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Capítulo III
Copiapó

PROTESTAS Y FELICITACIONES. APROBACIÓN DEL PRELADO DIOCESANO.

Notable comunicación de la Junta política de Copiapó a la Ejecutiva de Santiago.- Enérgicas protestas de los católicos de ambos sexos.- Aprobación del Prelado diocesano.- Felicitaciones de la Junta Ejecutiva de Santiago.

JUNTA DEPARTAMENTAL DE LOS TRABAJOS CATÓLICOS

Copiapó, noviembre 15 de 1883.

Señores:

Me congratulo muy sinceramente de que por ausencia de nuestro distinguido Presidente, señor don Telésforo Espiga, me haya cabido el honor de hacer llegar a manos de ustedes, para que le den el curso que convenga a las enérgicas protestas de los más honorables ciudadanos y de las más distinguidas matronas de uno de los más altivos y del más heroico departamento de la República, contra las leyes de despojo y de opresión, inconstitucionales, inmorales e innecesarias, y contra la torcida política general, de despecho y de desquite, con que el Supremo Gobierno y su dócil instrumento, el titulado Congreso Nacional, pretenden vengar en las personas, en la honra y en los intereses de los católicos, mal simulados agravios y un mal fingido desconocimiento de la Soberanía Nacional, y arrancar del corazón del pueblo chileno su inquebrantable fe en el Crucificado y su profunda adhesión a la Iglesia Romana, su amor a la incomparable moral del Evangelio y su veneración por los principios fundamentales de la sociabilidad cristiana, que son también el fundamento más firme y sólido de la democracia y de la libertad.

El departamento que derramó más abundante su sangre generosa en los combates más gloriosos que recuerdan los anales americanos, no podía mirar con indiferencia la torpe tarea en que se hallan empeñados nuestros conductores, tratando de empequeñecer la magna obra de engrandecimiento moral con que el pueblo levantó el nombre de Chile a la mayor altura de prestigio internacional a que jamás había llegado; y alzándose como un solo hombre, protesta enérgicamente y reprueba, a la faz del país, la conducta de sus mandatarios.

Debo observar que el número de firmantes que aparecen en las listas adjuntas, no es el total alcanzado, el cual llega a unas quinientas más, porque muchos pliegos remitidos desde algunos minerales se han extraviado, no se sabe de que modo. Además esta Junta acordó borrar, de las listas, las firmas de los empleados públicos sus deudos más inmediatos por constarle fehacientemente que habrían sido privados, en breve, de sus empleos. Todos los firmantes son personas honorables y dignas que han tenido la suficiente entereza, independencia e ilustración para arrostrar la responsabilidad de sus actos.

Al obrar así ha querido esta Junta quitar todo pretexto para que S. E., el Presidente de la República, juzgue de los católicos de Copiapó con la misma insolente descortesía que gastó con los católicos de Valparaíso.

Esta Junta se felicita de haber alcanzado, apenas organizada, un triunfo espléndido, un éxito superior al que ella esperaba, en atención a lo disperso que se hallan los habitantes de este departamento con motivo de los últimos descubrimientos en los lugares más apartados del desierto adonde no era posible llegara su influencia ni su voz de alerta.

Con sentimientos de la más distinguida consideración me suscribo de ustedes atento y S. S. R. Dávila Boza, Vicepresidente. A. del Fierro, Secretario.

A los señores miembros de la Junta Ejecutiva de Santiago.

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PROTESTA ANTE LA NACION.

Los infrascritos, vecinos del departamento de Copiapó, se hacen un deber de unir su voz a la de todos los pueblos de la República, especialmente de Santiago, Valparaíso, Serena, Concepción, Talca, Curicó, Linares, Ligua, Vichuquén, Melipilla, San Fernando y Casablanca que han protestado contra las leyes o decretos despóticos y tiránicos con que el Gobierno y el Congreso quieren oprimir la conciencia religiosa de los chilenos.

Todas esas disposiciones son contrarias a la Constitución del Estado, son en sí nulas y de ningún valor porque se oponen a la ley fundamental de la Nación.

Son además, opresoras de la conciencia católica y por consiguiente inaceptables para un país como Chile, que es católico en sus nueve décimas partes.

Los mandatarios son simples delegados del pueblo, que es el soberano, quien delega en aquéllos el ejercicio de la soberanía, pero sin que puedan, en ningún caso, contrariar los sentimientos del verdadero soberano, que es la Nación.

