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Capítulo V. Los Atropellos.
Comunicación del Ilustrísimo Señor Obispo de La Serena.

OBISPADO DE LA SERENA.

Serena, 31 de enero de 1884.

Señor don Ramón Ricardo Rozas:

Apreciado señor y amigo:

A mi llegada a esta ciudad he encontrado muchas cosas que me esperaban y que me han ocupado enteramente, sin poder hacer lo que usted me ha pedido en su citada carta, como lo he deseado, habiendo estado también ausente el secretario, que toma en este tiempo sus vacaciones. Además, con motivo de la supresión que se ha hecho en el presupuesto, se han disminuido los empleados de esta curia y secretaría.

Sírvame, pues, de excusas lo que dejo expuesto, y paso a suministrarle los datos sobre cementerios que obran en esta secretaría.

Principiando por el norte, en Taltal, Chañaral de las Ánimas, Caldera, Chañarcillo, Vallenar y Freirina se han cometido por los gobernadores y subdelegados actos de violencia para apoderarse de los cementerios parroquiales y vice-parroquiales.

Lo mismo ha sucedido en el puerto de Coquimbo, Elqui, Ovalle, Sotaquí e Illapel.

En las parroquias de Cutún, Andacollo, Barraza, Carén, Combarbalá y Mincha, nada ha sucedido y siguen las cosas como antes, porque entiendo que las autoridades locales por no ponerse en oposición con los pueblos que gobiernan, se han desentendido de las órdenes superiores o no se han atrevido a llevarlas a efecto.

En la Serena y Copiapó los cementerios estaban desde tiempos remotos en poder de las Municipalidades.

Voy a referirle lo que me ha pasado hace poco en el pueblecito de San Julián, de la parroquia de Barraza, Al llegar allí, de tránsito para los baños de Soco, se me presentó casi todo el pueblo pidiéndome les bendijese el nuevo cementerio que a su costa habían construido y que estaba para concluirse. Me quedé admirado de ver un cementerio tan hermoso y tan bien construido, como creo no lo tendrán muchas ciudades de importancia. Les pregunté si las autoridades civiles del lugar no se oponían a ello, y me contestaron que el subdelegado e inspector eran católicos como ellos, porque allí no había ningún disidente y todos querían enterrarse en sagrado como lo manda Nuestra Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica, Romana. En esta virtud di orden al cura que lo bendijese; pero habiéndose éste dejado intimidar por algunas amenazas que le fueron de fuera, volví a reiterarle mi orden con la circunstancia que reuniese a todo el pueblo de San Julián e hiciese la bendición con toda la solemnidad que el lugar permitiese. Así en efecto se hizo, y a mi regreso salió todo el pueblo a recibirme y darme las gracias. Nadie después ha chistado, y creo que no se echarán sobre este nuevo cementerio los mandones, porque estoy cierto que los sanjulianinos se dejarán despedazar antes que permitirlo.

José Manuel, Obispo de la Serena.

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