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Documento Nš 128 - CDHI, XXIII, 483-487.

Oficio de la Junta Gubernativa al Supremo Director de las provincias del Río de la Plata, relativo a los sucesos del 1º y 2 de Octubre. 8 de Octubre de 1814.

Oficio de la Junta gubernativa a Bernardo de Vera. 8 de octubre de 1814.

Ilustrísimo Señor:

Al recibir este oficio ya V.E. sabrá nuestra situación, pero es preciso repetir nuestras desgracias a nuestro hermano y aliado, por sí las atenciones del ciudadano doctor Bernardo Vera que se ha detenido ocho días en la cordillera contra las órdenes de presteza que llevaba en su comisión, por conducir dos hijas pequeñas, le han impedido también escribirlas.

El día 2 de este mes entorpeció el progreso de nuestra libertad, después de 40 horas de fuego en que perecieron dos terceras partes del ejército, y en que se sacrificaron nuestros patriotas. No debió dificultarse una victoria, sí los acontecimientos de la suerte se alcanzasen por el empeño, y por la tarea más infatigable. El corto tiempo de la instalación del nuevo Gobierno y la guerra civil que nos atrasó bastante, no impidieron levantar una tropa que pudo ser vencedora. Situado el enemigo en San Fernando, dos divisiones de nuestra fuerza, se reunieron en Rancagua en número de tres mil hombres, de los que mil quinientos eran fusileros. La tercera división aún distaba 3 leguas de la plaza cuando sorprendida la 1ª por las armas invasoras que en la oscuridad de la noche rompieron las aguas del Cachapoal, fuimos cortados, sin desmayar la defensa por eso, ni por el número de enemigos que nos excedía en la mitad de fusilería. Empezó el fuego a las 4 de la madrugada del día 1º y acabó en la tarde del 2.

La 3ª división que sólo contaba 350 fusileros, avanzó y sostuvo gallardamente el fuego, hasta que cesados los de la plaza que creyó con fundamento rendido [rendida] o en capitulación y envuelta por retaguardia de fuerza muy considerable[,] se retiró en orden y con mucha lentitud. Los guerreros de dentro atropellando con heroicidad las filas victoriosas pasaron sobre sus cañones, sobre su metralla y sobre su tiranía; la alcanzaron y se reunieron. La pérdida es de la mayor consideración. La guarnición se pasó cuchillo, y los bravos chilenos que sobrevivieron al fuego y no alcanzaron a salir presentaron serenamente sus gargantas en la carnicería de un enemigo indómito, cruel y sanguinario. Mas no ha desmayado el patriotismo. Nosotros debemos emprender, y nuestra reconquista no es desesperada, si V.E. nos auxilia, como esperamos. Mil hombres resueltos nos hemos reunido sobre los Andes, y aunque el armamento está muy mal tratado, nos haremos fuertes, y nos sostendremos hasta saber las determinaciones de V.E. sin cuya generosa protección, confesamos penosamente es imposible cualesquiera empresa de avanzar.

Ábrame excelentísimo señor, las puertas de las fábricas de Buenos Aires y de Córdoba. Monten la cordillera los hijos del Río de la Plata, los héroes de la libertad, y vuelen en auxilio de los infelices chilenos que claman por la suya y no olvidarán este servicio. No puede ocultarse a V.E. el influjo que lleva sobre toda la América la pérdida de Chile, y cuanto debe atrasar los grandes proyectos del Río de la Plata; no puede oscurecerse a V.E. la gloria de hacer la reconquista de la libertad chilena; V.E. no puede faltar a sus sentimientos por este infeliz país y en ellos consiste nuestra primera confianza que seguramente no se burlará. Los momentos son los que deben aprovecharse. Las provincias se hallan en la mejor disposición aunque indefensas; el enemigo destruido y muy débil se le han obstruido los recursos y todas las cargas de armamento, plata y cuanto útil podía encontrar en Santiago. Va a situarse con nosotros en la ladera de los Papeles donde somos fuertes por la naturaleza, por nuestras circunstancias y por la debilidad misma del invasor que no se atreve ni puede perseguirnos. Aun no avanza de [sobre] Santiago, ni allí ha podido reunirse en orden de marchar. Sólo falta que nos venga el efecto de la generosa protección de V.E., así se coronen de gloria, y de nombre eterno sus obras, y sus intenciones y a Chile llegue ocasión de poder corresponder convenciendo al mundo su gratitud.

Dios guarde a V.E. muchos años.- Andes en Santa Rosa a 8 de Octubre de 1814.- Excelentísimo señor.- José Miguel de Carrera.- Julián Uribe.- Manuel Muñoz Urzúa.

Excelentísimo Supremo Director de las provincias del Río de la Plata.

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Un resultado consiguiente al desorden de los pocos constantes agentes del gobierno es la causa de la fuga de los sarracenos. Ellos pueden venir con el objeto que V. Presume, pero no han pasado por esta, excepto Pasquel y otros tres que vienen asegurados, vuelven a sus destinos, y aunque pasasen a Santiago, el pirata no podrá embarazar la marcha de nuestro ejército. Nosotros le contendremos ínterin viene el auxilio de las provincias del Río de la Plata que esperamos cuanto antes. Las cuatro mil mulas son importantísimas, V. no debe perdonar medio, que se aligeren a allanar el tránsito que en todo evento el principal recurso con que contamos.

Se han tomado todas las medidas para que los oficiales y soldados no deserten de sus banderas; pero faltándoles honor a los primeros es inevitable la fuga de los segundos, V. hace muy bien en exhortar y continúe en lo mismo aunque creemos sea infructuoso, pues nosotros nada hemos podido conseguir a pesar del mayor esfuerzo, y actividad con que lo hemos procurado. Sean ellos omisos o infieles a su patria, ínterin nosotros sin perdonar sacrificio, sólo tratamos de salvarla. Nada nos acobarda y a todo trance tendremos la satisfacción de perder la vida gloriosamente que en nada apreciamos si el Estado se pierde. Estos son nuestros votos con que V. debe contar en desempeño de su comisión que esperamos sea con éxito favorable. El extraordinario que anuncia fecha del 5 no ha llegado a nuestras manos, y para lo sucesivo se le remitirá dinero que no va ahora porque los caudales no han venido.

Dios guarde a V. muchos años. Santa Rosa de los Andes, 9 de Octubre de 1814.- José Miguel de Carrera.- Julián Uribe.- Manuel Muñoz Urzúa

A nuestro comisionado el doctor don Bernardo de Vera.

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