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Capítulo II
Manifiesto de la Junta Católica.

Valparaíso, 25 de agosto de 1883

Señor:

             

La difícil y penosa situación creada para los católicos de Chile por los acontecimientos que se han sucedido tristemente en los últimos tiempos, ha despertado en todos los pueblos de la República el convencimiento de que un orden de cosas tan extraño a los verdaderos progreso de la civilización, puede prolongarse por más tiempo, sin que sufran inmenso menoscabo la libertad de los individuos, en lo que hay más inviolable, la conciencia; sin que padezca grave detrimento la moralidad de las instituciones, aun en lo más sagrado, el hogar, la familia, base de la misma sociedad.

Y no son éstos los únicos gravísimos males que se originan. No ignora Ud., señor, que, aun en el orden material, es imposible que los países puedan prosperar sin que la tranquilidad de los espíritus deje expedito el campo al trabajo, a las reformas progresistas del comercio, de la industria, de las artes, concertando las inteligencias que, en épocas de agitaciones y de trastornos, se ven obligadas a subdividir sus esfuerzos, haciéndolos, por lo tanto, menos fecundos, si no completamente estériles.

Estas consideraciones no pueden menos que haber influido poderosamente en el ánimo de todos los hombres de bien, desde el uno al otro confín de la República, para determinarlos a ejercitar su acción inmediata, a fin de conjurar de esa suerte en sus principios, la tempestad que se ha levantado amenazadora, y que acaso prepara días muy amargos para la patria chilena, para sus hijos católicos, que forman en ella inmensa mayoría, y para aquellos, en fin, que viniendo desde extranjeras y lejanas playas, hanse acogido bajo la sombra protectora de su bandera tan noblemente sostenida por el esfuerzo generoso de sus hijos.

La ciudad de Santiago, centro en que se reúnen espíritus elevados cuyo nido está siempre atento a las palpitaciones generosas del país, fue la primera en dar la voz de alarma, que, partiendo de las fibras mas robustas del alma, ha encontrado eco uniforme y prolongado en los buenos corazones y satisfactoria acogida en todas las inteligencias.

La ciudad de Valparaíso, no obstante el haber escuchado conmovida esa voz, quiso dar una prueba más de su habitual prudencia; y, haciendo caso omiso de los voceríos que interpretaban su silencio como el mutismo indiferente de la inercia y de la tumba, mantúvose resignada por más de un mes, y en actitud de callada y constante observación. Y era lógico su modo de proceder.

Su propia existencia se halla vinculada, en gran manera, a los intereses de su comercio, de su trabajo y de su industria. Necesitaba, por lo mismo, cerciorarse firmemente de que esos movimientos de la opinión pública no eran simples agitaciones momentáneas producidas por los bandos políticos. Nadie ignora que en su principio no estaban aún completamente diseñados los caracteres de la lucha; y los intereses pasajeros de círculos o de individuos no habrían sido bastantes para obligar a los habitantes de Valparaíso a desatender su diaria labor, que es para muchos la diaria subsistencia.

Posteriormente, convencido ya de la verdadera situación de las cosas y de los ánimos, halagábale la consoladora esperanza de que los hombres de gobierno, inspirándose en más elevados sentimientos de patriotismo y de libertad, pusiesen término a una situación que envolvía tan graves complicaciones, situación creada por ellos mismos, persiguiendo propósitos funestos, por todos ahora conocidos, y que, por lo tanto, nos ahorrarán el dolor de traerlos a memoria.

En esta virtud, ha aguardado hasta la hora presente para tomar las resoluciones que han de determinar sus procederes.

Se limitó únicamente a constituir un directorio que sirviera de centro de unión al concurso de todos los hombres de bien que están dispuestos a poner su acción y su inteligencia al servicio de la causa santa de la religión, que es también la causa de la patria.

Y aún ese acto trató de revestirlo con modestas formas. No se creyó oportuno el producir agitaciones en la sociedad ni perturbaciones en el pueblo, convocando a un meeting público, en el cual tal vez no habrían podido ser meditados, con entera calma y ánimo bastante sereno, los graves problemas que la situación entrañaba.          

