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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
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Documento Nš 117 - CDHI, XXIII, 447-450.

Manifiesto de Manuel Vega a sus compañeros y soldados. 13 de Septiembre de 1814.

Amados compañeros, desde el lugar de la tranquilidad y del reposo donde me hallo por mi voluntad, me ha parecido un deber justo del amor que os profeso hablaros con la ingenuidad de mi carácter y convencido con razones tan sinceras, que no podréis desentenderos de su fuerza, si vuestros corazones petrificados ya no son capaces de recibir una ligera impresión.

Prescindo por ahora haceros los justos cargos de que vuestros votos y los míos, sólo se dirigieron desde el principio de la revolución infeliz, a conservar íntegros los derechos del desgraciado Fernando, a quien jurasteis siempre obedecerle sin contradicción. No quiero recordaros los designios y padecimientos que muchos de vosotros sufristeis cuando pretendiendo los caudillos de la tiranía esclavizar vuestros votos con la libertad independiente que deseaban declarar, fuisteis capaces de oponeros como virtuosos, y de sosteneros como fieles a vuestros propósitos; paso en silencio los grandes acontecimientos de Concepción en cuyas escandalosas escenas que presenciasteis, no sólo visteis por vuestros mismos ojos exaltada la opinión al más alto grado de despotismo, sino que llorasteis muchas veces a tus solas haber sido (aunque engañado) participantes de tanta crueldad, y contrayéndome sólo a las actuales críticas circunstancias del día, decidme compatriotas, ¿es posible que por hacer felices a los monstruos de Chile, vais a sacrificar vuestras vidas, vuestras familias, y el nombre todo de chileno? ¿Pensáis acaso que el premio de vuestros trabajos (en el caso imposible de conseguirlo) sería otro que un suplicio, una expatriación, o un abandono? Ejemplares sin fin tenéis a vuestra vista y la ciencia más cierta de que jamás cumplirán vuestros caudillos, ni con el sistema que se propongan, ni con la palabra que protesten. El egoísmo sólo y la ambición son el ídolo de sus deseos y a estos objetos sólo dedican sus tareas y ofrecen sus sacrificios. No hay entre vosotros un hombre solo sensato que no sea capaz del conocimiento de estas verdades, y si ellas pues os hacen, y deben haceros tanta fuerza que no podéis ocultarlas a vuestras conciencias ¿cómo habéis preferido en el día la campaña y alianza con los hombres más sacrílegos del reino a la amistad y estrecha unión fraterna que os brinda la nación por los jefes de su ejército que de paz ocupan vuestros terrenos? ¿Es acaso en el día vuestro pensamiento haceros independientes de la monarquía, y disponer arbitrios de la suerte del reino? Si asentaseis esta proposición, por cierto, no extrañéis que el mundo entero con las naciones incultas conozcan vuestro frenesí, mas si os quedan aun reliquias de los juiciosos pensamientos con que discurríais en otro tiempo, me confesareis que vuestros deseos sólo se reducen a las mismas miras que fundó toda la nación para entablar una constitución sabia, que ampare igualmente al europeo o americano, y les facilitare a entre ambos los derechos iguales que debían disfrutar, y siendo pues esto sólo el objeto que conduce al Ejército Nacional. ¿Qué razón hay para que trepidéis un momento en hacer una unión tan justa, como debida a vuestra misma felicidad? Separaos con la mayor presteza de esa gavilla de facinerosos con quienes me es constante no habéis querido jamás hacer la más pequeña unión. Concentraos por un momento en vuestra misma conveniencia, y hallaréis que debíais preferir antes el último suplicio, que no sea reconocido en ningún tiempo en unión de aquellos hombres, que desde el principio de la guerra pusieron la felicidad del reino, y aumento del sistema en el robo y en la irreligiosidad. Deponed  todo el temor que os sujete, sé que la nación que manda, el señor Virrey y General que obedece ha empeñado su palabra en no recordaros jamás de lo pasado, y haceros felices por amor. Es tiempo el más oportuno que podéis apetecer; pero si contumaces lo despreciáis cuando os queráis aprovecharos del perdón y la misericordia, será vuestra resistencia loca, injusta y pertinaz, un nuevo mérito de delincuencia y castigo. En Talca a trece de Septiembre de mil ochocientos catorce.- Manuel de la Vega.

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