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Crónicas
Descripcion Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche, precedida de una biógrafa del autor por don Miguel L. Amunátegui.
 
Primera parte. Que contiene el descubrimiento i conquista del Reino de Chile: el establecimiento de su Gobierno secular i eclesiástico: un compendio de la historia de sus Gobernadores: i una breve noticia de sus Obispos.
 
Tomo I

Capítulo CII. Se refiere la comision del P. Luis de Valdivia con todas sus incidencias.

Dijimos que el P. Luis de Valdivia venia de regreso para estos reinos desprendido de su honrosa comision, i ántes de pasar adelante, será bien hacer separadamente seguida relacion de ella, sin omitir ni aun sus mismas circunstancias.

El celo i eficacia con que el P. Luis hizo el servicio del rei en la comision que se le dió para procurar la pacificacion de los índios de Chile, piden que se les dé separadamente una circunstanciada noticia de su conducta i de sus operaciones en desempeño de tan dificil como importante encargo, sin que obste para ello el no haber salido su R. con el intento. El P. Luis puso con eficacia todos los medios que le sujerió la prudencia, i es a todo lo que se le podia obligar, que lo dunas estaba de parte de la fortuna, en cuyas influencias está depositado el éxito de los sucesos.

Por disposicion del señor don Felipe R., fueron de estos reinos ocho jesuitas con destino de fundar en Chile, i a este efecto se le pasaron al virrei del Perú las correspondientes instrucciones. Llegaron a la ciudad de Lima, i su provincial, que lo era el P. Juan Sebastian Parricio, tuvo por mas conveniente dejar aquellos en el Perú, i enviar a Chile otros de literatura i conocida virtud, obreros esperimentados, orientados en las costumbres de la América i en la lengua jeneral del Perú, con el P. Baltazar Piñaz, en calidad de vice provincial, i al P. Luis que habla sido catedrático de filosofía i teolojía, i a la sazon se hallaba de maestro de novicios, le destinó por rector del colejio que se debia fundar en la ciudad de Santiago.

Se embarcaron en el huerto del Callao, febrero 2 de 1593, i arrebatada la nave de una furiosa tempestad, arribaron al de Coquimbo, i en la ciudad de la Serena comenzó a lucir el P. Luis en Chile sus talentos de primer órden; i el fervoroso espíritu de que era animado dió principio a, grandes progresos por medio de su elocuente predicacion. De aquella ciudad se trasladó a la de Santiago, (abril 12 de 1593), donde con su gravedad i honrado proceder, negoció cuantiosas limosnas para la fábrica del colejio máximo i de un hermoso templo. Admitió por fundadores de él al capitan Andrés de Torquemada i a don Agustin Briseño. Este tomó la sotana, i el P. Luis tuvo el rasgo político de hacer que hiciese una formal declaracion de no haber podido cumplir en todas sus partes la escritura de fundacion, i que por eso renunciaba todo el derecho que podia tener a ser tenido por tal fundador de aquel colejio, i de este modo quedar en aptitud de poder admitir otra fundador,, si alguno se movía a dar otra gruesa limosna que se necesitaba para la conclusion de aquella casa.

Empleado el P. Luis en esta obra, no se piense que decaia de aquel fevoroso espíritu que le condujo a la América. Todos los dias festivos predicaba a los españoles i enseñaba a los indios la doctrina cristiana. Compuso un catecismo en idioma chileno para facilitarles su instruccion, i para que sus compañeros lo aprendiesen a hablar con facilidad i se pusiesen espeditos i aptos para entrar por la tierra de guerra a convertir a los que jemian bajo el yugo de la infedelidad.

Adelantada la fábrica del templo i de su colejio, marchó para le ciudad de la Concepcion (1597). Se hospedó en el hospital, i comensó a predicar i a doctrinar a los españoles i a los indios con el fervor de su acreditado celo. Pasó de allí a las ciudades de la Imperial i Valdivia, i tomando alojamiento en los hospitales hizo lo mismo que en la Concepcion con aprovechamiento de aquellos ciudadanos. Ultimamente fué a ilustrar con su predicacion i doctrina a los vecinos de la ciudad de Osorno. En ésta no se hospedó en el hospital, porgue estaba algo distante de la ciudad i por la distancia se le hubieran retardado los ejercicios de su ministerio. Un noble ciudadano le recibió en su casa, i se la cedió para fundar en ella un colejio. Lo emprendió, i estaba en buen estado cuando recibió órden de su superior para que regresase a su colejio máximo. La obedeció al momento, porque ya su prudencia habla penetrado las disposiciones de la conjuracion que meditaban aquellos indios i se vio verificada poco despues con las funestas i ruidosas resultas que hasta hoi se lloran en aquel reino (1598).

Revelados los indios i destruidas las ciudades del obispado de la Imperial, concibió el provincial no era ya tan necesaria en Chile la sábia conducta del P. Luis, i le hizo regresar a Lima para que rejentase una cátedra de teolojía. No permaneció mucho tiempo en esta ocupacion, porque orientado el soberano del mal estado de aquel reino, pasó órden al virei del Perú, conde de Monte-rei, para que tomase conocimiento sobre las causas que dieron mérito a la conjuracion, e inspeccionado los motivos que hacian tan duradera la guerra con aquellos naturales, procurase cortarla, o aun cuando fuese con un perdon jeneral de los delitos pasados; i no surtiendo el deseado efecto, pusiese todos los medios posibles i necesarios para la justificacion de la guerra, con prevencion de que diese parte de todo a la corte con justificantes.

Despues de consultado el asunto con la Audiencia i con otras personas de experiencias militares, se resolvió volviese a Chile el P. Luis por experimentado en las cosas de este reino, i porque entendía perfectamente el idioma de los naturales. Se le dió comision formal para que les diese a entender la real piadosa determinacion, i que secretamente se informase de todo lo acaecido i de la conducta que los españoles observaban con los indios antes de la conjuracion, i despues de ella, para poder dar cuenta al reí con sólidos fundamentos, como mandaba la corte.

El virei dió al P. Luis la instruccion de lo que debia hacer, i con ella salió para Chile en compañia del Gobernador Alonso García Ramon (1605). Desembarcó en el puerto de la Concepcion i comenzó a poner en práctica su comision. Celebró junta con los caciques de paz, i les dió a entender la merced que el monarca les hacia, el perdon jeneral que les concedía, i los medios que les proporcionaba i meditaba para su quietud i pacificacion.

Se trasladó a la parte del sud del Biobio para la plaza de San Pedro, i allí celebró otra junta con los caciques de  las Lagunillas i con todos los de aquellas inmediaciones, para hacerles saber las órdenes del reí i las condiciones que se les ponia para su quietud. En los ratos de tiempo que tuvo desembarazado, tomó por descanso predicar a los españoles de aquella plaza i oír algunas confesiones. De aquí siguió su viaje para Arauco, i de camino redujo al catolicismo a una india de 80 años, que se hallaba cercana a la muerte, la bautizó, i se detuvo un dia que tardó su conversion en pasar a la eternidad. Llegó al estado de Arauco, i en Lebú habló con todos los caciques de aquellas parcialidades, i lo mismo practicó en Paicaví con los de Tucapel, pero no se atrevió a pasar mas adelante, porque los de Puren no admitian tratos de paz, i en todo se remitian a las paces. Mas con todo por medio de los caciques de Ilicura les comunicó la noticia de su comision, i regresó a la plaza de Arauco.

Deseosa su Rma. de hacer cumplidamente el servicio del reí, i cumplir con sus deberes, no reparó en incomodidades ni en trabajos, i despreciando riesgos de la vida, trasmontó los cerros de San Jerónimo, que son los primeros de la cordillera de Nahuelbuta con designio de ir al fuerte de Taboleu. I porque entendió que el coronel Pedro Cortés comandante de aquel distrito, meditaba hacer correrías i hostilidades contra los indios de paz de aquella parcialidad, que rehusaban concurrir a trabajar en las obras reales, le pidió suspendiese aquel castigo, i le permitiese entrar por sus tierras a reconvenirles por su exceso i falta de obediencia, i para darles a entender las piadosas intenciones del soberano. El coronel Pedro Cortés le avisó el eminente peligro de su vida, i dejó a su arbitrio la ejecucion de la jornada. Despreció el padre Luis como buen servidor de Dios i del reí los riesgos con que le amenazaban, i confiado a su elocuencia, i en su vigorosa persuasiva, entró en aquella parcialidad, guiado de un jóven hijo de Francisco Ortiz, capitan de indios de paz. Llamó a los caciques, les orientó de su comision, i les hizo cargo de la inobediencia. En órden a aquella respondieron lo mismo que los demas. Pidieron libertad de tributos, i no ser repartidos o encargados, alegando que los encomenderos o pensionados, despues de grabarlos con exesivos trabajos, les quitaban sus mujeres e hijos, para servirse de ellos como de esclavos: dieron plenísima satisfaccion de la inobediencia en breves palabras. "¿Como quieres, padre mio, le dijeron) que demos trabajadores para las reales obras, i dejemos nuestras tierras, si tenemos tan cerca de ellas a los enemigos, que diariamente nos vienen a robar, matar i cautivar, porque somos amigos de los españoles? ¿Quien defenderá nuestras posesiones, si nosotros las desamparamos? ¿que mayor servicio se puede exijir de nosotros que el que actualmente estamos haciendo? Nosotros hacemos frente a los enemigos de los españoles i sufrimos sus primeros ímpetus, i los golpes que nos dan por su causa. I pues, has venido tan a tiempo, i tienes tanto deseo de nuestro bien, de nuestra quietud i de nuestras almas como dices, envía un mensajero a las tierras de Conupullí, que es la parcialidad que con mas frecuencia infesta la nuestra, i negocia con sus caciques que dejen las armas, que nosotros dejadas las tenemos contra los españoles, i sino acudimos al trabajo de las obras del rei, es por defender nuestras tierras, nuestras chozas i nuestras familias."