Pero, señor, momento por momento. el horizonte del país se cubre con más sombríos colores; y quien sabe si la tempestad avance en su camino de destrucción, si los hombres de fe no se empeñan en conjurarla, oponiéndole vigorosa y uniformada resistencia.

No puede ocultarse, señor, a este directorio la grave responsabilidad que pesa sobre él; y sólo las premiosas exigencias de la religión y del patriotismo han podido decidir a sus miembros a aceptar un puesto que, si bien les honra grandemente, es, al propio tiempo, un cargo de sacrificios, de trabajos y, sobre todo, de graves responsabilidades.

Pero no las rehuye en la hora presente, como no las rehuirá tampoco en las horas solemnes que se acercan; está sostenido por la santidad y justicia de la causa por la cual milita; y en países republicanos como Chile ese derecho es fuerte, porque está defendido por cerca de dos millones de católicos, que se hallan amparados por la Constitución y por las leyes que aún se conservan sin alteraciones.

La misma gravedad de la situación presente, aparte del recto espíritu de que el directorio se encuentra animado, hará que predominen los consejos de la prudencia en todas las resoluciones que se adopten. Y para inspirarse todavía más en esos mismos sentimientos que hacen de Valparaíso un pueblo fuerte y respetuoso de la ley, pero celoso al propio tiempo de sus derechos, el directorio estará siempre en contacto inmediato con todos los hombres de corazón; reclamará su concurso y el consejo de todas las inteligencias.

Animado siempre por tranquilos y justicieros propósitos, convocará a reuniones, cuando las estime convenientes; hará sentir su voz desde la tribuna, desde la prensa diaria, por medio de comunicaciones, circulares, etc.

Todos esos medios le proporcionarán también la ocasión de dar frecuentemente cuenta a sus amigos de Valparaíso de cómo cumple el grave encargo que le ha sido confiado.           

No podemos aun manifestar a Ud. cuáles serán los rumbos que el directorio seguirá en su marcha; porque ellos estarán siempre determinados por los acontecimientos mismos que se sucedan.

Podemos, sí, asegurar a Ud. que el directorio, según los casos, pondrá en ejercicio, si es necesario, todos los medios que la Constitución y las leyes colocan en sus manos, sin apartarse un solo instante del recto sendero que la justicia y el derecho le demarquen.

Su acción será diaria, pública, tenaz; porque no provoca a lucha estéril de vanos entusiasmos pasajeros, sino que entra en la arena de las lides severas y leales, ya por otros comenzadas. Su actitud será franca, abierta, espontánea: porque no son móviles subterráneos los que le inspiran. Es lucha de ideas y de principios que no pueden doblegarse ante exigencia alguna que les sea extraña. Luchamos por la Religión, por la Moral, por la Libertad: y los soldados que defienden estos santos principios, no pueden batirse tenebrosamente en encrucijadas, ni menos en guerrillas de montoneros.

Y un pueblo, como el de Valparaíso, que en poquísimos días reúne más de veinte mil firmas abonadas y espontáneas, para exigir como libre sus derechos, cuenta también, a lo menos, con otros tantos corazones resueltos que están dispuestos a ser nobles en las horas de victoria, como son grandes en las horas de infortunio.

Por último, señor: el directorio confía en el poderoso apoyo que Ud. y la unión de todos los buenos católicos le presten. Y espera, confiado en que, con la valiosa cooperación de Ud. y de los suyos, unidos en un solo generoso y común esfuerzo, antes de mucho el horizonte se verá despejado de las nubes que hoy lo empañan, y en que vendrán días mejores para la Iglesia y patria chilenas.

Al solicitar a Ud., en esta ocasión, su importante concurso y el de sus amigos, tenemos el honor de ofrecerle las consideraciones especiales con que nos suscribimos de Ud. atentos servidores.

Arturo Lyon, M. Luis Keogh, Ramón Domínguez, Enrique Peña W., Carlos Lyon, Juan de Dios Villegas, Juan A. Walker Martínez, Fermín Solar Avaria.

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