ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Documentos
Capítulo III
Linares.

Meeting del 29 de Julio.- Invitación.- Discursos. - Adhesiones.

(De El Cóndor  de Linares).

Pueblo de Linares:

Los abajo suscritos, chilenos y católicos hemos acordado adherirnos a las patrióticas manifestaciones que tuvieron lugar en Santiago el 8 y el 23 de Julio, y protestar contra la ley de cementerios con que el gobierno en su absurdo y falso liberalismo pretende tiranizar las conciencias católicas.

Es necesario que los hombres de fe se organicen y se preparen para la lucha a que los provoca un gobierno despótico.

Es necesario probarle que Chile es un pueblo de ciudadanos a quienes no se gobierna con el látigo.

Es necesario probar a don Domingo Santa María y a sus secuaces que en Chile es imposible la tiranía.

Antes que ser esclavos, la muerte.

En nombre de la libertad de las tumbas y para tributar un homenaje de respeto y de admiración al más esclarecido de sus defensores (el Iltm. señor Salas) invitamos al pueblo de Linares a una reunión popular que tendrá lugar mañana domingo, a las 11 de la mañana, en casa de don Francisco Ferrada.

Linares, julio 28 de 1883.

Francisco Ferrada, Pedro José Basoalto, Ramón Valdés Ortúzar, José del Carmen Ortega, Pedro Nolasco Jarabran, Ángel Rojas, Hilario Ramos, Ángel María Rojas, José Dolores Parada, Benito Bravo, Francisco Zúñiga, Pedro Prado, Pedro Mardones, Pedro María Zurita, Juan José Quezada, Ignacio Herrera, Juan Herrera, José María Lara, José D. Lara, José Nicolás Avendaño, Benjamín Novoa, Francisco E. Cañón, Calixto Basoalto, Dionisio Ortega, Francisco Tapia, Fortunato Ávila, Adolfo Méndez, Bernabé Ferrada, Abel Maldonado, Gregorio N. Villouta

***

MEETING

El sábado y domingo por la mañana se repartió en el pueblo una proclama firmada por muchos ciudadanos en que se invitaba al pueblo de Linares a protestar contra la persecución que el gobierno de don Domingo Santa María, ha iniciado contra la libertad y contra la conciencia de los católicos chilenos.

El pueblo de Linares acudió presuroso al llamado que se le hacía, y a las 12 del día de ayer el extenso patio de la casa de don Francisco Ferrada se vio invadido por una numerosísima concurrencia que ardientemente deseaba protestar contra los atropellos de un gobierno que no teme provocar la discordia entre los chilenos para saciar sus apetitos de venganza.

Los señores Bonifacio Correa B. y Enrique del Piano, en representación de los correligionarios de Santiago, y los señores José Manuel Silva y Gumercindo Torres, en representación de la clase obrera de Talca, pronunciaron elocuentes discursos que fueron repetidas veces interrumpidos por los calorosos aplausos del pueblo que juró defender su fe y su libertad perseguida.       

Los señores Silva y Torres saludaron al pueblo de Linares en nombre de sus amigos de Talca y los invitaron a morir antes que soportar el yugo de infame servilismo.

Sentimos no poder publicar por falta de tiempo y de espacio los discursos de los oradores; pero esperamos que el pueblo de Linares no olvidará sus palabras de aliento y sabrá hacerse respetar.

Los oradores recordaron también los méritos esclarecidos del Iltmo. Señor Obispo de la Concepción, por cuya muerte viste luto el país entero.

En nombre de los católicos de Linares, en nombre de los amigos de la verdadera libertad, en nombre de los hombres independientes que no venden su conciencia, ni su dignidad, damos las gracias a los señores Correa, del Piano, Silva y Torres por las palabras de aliento y de entusiasmo que dirigieron ayer al pueblo católico de Linares.

Las conclusiones a que arribó ayer la asamblea popular fueron suscritas por innumerables ciudadanos.

Ahora solo publicamos las conclusiones, dejando para el próximo número la publicación de las firmas.

He aquí las conclusiones:

Los abajo suscritos, reunidos en asamblea en la ciudad de Linares el 29 de Julio, hemos acordado como católicos y chilenos:

1º. Protestar enérgicamente contra las pretensiones tiránicas del Presidente de la República y del Ministro de lo Interior.

2°. Dar un voto de aplauso a los Senadores y Diputados que han defendido en el Congreso la propiedad de los cementerios católicos y libertad de los cementerios.

3º. Adherirnos al luto general del país por la muerte del Iltmo. señor Obispo de la Concepción.

4°. Comprometernos a empeñar todos nuestros esfuerzos en la defensa de nuestros derechos de ciudadanos y de nuestra fe de católicos.

Linares, julio 29 de 1883.

