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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Anexos
Documento Nš 23. - CDHI, XXIII, 118-124.

Declaración de Toribio Torres sobre la conspiración contra los hermanos Carrera.

En el mismo día: dicho señor, conforme a lo que tiene mandado en el auto que antecede hizo comparecer ante sí al Subteniente del cuerpo de Granaderos, don Toribio Torres, de quien por ante mí le recibí juramento, que lo hizo por la Cruz de su espada y palabra de honor, bajo el cual prometió decir verdad de lo que supiere y le fuere preguntado, y siendo del anterior del auto cabeza de proceso:

Dijo que el lunes veinte y seis del pasado mes de enero entre ocho y nueve de la noche, pasó el que declara, de visita a la oficina del escribano don Juan Crisóstomo de los Álamos, con quien de años atrás tenía amistad, y ofreciéndose hablar con éste sobre cosas del sistema, le dijo el mencionado Álamos: don Manuel Rodríguez estuvo aquí y me dio varias quejas, por la ninguna confianza con que me porté con él cuando iba a su oficina estando de Secretario, de cuya conversación se deslizó el nominado Álamos a descubrirle al declarante la conspiración que tenían fraguada contra los tres señores Carreras, comunicándole lo siguiente: “por lo que respecta a don José Miguel y don Luis, tenemos ahora, segura ocasión de asesinarlos: sólo resta facilitar la misma con don Juan José para que caigan a un mismo tiempo los tres; Ud. ha de ser medio para conseguirlo, con el proyecto de fingir cualquier novedad en el cuartel de Granaderos, y viniendo Ud. personalmente avisarle, no dejará de salir, mediante la satisfacción y confianza que de Ud. hace”; que convino el declarante en hacerlo así a fin de descubrir, quienes eran los compañeros de la conspiración; que quedó de verse la siguiente noche con el declarante, y aunque fue el que expone a su oficina a la hora citada, no le encontró allí, no obstante de haberse esperado más de una hora; que al siguiente día miércoles por la mañana fue el que declara a la oficina del expresado Álamos, y reconviniéndole la omisión de no haberse visto por su causa la noche anterior, le dijo estas palabras: anoche me fue preciso no estar aquí, porque tuvimos en casa una junta de algunos sujetos sobre el mismo asunto y ojalá se hubiera ido Ud. por allá, que con don Manuel Astorga (alias El Monigote), habían tenido en la misma junta una sesión, extrañando éste, que se hubiese valido Álamos del declarante, pues le parecía que no era sujeto de confianza, para descubrirle asuntos tan graves; que Álamos le convenció con la satisfacción que del declarante tenía, y quedó satisfecho el expresado don José Manuel; que esta misma mañana dijo don Juan Crisóstomo al declarante, que don Manuel Rodríguez, facilitaba por medio de su hermano el Capitán don Ambrosio,sacar doscientos hombres del cuartel de la Guardia Nacional con el arbitrio de remedar una firma de don José Miguel, y pasarla incontinenti del hecho del asesinato al expresado cuartel para con ellos auxiliar a la Artillería, y preguntándole el declarante con quién contaban en ese cuerpo, sólo le dijo, que con Alférez graduado don Ramón Picarte, el que andaba fugitivo y lo habían hecho presentarse al Gobierno implorando, su indulto, o gracia, todo con el fin de que sirviese para la conspiración de que se trata; que dicho Picarte se ocupaba con los soldados de aquella brigada en acariciarlos contribuyéndoles algún dinero y otros beneficios, capaces de congratularlos, asegurándole el expresado Álamos, que era sujeto en quien tenía mucha confianza, dándole a en tender al declarante, que tenía seguridad de la toma de ambos cuarteles, esto es la Gran Guardia y Artillería; que este mismo día pidió Álamos al que expone un par de piedras de chispas para trabuco, y al mismo tiempo  un poco de pólvora, que fuese muy fina, diciendo estas palabras: Juan José, “hablando por el señor Comandante de Granaderos, tiene pólvora de arenilla, igual a esta (que tenía en el bolsillo en una pistolita, que llaman de quemar ropa)”; que el declarante, le dijo, que era verdad que tenía dicha pólvora el señor Comandante, pero que no era necesario pedirla a dicho señor, porque el Capitán don Manuel Díaz Muñoz tenía de la misma, a quien le pediría; que como el declarante ya había avisado el día martes anterior a su comandante el señor don Juan José, de esta conspiración, le dijo también la petición de las piedras y pólvora, que facilitó dicho señor de las propias suyas advirtiendo unas señales que tenían en su configuración, para cuando llegare el caso de sorprenderlos y reconocerlas como también el papel, que en que envolvió la pólvora, que era revuelta la de arenilla con otra más gruesa; que el declarante entregó a don Juan Crisóstomo Álamos en sus manos las expresadas piedras y pólvora en la dicha mañana del miércoles, con lo que se despidieron, quedándose de ver en la noche del mismo día. Que así se verificó; pues el declarante, fue a su oficina del expresado Álamos poco después de oraciones, y entre la conversación que ambos tuvieron, procuraba el declarante soltar algunas palabras, que obligasen a Álamos a descubrirle los sujetos que estaban metidos en la conspiración; y sólo consiguió le dijese estas palabras: “sólo a dos sujetos me he cubierto: a Ud. y a este padre Funes”, entendiendo el declarante, que esto lo decía por el padre dominico fray José Funes, a quien vio en la oficina de Álamos muchas veces, hablando con éste largos ratos en secreto; que asimismo contó Álamos al que declara que el plan de ellos después de asesinar a los señores Carrera, era poner un Gobierno a su satisfacción, limpiar las tropas de los sujetos, que no les fuesen adictos, destinar dichas tropas a los puertos y costas del Reino, dejando sólo en la capital cincuenta hombres o los muy precisos para las guardias, que aún pensaban saliese (aunque no tan luego) una expedición a Lima por tierra, y por el lugar de Coquimbo, para que estrechando aquella capital por ambos (contando con los de Buenos Aires) la hicieren rendir; que esta misma noche después de las nueve horas de ella, y al tiempo de despedirse, dijo Álamos al declarante lo que sigue: “Ahora voy a ver un sujeto, que conviene mucho, para este negocio, y que de una vez quedemos de acuerdo”.

