vestido de pontifical condujo su cadáver hasta su Catedral, donde hizo todas las ceremonias piadosas de la iglesia. Concluida la funcion, llevo la procesion fúnebre al templo de Santo Domingo, i repetidas las piadosas oraciones de la Iglesia, le dió sepultura cumpliendo la última voluntad i devocion de su señora madre.

Tomo posesion de su iglesia en 14 de noviembre de 1755, continuó la obra de lá Catedral que comenzó su antecesor i concurria con cinco pesos anuales para sus gastos. Prendió fuego en el antiguo templo i traslado el coro al del colejio máximo de los ex jesuitas, i alcanzo de la real piedad todas las alhajas i ornamentos de aquella rica iglesia para la nueva Catedral. Hizo concluir los dos tercios de este suntuoso edificio; i colocado con las celebridades que se acostumbran, dispuso la continuacion de la otra tercera parte.

Asistió al último Concilio Limense celebrado en 1772, i predicó en su apertura, cuyo sermon, impreso en Lima, corre con jeneral aplauso. Gobernó su iglesia mas de treinta i tres años con apostólico celo, sin que hiciese ni la mas leve insinuacion para ser trasladado a otra. I para que la disciplina de su iglesia fuese pura i una misma en toda su diócesis, celebro sínodo en 1763. Tuvo un método inimitable en las competencias con la Real Audiencia i siempre las termino pacíficamente, sin desavenencias i sin escándalo. Era prudentísimo en la correccion de los delitos de su clero, i jamás se llego a entender que la hubo, porque siempre la ejecuto sin acto ruidoso.

En su casa i familia todo respiraba relijiosa moderacion, pero a ninguno le faltaba cosa alguna, sino es a él. Desde que fué Obispo, su vestido interior fúé de paño burdo, i no tuvo otro que el que llevaba puesto, i si el mayordomo no le ponía otro cuando aquél se le inutilizaba, su amo no lo pedía. En algunas ocasiones se quedo en cama miéntras el sastre lo remendaba. Dormia poco, i era interior i este riormente recojido: la mayor parte del día la empleaba en orar, estudiar i despachar los negocios públicos. Era humilde, penitente i compasivo con el prójimo. Fue pastor verdaderamente celoso, i para cumplir con estos deberes, no solo empleaba el ajeno celo como regularmente se practica desde que comenzó a aumentarse el número de obreros evanjelicos, sino también el propio: hacia todos los juéves en la Catedral la Escuela de Cristo i predicaba en ella: i no se desdeñaba de instruir a los niños en el texto de la doctrina cristiana. Supo elejir buenos coadjutores que le ayudasen a conducir la grei que se le había encomendado. Continuo en la provisoría i vicaría jeneral de su obispado al señor doctor don Juan de Tula, dignidad de su iglesia, i cuando éste falleció, hizo acertada eleccion para este ministerio en la persona del señor don José Antonio de Aldunate, en aquel entonces canónigo doctoral i hoi arcediano en la misma iglesia. Insigne jurisconsulto i sacerdote de vida irreprensible, fué este ilustrísimo prelado ejemplar de obispos en sabiduría, en el cumplimiento del oficio pastoral i en la práctica de todas las virtudes. Este concreto de circunstancias lo elevaron a varon ilustre entre entre los obispos i le hicieron merecer el justo renombre de Ambrosio de las Indias. Lleno de méritos falleció en 19 de febrero de 1788. Dejo su librería para biblioteca pública con asignacion para el bibliotecario, i a su iglesia la instituyo heredera universal de sus bienes. Descansan sus cenizas en la Catedral, al pié del altar de San Francisco de Sales, que dejo dotado.