En uso de nuestro derecho, unimos nuestra protesta a la de todos los pueblos de Chile contra la marcha opresiva y despótica que se imprime a la administración pública, y a la vez enviamos un voto de aplauso a todos los buenos patriotas que han tenido la energía de defender en el Congreso y en las asambleas populares los fueros de la religión y de la patria, basados en la libertad de la Iglesia y en los legítimos derechos de los ciudadanos.

Copiapó, octubre 15 de 1883.

Telésforo Espiga, Nicolás Igualt, José Joaquín Figueroa, Rafael Basaure, Emigdio Ossa, Ricardo Dávila Boza, Martín Araneda, Jorge Espoz, Jorge 2° Espoz, José Ramón Araya, José María Larrahona, Francisco A. Miranda, Guillermo E. Grellet, Arturo del Fierro, Demetrio Gomes, Manuel del Fierro, Juan E. Carneyro, Javier Larraín Aldunate, Arturo A. Reyes, Carlos Vargas, Manuel Aníbal Vergara, José María García, Justo Figueroa, Mateo Pérez, Arturo Ossa, Rafael Basaure Cerda, Alejandro 2º Meneses, Andrés Silva, José Manuel Iribarren, Mariano Zavala, Ramón Moreno, Eduardo Aguirre, Vicente Quezada Carneyro, Rodolfo Dávila Boza, Artemio Valdivieso, José Dolores Bustamante, Juan Pablo Pérez, Alejandro Iribarren, Artemio Aguirre, Ismael Aguirre, Luis E. Aguirre, Albino Pinto, Pedro. N. Varas, Julio O. Pizarro, Manuel Pizarro Espoz, Guillermo E. Barth, Elías C. Aguirre, Juan de Dios Orozco, Onofre Mandiola, Néstor Vergara, José Dolores Pizarro, Medardo de la Rivera, Juan Ríos, Pedro N. Figueroa, Alfredo Soto Mercado, Pascual Fraga.

Siguen 1260 firmas.

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COMISIÓN DE LA ASAMBLEA POPULAR DEL 8 DE JULIO DE 1883.

Santiago, 23 de noviembre de 1883.

Precisamente en las horas difíciles es cuando se prueban los caracteres y cuando los hombres y los pueblos ponen de manifiesto el temple de su espíritu. Para las sociedades viriles, si las tareas de la paz son prendas de adelanto, de trabajo y de riqueza, las convulsiones religiosas o políticas son motivo de enérgica y fecunda labor, de levantada protestación de fe y de abnegada dedicación a su servicio.

Estas son las impresiones que ha despertado en los católicos de Santiago la actitud de los católicos de Copiapó, digna, por cierto, no solamente de los honrosos antecedentes de ese pueblo, sino de la grandeza de alma que en toda ocasión han desplegado los distinguidos caballeros que firman la protesta del 15 de octubre último.

No debemos ocultar en este momento de viva y legítima satisfacción, que lo de Copiapó, antes que una palabra de aliento, es un ejemplo que han de meditar los que en presencia de la tempestad que ruge recogen velas y se entregan al batir de las olas sin fe, sin calor y hasta sin esperanza.

Cuando en todas partes y en toda circunstancia haya en los hombres el valor de las convicciones, cuando, como en Copiapó, cada cual reconozca su fila y simbolice en su bandera la aspiración única de su vida pública o privada, entonces estos transfujios de la conciencia religiosa, esta persecución a que colaboran católicos que fingen no conocerla y católicos que no le salen al paso porque le temen, no tendrán cabida y se señalará la frente de los tránsfugas y de los perseguidores con marca de fuego.

Esta es la elevada significación que atribuimos a la obra con que esa honorable Junta ha iniciado sus trabajos y que ha superado, como lo dice con toda verdad, cuanto en nuestro anhelo vivísimo habríamos podido imaginar.

Nos manifiesta esa honorable Junta que habría sido mayor el número de los ciudadanos que firman la protesta, si no se hubieran extraviado misteriosamente varios pliegos suscritos en algunos minerales y si, por obra de prudencia, no se hubieran retirado de parte de la Junta misma, las firmas de algunos empleados públicos o de sus deudos inmediatos, hasta los cuales había llegado ya la amenaza fatal; y nosotros, lamentando esos dos hechos que nos avergüenzan como chilenos, no podemos menos de confesar que, por desgracia, ambas violencias son ya sistema de Gobierno y consecuencia inevitable del régimen personalísimo y atrabiliario que se ha entronizado.

