Informado el Gobierno del pernicioso abuso introducido en el cobro de las mensuales que dejaron soldados del ejército a sus madres, mujeres y hermanas en esta capital y cerciorado de que estas asignaciones corren de mucho tiempo a esta parte a favor de las familias de los desertores y muertos que han [ha] habido en toda la guerra, se ha determinado suspender todo pago de mesadas hasta que el excelentísimo señor General[2] remita una razón circunstanciada de todos los soldados que existen en aquellos cuerpos, y a quienes se descuentan los meses, para que en ningún caso el Erario sea defraudado con una injusticia tan sensible como la que hasta hoy se ha cometido, dando por una mala inteligencia, un cierto premio a los soldados desertores que infestan los campos con mil crímenes.
Esta providencia justa en cualquier circunstancia, lo es más en las actuales en que el Erario se halla recargado de obligaciones de la primera atención y necesidad. Fuera de que es un dolor para todo buen ciudadano que el tesoro público se derrame de la misma manera en favor de los meritorios y de los que no lo son; no siendo menos, que los sacrificios de aquellos que con una parte de sus caudales contribuyan a formar el tesoro del reino, no sirvan para otra cosa que para fomentar los vicios y los escándalos del pueblo. De esta manera[,] los legítimos acreedores a las gracias de la patria serán perfectamente atendidos, y los malos nunca podrán participar de la consideración debida a los Buenos.
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[2] Bernardo O’Higgins (N. del E).