Hizo el P. Luis la mediacion que se le pedia; accedieron los caciques de Conupulli a su súplica, i se amistaron con los de Taboleu, i meditando su R. seria conveniente al desempeño de su comision pasar al fuerte de Catiray, les pidió salvo conducto para verificarlo por sus tierras, que tambien le concedieron. Pero no estuvieron de buena fé con su R., porque puesto en Taboleu, a persuacion del coronel Cortes varió de dictamen, i marchó para la plaza de Yumbel, contentándose con escribir al capellan del fuerte de Catiray, para que le desempeñase su comision con aquella parcialidad, i el correo, que fué el jóven que lo acompañaba, Halló a los indios de Conupulli armados en el camino que conduce de Taboleu a Catiray, i le quitaron la vida con prolija crueldad, i dió mérito a persuadirse que intentaban hacer lo mismo con el P. Luis.

De la plaza de Yumbel volvió su R. al estado de Arauco; dió allí última mano a su comision, i regresó al Perú a dar cuenta de ella al virrei con relacion de lo que notó i observó en la guerra de Chile tanto en esta ocasion como en el tiempo que haciendo misiones corrió por toda la tierra conquistada.

Oido el P. Luis, hizo el virrei varia s juntas de real acuerdo, i un consejo de guerra de personas esperimentadas, para conferenciar el modo de cortar en Chile la guerra que tanto se iba dilatando, i el rei deseaba se concluyese. Espusieron su dictamen, ¡resolvieron, convenia que el mismo P. Luis pasase a la corte a poner en la real consideracion los mismos informes, que acababa de dar a su excelencia. Este dictamen se puso luego en ejecucion, i se pasó oficio a su provincial para que al P. pusiese precepto de obediencia para que admitiese este encargo. Así se hizo, i se embarcó su R. en el puerto del Callao para el de Panamá, siguiendo su viaje para estos reinos, adonde aportó con felicidad, i fué benigna gratamente oido del soberano (1606).

Hizo presente a la majestad del señor clon Felipe III "que en los indios de aquel reino no había esperimentado sino buenas inclinaciones a la relijion cristiana, que acompañadas de docilidad daban las mas fundadas esperanzas de su conversion, Que los encomenderos o pensionados, les hacian trabajar más de lo que podian cumplir. Lee quitaban los hijos i mujeres, i les hacian toda especie de estorcion, mirándoles con furiosa zaña. i tratándoles desapiadadamente. Que sus alteraciones i rebeldias no tenían por objeto el odio de la leí. de Dios, que se les predicaba, i en la que se pretendía viviesen, que solo se proponian libertarse de estos males i sacudir de sí el pesado yugo con que eran agoviados. Que muchas veces se les insultaba en sus mismas tierras i entraba el ejército español talándolas injustamente, i sin otro motivo que los intereses del gobernador, del maestro de campo i de los capitanes, que se engrandecían i opulentaban con la aniquilacion de aquellos infelices naturales."

De aquí descendió a proponer los medios de su pacificacion i conversion, contenidos en el siguiente sistema.

"Que el rio Biobio se señalase por barrera o línea divisoria, acordonándole con plaza i torreones para impedir las irrupciones, que siempre deben esperarse de unos bárbaros que hacen profesion de ser ladrones prohibiendo a los gobernadores i maestres de campos entrar a hostilizarles en su pais, i mandándoles estar en la defensiva. Que los indios de la parte del sud de dicho rio no puedan ser encomendados, i que a los que abrazan el cristianismo se declaren libres de tributo. Que se demoliesen las fortificaciones situadas al sud del mismo rio, i se les concediese indulto de los pasados delitos con apercibimiento de mas rigoroso castigo, si olvidados de la real piedad con que el rei les trataba, volvian. a sus antiguas transgresiones i rebeldias. Que se les permitiese comercio franco i libre de reales derechos, pasando el Biobio con sus efectos de mercancías por los parajes inmediatos a las plazas de armas; i que para evitar todo fraude contra aquellos sencillos naturales se estableciesen dos o mas ferias en cada año en la frontera."

Adelantó mas el incomparable celo del P. Luis; ofreció establecer el propuesto sistema de pacificacion, i reducir al gremio de la iglesia a todos los que residían desde el Bio bio hasta Osorno, si el rei ponia de gobernador de Chile a Alonso Rivera, i permitía i costeaba cada seis años una partida de jesuitas, para emplearles en las casas de conversion que convenía fundar en todo el espresado terriotrio, a cuyas fábricas debía contribuir S. M. como igualmente al adorno de sus pequeñas iglesias con ornamentos i vasos sagrados, librando en su real erario la congrua competente para la subsistencia de los conversores.

Examinado el sistema, tanto en el consejo de Indias, como en varias consultas particulares de teólogos i letrados, resolvió la real piedad aprobarlo en todas sus partes. Para su establecimiento dió al padre Luis sus poderes con espresa órden al virrei del Perú i a los jefes de aquel reino, para que auxiliasen todas sus determinaciones. Quiso presentarlo para la mitra del obispado de la Concepcion que se hallaba vacante. No accedió su Reverencia a la, real bondad, i su majestad le autorizó con el gobierno de aquella iglesia, que a la razon la gobernaba el Itmo. señor don frai Juan Perez de Espinoza, obispo de la de Santiago.

Despachado el padre Luis, lleno de satisfacciones i al frente de la primera partida de los jesuitas que en clase de misioneros o conversores pasaron de Europa a Chile, se encaminó para la ciudad de Lima por la via de Panamá. Presentó al virrei, marquez de Montesclaros, sus credenciales, para que su Exelencia le sostuviese en tan escabrosa empresa, como difícil empedo, en que el mismo padre Luis se puso voluntariamente, i logró que su Exelencia tambien se le prestase.

I para que mejor se entiendan los fines con que el monarca le comisionó, i vea la estension de facultades que le. concedió, pondré a la letra una real órden de 10 de diciembre de 1610 dirijida al virrei del Perú, mandándole se valga de su Reverendísima para extinguir la guerra de Chile, pacificar a los indios i quitar la servidumbre personal con que les aflijian i se daba mérito para sus levantamientos; que no le estorbase ni le embarasase su comision; que no dependiese del Gobernador de Chile, ni dé la Audiencia. Que le mandase poner en posesion de la potestad de Gobernador del obispado de la Concepcion, i que en todo le dejase gobernar a su arbitrio sin mas sujecion que a su Exelencia en las materias que hiciesen relacion a la paz o a la guerra. Este es el capitulo de la real órden, que hace a nuestro intento. .... «Así mismo he mandado que el dicho padre Luis de Valdivia, vuelva a ese reino, como vos lo pedis, por ser persona de quien por su prudencia, gran celo i experiencia de las cosas de Chile, os podreis ayudar para disponer la paz i guerra defensiva de aquel reino, donde él ha asistido por tantos años entre los indios de paz i guerra, i ha sido bien recibido de ellos i os podrá ser instrumento a propósito, para que mediante su industra i doctrina, i ayuda de los padres de su relijion que van con él, se sigan los buenos efectos que se pretenden, a los cuales hareis proveer de mi real hacienda de lo que hubieren menester para su sustento, viajes i ministerios en que se han de ocupar. I que el dicho padre Luis de Valdivia lleve la mano autoridad necesaria para acudir a las cosas de mi real servicio, i a la composicion asiento de aquella tierra que se ofrecieren, i asi os mando que la cometais i encargueis juntamente con el Gobernador que yo le he mandado al padre Luis de Valdivia acuda a ello. I tambien he mandado escribir a los indios recien pacificados a los de guerra den creencia al dicho padre Luis de Valdivia, asegurándoles que se les cumplirá lo que de mi parte les ofreciese sobre su buen tratamiento, i aliviarlos de los servicios personales i los demas medios que se tomaren. i esta carta i los demas despachos se os envía con ésta, para que el dicho padre Luis de Valdivia use de ellos conforme a la órden, i las limitaciones que le dieres, advirtiendo que solo ha de estar subordinado a vos en las cosas que le cometiereis, sin que el dicho Gobernador i Audiencia de Chile impidan, ni estorben, ni tengan dependencia de ellos, sino la buena correspondencia, que es justa; i todo os lo remito, como queda dicho, para que como quien tiene las cosas mas presentes lo dispongáis, como mas convenga al servicio de Nuestro Señor i mio, paz i quietud de aquel reino.

El Gobernador de Chile recibe otra real órden, i en un capítulo el dice el rei lo siguiente ..... «No os entremetáis en estorbar e impedir o conocer de ninguna de las dichas causas, que como dicho es, se cometieren i encargaren por el dicho mi virrei al dicho padre Valdivia, en manera alguna; antes le dejad usar de ella libremente, i sín pedirle que exiba mas instrucciones i recaudos que la provision de dicho mi virrei, en que le cometa la visita jeneral de ese reino, o su traslado autorizado, para lo cual i lo a ello anexo i dependiente de todos los casos i cosas que os lo pidiere i hubiere menester, le dareis todo favor i ayuda, que así es mi voluntad, i conviene a mi servicio i ejecucion de las resoluciones referidas, i no fagades ende so pena de mi real desagrado.»

I en otra dirijida al mismo Gobernador, explica así el soberano su real intencion . . . . . «El Rei . . . . . Alonso de Rivera, a quien he promovido por mi Gobernador i Capitan jeneral de las provincias de Chile, i presidente de mi real Audiencia de ellas. Habiéndome propuesto mi virrei del Perú algunos medios sobre cortar la guerra de Chile, i aliviar los indios de paz del servicio personal, e introducir doctrina predicacion evanjélica entre los de guerra, he visto sobre ello al padre Luis de Valdivia de la Compañía de Jesus, que el virrei envió para informar de todo. I discurriendo sobre la materia largamente, lo he remitido al dicho mi virrei, para que conforme las advertencias que le envian, i el estado i disposicion de las cosas, se haga esperiencia de la guerra defensiva, o se siga como hasta aquí. I por relacion del padre Luis de Valdivia i por cartas de otros relijiosos i personas de aquel reino, os he vuelto a elejir i proveer en los dichos cargos de mi Gobernador i Capitán jeneral i presidente de mi real Audiencia del dicho reino de Chile, que con esta os mando enviar los títulos, i os encargo que recibiéndolos dispongáis vuestro viaje i partida a aquellas provincias i acudáis a todas las cosas que el virrei os enviare i medios que elijiere para la guerra defensiva i aliviar a los indios que están de paz, del servicio personal, que por lo mucho que para todo esto podia aprovechar la esperiencia, doctrina i letras del padre Luis de Valdivia, le he mandado volver a aquel reino con 12 padres de su relijion, para que os ayuden a ejecutar en órden a la paz, doctrina i buen tratamiento de los indios. I en todo entendereis con el celo i cuidado que de vos fio, teniendo mui buena correspondencia con mi virrei, i demas ministros eclesiásticos.»