Pero, aliéntenos la confianza de que por ingrata que sea nuestra tarea, hemos de darle remate, cualquiera que sea el precio que nos cueste; aliéntenos la confianza de que si el país duerme ha de despertar al fin, sacudiendo la melena, y que será entonces cuando la reparación se haga e impere la justicia.

Deber muy honroso es para la Junta Ejecutiva de Santiago enviar a la honorable Junta de Copiapó y, por su intermedio, a los distinguidos correligionarios de ese departamento, las más cordiales y sinceras felicitaciones; deber cuyo cumplimiento no queremos retardar un solo instante, como quiera que significa que un solo sentimiento domina en el corazón de los católicos cuando se empeñan sus enemigos en la empresa nefanda de socavar los fundamentos cardinales de la sociedad cristiana.

En nombre de ese generoso sentimiento y de la nobilísima misión que la religión desempeña en la vida social y política, enviamos a esa honorable Junta y a los católicos de Copiapó un caluroso saludo de parte de los católicos de Santiago, y muy en especial de parte de sus afmos. SS. SS.- Matías Ovalle.- Miguel Cruchaga.- Carlos Walker Martínez.- Antonio Subercaseaux.- Carlos Ramón Ricardo Rozas.

Al señor don Ricardo Dávila Boza, Vice-Presidente de la honorable Junta Departamental de Copiapó.

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JUNTA DEPARTAMENTAL DE LOS TRABAJOS CATÓLICOS DE COPIAPÓ

Copiapó, noviembre 24 de 1883.

Iltmo. Señor:

En ausencia de nuestro distinguido Presidente, el señor don Telésforo Espiga, me cabe la honra, por acuerdo de esta Junta, de elevar a V. S. I. las protestas de hombres y de señoras hechas en el departamento de Copiapó contra las leyes y decretos irreligiosos, impíos e inicuos que en nuestra República se han dictado últimamente en odio y persecución a la Iglesia Católica.

La protesta de hombres tiene mil trescientas firmas, y la de señoras tres mil.

Esta es una manifestación católica que habla muy alto en favor de la religiosidad de este pueblo; y hemos creído cumplir un deber elevando ante nuestro dignísimo padre y pastor la expresión de los sentimientos católicos de este pueblo como un grato consuelo en medio de la dura prueba por la que atraviesa la Iglesia de Chile.

Todos los firmantes, Iltmo. Señor, somos católicos que protestamos estar siempre unidos a nuestro legítimo prelado y escuchar su voz como la del padre de nuestras almas.

Y aunque la persecución irreligiosa tome mayores proporciones en nuestra patria, confiamos en que seremos siempre fieles hijos de la santa Iglesia de Dios, a la que pertenecemos, adheridos por la unidad y obediencia a nuestro prelado.

Somos de V. S. I. humildes y obedientes hijos.

R. Dávila Boza.- A. del Fierro.

Al Iltmo. Señor Obispo de la Serena.

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RESPUESTA

Nº 2980.

Serena, noviembre 29 de 1883.

He leído con sumo agrado la nota de Ud. fecha 24 del que rige, en la que de acuerdo con la Junta que tan dignamente preside, pone en mi conocimiento las protestas de hombres y señoras hechas en el departamento de Copiapó contra las leyes y decretos irreligiosos que se han dictado últimamente en nuestra República, contrarios a las enseñanzas de Nuestra Santa Madre Iglesia Católica.

Aplaudo y me congratulo con Ud. y los miembros que componen esa Junta departamental por tan plausible acontecimiento, tanto más cuanto que, como Ud. observa, sirve para dar a conocer la religiosidad del famoso pueblo de Copiapó, cuyos sentimientos católicos me son perfectamente conocidos desde que hice la visita pastoral en la provincia de Atacama.

Cierto, que en la situación en que actualmente me encuentro como pastor de esta grey que, aunque indigno, me ha confiado el Divino Pastor, es de grandísimo consuelo contar con el amor y adhesión de católicos tan fervientes y decididos como los firmantes de las protestas, y quisiera hacer llegar a todos y a cada uno de ellos mis más sinceros agradecimientos por su manifestación. Ya que esto no me es posible, los tendré a todos presentes ante Dios, rogándole por su bien espiritual y temporal.

