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Documento Nš 63 - CDHI, XXIII, 246-250.

Oficio de Juan Mackenna al Gobierno. Membrillar, 23 de Febrero de 1814.

Excelentísimo señor:

Con esta fecha digo al señor General en Jefe lo que copio. Teniendo éste distintos avisos que el enemigo estaba reuniendo sus fuerzas para rodear y atacar esta división, determiné batirle en detalle o parte de sus fuerzas; así para impedir la indicada unión, como para llamar la atención del enemigo y favorecer las operaciones de V.S. contra la frontera, conforme me lo tiene prevenido. En Caimaco al otro lado de Itata y a la distancia de tres leguas de este campamento, se halla situada la división de Urrejola, cuya verdadera fuerza no he podido averiguar así por la variedad de los partes, como por la ignorancia de los espías. En Cuchacucha, hacienda del citado Urrejola, distante tres leguas de este punto y cerca del río Ñuble, tuve aviso fidedigno de estarse reuniendo fuerzas considerables del enemigo. Determiné atacar este punto con preferencia al de Caimaco no sólo por no haber río que atravesar, sino por lo escabroso del terreno era más a propósito para las maniobras de infantería, que se puede decir es la única fuerza de esta división por la falta de caballos al paso que los enemigos tienen muchos y en el mejor estado.

A las 12 de la noche de ayer 22 dejando el mando del campamento al Coronel y Jefe del Estado Mayor don Marcos Balcarce, y llevando por segundo al de igual clase don Andrés de Alcázar, me puse en marcha con la división de ataque compuesta de 300 fusileros, 40 dragones, 2 piezas de artillería y varios oficiales de milicias. Poco después de amanecer llegó la división a Cuchacucha, cuyas casas halló desiertas, y que el enemigo había repasado el Ñuble, ínterin descansaba y tomaba algún refresco la tropa, se dispuso que dos piquetes saliesen a recorrer el campo y recoger el ganado perteneciente a Urrejola. Este movimiento siendo observado por el enemigo desde la orilla opuesta del Ñuble, repasó este río en número de 150 hombres, próximamente, pero atacada por la guerrilla del Teniente Coronel Bueras, se retiró a las alturas inmediatas desde donde destacaba pequeñas partidas a tirotear las que fueron perseguidas por dicha guerrilla, y un piquete de voluntarios al mando del Alférez Allende (quien fue contuso) cuya intrepidez y ardor de su tropa les hizo avanzar tanto, que costó repetidas órdenes y la pérdida de mucho tiempo en hacerlas reunirse a la división.

Viendo a las diez del día que el enemigo no atacaba ni que se le podía ni alcanzar por la bondad de sus caballos, la división se puso en retirada para restituirse al campo, lo que hizo sin novedad hasta la mitad del camino: cuando el enemigo, habiendo recibido fuerzas considerables de la división de Urrejola (y creo también de Chillán, que sólo dista de cuatro a cinco leguas de Cuchacucha) intentó cortar la guerrilla del Teniente Coronel Bueras; pero éste con su acostumbrada intrepidez hizo frente por todas partes, hasta que fue auxiliado por las demás tropas, en particular, por el valeroso Sargento Mayor de auxiliares de Buenos Aires, don Juan Gregorio de las Heras, que con 100 hombres de su cuerpo, y bien sostenido por el Capitán Vargas del mismo, avanzó en el mayor orden sobre el enemigo y lo obligó con pérdida considerable a replegarse a una altura inmediata, que dominaba la posición que ocupaba nuestra tropa, por cuyo motivo, y por haberse inutilizado las dos piezas de artillería, habiéndose roto el eje de la cureña de una y quedado atascada la lanada en el ánima cónico de la otra, determiné variar de posición y tomar una altura que franqueaba la del enemigo. La maniobra se hizo en el mayor orden; y desde el nuevo punto se desafiaba al enemigo que sin embargo de tener de 900 a 600 hombres, sólo trató de recoger sus muertos y heridos y retirarse; lo que verificó en orden, no siéndonos a nosotros posible atacarlos por la falta de caballería.

Después de haber acomodado en parihuelas los dos únicos heridos, que no se hallaban en estado de retirarse por sí [mismos], se puso en marcha la división para el campamento, donde entró a las 5 de la tarde, en medio de las aclamaciones de sus compañeros y llevando adelante el ganado referido, algunos caballos ensillados y fusiles (cuyo número aún se ignora) quitado a los enemigos.

Nuestra pérdida [que fue] de sólo tres muertos, ningún prisionero y ocho heridos los más levemente, parecerá increíble a cualquiera que hubiese presenciado la viveza del fuego que fue por algún tiempo a tiro de pistola. Como los enemigos estaban formados en pelotón casi no se perdía tiro y se veía claramente caer a muchos en particular en tres balas de cañón que sólo alcanzó a tirar el Capitán García. El siguiente rasgo de valor personal no debe sepultarse en olvido: un Cabo del cuerpo de auxiliares de Buenos Aires, Manuel Araya, viendo a un oficial enemigo que con suma intrepidez animaba [a] su tropa marchó sobre él, mátalo y vuelve montado en su caballo a su formación. Otro oficial fue muerto por la partida de granaderos mandada por el Capitán graduado don Bernardo Cáceres.

Como el enemigo tiene la invariable costumbre de retirar sus muertos y heridos en el momento que caen, no es posible decir con certeza su pérdida, pero sí aseguro que ha sido muy considerable.

Los jefes de los cuerpos, oficialidad y tropa se portaron con la mayor intrepidez, y mi segundo, el Coronel Alcázar, me auxilió infinito particularmente durante la delicada maniobra de mudar de posición bajo el fuego del enemigo.

La transcribo a V.E. para satisfacción y para evitar la demora en que su comunicación había de resultar, viniendo por el conducto del señor General en Jefe.

Dios guarde a V.E. muchos años. Membrillar, 23 de Febrero de 1814. Excelentísimo señor.- Juan Mackenna.

Excelentísimo Supremo Gobierno del Estado de Chile.

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