I a consecuencia de todo, el virrei del Perú libró al padre Luis los correspondientes despachos con toda la autoridad necesaria, i son los que siguen. «Don Juan de Mendoza i Luna, marques de Montes-claros etc. Por cuanto S. M. por una real cédula fecha 10 de diciembre de 1610, se ha servido cometerme, i encargarme la ejecucion de la resolucion que ha tomado para cortar la guerra del reino de Chile, haciéndola por ahora solamente defensiva. I así mismo manda que demas de poner medios para el buen tratamiento de los indios, que están de paz, i para que los que en adelante la dieren, todos sean bien tratados, pagados i aliviados del servicio personal que al presente pagan a sus encomenderos, i que por tantas cédulas i. ordenanzas está mandado quitar. I en ésta se sirve S. M. mandar se vaya introduciendo i haciendo guardar en aquellas provincias lo que tiene mandado ejecutar en éstas acerca del servicio personal, i en todo aquello que el estado de la tierra, i su conservacion, crianza, labranza, i provisiones de la tierra dieren lugar, suspendiendo la parte que importare para los efectos referidos, i que se haga la tasa de lo que los indios de paz, i que están repartidos, han de pagar a sus encomenderos, procurando que sea con toda justificacion, i de modo que en niguna manera reciban agravios, ni se desacierte la promesa del buen tratamiento i alivio que todos han de tener, i que se les pague lo que se les tomare, i el servicio que hicieren, para que entiendan que pagando su tributo i administracion, serán tan libres como los españoles vasallos de S. M., sino tambien descargar su real conciencia, i que sean administrados en justicia, i que gocen de la libertad que la lei natural les dió. I para proveer con la puntualidad que el caso requiere, hice algunas juntas i consultas de personas graves i de intelijencia, i habiéndolos oidos, pude enterarme que era conveniente i preciso ántes de pasar adelante hacer visita jeneral en dicho reino, para saber i averiguar algunas cosas, que han de ayudar i guiar la resolucion. I que eso sea por mano de quien tenga gran satisfaccion i celo del servicio de Dios Nuestro Señor i de S. M. i la entera fidelidad, que cosa tan grave pide. I porque estas partes concurren en el padre Luis de Valdivia de la Compañía de Jesus, i su majestad se sirve encargar que las cosas de la pacificacion, doctrina i asiento de la guerra de aquel reino se comuniquen con él, i yo quedo con entera seguridad, de que poniendo esta causa en sus manos tendrá todo buen suceso: por tanto, en nombre de S. M. i en virtud de sus poderes, comision que para ello tengo, elijo, nombro i proveo al dicho padre Luis de Valdivia para visitador jeneral de las provincias de Chile, para que haga la dicha visita jeneral en conformidad con la instruccion que lleva mia, con el cuidado i puntualidad que se fía de su prudencia, relijion i cristianismo en su modo de proceder. I que todas las dilijencias que hiciere las vaya poniendo por autos con dia, mes i año; fecha en la ciudad de los reies a 29 de marzo de 1612.»

Conociendo el padre Luis el carácter de los indios, i que hace en ellos demasiada impresion de novedad, pidió al soberano el perdon jeneral que su real piedad se dignaba concederles, lo decretare i espidiese en una cédula dirijida a los mismos interesados. I como el piadoso monarca deseaba con vivas instancias su pacificacion i conversion a nuestra verdadera relijion, mandó estender la siguiente: «El Rei Caciques, capitanejos, toquis e indios principales de las provincias del reino de Chile, i en especial los de Arauco, Tucapel, Cutyray, Guadaba, Puren, Quechereguas, Angol, Imperial, Villarica, Valdivia i Osorno, i de cualesquier otras de la costa del mar del sur, o de la cordillera grande, así a los que de presente estáis de guerra, como a los que en algún tiempo lo estuvisteis, i ahora estáis de paz. Del P. Luis de Valdivia de la Compañía de Jesús, que vino de ese reino a estos de España por orden de mi virrei. del Perú, a representar algunos medios que os podrían ayudar a vuestra pacificacion i quietud, he sido informado: que la ocasión i causas que habéis tenido para vuestra rebelión, i perseverar en la guerra tantos años, han sido algunas vejaciones i malos tratamientos que recibisteis, cuando estuvisteis de paz, de los españoles, i en particular el servirlos personalmente, siendo lo uno i lo otro contra mi voluntad. Porque lo que con mas cuidado se ha proveído i ordenado por mí, i por los católicos señores reies, mis progenitores, ha sido que seáis aliviado de toda vejacion i agravio, i tratados como hombres libres, pues no lo sois ménos que los demás mis vasallos españoles e indios de mi corona. I la causa de no se haber ejecutado por mis gobernadores puntual i precisamente las cédulas que sobre éste, están dadas en diferentes tiempos, ha sido el haber andado embarazados i ocupados en la guerra, i por la turbacion de ella, con que se han escusado de no haberlo cumplido. I doliéndome con los trabajos que pasáis con la continua guerra, que hasta aquí se os ha hecho, que os trae por los montes i quebradas cargados de vuestras mujeres e hijos, sin tener habitacion, ni casa segura en que vivir, ni gozar de vuestras propias tierras, chacras i ganados, expuestos al cautiverio i muertes violentas; deseando principalmente la salvacion de vuestras almas, que alcanzareis viviendo en el conocimiento del verdadero Dios, criador del cielo i de la tierra, recibiendo la fe de Jesucristo, su hijo redentor nuestro, que es la  profesamos los cristianos, sin la cual nadie se puede salvar, ni ser vosotros instruidos en ella, mientras dura la guerra, i la inquietud que con ella traéis. I considerando cuan propósito son para lo uno i lo otro los medios que mi virei;, del Perú me ha propuesto, le he mandado escribir, i a mi gobernador de ese reino de Chile, que se atienda luego a la ejecucion de ellos, aliviando ante todas cosas a los indios de paz del servicio personal, i otra cualquiera vejacion i molestia que padezcan, i que se Baga con vosotros lo mismo, reduciendo de paz i al amparo de mi corona, i que seréis tratados como los demás mis vasallos, sin ningún género de yugos i servidumbre. I que para mejor podáis conseguir esto, no consientan que ninguno de mis capitanes, de los muchos que tengo i sustento en mi reino, entre de aquí adelante en las tierras de los que estáis en guerra i rebelamos, a hacheros ninguna de las ofensas i molestias que hasta aquí se os han hecho. I al dicho P. Luis de Valdivia le he ordenado, que vuelva a ese reino, para que en mi. nombre i de mi parte, trate. con vosotros los dichos medios mui en particular. I os ruego i encargo le oigáis mui atentamente, i deis entero crédito a lo que es dijere acerca de esto, que todo lo que él os tratare i ofreciere de mi parte, tocante a vuestro buen tratamiento, i alivio del servicio personal i de las demás vejaciones, se os guardará i cumplirá puntualmente. De manera que conozcáis cuan bien os esta vivir quietos i pacíficos en vuestras tierras, debajo de mi corona i proteccion real, como lo están los indios del Perú i otras partes, perdonados todas las culpas i delito, que en la prosecucion de tantos años de rebelión habéis cometido, así vosotros, como los mestizos, morenos, soldados españoles  fugitivos,  i otras personas que se flan ido a vivir entre los que estas en guerra. I pare, ayudar mas a este intento, le he ordenado al P. Luis de Valdivia asista con vosotros en ese reino, i tenga el cuidado espiritual de vuestras almas, favoreciendo i amparando a todos los que os redujereis a la paz i quietud. Para lo cual, i para el cumplimiento del buen acierto que deseo de ese reino, le he mandado dar la malo i autoridad necesaria, para que podáis acudir a él con toda confianza,  i cine él me avise siempre de lo que bien os estuviere. I así mismo envío de estos reinos con el P. Luis de Valdivia, otros PP. de la Compañía de Jesús, para que os hagan cristianos i os instruyan en las cosas de la santa fe católica. Oírlos deis de buena gana, que yo les he encargado mucho os traten con amor de padres espirituales, i os amparen i favorezcan; i espero en nuestro Señor os alumbrara vuestros entendimientos, para que conozcáis cuan bien os estará esto para que gocéis de vuestras tierras, mujeres e hijos i andados, salvando vuestras almas, que es lo que de vosotros solamente se pretende. Dada en Madrid a 10 de diciembre de 1610.–Yo el reí.– Por mandado del rea, nuestro señor.– Pedro de Ledesma.»

El P. Luis con su natural sagacidad i elocuencia avisó infinito los deseos del soberano aceren de la conversión i pacificacion de los indios. Conoció era fácil alcanzar de su. real piedad cuanta pareciese conveniente a este fin, i le suplicó alcanzase de la santidad de Paulo V, algunas indulgencias que estimulasen a los fieles a rogar a Dios S prosperase su comisión. Entró él reí por este pensamiento, i a su instancia concedió las que más abajo se esperasen, i que. Me resolví a referir cuando me determiné a no omitir la noticia de todos los resortes que puso en movimiento el P. Luis, para facilitar la ejecucion del pensamiento frustrado entonces i también en nuestros tiempos, sin embargo de haberlo retocarlo sus hermanos i adelantado un poco. Me che tomado este trabajo para que si alguno intentase en adelante su le sirvan de gobierno los fundamentos  sobre que las fué establecido,  i las funestas  consecuencias que de el se siguieron en una i otra ocasión, i ponga las precauciones conducentes a evitarlas.

