Apenas se sintieron los amagos de una disensión doméstica, el Gobierno se propuso tocar todos los resortes de la prudencia para evitarla. No ha perdonado medio, humillando acaso su dignidad a interposiciones que podrían comprometerla, si no fuera cierto que nunca es más grande la magistratura, que cuando se sacrifica en obsequio del bien general. Nosotros hemos interpelado al General del Ejército Restaurador[4], empeñando la fuerza de la política, la moderación y el convencimiento, que forman los caracteres de nuestras comunicaciones. Enviado sin fruto un oficial de honor que la conducía, repetimos la comisión de dos ciudadanos de concepto, y patriotismo, prometiéndonos de su celo una feliz conciliación. Cuando parecía que todo se disponía favorablemente a este suspirado objeto de nuestros deseos, los espíritus turbulentos se glorían de que se acerque el instante horrible de un rompimiento, y procurando que no se oiga la voz de la justicia, comprometen la suerte de su país al desastroso resultado de sus maquinaciones. El Gobierno se ve en la dura necesidad de hacer marchar una fuerza respetable que cortando el escándalo, y la desorganización del ejército, ponga en disposición de escucharse [a] los verdaderos amantes de la patria. El pueblo debe descansar en la rectitud de esta medida, y de las más que son consiguientes a ese empeño de los profanadores del patriotismo, porque se derrame la sangre de los que profesan un mismo sistema. Ellos serán confundidos en las sombras de sus maniobras, mientras nosotros apresuramos el triunfo de la unión.— Carrera.— Uribe.— Muñoz.
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[4] Bernardo O’Higgins (N. del E).