***

EL SEÑOR FERRADA, al abrir el meeting, dijo poco más o menos lo siguiente: ¡Ciudadanos! En el santo nombre de Dios se abre esta magnífica asamblea. (Estruendosos aplausos). Vuestra presencia en este recinto nos indica que existe palpitante en el corazón de los hijos de Linares el sentimiento religioso. (Grandes aclamaciones). Y vuestros hechos, estoy seguro, probarán que esto no obedece a vanas palabras, y que, por el contrario, opondréis vuestros esfuerzos por nuestras libertades atropelladas y por nuestra fe ofendida (Aplausos prolongados).

***

El SEÑOR CORREA (don Bonifacio)

¡Pueblo de Linares!

Habéis acudido presuroso a la invitación que se os ha hecho en nombre de las dos ideas santas que están grabadas en nuestros corazones y que forman el verdadero baluarte de nuestros principios. (Aplausos) ¡Dios y patria es nuestro honroso lema! (Grandes aclamaciones y prolongados aplauso). Y obedeciendo a este programa de bien entendida libertad, nos encontramos reunidos como católicos y chilenos para mancomunar nuestras legítimas aspiraciones y engrosar las filas de los que llevan por bandera el amor a la justicia, que en estos días nos arrebata el falso liberalismo... (Cierto, ¡Cierto!) Sí, señores, los hechos afirman nuestras palabras y nos demuestran claramente que esta querida patria muy en breve llegará al abismo si los hombres de espíritu levantado y corazón generoso no le ponen pronto atajo a la revancha que amenaza destruirlo todo. (¡Muy bien!  Aclamaciones).

De norte a sur de la República, el país entero protesta ya de este intolerable orden de cosas, demostrando que la actitud de nuestros gobernantes no le inspira confianza, pero en cambio demasiado recelo (Grandes aplausos). Y por esto, señores, el pueblo de Linares ha oído el llamado que la Junta Directiva de la grande Asamblea que tuvo lugar el 8 en Santiago hacía a las provincias en un importantísimo manifiesto político.

Este pueblo, señores, que recuerda con justa satisfacción las mejores épocas por las que ha atravesado el país, no podía permanecer indiferente cuando el destino de la patria aparecía indeciso, cuando el resultado presagiaba ser vergonzoso y cuando en medio del triste cuadro que presenta el problema del Perú, los hombres de Gobierno, los que deben dirigir el pandero de la tranquilidad interior, levantan bandera roja, que lleva inscrita esta sola idea: ¡guerra a las creencias católicas! (Grandes aplausos y vivas al orador) Y es esto, señores, tanto más lamentable cuanto mayor es la desgracia.

Por eso, aparte de la política oscura, de odio y de destrucción que presenciarnos con tristeza, vemos todavía que en el momento en que nuestros tercios, retirados anteriormente de la lucha, se aprestaban y se organizaban en el campamento de los libres, un pesar mucho más grande vino a oprimir nuestros corazones; y tuvimos que contemplar que el bizarro jefe que nos alentaba al combate, ha caído en la víspera, y cuando nuestras tropas creían llegar a la acción irresistibles, porque teníamos por enseña respetar nuestras libertades, y por jefe al grande Obispo, al notable patriota y al aguerrido veterano de nuestras filas, ¡cuya muerte lloran todos los chilenos! (Estruendosos aplausos).

¡Pueblo de Linares! Ha desaparecido nuestro jefe en la época más difícil que atraviesa la Iglesia chilena y en las horas de más angustias para los hombres que no desmayan ni ante la persecución, ni ante la tiranía. (¡Muy bien!).

Nuestros enemigos comprenden la incomparable pérdida que pesa sobre nosotros y nos presagian vaticinios de luto. No, señores; atajemos a la corriente que nos inunda; pongamos toda nuestra acción para detener el mal; y si preciso fuera, ¡presentémonos compactos, de tal manera que la opresión de los tiranos encuentre en nosotros no leyes que aceptar, sino pechos que destruir! (Entusiastas aplausos).

¡De pie, entonces! Que sea nuestra doctrina la hermosa palabra de la libertad, que nuestra bandera simbolice el respeto por nuestras creencias, y así habremos obtenido el triunfo. (Vivas prolongados al orador y calorosos aplausos. Baja de la tribuna y las aclamaciones se prolongan por algunos momentos. El orador es felicitado por el señor Ferrada y amigos).

***

El SEÑOR SILVA (don M. J.).

Felicito al pueblo obrero de Linares por su noble actitud. Dijo que los obreros de Talca lo enviaban a saludar a sus hermanos de la vecina provincia y a ponerse de acuerdo para en caso que las circunstancias exigieran algún resultado. Manifestó la necesidad que había de prepararse ya para la lucha, estando dispuestos a poner todos los medios que se tengan para realizar esta idea. Añadió que si la Iglesia peligraba en esta inicua cruzada que ha emprendido el Gobierno, la clase obrera de Talca se comprometía formalmente a sacrificarse en aras de la fe antes que ver pisoteados nuestros derechos. Felicitamos sinceramente al señor Silva y creemos que los obreros de su pueblo aceptan convencidos las palabras manifestadas por él.

