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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
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Documento Nš 135 - CDHI, XXIII, 499-503.

Oficio de José Miguel Carrera a José de San Martín en respuesta de uno anterior (documento nº 134). Mendoza, 19 de Octubre de 1814.

Se habría concluido nuestra correspondencia con sólo el parte que V.S. me dice haber dado al Gobierno Supremo de estas Provincias (a quien yo también debo dirigir mis oficios sucesivos) si no deseara satisfacerme, y satisfacer a V.S. de algunas equivocaciones que noto en su papel que refuta el mío de ayer. Niega V.S. haber sido atropellada mi autoridad y empleo desde que pisé este territorio cuestionando. “Si en un país extranjero hay más autoridad que la que el gobierno y leyes constituyen”. Los países dejan de ser extranjeros cuando se unen por una mutua alianza. Tal ha sido la que constituyó hermano al Estado chileno de las Provincias del Río de la Plata. Así es que rendido cualesquiera de ambos dominios debía ser protegido por el que aun conservase su poder. En este debía aquel reunir sus fuerzas bajo las órdenes del oficial que hubiese nombrado jefe de ellas. No me aparto de que las facultades de V.S. lleguen a la de contener los desórdenes que cometieren algunos emigrados; pero le niego la de hacer generales de Chile a mis subalternos, en cuyo número está el Comandante de la 1ª división don Bernardo O'Higgins, igualmente la de mezclarse en el régimen interior y económico de las tropas que mando. Cuando el Supremo Director me conteste accediendo a ayudar la reconquista de Chile saldrán ellas unidas a las auxiliares. En el extremo opuesto quedarán todas exentas de servicio, o tomarán el destino que más les acomode, como que hasta ahora no conocen, ni han jurado más banderas que las chilenas. V.S. debe estar persuadido, y si no[,] crea por mi honor que nada perdió a Chile sino una gavilla de facciosos, empleada sólo y todo entera en paralizar las útiles y activas medidas de defensa que tomaba su justo y equitativo gobierno, haciéndolo emplear los momentos más preciosos, a las veces en escarmentar y de continuo en cortar prudentemente el vuelo de sus inicuas maquinaciones. Este fuego devastador del orden y tranquilidad públicas ha comenzado por desgracia a prender en el territorio de Mendoza. El Brigadier don Bernardo O’Higgins me desamparó en los Andes huyendo de aquel punto con todos los Dragones de la Frontera en circunstancias que yo me fatigaba para reunir la fuerza armada, cuando no para hacer una resistencia formal al menos para contener a los piratas, dando lugar a que pasasen la cordillera los caudales pertrechados, víveres e infinitas familias; todo lo que cayó en poder del enemigo por la cobardía de los que no supieron acreditar su honor. Sí también pisan este suelo varios oficiales (a quienes luego documentaré sus robos, y negra conducta en todos ramos) que se emplean en denigrar mi honor, a cuya delicadeza deben no haber sido descubiertos sus crímenes; no por lo que valen sus personas, si por no descubrir la mancha que echaron sobre la librea de su ejército. Estos son desórdenes, y el gobierno circunspecto que contuvo los de Uspallata remediará los del centro de su jurisdicción. V.S. asegura no haber ofrecido sablazos a ningún oficial, ni menos bajado por la fuerza alguno de la mula que había tomado en su marcha. Tenga V.S. la bondad de acordar el primero, y averiguar el segundo de los dos hechos que voy a apuntar. V.S. mismo amenazó al Sargento Mayor graduado don Juan José Benavente, de enseñarle política con su sable, sin otro motivo que no haberle [haberse] quitado el sombrero encontrándole sobre la marcha. Yo quiero persuadirme sucediere esto porque V.S. no le vio uniforme ni divisa; pero como ha de conciliar mi presunción con estas expresiones claras: “No digo a oficial, al último emigrado se ha tratado con la consideración de hermano”. Póngase a Benavente en aquella esfera merecerá esta atención. Quiero creer se portase V.S. de semejante modo por conservar la dignidad de su empleo. ¿Pero merecería hacerle entender con tal aspereza a un hombre, que ni conoce, ni tiene obligación de conocer al Gobernador de Mendoza? V.S. creyó muy bien que don Juan José no fuese oficial; pero don Juan José tampoco era precisado a pensar que el oficial que representaba V.S. fuese el Gobernador. He aquí la certeza de los sablazos ofrecidos. También el comandante del destacamento de Uspallata hizo por medio de las bayonetas apear de su mula al Capitán don Juan de Dios Ureta, sin que le valiese la recomendación y manifestación de su grado para dejar de seguir su camino con la montura al hombro. No ha faltado realmente insulto para apurar mis sufrimientos; de tal modo y tan evidentemente que se presentaron en Uspallata los confinados del [por el] Gobierno de Chile a este punto, sin más objeto que el de insultar [a] mi familia, y la de cuantos oficiales no han tenido más interés en la revolución, que la felicidad de su país, en lo que no sólo yo, sino todo el Estado a cuyo nombre gobernaba aquella autoridad ha sido hollado. No son tan escasos mis conocimientos para que me crea facultado a recomendar a V.S. sus deberes; pero el reclamo de mis agravios, jamás dejaré de hacerlo aunque ellos emanen del primer potentado del mundo, porque así como respetaré toda autoridad en sus límites, sabré también sostener el decoro de mi carácter.

Dios guarde a V.S. muchos años.- Mendoza, 18 de Octubre de 1814.- José Miguel de Carrera.

Señor Coronel don José San Martín.

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