Indulgencias concedidas por el  Paulo V en su breve pastoras eternas de 13 de octubre   de 1619, expedido a solicitud  del señor don Felipe III.

Primeramente, cualquiera que hiciere  reaccion a Nuestro Señor por la conversión de los indios del reino de Chile i reduccion a la paz i quietud de los indios  rebeldes, sin guerra ni derramamiento de sangre, gane cada vez que esto hiciere remisión de la tercera parte de su pecados, i pueda aplicar esto por una alma del purgatorio. I las idas de fiesta de Nuestro Señor i de su Señora Santísima Madre i de los apóstoles, oyendo misa por esta intencion, gane induljencia plenaria, siendo empero confesado i comulgado.

2..º Cualquiera persona que en orden a dicho fin de la reduccion de los indios, conservacion de ellos en la paz, ejercitare alguna obra de virtud, de caridad o de misericordia o de justicia con los indios de paz, como darles limosa, o amparándolos, o defendiéndolos de alguna agravio que se les hiciere, o haya fecho en sus personas, o las de sus hijos, o en sus haciendas, o curándoles en sus enfermedades, siendo confesado i comulgado, gane indulgencia plenaria, i aplicada por las almas del purgatorio gane lo mismo para una de ellas.

3. ° cualquiera persona que ayudare a la conversión de los indios rebelados por si por o tercera persona, o por buenos medios i suave, sin derramamiento de sangre, con el fin que sus almas se salven, i se pacifique aquel reino, cada, vez que esto hiciere, gane indulgencia plenaria i remisión de la mitad de sus pecados, i se pueda aplicar por una alma del purgatorio.

4. ° Cualquiera persona que convirtiere algún indio infiel o ya con. Vertido lo bautizare, o al ya bautizado predicare doctrina, o administrase alguno de los sacramentos, por cada vez siendo confesado i comulgado, o dicho misa, siempre que esto hiciese, gane indulgencia plenaria, i pueda aplicarla para sacar alguna alma del purgatorio.

5. ° Cualquiera indio que acudiere a oír la doctrina cristiana, o el sermón o la misa, o asistiere a su cofradía, o a oír los empleos, o a la disciplina, cada vez que esto hiciese gane indulgencia plenaria i remisión de todos sus pecados.

6. ° Cualquiera de las personas dichas, que se hubiere ejercido en algunas de las obras referidas, todas las veces que se viere en peligro de muerte, diciendo tres veces; Jesús, con la boca o corazón, gane indulgencia plenaria, siendo a lo ménos contrito, no pudiendo ser confesado i comulgado.

7. ° Cualquiera persona que habiendo confesado i comulgado hiciere oracion por un cuarto de hora mental o vocalmente, rogando a Dios por los fieles arriba dichos, i en particular por los que ejercitan obras de caridad justicia con los indios de dicho reino, gane el dia de la Asuncion de la Santísima Virgen indulgencia plenaria visitando una iglesia, i aplicadas por las almas del purgatorio saque una de ellas.

Armado el P. Luis de armas espirituales i temporal, i revestido con la jurisdiccion eclesiástica i secular, i con los referidos poderes de S. M. i vire del Perú, (1612), entró en la ciudad de la Concepcion con doce jesuitas que llevó de estos reinos, se hospedó con ellos en la casa del gobernador, para dar principio a la pacificacion i conversión de los indios. Autorizado su reverendísima con las facultades que hemos visto, hospedados en casa de un capitán general, honrado i cortejado de él, como sus circunstancias merecían i lo pedía su comisión, parece que no podía apetecer mas para el establecimiento de un sistema, que además de estas circunstancias tiene la favorable cualidad de ser todo él tirado i dirigido a beneficio de los mismos con quienes se habla de negociar.

Lo primero, pues, que hizo en prosecucion de su sistema, fué pasar orden circular a los comandantes de las plazas i puertos de la frontera, para que suspendiesen las hostilidades que hacían contra los rebeldes, i para que las parcialidades supiesen su comisión, i las mercedes i las franquicias que el reí les hacia, puso en libertad muchos indios que estaban presos, i los envío con otros que llevó del Perú, a donde habían sido estañados, para que viendo a los de su mismo país i que el P. Luis les daba libertad i se los enviaba, se le aficionasen los caciques de guerra, i le creyesen. Quiso todavía insinuárseles mas en la voluntad. Conocía prácticamente que son interesabais en sumo grado, i les envió galantemente vestidos llenos de bujerías, como vidrios, agujas i otras menudencias que nadan, valen i ellos estiman en mucho. Les constituyó embajadores suyos, i les instruyo con prolijidad En el objeto dé su legaría, Mes dió a entender el contenido de las reales cédulas.

Viendo los caciques la suspensión de hostilidades, se persuadieron de la verdad de la embajada, i entraron en deseos de oírla del  P. Luis. Orientado, de ello su reverendísima, se paso en marcha para la plaza, de Arauco, (julio 10 de 1612). Allí hizo saber a su comandante Alvaro Nuñez de Pineda las instrucciones de soberano, para inducirle a que concurriese al mismo fin. Tuvo noticia de que el sargento mayor Alonso de Cáceres i Saavedra, que se hallaba en Lebú, acababa de hacer un cruel castigo en los caciques que había hecho prisioneros, i le escribió reprendiéndole su crueldad, i dándole orden para que cumpliese la que poco aretes se le había mandado acerca de la suspensión de hostilidades en tierras de los enemigos. Al mismo tiempo envió mensaje a los caciques de Lebú que se rebelaron, siendo el mismo Cáceres  comandante de aquella plaza despues del alzamiento general, para que se redujesen a entrar por conciertos de paz, supuesto que el riera les perdonaba los delitos pasados: admitieron el partido i dejadas Pullas las armas se redujeron 600 indios tole mas de tres mil mujeres i niños.

En estas circunstancias llegaron cinco caciques de Catyray, primera parcialidad de lees de manifestarle sus deseos i los de otros capitanes, querían satisfacerse, del mismo P. Luis el perdón jeneral i la liberte de la servidumbre personal que era lo elle se les hacia, ménos  persuasible. Manifestó su reverendísima inclinacion alocare la jornada, i procuró apartarle de esta resolucion el comandante de Arauco, haciéndole presentes que aprecia demasiada aceleracion aventurares con unos bárbaros; jamas guardaban fidelidad. Persuadido el P. Luis de que no se alcanzaron  las grandes empresas sin aventurar albo, que debia hacer la fineza de poner de riesgo su vida por Dios, por el rei i por el bien de la paz, lisonjeado de que aquellos cinco caciques, a nombre de los demas, decían que si las paces eran verdaderas, i tales corno las pintaron los primeros embajadores, desde luego las querían admitir; prometian el seguro de su persona, haciéndole ver que no debía recelar su reverendísima pues no iba a Hacerles guerra, sino a tratarles de paz; i por otra parte orientado de que estaban en Catyray muchos caciques la se resolvió a entrar confín, hilases nardo que dos soldados para el cuidado de su persona i un intérprete, aunque no necesitaba de este auxilio, porque entendía i hablaba perfectamente el idioma chileno; pero era espresa orden del virrei.

Antes de llegar a Catyray salieron a recibirle sin armas ocho caciques de los de guerra, i manifestándole el gusto que tenían de verle en sus tierras, le condujeron al lugar de la asamblea en donde se hallaban todos los inmediatos a la frontera. Tomo asiento su reverendísima en el congreso, i el cacique Hauyguinilla abrió la asamblea con una oracion reducida a tres puntos: t.° tributar al P. las debidas gracias por los buenos oficios que interponga a su favor i darle a, entender el indecible gozo, contento i alegría, que les causaba su presencia en aquella tierra de guerra, 2.° protestarle la entera, fe que a todo el contenido de la embajada prestaban los caciques i los ancianos, pero que la chusma no se podía acomodara persuadirse de una paz sin servidumbre i que lo atribuían a estratagemas de los españoles, para mas asegurarlos, 3.° darle los mas expresivos seguros de su vida, empeñándose en quitarle los recelos de perderla en sus manos, si acaso esta debilidad podía tener lugar en el grande espíritu del P. Luis.

Les oyó atentamente su Rma. i reprodujo la firmeza de la palabra real que se les daba de que no servirían a los españoles. Que tenia de ellos toda confianza, i estaba, mui seguro de que no peligraba su vida, aunque no hacia caso de ella, pues muchos veces la Rabia expuesto por su bien i descanso, atravesando peligrosos mares. Que ellos eran buenos testigos de que en otras ocasiones la aventuró, sin temor alguno por salvar sus almas, i por abrir las puertas de la paz i del evangelio, i que por lo mismo se persuadiesen de que no podían caber recelos en él, cuando ellos se las abrían de par en par. Les hizo ver las disposiciones que tenia dadas para la suspensión de hostilidades, i pasó a persuadirles saliesen a presentarse al Gobernador, asegurándoles hallarse de un mismo dictamen con él, en virtud de las reales órdenes, de que ya les habla dado individual noticia Le replicaran que no era tiempo, i lo prefijaron para cuando estuviese la paz admitida de todos los caciques de guerra, proponiéndole se determinase a pasar con ellos a la parcialidad de Namcu, en donde estaba la junta jeneral de toquéis, capitanes i caciques.

No se embarazó el padre Luis. Se resolvió a ir, i tomando su consentimiento, les pasó aviso Huayguinilla, para que ninguno faltase aquel congreso. Después de haber caminado dos días por veredas escusadas i peligrosas, llegó su Rma. al paraje. Le hicieren sentar en lugar preferente i alto, i ellos tomaron asiento en el suelo, como acostumbran. Hizo Guayguinilla la apertura de aquella segunda asamblea con otra oracion de hora i media, dirigida ida a entregar en manos de los caciques que la componían el padre Luis a quien deseaba oír. Les encargó le oyesen con atencion i respeto, i que fuesen dóciles a. su voz. Concluida la arenga, comenzó la suya el toqui jeneral de Catyray, i puesto de pié, peroró con elocuencia felicitando la llegada del padre Luis i haciendo ver la alegría, que les causaba tenerle en sus tierras, para oírle la embajada que les halda enviado.