No puede ser de otro modo, cuando lo hemos visto venir expresamente a animar a sus compañeros, dándoles el aliento, comunicándoles el entusiasmo de que se hallan poseídos los intrépidos obreros del viril pueblo de Talca. Y de ahí que nuestro pueblo, la inmensa concurrencia del meeting, comprendieron que las palabras del enviado de Talca no obedecían a otro propósito sino a ponerse de acuerdo para el día en que, unidos,  emprendieran las justas batallas de la libertad y del derecho. Los numerosos artesanos del pueblo que jamás ha doblegado la cerviz, tocan ya a generala e invitan a las provincias cercanas a que, una vez que sea preciso convocarlas para llevar a cabo la obra debida, estén preparadas. Así el resultado será más satisfactorio.

Enviamos, pues, nuestros aplausos a los ciudadanos de la provincia de Talca.

***

EL SEÑOR DELPIANO (don Enrique):

¡Señores! ¡El pueblo de Linares, vuestro querido pueblo, la República entera y los católicos todos nos hallamos hoy de luto! ¡El Obispo Salas, nuestro querido y respetado padre, ha muerto! Nuestros oídos no escucharán ya más sus consoladoras palabras impregnadas de profunda fe; nuestros corazones no sentirán ya más su benéfico influjo que nos sostenía y alentaba en la terrible lucha que hoy tenemos trabada con la incredulidad y el falso liberalismo (aplausos); nuestras miradas no divisarán ya más a este grande hombre; ¡él ha penetrado en el templo de la Inmortalidad! (¡Bien!). Después de esta irreparable pérdida, nuestros ojos, temerosos, buscan en todas direcciones un apoyo para nuestra fe, y no encontrándolo, sólo saben derramar amargas lágrimas de duelo y de orfandad por la luminosa antorcha que se acaba de apagar. (¡Bien! ¡Muy bien!)

Sí, señores; el Obispo Salas, el venerable Pastor, el profundo sabio, el ínclito ciudadano, el distinguido publicista ha muerto, y muere dejándonos huérfanos, en el momento mismo en que más que nunca, necesitábamos de sus luces, de su energía, de su patriotismo. (Aplausos prolongados).

En efecto, señores, el hombre que en el instante de su muerte ofrecía a Dios el sacrificio de su vida por su patria y por su Iglesia, ese hombre, sí señores, ha sentido amargados los últimos momentos de su existencia por la actitud antipolítica y, más que todo, antirreligiosa, que -en estas circunstancias por muchos conceptos fatales para esa misma Iglesia- ha asumido el supremo Gobierno de la República. (Vivas y aplausos).

El Obispo de la Concepción, apóstol decidido de la verdadera y bien entendida libertad, no podía menos de prever, señores, las desastrosas consecuencias que para la causa de ésta traería la despótica ley que nos manda reunir en espurio consorcio las cenizas de hombres que, en vida, jamás pudieron reunirse, la ley de cementerios comunes: ley que desprecia y ultraja nuestras creencias; ley que no reconoce como origen una necesidad política o social de nuestra querida patria, sino que es el adúltero hijo de la indiferencia y del liberalismo de unos pocos; ley, en fin, que pone en doloroso conflicto nuestros deberes de chilenos y nuestros deberes de católicos (¡Bien! ¡Muy bien!).

¡Ah! señores, la aciaga situación por la que actualmente cruza nuestro país, me recuerda instintivamente las célebres palabras que uno de los heroicos mártires de la Revolución Francesa, pronunciaba al subir, intrépido las gradas del patíbulo: “¡Libertad, libertad, qué de crímenes se cometen en tu nombre!" Y en efecto, señores, que se aduzcan causas como la salubridad pública o cualesquiera otras semejantes para probar la conveniencia o justicia de esta ley, es algo que siquiera se concibe; pero que se invoque el santo nombre de la Libertad precisamente cuando se la va a pisotear; esto, señores, es un profanación inaudita! (Entusiastas, y calurosos aplausos).

Pero, no era ésta la única causa que llevaba el dolor al corazón del hombre ilustre cuya muerte nos cubre hoy de luto: él, como Pastor celoso, era el verdadero Padre del pueblo, el ángel del hogar, el sostén de la moral pública y privada, y él, más que nadie, comprendía la altura que la mujer debe ocupar en la familia, y por tanto el proyecto de ley sobre matrimonio civil, o mejor dicho, de concubinato legal, proyecto que degrada a la mujer, relaja la familia y corrompe a los lujos, introduciendo el desorden y la inmoralidad en el hogar, no podía menos de lastimar profundamente los sentimientos delicados y generosos del venerable anciano.