En particular, sírvase Ud. recibir y ofrecer a la Junta que preside, junto con la bendición episcopal, la expresión de mi más alta consideración y aprecio. Dios guarde a Ud.

† JOSÉ MANUEL, Obispo de la. Serena.

Al Presidente de la Junta departamental de los trabajos católicos de Copiapó.

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ADHESIÓN DE PUNTA DEL COBRE

(De El Amigo del País de Copiapó, núm. 1317,  fecha 24 de noviembre de 1883).

Hemos leído con muchísimo interés la valiente y enérgica protesta que los católicos de este departamento de Copiapó han hecho y publicado contra las leyes y decretos irreligiosos, impíos e inicuos que ha dictado nuestro Gobierno en odio y persecución a la santa Iglesia Católica.  

Hemos sentido profundamente que nuestros nombres no figuren en esa hermosa protesta por encontrarnos en un mineral algo distante; pero con el mayor placer, nos adherimos a esa protesta, pues que, como católicos y patriotas, no podemos aceptar que el Gobierno despotice el país imponiéndole leyes que nuestras conciencias rechazan con indignación como inicuas, contrarias a las leyes divinas, y aun a nuestra Constitución.

Punta del Cobre, noviembre 20 de 1883.

Juan de Dios Flores, Antonio Pérez, Loreto Gallardo, Abelardo Camus, Cipriano Rodríguez, Juan Pinochet, Felipe Álvarez, Ramón Díaz, Daniel Cortés, Honorato Órdenes, Tránsito Campillai, Martín González, Miguel Rodríguez, José D. Miranda, Juan Ramírez, Manuel Vergara, Manuel Soto, Alfredo Fábrega, Manuel 2.° Iriarte, Eulogio Rojo, Manuel Torreblanca, Bartolo Guzmán Zoilo Flores, Jenaro H. Rojas, Juan José Rojas, Manuel Urquiza, José M. Marchant, Francisco Torres, Belisario Huerta, Juan Pimentel, Lorenzo Ramírez, Francisco Monreal, Manuel Morales, Celestino Castro, José A. Cortés, Nicasio Nieto, José Cortés, Tomás A. Cortés, Pedro Soto, Simón Laso, Leandro Pizarro, Lorenzo Pizarro, Blas González, José Pérez Silva, Justo P. Díaz, José Santos Silva, Juan Silva V., Juan B. Castro, Luis A. Arteaga, Manuel Patiño Jesús Álvarez G., Ignacio Sánchez V., Lucas Rodríguez, Santiago Retamal, Pedro Urízar Luco, Jacinto Traslaviña, Antonio Sanfuentes, Eleuterio Laferte, Manuel Irarrázaval, Justo Cortés, Luis Leiva, Martín Bustillos, Santos Rojas Álvarez, Domingo Cortés Peña, Vicente Baquedano Güemes, Leonardo Buendía, Cecilio Peralta V., José M. Iriarte, Felipe Valenzuela, Santiago Casas Ugarte, Mateo Acosta, Lucas Acosta, Tornas Ibacache, Luis Juárez A., Manuel Santa Cruz, Feliciano Ponce, Justo Inostroza, Mariano Cortés Cortés, Guillermo Pinto A., Aniceto Baldevenito, José M. Pinochet, Secundino Álvarez, Zorobabel Urzúa, Pablo S. Luna, Manuel Veraguas, Tomas Borgoño, Juan de Dios Vera, Ramón Galleguillos, Eugenio Brito, Cipriano Yánez, Luis A. Urrutia, Domingo Verdugo, Román Álvarez, Pedro Barros, José M. Munizaga, Luis Peñailillo, José Solas.  

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PROTESTA DE LAS SEÑORAS

Cuando creíamos que Chile se mostraría profundamente agradecido a Dios por los especialísimos beneficios con que el cielo ha colmado a nuestra querida patria, muy principalmente en la presente guerra contra el Perú y Bolivia, vemos con el más agudo dolor, que el Gobierno y el Congreso se han propuesto perseguir encarnizadamente las creencias católicas, dictando leyes inicuas, leyes impías, leyes que desconocen la soberanía social de N. S. Jesucristo y los derechos santos e inalienables con que el divino Salvador dotó a su santa Iglesia.

Somos católicas, apostólicas, romanas, somos hijas humildes y sumisas de la Iglesia de N. S. Jesucristo, y preferimos perderlo todo antes que ver conculcada nuestra santa fe católica.