Que el exponente se retiró de allí saliendo junto con Álamos, hasta la esquina de la cárcel y encaminándose éste para la calle del Rey, se fue el declarante por la de la Catedral a casa del señor Comandante don Juan José de Carrera, donde encontró a dicho señor hablando con un don N. Guzmán, que era otro denunciante de la misma conspiración; que dicho señor llamó al declarante luego que le vio, y le dijo lo siguiente: “Aquí tiene otro denunciante de la misma conspiración y son tan consecuentes sus dichos, como los de Ud., que ya no queda la menor duda, y por lo mismo es necesario proceder”; que incontinenti mandó llamar al señor don José Miguel su hermano, y entre ambos acordaron la aprehensión de varios individuos, que se hallan en captura, según lo sabe por notoriedad. Agregó asimismo que la misma noche del jueves vio el que declara hablando secretamente con Álamos, a un militar en la puerta de su oficina, y como lo notase, preguntó a otro que estaba allí cerca quién era aquel sujeto con quien hablaba Álamos, y se contestó ser un Cabo, o Sargento de la Asamblea, expresando que no se acuerda del sujeto a quien hizo la sobredicha pregunta. Juntamente expuso haber comunicado Álamos, que afianzados ya en el Gobierno, pensaban o tenían dispuesto no acomodar a ninguno de los Rodríguez en empleo conexo con el sistema, sino en otra cosa, que no dijese inmediata relación con él. Que es cuanto sabe, y la verdad de cuanto tiene declarado: que es de edad de la edad de treinta y cinco años, y que no le tocan las generales de la ley con ninguno de los sujetos de que hace mención en la declaración expresada que siéndole leída e instruido de su tenor la firmó a presencia de Su Señoría, y hallándose presentes los tres señores nombrados, de que doy fe. Carrera.- José Toribio Torres.- Ante mí. Ramón Ruiz de Rebolledo, escribano público.