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Documento Nš 136 - CDHI, XXIII, 503-508.

Oficio de José de San Martín a José Miguel Carrera, relativo a su salida de Mendoza hacia San Luis. 19 de Octubre de 1814.

Respuesta de José Miguel Carrera al anterior. 20 de Octubre de 1814.

Consecuente a lo que V.S. me expuso verbalmente de querer pasar a la capital de estas Provincias, he creído ser conveniente la salida de V.S. no sólo por su seguridad propia, sino igualmente por la tranquilidad de este pueblo. La fermentación que noto entre los emigrados contra los individuos del Gobierno de Chile, que acaba de fenecer, me impele a adoptar la medida de que pase V.S. a la ciudad de San Luis a esperar órdenes superiores. Yo creo que V.S. no tendrá a mal un paso emanado sólo de mi buen deseo, seguridad de V.S. y necesidad de cortar cualquier trastorno que pudiera alterar el orden público.

Dios guarde a V.S. muchos años.- Mendoza, 19 de Octubre de 1814.- José de San Martín.

Señor Brigadier del Estado de Chile, don José Miguel de Carrera.

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Para contestar a V.S. el oficio preventivo de esperar en San Luis órdenes del Supremo Director de este Estado, tiró del bufete otro que extendía a solicitud de la oficialidad, tropa y emigrados que salieron de Chile con honor. Se habían quejado de que cuatro facciosos llenos de crímenes, sin conocimientos políticos ni reflexión representaban contra su conducta y delicadeza, por conseguir separar de sí los hombres a quienes deben responder de sus delitos y de los grandes daños que han sumergido el reino en su ruina. Si V.S. confinase a José Miguel de Carrera, yo expondría los derechos del hombre al alcance de las judicaturas, y el orden con que deben hacerse los juzgamientos; pero como el General del ejército de Chile, y encargado de su representación en el empleo de vocal del Gobierno, que dura mientras lo reconozcan los patriotas libres que me acompañan, y mientras hagamos al directorio de estas provincias la abdicación de armas y personas a que marchamos; sólo puedo contestar, que primero será descuartizarme y dejar yo de sostener los derechos de mi patria, la reputación de nuestros procedimientos, y el decoroso motivo que obligó nuestra retirada, y debe hacerla seguir en reposo y en libertad. Lleguen a su último punto las desgracias, sacrifíquense las vidas, mas no tenga yo la debilidad de faltar a la obligación que me impone el deber de la comisión de mi patria, que respeto en los mismos momentos que lloro su esclavización y su devastación. No nos hemos separado de Chile por falta de carácter, para envolvernos en las cenizas del país que nos produjo. Nosotros al evitar este sacrificio tan infructuoso como apetecido, cedimos a la razón que nos convence mejor remedio en el apoyo y protección de las provincias del Río de la Plata nuestras íntimas aliadas. Es muy fácil la reconquista de Chile durando los efectos de esta unión, y recibiendo sus hijos aquel generoso acogimiento que esperaban, y los entusiasmará a hacer con su sangre y sobre su territorio el triunfo de las armas de la Plata. Lo contrario, señor Gobernador, fomenta una disensión que si V.S. desprecia en la impotencia en que actualmente nos considera, no puede dejar de sentir en las resultas terribles que alcanzará seguramente si reflexiona las mudanzas del tiempo y la sucesión de las épocas. Yo no creo que V.S. ciña sus cálculos al momento ni que se deje sorprender de cuatro hombres desconsiderados.

Yo espero que me deje seguir libremente la marcha de las tropas de Chile para Buenos Aires a presentarse y disponerse bajo las órdenes de la capital de las provincias libres de este Estado, como ya solicité y me repite V.S. en su oficio de contestación. Si esta orden sólo es movida, como V.S. expresa, de su buen deseo y necesidad de evitar cualquier trastorno que pudiera alterar el orden público, sepárense de Mendoza los que dan motivo a tal temor: los que V.S. insinúa; los que arrojados anteriormente de Chile, no tienen representación cívica y los que no la merecen por su vergonzosa huida de la villa de Los Andes, que causó las pérdidas de la cordillera y casi hizo la total dispersión del ejército. No sean atropellados los hombres que en su conducta llevan la recomendación de su tratamiento; los que dejaron a aquellos ganar tiempo por proteger la emigración de muchas familias, y por no faltar a su honor, a pesar del riesgo de sus vidas. Los que no tienen un carácter público ni responsabilidad pueden afortunadamente llevar a cualquiera parte su liviano bulto. Yo aún no he entregado, ni tengo una nota de haberse recibido las armas y tropa que traigo; yo no debo dejarlas sino a la inmediación del Supremo Director de estas provincias. Se me arrastra a una retirada, yo no sé quién responda, ni quién nombre al que debe hacerse cargo de los intereses de Chile, que confío exclusivamente a su Gobierno, contra quien vienen los tiros y las órdenes; yo no sé quién tenga autoridad de aprovecharlo todo, aprovechando la ocasión que desampara al desgraciado. Dentro de muy pocos días experimentará V.S. en la conducta de los que violentan, o engañan sus sentimientos razonables la diferencia que hay de hombres a hombres. Chile conoce muy bien [a] los facciosos. El delincuente aborrece tener cerca al testigo de sus crímenes, al que se los perdonó por una generosidad acaso tachable; el delincuente sólo se atreve en traición, a escondidas y buscando asilo con engaño y con sorpresa. V.S. no tema por mi seguridad. Yo estoy cierto de que ninguno de los falaces que representan imposturas, tendrá jamás atrevimiento de arrojarse a mi persona. Todo evita, por último, la pronta marcha de las tropas que dispongo con toda brevedad. Mi ser me importa muy poco. Yo aborrezco mi existencia cuando no sea útil a la libertad de mi patria.

El generoso aprecio que me franquean los chilenos, su empeño porque presida sus empresas, su deferencia en mi adhesión a cuanto más le convenga y la satisfacción de que nunca he burlado su confianza, me obliga a sostenerme en el rango a que me elevaron. Nada más me mueve. No tengo otro interés ni otra dirección y advierto a V.S. que se desorganiza la división llegada de Chile: Que no hay tropa, que se acaba todo sistema de unión, que perece el orden, y que todo se destruye con perjuicio del país y descrédito de V.S, si la violencia me arrebata mi empleo y mi libertad. Bien podría exponer mil más razones contra la orden que creo va a enmendarse, V.S. las echará menos, más yo olvido los derechos de mi persona, cuando escribo como hombre público, y sólo me queda el recurso de repetirla, porque no me es permitido dejar precipitarse a los hombres, que se me encargan, cuando espero hacer su seguridad sin faltar a los deberes de su reputación que creyéndola ultrajada, les mueve a proponerme, repasar los Andes y envainarse en las bayonetas del tirano español, que causa sus desgracias, antes que sobrevivir a su abatimiento y a su deshonor.

Dios guarde a V.S. muchos años. Mendoza, Octubre 20 de 1814.- José Miguel de Carrera.

Señor Coronel don José de San Martín.

Octubre 2 de 1815.

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