Terminado este razonamiento, le correspondió al padre Luis hacer el suyo, i echa la salva, de que siendo embajador del reí del cielo, i del mayor monarca de la tierra, cuya persona representaba, no había de hablar en pié, sino sentado, apurando toda su retórica, les hizo una breve esplicacion de los principales misterios de la religión, i se introdujo con mucha naturalidad en los puntos de su comisión dándoles a entender la paz que les llevaba de un rei de la tierra, i los medios para conservarla. I como su Rma. poseía ciertos golpes de prudencia, no perdía ocasión, i viéndolos suspensos, i en una especie de absorto,

se aprovechó de esta oportunidad. Sacó entonces todas las reales cédulas, las presentó a la vista de la multitud, i les dijo, que las mirasen i advirtiesen, que no venían escritas con plumas, como escriben los españoles las cartas, sino que venían impresas como los libros, i les mandó ponerse de rodillas, para venerarlas debidamente. De aquí pasó a que el intérprete se las declarase clara i distintamente, i asegurando su entero cumplimiento, de que quedaron satisfechas, i por ser cerca de las nieve de la noche, se dejó el punto abierto para el otro día.

Aquella noche dieron al padre Luis una numerosa guardia para seguridad de su persona. Venido el dia celebró su. Rma. El santo sacrificio de la misa, i después tomando cada. uno su asiento, les dijo: "no receléis que se os deje de cumplir cuanto el rei os promete. Para eso ha enviado al Gobernador Alonso de Rivera i a mí con otros padres de mi religión, para, que os ampararnos i defendamos Ya visteis que apenas llegué, cuando mandé que ningún capitán os hiciere la guerra, i el Gobernador mandó lo mismo en todas las plazas i fuertes cíe la frontera. Ya poda estar seguros i quieto en vuestras casas No entrara en ellas ningún español, ni os obligara a servir. Los padres de la Compañía vendremos a predicaras, doctrinaras, pues él rió nada mas quiere de vosotros, sino que seáis cristianos, i que todo. Seamos de una misma relijion; porque de este modo serial paz firme i duradera. Los españoles para ningún asunto entrarán en vuestras turras, pero tampoco vosotros entrareis a las suyas a hacerles mal, i con este método gozarán todos de la paz. Una línea, que será el Biobio dividirá los límites de ambas naciones.» Dirijiéndose a los indios soldados, les habló de esta manera: vosotros son los que inquietais la tierra, i causáis tantas revoluciones. ¿Qué sacáis de la guerra? Muertes, cautiverios, prisiones, hambres, pérdidas de vuestros ganados i aniquilacion de las estancias, incendio de vuestras casas, efusión de sangre, abandono de vuestros hijos, pauto de vuestras mujeres, i destierro de vuestra patria. Esto es lo que trae la guerra. ¿Quién no ama a los hijos? Quién no guarda la hacienda? Quién no estima la patria? Quién no busca la libertad? Quién no procura el sosiego? Pues si todo esto os envía vuestro reí, por qué no lo recibiréis con los brazos abiertos? Por alcanzaros tanto bien navegué tres mil leguas i fuí a hacer  presente a su real piedad vuestra malos tratamientos de Es en encomenderos, los trabajos en que os tenían, las obligaciones de los i las dobles tareas que os imponían. I el piadoso soberano condolido de vosotros i de a vuestros agravios, irrogados contra su voluntad i contra sus reales mandatos, me volvió a enviar i camine otras tres mil leguas por venir a sacaron de trabajos i quitaras el trabajo Por adquirirás el descanso, i traerás la salvacion de vuestras almas. Finalmente  he venido a vuestras tiernas contra el común sentir de todos, que me decían erais traidores, infieles, hombres sin leí, ni razón ni buen trato. Pero como os conozco, i sé que son hombres, i os debéis gobernar por discurso, i  conocéis el bien, que deseáis vuestra quietud, i que amáis vuestra patria, fué defendéis vuestra libertad, i que estimas a vuestros parientes, hijos i mejores no temí, ni elle recelé entrar entre vosotros, ante sí, me metí seguro entre vuestras lanzas i entregué entre vuestras mazas. I si alguno de vosotros quiere guitarree la vida, bien puede, que abierto tengo el por lo, i descubierto el corazón. Sáquele el que quisiere, i admira el amor con que es pisco i el celo con que procuro vuestro bien. El morir seria ganancia para; mí, porque iré a gozar de mi Dios i Señor; i dar por vosotros la vida me seria de gusto i de gran satisfaccion, pues lo mejor i mas florido de ella he pasado doctrinados, i la he puesto a riesgo en esos mares, por hacemos bien.»

Aun no había concluido el padre Luis si, oracion} cuando se puso de pié el toquí jeneral de Carampangue  i con semblante grave i elocuentes palabras, le contesto así ¿quien, estando yo aquí padre mio, se Había de atrever a ofenderte? ¿Qué lanza Se de enristra para atravesarte el pecho que mío? No Somos tan bárbaros, copeo nos suponen, ni tan faltos de discernimientos  como nos pintan, ni tan traidores como nos fingen. oculta, el bien que el reí, el gobernador nos hacen, ofreciéndonos una paz que nos está bien, procurando mi nuestro sosiego, dándonos la libertad i quitándonos el servicio personal , i al reí, al gobernador i lo sabremos agradecer. Todos unánimemente conformes queremos sin paz, si ha de ser como dices, i yo te ayudaré a persuadir a todos De del país interior de quienes ene prometo la abrazaran como nosotros, si es verdadera paz la que se nos promete La que hasta ario se nos  ha ofrecido no ha sido paz, sino cruel guerra que con titulo de paz nos han hecho los españoles, haciendo que la paz sea pesada servidumbre i cansa de infinitos agravios. Si la que nos traes es cono la que hasta el dia hemos tenido, ninguno la quería admitir quo en ese caso mas de paz nos estamos estándonos de guerra pues entre nosotros no hai servidumbre, ni quien se haga señor de la libertad, ni de las tierras ajenas, ni hai quien nos azote, nos dé palos i nos tenga trabajando de sol a sol. I no pienses padre mio, que en darnos el reí nuestras tierras i nuestra libertad, nos da algo que nosotros no tengamos por nuestro brazo i el favor de nuestras armas. Sabed, que con ellas mantenemos nuestra libertad, defendemos nuestra tierras, ofendemos al que nos maltrata, i sacudimos el pesado yugo de la servidumbre. Pero, si la paz que nos trae es para no volver a la servidumbre de los encomendados, será verdadera paz, i no tendremos ocasión de volver a las armas para recuperar nuestra libertad, para vengar agravios, i para apartar de nosotros la violencia. Debes tener por cierto, padre mio, que aunque los españoles nos tienen por fáciles por fingidos, i sin firmeza, si se nos hace buen tratamiento, i se aleja de nosotros la servidumbre, antes dejará de alumbrar el sol, de producir flores el campo, que faltar nosotros a lo pactado. Hasta ahora al que nos venía a tratar de paz le quitábamos la vida como a enemigo de la patria, porque con ella nos introducía la guerra. Padre mio, no podréis negar, que vivíamos en paz antes que los españoles entrasen en nuestras tierras, i con la paz nos multiplicábamos en tanto número, que no cabríamos en los campos. Después que nos trajeron su paz, se apareció entre nosotros la guerra, nos hemos consumido, se han menoscabado nuestras haciendas, nos han echo serviles, derramaron sobre nosotros, i sobre nuestras posesiones todos los males, i nos condujeron hasta el extremo del despecho i de la desesperacion. Nos hicieron en fin tomar las armas i valernos de la fuerza. Dejaremos estas con gusto, si por los medios que nos traes, se aleja de nosotros la servidumbre. No pasaremos la línea, i castigaremos al que entrare en las tierras de los españoles. Daremos paso franco i libre para la correspondencia hasta Chile, i recibiremos la fe de Jesucristo, que nos predicas.»

Con esto finó la asamblea, i los caciques dándose mutuamente los parabienes i congratulándose, acordaron de acompañar al padre Luis hasta la ciudad de la Concepcion para que los presentase al Gobernador, i se afianzasen las pretendidas paces. Acompañado de este glorioso triunfo, entró su reverendísima en la ciudad, i fué recibido del Gobernador i de los principales caballeros de ella con las demostraciones de alegría, que correspondían a tan feliz suceso. Aplaudían todos el celo del padre Luis, engrandecía el Gobernador el lustre i brillo que daba a su gobierno, por haber conseguido en un dia con la amabilidad lo que era difícil alcanzar en muchos años con rigor. No hallaba expresión que hacerle, i le pidió dispusiese como Gobernador del reino, porque en su celo i prudencia mejoraban sus aciertos, i los aseguraba mas que en sus propia disposiciones.

De estos felices principios se prometieron todos el pretendido fin, ménos aquellos capitanes antiguos, que cansados de servir i de tratar a aquellos bárbaros, conocían a fondo su carácter, i con la licencia que da aquella ancianidad quien acompañan juiciosas experiencias, contradecían el arbitrio, poseído de un Honroso celo del bien común, del servicio del rei i de la patria.

Honraron, obsequiaron i regalaron a los caciques, i antes que se separasen de la ciudad de la Concepcion, se dispuso la demolicion de las plazas i fuertes, i se señaló por línea el río Biobio. Determinaron al mismo tiempo el Gobernador i el padre Luis, que el alférez Silvestre Melendez, que hablaba perfectamente el idioma de los indios, acompañado del cacique de Catyray, llevase una embajada a los caciques de Puren: Ancanamun, Pelantaru i Unobilu, que eran los mas guerreros i mas rebeldes concibiendo el padre Luis i no sin fundamento que suavizados éstos, entrarían los demás sin la menor dificultad en los ventajosos conciertos de la paz que se les proponía.

