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Capítulo III
Coquimbo.

Protesta de las señoras contra el despojo de los Cementerios Católicos y la ley de Matrimonio Civil.- Felicitación.

(De la diócesis de la Serena).

Es un hecho tradicional que la inmensa mayoría de los habitantes de Chile ha aspirado en todo tiempo a merecer juntamente los honrosos títulos de verdaderos católicos y de buenos patriotas; de modo que los sentimientos patrióticos han sido siempre religiosos y los sentimientos religiosos han contribuido constantemente a labrar la felicidad de la Patria.

Cuando a nuestros padres se les pidió el doble tributo de sangre y de dinero, para sostener la prolongada guerra de la independencia política, lo prestaron gustosos, y mediante su generosidad y sacrificios consiguieron los más brillantes triunfos, legándonos la libertad por herencia. Nada decimos de los sacrificios que todos hemos hecho en la guerra sangrienta contra el Perú y Bolivia; los huérfanos, las viudas y las madres atribuladas lo están publicando con manifiesta y dolorida elocuencia.

De la misma manera, si a nuestros antepasados se les hubiera exigido algún sacrificio, en defensa de su religión ¿quién duda que lo habrían hecho gustosos? ¿Quién duda que los que fueron héroes por la patria habrían sido también héroes por la religión?

Mas, por felicidad, nuestros padres no vieron jamás amenazadas sus creencias católicas, ni presintieron tampoco que llegaría un tiempo en que la ingratitud y la perfidia, con nefanda osadía, pondrían a prueba la fe y la religiosidad de sus hijos. Nuestros padres hicieron del hogar doméstico un santuario religioso, perfumado con la inocencia de sus hijos, la práctica de las virtudes cristianas y las bendiciones del cielo. Vivian tranquilos y contentos; en sus almas no se agitaban ni los remordimientos por el tiempo presente, ni las zozobras del porvenir. Sabían que nadie, mucho menos un mandatario, iría a perturbarlos en ese santuario del hogar doméstico, atentando audazmente contra la santidad del sacramento del matrimonio, e introduciendo así la desmoralización en las familias. Sabían que después de muertos, sus cuerpos reposarían en tierra bendecida por la religión, bajo el signo de la Cruz, esperando la resurrección universal.

Por desgracia, los hijos amantes de tan dignos padres no han sido como ellos felices. Tranquilos en posesión de la herencia que nos legaron, jamás pudimos imaginarnos que la persecución religiosa se desencadenase en este suelo clásico del catolicismo. Pero no ha sucedido así; y lo que ayer considerábamos como un vano presagio, es hoy una triste realidad.

La ley de la comunidad de las tumbas hizo necesaria la execración de la mayor parte de los cementerios católicos de Chile, y los decretos gubernativos obligaron a cerrar las puertas de los pocos cementerios benditos que aún quedaban.

Entre estos últimos se encuentra clausurado nuestro cementerio parroquial de Coquimbo, construido hace pocos años y a costa de inmensos sacrificios.

El funestísimo proyecto de ley del matrimonio civil ha sido aprobado por la Cámara de Diputados, mediante la persistencia inaudita del Ministro de lo Interior; y el Presidente de la República quiere que sea igualmente aprobado por la Cámara de Senadores en las sesiones extraordinarias.

En tales circunstancias, ¿cómo podremos permanecer mudas e indiferentes? Nuestro silencio podría ser interpretado de un modo muy poco favorable a nuestras ideas y sentimientos católicos. ¿Y no haremos por la religión algo de lo que acabamos de hacer por la patria?

Sí, y éste es deber que ahora gustosamente cumplimos.

Los débiles no tienen otra arma de defensa que sus protestas enérgicas contra las leyes inicuas fraguadas por los poderosos como un abuso de la fuerza de que disponen, y aunque hacemos un sacrificio al obrar por primera vez de esta manera, ese sacrificio lo hacemos en obsequio de la religión católica que profesamos y amamos con toda la ternura de nuestras almas.

Las que suscriben, católicas y vecinas de la parroquia de Coquimbo, protestamos contra la expropiación de los cementerios católicos y, en especial, por la inmotivada clausura de nuestro cementerio parroquial; y protestamos contra el proyecto de ley del matrimonio civil, declarando que los legisladores que lo aprobaren no obran según la voluntad de la inmensa mayoría de los habitantes de este departamento.

Coquimbo, noviembre 13 de 1883.

(Siguen mil quinientas firmas que se publicaron en El Independiente de 1º de diciembre y siguientes).

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COMISIÓN DE LA ASAMBLEA POPULAR DEL 8 DE JULIO DE 1883.

Santiago, 29 de noviembre de1883.

Muy distinguidas señoras:

La provincia de Coquimbo ha sabido colocarse, en este momento de dolorosa prueba para los católicos, a la altura de la adhesión vivísima de los chilenos a la fe de sus padres; y ha cabido a las señoras desempeñar la santa misión de ser las primeras en protestar contra la profanación de las cenizas de sus hijos, sus esposos o sus padres, o contra el atentado que, para herir las doctrinas y la moral cristianas, ha promovido el gobierno en perjuicio de la familia chilena.

Pasará la hora de las pasiones desbordadas y vuestra actitud será, señoras, prenda de que se nos hará justicia y de que vencerán al fin la verdad, la virtud y todo lo que hace del corazón de la mujer chilena el noble orgullo de los que nacimos bajo este hermoso cielo.

Entretanto, permitidnos llevar respetuosamente hasta vosotras nuestras sinceras felicitaciones, por vuestra protesta de 13 del actual, ofreciéndonos vuestros seguros servidores. Matías Ovalle.- Miguel Cruchaga.- Carlos Walker Martínez.- Antonio Subercaseaux.- Carlos Irarrázaval.- Ramón Ricardo Rozas. A las señoras Jesús M. v. de Amenábar, Micaela B. v. de Castro y demás señoras que firman la protesta de Coquimbo.

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