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Capítulo II
La Comisión de Valparaíso Ante el Presidente.

Conforme lo habíamos anunciado, ayer a las 12 y media P.M. llegó a Santiago la honorable comisión del heroico y levantado pueblo de Valparaíso, compuesta de los distinguidos caballeros señores don Luis Keogh, don Alcibíades Uriondo, don Vicente González Pastene y don Santiago Lyon Pérez, que han venido a nombre de los católicos del vecino puerto, con el fin de expresar al Presidente de la República los sentimientos religiosos y las legítimas esperanzas que abrigan los habitantes del primer puerto del Pacífico.

Junto con los caballeros nombrados vienen también, como representantes del cuerpo de obreros, sus distinguidos miembros, don Daniel Jesús Vázquez, don Narciso Cárdenas y don Juan Crisóstomo Esquivel.

El entusiasmo que la noticia de la llegada de la comisión de Valparaíso había despertado entre los católicos de Santiago, se manifestó bien claro con el gran número de caballeros y señoras distinguidas que la aguardaban en la estación del ferrocarril del norte. Veíase allí, entre otros, muchos miembros de la comisión popular elegida por la gran asamblea del 8 de julio y la cual dirige el movimiento de oposición a las tendencias demoledoras del actual Gobierno.

Otros de los sinceros católicos de la capital que no pudieron asistir a la estación por graves inconvenientes, mandaron a aquel sitio sus carruajes, número que no bajaría de cincuenta, en los cuales se trasladaron los miembros de la comisión de Valparaíso, acompañados de los de la capital, a la elegante casa de habitación del señor don Francisco R. Undurraga.          

Aquí la comisión fue recibida con exquisita atención de parte del mismo señor Undurraga y de otras personas honorables de la capital.

En una alegre y bien arreglada sala se les sirvió un lunch dispuesto con sumo gusto, en que abundaban los vinos más delicados y los manjares más exquisitos.

Después los recién llegados se quitaron el polvo y mudaron el traje de viaje y se presentaron en la Moneda poco antes de las 4 P.M.    

Introducidos al gabinete del despacho de S.E., el señor don Alcibíades de Uriondo le dirigió, a nombre de la comisión, las palabras siguientes:

Excmo. Señor: En nombre de una parte considerable del pueblo católico de Valparaíso, tenemos los presentes la honra de poner en vuestras manos una justísimo solicitud, que sin duda será aceptada por V.E. tan pronto como haya podido conocerla.

Faltan las firmas de esta solicitud que pasan de veinte mil. Podrán ser entregadas en el Ministerio respectivo, y serán además publicadas por alguno de los diarios.

El señor Presidente contestó que no era a él a quien debían dirigirse, sino a la autoridad eclesiástica que había execrado los cementerios, a fin de que ésta les devolviese la bendición que, por simples presunciones de que en ellos se sepultasen indignos, les había antojadizamente arrebatado.

El distinguido joven don Santiago Lyon Pérez Observó a S.E. que la ley dictada por el Congreso había hecho necesaria la execración, por cuanto ella abría la puerta de los cementerios a todos los que, según las leyes de la Iglesia, no pueden ser sepultados en sagrado.

El señor Presidente replicó a la justa observación del señor Lyon, que no era su ánimo entrar en discusión, y mucho menos con jóvenes sin representación, que no saben apreciar el alcance de las consideraciones que había hecho presente a los demás señores comisionados. Insistió en recomendarles la necesidad de dirigirse al Vicario Capitular que con tan extraña precipitación había tomado la medida de execrar los cementerios.

Hizo presente que no consideraba la solicitud que traían los comisionados como una expresión de la voluntad del pueblo de Valparaíso, sino únicamente de los amigos personales de éstos, que sabía de antemano que esa solicitud no contenía más que firmas de niños, y que, de todas maneras, no daba importancia alguna a esta clase de solicitudes, porque él sabia muy bien como se hicieron. Observó, además, que desearía discutir con personas frías y desapasionadas, pues ya le había acontecido convencer con sus razones a otras personas que habían presentado igual solicitud.

En esta virtud, les hizo presente que no aceptaba la solicitud que le traían, aunque viniese suscrita por 30 o 40.000 firmas, y que no pondría al pié ninguna providencia ni favorable ni desfavorable. Agregó, por último, que él, como Presidente, estaba dispuesto a hacer cumplir todas las leyes que dictase el Congreso.

A todo esto observó el señor Keogh que, aunque Chile no es su patria, había aceptado la honrosa comisión que le había confiado el pueblo católico de Valparaíso para pedir que se le conceda un palmo de tierra para sepultarse en conformidad con sus creencias.

Que al presentar esta solicitud no venía a pedir el quebrantamiento de ninguna ley de la República, sino el reconocimiento de un derecho que cabe dentro de la ley. Esta no prohibe a los católicos establecer cementerios para su uso exclusivo, sino que se limita a declarar comunes los del Estado. La petición que hace el pueblo de Valparaíso es de estricta justicia, pues es bien extraño que en un país eminentemente católico se niegue a los nacionales lo que se concede a los disidentes extranjeros, sólo por que estos se encuentran amparados por la bandera de otras naciones y por tratados internacionales. Agregó que el hecho de ser joven uno de sus  compañeros de comisión no era un motivo para desechar sus observaciones, pues la juventud es la más cara esperanza de este noble país.       

El señor Uriondo dijo a S.E. que se sirviese expresarle si aceptaba o no la solicitud del pueblo de Valparaíso, pues no estaba seguro de la resolución de S.E.

A esto contestó el señor Santa María que no estaba dispuesto a proveerla, pero que si querían no tenia inconveniente para que la dejaran. El señor Uriondo le dijo que no podía dejar en manos de S.E. una solicitud que él reputaba inútil, aunque venia suscrita por veinte mil ciudadanos.

Con esto, los distinguidos miembros de la comisión abandonaron el palacio de la Moneda, cuyas escaleras habían subido con la entereza de quien pide justicia, y que bajaron desairados porque no eran ellos del número de los que se arrastran para ir a pedir mercedes a los poderosos.

Entregamos esta relación sin comentarios a la conciencia de los católicos y de todos los hombres honrados.

La comisión de Valparaíso dirigió inmediatamente el siguiente telegrama:

Señor Intendente de Valparaíso, don Eulogio Altamirano: S. E. el Presidente de la República ha desconocido la representación de los católicos de Valparaíso, que pusimos en sus manos hoy a las 3 ¾ P.M.

Deseando dar cuenta a esos católicos del resultado, pedimos a US. Que nos autorice para convocar a un meeting que tendrá lugar en la plaza de la Independencia el día 2 de Setiembre.

A. de Uriondo, M. L. Keogh, Santiago Lyon Pérez, Vicente González Pastene, Juan Esquivel, Narciso Cárdenas, Manuel J. Vásquez.

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