Se despidieron los caciques i partió Melendez a su legacía. Fué admitido de los de Paren. Ancanamun que como Gobernador de toda la tierra de guerra, era obedecido en ella, le dió gula para la Imperial en donde hizo la misma deficiencia manifestando i dando a entender las reales cédulas. Los indios para satisfacerse del contenido de ellas i de la verdad de Melendez, condujeron al capitán Alonso de Quezada, a quien tenían cautivo, i le mandaron las tradujese para cerciorarse, i ver si su traduccion confrontaba con la que les había hecho Melendez. I cerciorados de la verdad, le hicieron pasar hasta Osorno. I el cacique Ancanamun le paso mensaje al padre Luis pidiéndole se abocase con él en Paicaví,  para oír de su reverendísima lo que le envió a decir con Melendez, i para tratar de los medios que convenía practicar para sentar i establecer una paz jeneral.

No distó el padre Luis de hacer esta importante jornada, que tuvo los buenos efectos de haberse hecho garante de la paz el mismo Ancanamun, i el de haber prestado su consentimiento para que se empezasen a establecer las casas de conversión en el país interior. Melendez regresó con la noticia que habla sido bien recibida su embajada en todas partes desde Paren hasta Osorno, i el mismo Ancanamun marchó a cumplir lo prometido dirijiéndose a la Imperial.

El infatigable celo del padre Luis no tenia un instante de reposo. Volvió a la ciudad de la Concepcion, conferenció con el Gobernador la sesión tenida con Ancanamun, i resolvieron poner conversares en Monterrey para que se fuese insinuando primero en la voluntad de los indios de paz, i envió a la provincia de Chiloé dos jesuitas con el padre Melchor Venegas, autorizándole con el título de visitador de aquella parte del obispado de la Concepcion. I puesto ya todo a punto i medida del deseo, resolvió el padre Luis volver a Paicaví con los padres Gaspar Sobrino, castellano viejo, Horario Vechí, italiano, natural de Sena, i Martín de Aranda, americano, hijo de la. ciudad de Osorno, i que pocos días después marchase el Gobernador con el ejército para enviarlos desde allí a predicar el evangelio i negociar la deseada pacificacion, a la sombra del ejercito que habla de sostenerlos. Todos llegaron a Arauco con felicidad, i desde allí tuvieron que regresar a la ciudad de la Concepcion los padres Luis de Valdivia i Gaspar Sobrino, llamados de los intereses de la religión. No hacían falta, porque el Gobernador i el padre Aranda eran bien eficaces en los negocios de la paz; pero una casualidad echó a perder todo lo avanzado i que hasta allí se Babia negociado.

Mientras que el cacique Ancanamun andaba por la Imperial promoviendo con sus respetos i autoridad la admisión de la paz, se le escaparon tres de sus mujeres con dos hijos, i se pasaron a los españoles de la plaza te Paicaví. Una de ellas era doma María de Jorquera con una hija que tenia de él; las otras dos eran indias cristianas de las que cautivaron en Osorno, i de una de ellas era el otro Hijo. Cuando volvió Ancanamun a su casa i tuvo la noticia, enfurecido salió de sí soltando la rienda al sentimiento. Pero su i su prudencia le moderaron, i recogiendo las velas al el partido del disimulo para negociar por medios suaves recuperacion  de sus fugitivas prendas.

Envió luego un mensaje a los españoles, solicitando la restitucion de sus mujeres i de sus hijos. Alego sus finezas en servicio del reí i de los españoles. Trajo a consideracion el mérito de aullar fuera de su casa i ausente de los suyos conciliando las voluntades rebeldes para que diesen la paz. Ponderó que este servicio, solo a la sombra de su poder i su autoridad, pudo haber tenido los buenos efectos que se experimentaban, i podían apetecerse. Se le contesto con dilatorias i palabras de esperanza; pero él como era nombre de discernimiento lo penetró, i repitió segunda embajada diciendo: «que si labia dificultad en la restitucion de la española por haberse pasado a los suyos, que le restituyesen las dos indias i sus hijos, que eran sangre suya, i no podía haber derecho para que las negasen.»

Esta instancia de Ancanamun puso en cuidado al gobernador i al P. Luis por las consecuencias que podían seguirse. Hicieron junta de teólogos i juristas para resolver el caso. Hubo diversidad de pareceres, como has siembre que se consulta algún asunto por mui claro que sea. Juzgaron unos seria conveniente i lícito restituirle las mujeres, por ser indio poderoso, i por ser el único de quien entonces estaba pendiente el buen suceso de la paz, que no solo cedía en servicio del reí, sino que también conducía mucho para la innumerables almas. Hicieron presente que a su influjo se debía a Pacificaciones de la Imperial, Boroa, Maquechua i Villarica, i que causándoles el grave sentimiento de retenerlas, todo lo a desbaratarlo todo, i Hacer la guerra con mas tenacidad la mayor i mejor parte de los consultores fueron de contrario dictamen fundados en que aquellas mujeres eran cristianas i pie era probable las Media para quitarles la vida así por el rigorismo con que los nos castigan los defectos de las mujeres, congo por que se tenia entendido que una de las dos indias durante la ausencia de Ancanamun se había mezclado en torpes amores con el que les fuga.

Dieron mas fuerza a su opinión con la restauracion de la libertad espesamente favorecida por la leí de volverlas a tan dura servidumbre, i de un señor que usaba mal de su honestidad. I pasaron a el siguiendo la costumbre de los mismos indios, se Con la cantidad i en las especies que ellos acostumbraban pagar cada una de las mujeres; i que si a alguna do ella tenia especial inclinacion, se redujese al cristianismo, i contraería con ella según el rito de la iglesia. Prevalecía esta resolucion, i conforme a ella se respondió a los mensajeros de Ancanamun.

Se hallaba el P. Luis mui embarazado con la fábrica de su colejio de la ciudad de la Concepcion, i dejándolo al cuidado del P. Sobrino, se puso en marcha para la plaza te Paicavi con los PP. Vechi i Aranda para estar a la vista de las resultas de este lance, i para ver desde allí el mejor modo de sosegar a Ancanamun. Este, mas enfurecido con la repulsa, deshizo lo trabajado en la pacificacion, i echó a rodar los buenos principios i progresos del sistema, que fabricado sobre tan débiles fundamentos, no era menester para derribarlo la autoridad i poder de Ancanamun; con la de cualquier capitaneo valiente i de fama publica, sobraba para echarlo todo por tierra, i revolver toda la nacion, como se experimenta con frecuencia, i es consiguiente mui natural en un país donde no gobiernan las leyes, sino la voluntariedad.

En estas circunstancias pasó a Paicaví el cacique Utamblame, toquí jeneral de las parcialidades de Ilicura i Cayucupil, a tratar con el P. Luis del rescate de un hijo que le habían hecho prisionero los españoles. Se lo dió graciosamente  de que se manifestó tan expresivamente agradecido que le pareció a su reverendísima ser aquella ocasión mui oportuna para la primera entrada de los conversares a las tierras de guerra, i que siendo la provincia de Ilicura camino para la de Paren, podían por medio de Utamblame entrar con Ancanamun en buenos conciertos acerca de sus mujeres. Conferenció el asunto con algunos hombres experimentados. Estos, Cayumani, cacique de la parcialidad de Molhuilla, doña María de Jorquera, i una de las indias mujeres de Ancanamun, que despuntaba en racionalidad, no le aprobaron su pensamiento, graduándolo de apresurado, reflexionando que Utamblame era la  tenaz en la guerra que había medido su brazo con todos los gobernadores desde don Garcia Hurtado de Mendoza; tan implacable contra los  españoles, que no perdono jamas al que cayó en sus manos; i tan irreconciliable que aquella era la primera vez que había tratado con ellos, i aun lo había da pruebas de buena fe, ni ménos  haber hecho empeño  do su amistad; con todo el P. Luis paso a tratar el negocio con el. No tuvo dificultad Utamblame para admitir comversores en su país con la condicion que se había de demoler aquella plaza, i al mes que se le restituyeren los hijos a Ancanamun, entregándolos a los dos caciques de restituyeren Puren que le acompañaban, i enviándole buenas esperanzas de, las mujeres.

Contesto el P. Luis sobre los dos puntos diciéndole: «que la demolicion de la plaza estaba ya decretada, como lo experimentaría dentro de breves dial; pero que las mujeres e. hija de Ancanamun eran cristianas; i según la leí de Dios no podían ir a vivir entre jentiles; que si Ancanamun se resolviese a recibir la fe de Jesucristo i quisiese casarse con una de ellas se la darían; que deseaban complacerle en cuanto permitiese la religión católica; i que de contado le entregaban el niño, que no era cristiano, i asegurasen a Ancanamun de que las mujeres i la hija le serian pagadas mui a su gusto, i a su entera i cumplida satisfaccion. Viendo que no le disgustó a Utamblame esta resolucion, determinó en enviar con él a los PP. Vechi i Aranda con el hermano Diego de Montalban.

 Llegaron los PP. conversares a Ilicura, i comenzaron a cumplir con los deberes de su ministerio. No olvidaron el asunto de Ancanamun, i con los caciques conductores de su hijo le enviaron algunos donecillos. Conoció el bárbaro que no le daban sus mujeres porque eran cristianas, comenzó a blasfemar de la leí que se las quitaba, i de los padres que la predicaban. Orientado de que estaban en Ilicura armó 200 indios, i con ellos se puso en viaje por caminos ocultos para aquella parcialidad, resuelto a privar de la vida a todos sus Habitantes, porque permitían en sus tierras se introdujese una religión que les prohibía la poligamia. Entro al asomar el dia en el feliz valle de Ilicura sin ser sentido, i sobre el seguro de ser vecino, amigo i pariente; les tomó desprevenidos (diciembre 13 de 1512). dió sobre los conversares con una cuadrilla, i quito la vida al Hermano Montalban al pié del altar que estaba adornado para que los dos sacerdotes celebrasen el santo sacrificio de la misa. El P. Aranda, luego que sintió el ruido i tropel de la caballería, salió a recibir a: Ancanamun, que enfurecido arremetió sobre su reverendísima, i le dijo: ¿como te atreves embustero a venir a mis tierras a predicar mentiras? Dime ¿donde estan mis mujeres? El P. Aranda usando de su elocuencia, intento satisfacerle con buenas i santas razones, i procuro desenojarle i persuadirle se hiciese cristiano para casarse con la mujer que amaba mas, dejando a la otra que no podía tener consigo, ni ménos usar de ella, porque lo prohibía la leí de Cristo i que acomodándose al uso de su país le daría por ella las pagas que gustase. Con esto se enardeció mas Ancanamun, i prorrumpiendo en blasfemias, dijo: que ni había Dios, ni quería recibir aquella leí, que toda era mentira i embuste, i dió la voz de lape, lape, que quiere decir: mueran, mueran, i sus soldados atravesando al jesuita con las lanzas le levantaron en ellas.

