El Gobierno ha tocado todos los resortes sobre la política de la razón y de la prudencia para evitar la efusión de sangre, que prepara la nueva invasión de los satélites del Virrey de Lima. Ellos vienen en clase de unos verdaderos piratas, después que el tratado de paz [14] les concedía cuantas proporciones podían formar la base del sistema que proclamaban, alejando hasta las apariencias de la insurrección de que nos acusaban por confundir con voces criminales la defensa de los derechos de Chile. Hoy le hostiliza el infame Mariano Osorio contra las órdenes expresas del Rey, que en el decreto del 4 de mayo de 1814 deja las autoridades constituidas en ambos hemisferios hasta la resolución de un nuevo Congreso, y anula la Constitución Española, y órdenes de la Regencia con la pena de muerte a los que pretendan su obediencia. Por tanto, se declara a Osorio y a todos los que sigan su campo traidores al Rey y a la patria. El que presentase la cabeza de aquél será premiado con doce mil pesos; por la de los caudillos subalternos se darán seis mil; cincuenta pesos serán el premio de los soldados fieles que se pasen con fusil a nuestro ejército, y veinte y cinco de los que vengan sin él. El fuego, el agua y todo será negado a los aleves que emprenden esta sacrílega agresión. Se reputarán sus cómplices los que le franqueasen el menor auxilio. Publíquese en bando, imprímase y circúlese.
Dado en la Sala del Despacho, a 15 de septiembre de 1814.‑ José Miguel de Carrera.‑ Julián Uribe.‑ Manuel de Muñoz y Urzúa.‑ Agustín Díaz, Escribano de Gobierno.
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[14] Tratado de Lircay (N. del E).