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Documento Nš 7 - CDHI, XXIII, 31-34.

Oficio de José Miguel Carrera a la Junta Gubernativa del Reino comunicando el estado de las negociaciones de reconciliación con la provincia de Concepción. 11 de mayo de 1812.

Excelentísimo Señor: por mis cartas del estado de nuestras negociaciones en la reconciliación de nuestros pretendidos enemigos de la Concepción se cerciorará Vuestra Excelencia que se acerca el momento de poner punto a la discordia, y de decidirnos. Si sucede con las intenciones de Vuestra Excelencia que imito pondremos en la historia del mundo el día mayor de la felicidad chilena. La aurora de nuestros bienes es más clara y de mejor presagio que los 18 de septiembre y primero de abril. Los pueblos sólo son felices cuando tienen unión y uniformidad social. Nunca como ahora habíamos disentido los hermanos hijos de Chile, y nunca habían salido las tropas del reino a una campaña horrorosa, en que la victoria nos derrota, y en que nuestra incolumidad y defensa nos anega en nuestra misma sangre. Si nos armamos y la espada corta nuestras diferencias, el mal queda en nuestra casa, en nuestras familias y en nuestras personas, cual sea el resultado de nuestra contienda: terrible condición de la guerra intestina y disensiones domésticas ¿Cuántos serían mis recelos y cuidados por cumplir exactamente en mi comisión con la naturaleza, con la humanidad, con la Patria y con Vuestra Excelencia a quienes venero y soy responsable de los medios y del suceso? Por más que nuestros enemigos comunes deseen ensangrentarnos y perturbar la discordia, todo ha mejorado de aspecto y promete un fin favorable. En el instante que piso las riberas del Maule, escribo al otro lado con la expresión halagüeña de mis ideas pacíficas: se me contesta y conozco que el río, lejos de rayar la inmediación de dos enemigos, sólo sirve de impedir que nos oigamos mutuamente para acordarnos. En los primeros pasos de nuestra empresa, se retiran las dos tropas a sus cuarteles, haciendo salva a la unión que esperamos fundadamente; y queda el campo libre a la razón, para que discuta de la justicia de la causa y haga sólo la conclusión de nuestros movimientos. No pueden haber hechos que convenzan más el deseo que tienen las provincias, de defenderse sin armas: y cuando por este principio debían los enemigos de la unión y partidarios de la tiranía y de la muerte, sofocar sus intenciones y cesar en sus invectivas, siguen meditando y no paran de sembrar cizaña. Como era imposible conseguir una desconfianza en el Ejército de este cantón, que sólo se movió, y obra por las órdenes de Vuestra Excelencia, se toman las tropas de la capital por blanco de la intriga y se intenta hacer creer que en la marcha más precisa han protestado no pasar de la Angostura, más que perezcan sus hermanos y más que suceda la ruina del reino, siendo todo tan al contrario que ellas se disponen a penetrar la plaza más fuerte, si allí existen los enemigos de la causa común, y del Gobierno. Acabo de ver sus votos en el papel que acompaño a Vuestra Excelencia en copia, dejando en mí el original, para prueba de mi reconocimiento y para hacer constar en la distancia la certeza de un hecho que ahí califican los mismos subservivientes [sic] con su inmediación a V.E. Es conocido el fin de esta terrible invención y las miras de su autor: hasta aquí se difundió la noticia y aunque no lo creí, ni puede creerla Vuestra Excelencia estando todos bien persuadidos de la resolución y subordinación de nuestros militares: envío los documentos efectivos de un desengaño, para que publicándose en la gaceta con este oficio, si Vuestra Excelencia los decide, los brazos de los defensores de la Patria, tengan la satisfacción de haber puesto su opinión a cubierto de presunciones, que por más injustas, suelen influir en los ánimos sin crítica. O se intentó hacer dudar a Vuestra Excelencia del buen resultado de mi comisión o desconfiar a mí de poderme sostener en un procedimiento caracterizado, y conforme al decoro que se merece la gran causa de mi cargo. Vuestra Excelencia está sobre las trabas con que se engañan y sorprenden las almas pequeñas; y yo aseguro por mi honor y por mi espada, que primero consentiré me falte la última gota de sangre, que retroceder un punto del plan de mi obra, de la voluntad general y de las instrucciones de V.E. No habría admitido la comisión que me honra, si no tuviese resolución bastante y consistencia para preferirla a mi vida, aún en el caso imposible de hallarme solo, sin auxilio, y sin la menor esperanza de buen éxito. Repose V.E. y haga descansar los pueblos de su atención en la justa confianza de la respetable fuerza que los sostiene. La bayoneta no se cala sino por su seguridad y por su orden, y la vaina que se rasgará a la menor insinuación de necesidad, sólo embota la espada mientras la razón y la justicia desmonten los cañones.

Dios guarde a V.E. muchos años.- Talca y Mayo 11 de 1812.- Excelentísimo Señor.- José Miguel de Carrera.- Manuel Javier Rodríguez, Secretario.

A la Excelentísima Junta Gubernativa del Reino.