Turculpi, uno de los caciques de la parcialidad invadida, intentó salvar al P. Vechi, i le tomó al razón de su caballo. Advirtió Ancanamun la determinacion del buen cacique, puso espuela al suyo, i dándoles alcance, le quitó allí mismo la vida, diciendo: "mueran estos embusteros, i no quede vivo padre alguno."

Degolló a casi todos los de aquella parcialidad, i se llevo cautivas 92 mujeres, que no tuvieron la felicidad que otras alcanzaron de ganar la fragosidad de los montes inmediatos, i con ellas regreso a Puren donde solemnizó la bárbara i cruel expedicion con sus acostumbradas embriagueces. Para mayor ostentacion de su victoria, se vistió con las sagradas vestiduras. Pusiese un bonete de los PP. conversores, i predicó a los indios de su parcialidad: "que no había mejor religión que tener muchas mujeres: que el era predicador que los jesuitas, i les exhortaba a que tuviesen todas las que pudiesen: que no fuesen cristianos, ni creyesen en Dios cuya existencia era quimérica; que si se hacían cristianos, al momento los embusteros (hablaba de los conversores) les quitarían las mujeres como lo habían hecho con él."

Recogió el P. Luis los cuerpos de sus venerables hermanos, i los puso en la plaza de Lebú, hasta que el tiempo le proporcionó ocasión de trasladarlos a su colegió de la ciudad de la Concepcion, i los depositó en la pared de su iglesia al lado del evangelio, donde creo que descansan sus preciosas cenizas, al ménos no he hallado noticia alguna, ni tradicion de que hubiesen sido estriadas de este depósito.

Luego que sucedió esta desgracia, se retiró el P. Luis a la ciudad de la Concepcion insistiendo con empeñosa constancia en su sistema. El gobernador quiso sostenerlo, deliberó mantenerse en la defensiva, pero no lo pudo verificar; porque persuadidos los indios que todo era enredo i patraña para palear el miedo que concebían en los españoles, hacían repetidas irrupciones con notable perjuicio, i obligaron a que se les hiciese la guerra con el mismo rigor que ellos la estaban practicando.

Se opuso a ella el P. Luis con tanta eficacia que resolvió el gobernador Alonso de Rivera enviar a esta corte al P. frai Pedro de Loza, religioso franciscano, i al coronel Pedro Cortés para que informasen a S. M. los inconvenientes de la defensiva, i para que hiciese presente al monarca la ninguna esperanza que daba el carácter de los indios i su gobierno para que se esperasen buenos efectos de los medios de suavidad. I el P Luis envió por su parte i con sus poderes al P. Gaspar Sobrino para que produjese contrarios informes, apoyase la guerra defensiva i contradijese la que Alonso de Rivera había comenzado a hacer contra los rebeldes.

La corte oyó los procuradores de ambas partes, i consultó al supremo consejo de Indias. Este tribunal tuvo por mas convenientes los medios suaves de paz, i a consecuencia de su consulta, resolvió el soberano se guardase lo que tenia ordenado. Se le escribió al virei del Perú, príncipe de Esquilache, para que la hiciese cumplir, i al gobernador Alonso de Rivera se le pasase expresa orden para que sin réplica diese toda asistencia, favor i auxilio a tan importantes medios. Al propio tiempo mando manifestar al P. Luis su real aprobacion, i le ordenaba: proseguir en su sistema. dió la real orden a la letra para que se vea de que modo cupo insinuarse en la real voluntad la política de su reverendísima no ménos sagaz que dilijente si hemos de hacer justicia, debernos confesar i admirar en el P. Luis un infatigable celo en el servicio de Dios i del reí, superior a todas las contradicciones.

El rei... P Luis de Valdivia de la compañía de Jesús. En mi junta de guerra i de Indias, se han visto las cartas que habéis escrito en que me dais cuenta del estado de ese reino, i lo que convendrá proveer en orden a la guerra defensiva i libertad de los indios tomados en molocas, que se han hecho Fuera de mi orden, i acerca de las reducciones de los indios de la frontera de los de guerra, i por los danos que en ella reciben, i lo demás que advertís. Todo lo cual va proveído en los despachos que lleva el P. Gaspar Sobrino, a quien enviasteis a estos reinos a la solicitud de estos puntos. I os encargo i mando que de una parte vais ayudando a esta resolucion, teniendo la conformidad i buena correspondencia con el mi gobernador, a quien ordeno i mando la tenga con vos. I a mi virrei del Perú i audiencia de ese reino, que os amparen en lo que está a vuestro cargo para que mejor podáis ayudar a las cosa de mi servicio como yo de vos lo fío. Hecha en Madrid a 3 de enero de 1616. Yo el rei. Por mandado del rei nuestro señor Pedro de Ledesma.

Recibidas por el virrei del Perú estas ultimas reales órdenes, escribió al gobernador: He llegado a entender (le dice) que algunos hablan mal de las disposiciones del soberano i me, admira que V. S. lo tolere, i no castigue severamente a quien no respeta i venera los mandatos de su rei; que si no hai enmienda, tomare en m; todo el gobierno i proveeré i despachare todos los empleos de guerra en sujetos que asientan i apoyen lo que  S. M. ordena con tanta prudencia i después de un maduro examen. El reí vuelve a dar al padre  Luis plena potestad para tratar las paces i lleva adelante  la guerra defensiva, i en Cuanto en este punto tenia Determinado, de orden rei nombro por visitador jeneral al licenciado Fernando  de Machado, fiscal de la real audiencia, para que sostenga a las disposiciones  del P. Luis. No se canse V. S. en escribir ni en enviar in formaciones en contra de la paz i de la guerra defensiva, ni ménos en representar en contra de lo que el p. Luis ordena en razón a esto. Los procuradores frai Pedro de Loza i el coronel Pedro Cortes, enviados flor Alonso de Rivera, antecesor de V. S., regresan sin contestacion sobre las proposiciones que hicieron, i las del padre Luis vienen determinadas i aprobadas a consulta del real i supremo consejo de las Indias en los artículos simientes:

1.° Que el gobernador de Chile prosiga la guerra defensiva sin límite de tiempo, i que ni con los indios amigos ni mestizos, se haga entrada a tierras de guerra, ni con color defensa, ni de hacer juntas, sino solo a sangre caliente, si acaso viniesen, seguirlos, quitarles la presa, i castigar a estos tales inquietos, i no mas.

2.° Porque no se ejecutaban las reales órdenes, i ha habido contradiccion de ellas acá, manda S. M. que el virrei nombre persona con el carácter de visitador que las haga ejecutar.

3.° Que el tratar con los indios de guerra pertenezca al P. Luis de Valdivia i a los P. P. do la compañía, sin que se nieta el gobernador ni capitán alguno en esto.

4.° Que los intérpretes del Rei, así generales como particulares, sean elejidos, nombrados, puestos i quitados por el padre Luis de Valdivia, porque por sondear al Gobernador i por hacer la guerra, interpretan con poca, fidelidad. I que a los dile el madre Luis de Valdivia diese nombramiento, les dé el Gobernador título i sueldo; i que el padre los ponga de san, mano tales males convienen, i que no sean infieles a su reí en daño de los indios; i en hallando en ellos falsedad los quite por perniciosos.

5.° Ordena S. M. que para que se cumpla su real palabra dada a los Indios de paz i guerra, i para que acudan al padre Luis de Valdivia con toda confianza, sea su intercesión con el Gobernador eficaz en todas las cosas tocantes al bien, comodidad, i pacificacion de los indios. I que en materia de agravio hecha a los indios contra orden de S. M. se esté en razón a desagraviarlos i guardarles justicia, a lo que el padre Luis de Valdivia, dijese, porque en muchas cosas se les ha quebrantado la, palabra, i se les, ha hecho damos i prisiones, cautivándolos.

6.° Porque el gobernador Alonso de, Rivera prohibía que los padres de la Compañía de Jesús entrasen a la tierra de guerra por la muerte de los tres padres Martín de Aranda, Horacio Vechí i Diego de Montalban, quita S. M. esta prohibicion, i da facultad al padre Luis de Valdivia, para que según i como le pareciese convenir, los pueda enviar.

7.° Que sin dependencia del Gobernador pueda el padre Luis de Valdivia repartir i poner las misiones i los padres de la Compañía, donde conveniente, i a los que a él le pareciese poner. I por las contradicciones que el Gobernador Alonso de Rivera ha hecho a la disposiciones el padre Luis de Valdivia, declara S. M. que al Gobernador toca defender  la raya i gobernar el reino, i al padre Valdivia tratar con los indios de guerra i declararles siempre la voluntad de S. M. e interceder Para que se les cumpla.

8.° Que el fiscal no consienta dote el Gobernador quiera usar de mayoría i nacer su gusto, e interpretar la voluntad de S. M. en estos puntos, cuando esta tan claramente expresada.

9.° Que a los indios cojidos en la guerra que se les ha hecho desde la muerte de los tres padres referidos, que siempre contradijo el padre Luis de Valdivia, ajustándose alas órdenes de S. M. i la hizo el Gobernador Alonso de Rivera contraviniendo a ellas, los declare por libres uno a no el fiscal. I si no están contentos con el señor que tienen, los asienten con otro señor para que sirvan como libres, a quien les acomode.