Si, señores, vosotros que tenéis madres, esposas o hijas; vosotros que habéis gozado de las dulces emociones que se encuentran en el seno de una familia noble y honrada, sabedlo: nuestro Estado, un Estado que en su Carta fundamental se conoce universalmente católico, en poco tiempo más os dirá: “Chilenos, las mujeres que hasta el presente han sido vuestras esposas, vuestras compañeras para toda la vida, no serán en adelante sino concubinas, que tomaréis o dejaréis a discreción.” Y los hijos, señores, ni amarán, ni respetarán a madres tan poco dignas que en breve tiempo dividieron su afecto entre varios hombres; ni las hijas amarán, ni respetarán a padres que en este o en aquel día las pondrán en brazos de un esposo para, al día siguiente, pasar a los de otro. (¡Cierto! ¡Muy bien!)

El hogar y la felicidad domésticas hechos pedazos, sacrificados en aras del Estado, he aquí, señores, el terrible cuadro que traerá por consecuencia, como en varios países europeos, el llamado proyecto de matrimonio civil; y si no lo es en la faz en que hoy se presenta a la aprobación de las Cámaras, lo será en la inmediata transformación que operará en él el liberalismo.

Y dicho proyecto señores, que en unión con la ley de cementerios y otras antirreligiosas como éstas, constituyen el ideal del liberalismo de nuestros días, serán en poco tiempo más, si no lo impiden los hombres de fe y libertad, leyes del Estado, que gracias, no diré al organismo, sino al mecanismo, de la administración pública, irán a producir sus desastrosos efectos hasta los extremos más apartados de la República chilena. (¡Cierto! ¡Abajo los liberales!)

Pero, no, señores; ya que aquí nos hemos reunido para manifestar nuestro común desconsuelo por la grande y terrible pérdida que acaba de experimentar nuestro país y el sentimiento religioso a que el Obispo Salas tan dignamente personificaba; ya que aquí nos hemos congregado para entonar un himno de alabanza y respeto a su memoria veneranda; hagamos, pues, señores, de todas nuestras voces una sola, y elevemos un grito de protesta contra los abusos de libertad que se cometen: manifestemos, con todas nuestras fuerzas, que deseamos permanecer en la augusta fe de nuestros padres; y hagamos ver al Presidente de la República, que si nuestros pechos arden en amor a la patria7 no por eso son menos creyentes y católicos. (¡Sí! ¡Sí! ¡Muy bien! Aplausos).

Unamos, pues, señores, estas dos ideas sacrosantas y exclamemos con el corazón palpitante de amor patrio, de fe y entusiasmo: ¡Viva Chile! ¡Viva la Iglesia Católica! ¡Viva la Religión! (Aplausos prolongados y calurosos).

***

EL SEÑOR TORO (don F.), en sentidas palabras demostró su convencida fe de fiel creyente. Dijo al terminar su lucido discurso:

Señores:

Dos armas tenemos con que poder combatir: la oración para pedir a Dios el sostén de nuestra fe sacrosanta, y la rectitud, la fuerza de voluntad y la varonil entereza de las almas fuertes para vencer a nuestros enemigos. Los triunfos se han hecho para los valientes y esforzados. Luchemos como tales y el triunfo será nuestro. Hagamos feliz a nuestra patria y dejemos a nuestros hijos el precioso legado de religión y garantías individuales, y entonces podremos exclamar con uno de nuestros poetas:

Inmensa felicidad
Mi patria recibiría
Si gozase cada día
¡Paz, unión y libertad!
(Aplausos prolongados).

Enseguida seguida el señor Secretario dio lectura a las conclusiones del gran meeting, que el pueblo aceptó frenético de entusiasmo.

Por último, el señor CORREA, en una brillante y calurosa improvisación, y volviendo a hacer uso de la palabra a instancias del pueblo, resumió los principales puntos que se habían tratado. En términos enérgicos y felices pidió al pueblo que jamás desmintiera el nombre que gozaba como católico sincero y convencido. Y en un arranque de entusiasmo dijo: «Ciudadanos, ¿cumpliréis vuestra promesa? ¿Juráis llevar a cabo lo que prometéis?» sí, gritó unísona la asamblea. Al terminar dijo el señor Correa: «¡Pueblo libre de Linares! Desde hoy nuestra bandera será una, unos nuestros derechos; iremos al combate confiados en el triunfo.» Estas últimas palabras impresionaron a los concurrentes, y pasaron a firmar, a fin de adherirse a las conclusiones.

Linares, julio 29 de 1883.

(Siguen más de mil cuatrocientas firmas publicadas en El Cóndor de Linares del 4 de agosto y siguientes).

***   ***