Conservamos en nuestras almas esa fe divina que es toda nuestra esperanza y nuestro consuelo; y al ver que los hombres del poder sólo ponen su empeño en descatolizar el país con leyes impías, con santa indignación elevamos nuestra voz para condenar, con toda la energía de una alma cristiana, todas esas leyes y demás órdenes gubernativas, con que se hace tan cruda guerra a la Iglesia de Dios, que es nuestra buena y dulce madre.

Somos madres o hijas, y divisamos que se lleva al hogar la desmoralización, separando del matrimonio lo que hay de santo y sagrado, el carácter sacramental.

La Iglesia condena la doctrina que separa el contrato matrimonial del sacramento, porque para el cristiano son una sola y misma cosa.

¿Cómo podríamos aceptar lo que nuestra fe católica anatematiza?

Con desprecio del dogma de la resurrección universal, no se quiere que nuestros restos mortales posen en tierra sagrada.

¡Ah! esa es una tiranía que desgarra el corazón.

¿Por qué se nos prohíbe sepultar nuestros despojos mortales en tierra bendita, en tierra consagrada por la Iglesia? ¿Por qué se tiraniza la fe de nuestra alma y se nos priva hasta de la libertad de inhumarnos como cristianas? ¿Acaso somos ateas, librepensadoras o apóstatas de la fe de N. S. Jesucristo?

Por Dios, no se nos niegue, en nuestro católico Chile, lo que en todos los pueblos del universo se conceden a todos los que tienen una fe que respetar.

En la consternación de nuestra alma, afligida por la persecución religiosa que en Chile se desencadena desde las regiones oficiales, a la vez que protestamos, como católicas de las leyes impías con que se persigue nuestra fe religiosa, elevamos nuestras oraciones al Señor para que convierta a nuestros gobernantes y los encamine por los senderos de la justicia y los haga amar la verdad y la ley de Dios, de la cual se han separado.

Copiapó, octubre 15 de 1883.

(Siguen más de tres mil firmas de señoras que se publicaron en los números de El Independiente que corresponden al 4 de septiembre y días posteriores y en El Amigo del País de Copiapó).

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COMISIÓN DE LA ASAMBLEA POPULAR DEL 8 DE JULIO DE 1883.

Santiago, 3 de diciembre de 1883.

Distinguidas señoras:

En la historia del catolicismo la mujer ha descollado por el ejercicio de heroicas virtudes y por la misión sublime a que la elevara en el hogar y en la sociedad la doctrina de Jesucristo; y ha sido precisamente en esos instantes de vacilaciones y de desaliento cuando ha puesto de relieve el temple de su alma vigorizada por la santa creencia y ha salvado el mundo.

La madre y la esposa manteniendo vivo el fuego de la fe en el seno de la familia y enseñando con su ejemplo la práctica del bien y el camino de la vida a las generaciones; la religiosa restableciendo con su abnegado sacrificio y sus preces el desequilibrio moral de las sociedades, son una manifestación palpitante de que un soplo divino alienta y sostiene a la Iglesia. 

Por eso nos es sobremanera grato que nos haya cabido el honor de estar encargados por los católicos de Santiago, de recibir la protesta de fe de los creyentes chilenos en esta hora de amarga decepción y de persecuciones odiosas, seguros como estábamos de que las distinguidas hijas de Chile no se habrían de hacer esperar en la manifestación enérgica y sincera de sus generosos sentimientos de adhesión al Catolicismo.

Y por eso nos es también sobremanera grato que nos haya cabido el honor de enviar a ustedes, respetables señoras, una calorosa felicitación por su magnífica protesta de 15 Noviembre, que ha llegado a nuestro poder llenándonos de legítima satisfacción.

¡Que esa valiente manifestación de sentimientos inaugure una nueva era de lucha en defensa de la santa fe de nuestros padres, y que en esta vez podamos decir de la mujer chilena que, como la mujer católica de todas las edades, ha salvado la sociedad y la Patria!

Entretanto, respetuosamente nos ofrecemos de ustedes, atentos y seguros servidores. Matías Ovalle; Miguel Cruchaga; Carlos Walker Martínez; Antonio Subercaseaux; Carlos Irarrázaval; Ramón Ricardo Rozas. A las señoras Carmela O. de Igualt, Tránsito C. de Barth y demás respetables señoras que firman la protesta de Copiapó.

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