10. Que los que se recojiesen de aquí adelante viniendo acá a ofenderás, también sean libres, pero que estera presos para trocarlos por españoles cautivos, como lo disponía el padre Luis de Valdivia, i que trabajen en el interin, no siendo cacique o capitán de estima, en servicio del rei, i que se le pague su trabajo.

11. Que los indios de Arauco, Catiray, Ricura i Paicaví, sirvan en sus tierras a Sido. con moderacion i pagándoles todo lo que se les debiere de su trabajo i no concurran fuera de ellas."

Con esta suspencion volvió el P. Luis a la prosecucion de su sistema. Estableció algunas casas de conversión, i encargó a los conversores que procurasen ganar la voluntad de los indios de guerra, enviándoles mensajes de paz con noticia  de las ultimas disposiciones del soberano. I su Rma. conducido de su buena intencion i santo celo fijó su  en la plaza de Nacimiento. Desde allí envió mensajeros a los indios de guerra. Puso en libertad la mayor parte de los prisioneros, i con todos i por todos medios les hacia saber la renovacion de su comisión, las nuevas estracillas órdenes expedidas a su favor, i la reprehencion dirigida al gobernador Alonso de Rivera, con las mas mimas circunstancia de que fué revestida la autoridad de su R., i les propuso nuevamente la paz. Sino fueran hombres bárbaros distantes de toda razón política i sin especie alguna de gobierno, la hubieran cumplido con exactitud, i en diez años se hubieran hecho tan superiores a nuestras fuerzas, que a la sombra de la proteccion del P. Luis se hubieran puesto en estado de meditar contra todo el territorio del obispado de la Concepcion. Carecen de máximas de política i de gobierno, i jamas se Hallaron en su ejercito la obediencia i el buen orden, i por eso no supieron, ni acertaron a aprovechar  la ocasión, que se les entraba por las puertas de su casa.

Estrechados de las repetidas embajadas i mensajes, pasaron a la plaza de Nacimiento doce caciques a tratar de la paz con el P. Luis. Su R. los orientó en todas las cédulas reales, cartas i demás recaudos. Les prometió que ni a los indios que pasasen a robar las estancias de los españoles se les haría guerra, sino que se tendría mucho cuidado en las plazas de armas, i en la línea divisoria para impedirlo, i que en caso de cojerlos en el delito, no se les quitaría la vida, ni se les esclavizaría, i solo se mantendrían en prisión, conforme a lo dispuesto en el artículo 10 de la instruccion del virrei del Perú. Les exhortó Cambien a que concurriesen a su contencion poniendo una partida de 20 indios de caballería, que cuidasen de los cansinos reales, i al mismo tiempo sirviesen de conducir a los PP. conversores, cuando fuesen a predicarles para que ni con este motivo entrase español alguno en sus tierras. Todo lo apoyó o ratificó el gobernador don Lope de Ulloa i Lemus a instancia del P. Luis. I, porque preveía las malas resultas que debían seguirse a este modo de pensar, hizo que un escribano diese fe i testimonio tanto de lo acordado por el P. Luis con aquellos caciques (1618), como de lo que se trataba con los demás que sucesivamente fueron saliendo, i de la instancia de su R. para su aprobacion i ratificacion. El P. Luis hacia que el i mismo escribano le diese los mismos resguardos de los indios i sus dichos, de sus respuestas i de las quejas que sobre sus agravios producían, para hacer constar que sus condescendencias, concesiones i desagravios, eran conformes i consiguientes a las demandas que ponían. Demasiado hombre de bien era aquel escribano, que sin tener el interés al ojo, no sepultaba expedientes de esta clase en un profundo olvido.

Despachó el P. Luis a los caciques mui contentos por mui regalados i obsequiados. Al cebo de las dádivas con que su R. los agasajaba de cuenta del real erario, se presentaban muchos. De corta duracion fué esta concurrencia. El mismo P. Luis lo echó a rodar. Le ocurrió el pensamiento de dar libertad al famoso Pelantaru, a aquel insigne capitán i compañero de Ancanamun, que supo dar traza, i tuvo ardid para sorprender i quitar la vida al gobernador Loyola, i para desposeer al soberano de todo lo conquistado desde los 37 hasta los 41 grados de latitud. Le vistió galantemente, i le envió a conquistar las voluntades de los caciques de Puren, imperial, Villarica, Valdivia i Osorno. Prometió Pelantaru la rendicion de las voluntades de todas estas provincias, (pero que no ofrecerá un prisionero por la libertad?) i salió a practicar las diligencias de su legaría. Llegó a Puren, su patria, en donde tuvo una borrachera que duró ocho días en celebracion de su libertad no esperada. Concluida esta bacanal, celebró junta de nueve parcialidades, a cuyos caciques i jente de guerra, propuso la paz que de parte del rei prometía el P. Luis, i les hizo presente las honras con que su R. le distinguió en la prisión, i con su acostumbrada arrogancia dijo: "que mandaba admitiesen la paz todos los caciques, que estaban presentes."

No bien oyó Ancanamun esta proposicion de soberanía, cuando enristrando su lanza, se fué sobre Pelantaru diciéndole: «aquí no hai mas rei que yo. No quiero paz ni amistad con los españoles, i a los que la admitan les atravesaré el pecho con esta lanza, i les haré una cruel guerra.» I volviéndose al cacique Tureulipí i demás caciques i soldados valerosos, solicitó su aprobacion i consentimiento según sus ritos i ceremonias, diciéndoles: «¿No es así?» Así es, respondieron todos a una voz, i se desbarató la junta, sin que el padre Luis avanzare otra cosa con este paso que dar margen a Ancanamun para reforzar mas su partida.

Insolentados con la contemplacion i demasiada condescendencia, que hemos referido, infestaban las plazas i fuertes de la frontera i tenían siempre sobre las armas a los españoles. Por lo regular jamas volvían sin presa, porque los capitanes españoles amenazados con la privacion de sus empleos, i con el despojo de las esperanzas de sus mérito, i los soldados con el desmayo que causa en la tropa la ventaja que conciben en su enemigo, i éste la tenia en quitar la vida a los españoles siempre que podían, sin otro riesgo que el de su prisión; procuraban huir las ocasiones de pelear. Ancanamun unido desde este lance con el espesado Tureulipi, aprieta la mano en las hostilidades traspasa la línea con mucho atrevimiento, con mucho dato i con muchas muertes de los españoles.

Entonces el Gobernador D. Lope Ulloa hizo junta, de guerra para tratar de poner remedio a tanto nidal. Los jefes i capitanes de que se componía, reflexionaron sobre las tentativas que hizo el padre Luis para pacificarlos, i sobre las repetidas infracciones de unos medios de paz mui ventajosos a ellos. Veneraron las reales disposiciones del soberano, las graduaron no solo de infructuosos, sino también de perjudiciales al público, al estado i al real servicio; i en este punto acordaron representar al soberano con autos, pare, que mejor informado dispusiese lo que fuese de su real agrado. Comisionaron para este encargo, i para negociar de la real piedad un buen refuerzo de tropa, al capita» Iñigo de Ayala. Tomó éste los poderes de aquel ejército, i no perdió un instante de tiempo hasta lograr echarse a los reales pies del monarca.

I en cuanto a la guerra, resolvieron entrasen nuestras armas a su país, tanto por reprimir i refrenar su audacia, como por castigar las muchas muertes que hablan hecho con delincuente infraccion de los justos tratados, a que muchas veces asintieron, i con intolerable abuso de la intencion con que los españoles hacían su defensa en las frecuentes irrupciones con que invadían nuestras fronteras; i que dado un golpe de mano, podía el padre Luis repetir su mediacion, i hacerles conocer que de su parte estaba la falta de fidelidad i la guerra. Se opuso vigorosamente su reverendísima a esta resolucion, i en otra junta de guerra, se determinó ceder a su constante oposicion con apercibimiento que sin pérdida de tiempo contuviese las hostilidades que el mismo P. Luis estaba viendo sufrir con humilde resignacion, en obsequio a la obediencia debida a los reales mandatos.

Llamó su reverendísima a Pelantaru, que al momento se presentó en la plaza de Nacimiento i prometió hacer todo esfuerzo para reducir a Ancanamun, ofreciéndole que si en adelante se le escapasen sus mujeres, i se pasasen a los españoles, se las entregarían sin dificultad con tal que no las castigase. Regresó Pelantaru a procurar por todos los medios el verificativo de su promesa, i lejos de conseguirlo, vio el P. Luis al cacique Lientur, que residía cerca de la plaza de Nacimiento, unido con Ancanamun, hostilizar las estancias de los españoles desde Taboleu hasta Monte-rei. I con todo viendo su reverendísima que el gobernador se disponía para salir a campaña, repitió su contradiccion, pero con ella ni contuvo al celoso Gobernador, i dió mérito a que se le atribuyesen, aunque injustamente, extraviados designios, que sus émulos acabaron de abultar, viendo que también Pelantaru se unió al partido de Ancanamun, i atrincherado, en el monte de Nahuelbuta i de Puren, mandaban un numeroso escudaron que diariamente se les aumentaba con los indios, que de nuestras fronteras se iban a ellos.

Con esto perdió el P. Luis la esperanza, de reducir por suavidad a unos hombres sin gobierno, ni sujecion a las leyes, i huyó el bulto a la persecucion, retirándose a estos reinos (1619). Se puso a los pies del soberano, le dió plenísima satisfaccion de la rectitud de sus intenciones en las operaciones practicadas en aquel reino, de que se dió el monarca por satisfecho i bien servido. Quiso su real piedad premiar el celo del P. Luis, haciéndolo consejero en el supremo consejo de Indias; pero su reverendísima que, retirado del mundo había renunciado sus empleos, rehusó éste; i entonces S. M. determinó consignarle renta para que pasase con descanso el resto de su vida; mas la religiosidad del P. Luis bien hallada en la pobreza evangélica, también la renunció, i solo admitió una competente limosna para libros. Se retiró al descansado rincón de su celda en el colegio de Valladolid, donde acabó santamente sus días (1642). Fué uno de los varones ilustres de su religión en pureza de costumbres, sobresaliente en literatura, en gobierno, consumada prudencia i máximas de política.