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Fuentes Bibliográficas
Julio Bañados Espinosa. La Batalla de Rancagua. Sus Antecedentes y sus Consecuencias
Capítulo XVII

CAPÍTULO XVII
Balance del combate del 1º de octubre.- La victoria estaba de parte de los patriotas.- Junta de guerra en Rancagua.- Se acuerda enviar un aviso a la 3ª división.- Sale un dragón de la plaza y llega a donde José Miguel Carrera.- Consejo de guerra de los realistas.- Osorio acuerda levantar el sitio y repasar el Cachapoal.- Protesta de sus oficiales.- Suspende la orden al saber el estado de la plaza.- Contestación de José Miguel Carrera.- Estudio de las causas de la paralización de Carrera y de la 3ª división.- Carrera pudo atacar de sorpresa a medianoche.- Pudo atacar en el principio del día.- No son atendibles sus disculpas.

 

Balanceando con imparcialidad los sucesos y episodios de los combates del día 1° de octubre, se llega a la lógica conclusión de que la victoria estaba de parte de los patriotas. Hasta esos instantes la plaza permanecía en poder de ellos y los enemigos habían sido totalmente vencidos en los asaltos emprendidos.

Es cierto que las municiones escaseaban, que el agua hacía falta, que las provisiones de boca disminuían de un modo alarmante; pero también es cierto que el corazón de los defensores estaba entero, el deseo de pelear intacto, los soldados y oficiales en sus puestos, las trincheras firmes como al principio, inquebrantable la voluntad de no ceder una pulgada de tierra, el enemigo no había recogido ni una esperanza de victoria y las banderas envueltas en negros crespones seguían anunciando con elocuente lenguaje que los que allí estaban sosteniéndolas fusil o lanzafuegos en mano, abrigaban como al comienzo del sitio la estoica resolución de vencer o morir.

Casi a un tiempo hubo en ambos ejércitos una junta militar para estudiar la situación.

O’Higgins reunió en la casa del cura a los jefes de mayor graduación y a los valerosos capitanes de las trincheras. En esa junta se discutió el estado de la plaza y, después de cortas y varoniles palabras dirigidas hasta el último general, quedaron acordes en defenderse hasta el último trance, en no capitular en ningún caso y en dirigir un aviso a José Miguel Carrera para que viniera en socorro de la ciudad.

Todos se preguntaban con la palabra o con el pensamiento:

¿Por qué no viene la tercera división?

¿Dónde estará acampada?

¿Habrá sido sorprendida y derrotada por alguna división realista?

¿Estará todavía estacionada en las Bodegas del Conde?

¿Se habrá replegado a la Angostura de Paine, para dar así cumplimiento al plan de José Miguel Carrera?

¿Pensará dar un asalto nocturno cuyo éxito no puede dudarse por un solo instante?

Dudas y más dudas. Sombras en el espacio y sombras en los corazones.

O’Higgins para saber a qué atenerse, resolvió mandar un emisario al general en jefe. Un dragón, un heroico dragón cuyo nombre por desgracia no ha conservado la historia, se ofreció para ir disfrazado de mujer al campamento de la 3ª división.

O’Higgins tomó un papel de cigarro y escribió: “Si vienen y carga la 3ª división, todo es hecho”.

El dragón sale por los albañales de la ciudad y se dirige con plausible audacia al campamento de la 3ª división (1).

Al mismo tiempo que estos incidentes pasaban en la ciudad, en el cuartel general realista tenían lugar otros de no menos trascendencia.

Osorio, que al comenzar el sitio miraba con desprecio a los patriotas, al anochecer del 1º de octubre su espíritu, sumergido en un mar de cavilaciones, temores y dudas, fue víctima de los mayores tormentos morales y sufrió los vértigos que se sienten cuando se contempla el fondo de un precipicio. Había desobedecido las órdenes de Abascal; porque, en vez de reembarcarse se había lanzado al ataque de las trincheras de Rancagua; en vez de enviar a los Talaveras en protección del virreinato amagado por el sur, los había diezmado en los asaltos del día; y en vez de pactar con los insurgentes de cualquier modo, había roto los tratados de Lircay y hecho imposible un convenio. Todas estas ideas y muchas más se agitaban en continuo vaivén en su alma apocada, en su carácter irresoluto, en su naturaleza sin energía y en su cabeza sin recursos y sin inspiraciones.

Después de perplejidades impropias de un soldado y de un jefe, resolvió levantar el sitio y volver al sur para embarcarse con dirección al Perú y cumplir así las órdenes terminantes de Abascal (2).

Los oficiales, sin embargo, que rodeaban a Osorio eran de un temple superior y conocían más a fondo los deberes que impone el honor militar comprometido en una acción en que el número, la fuerza y los elementos ofensivos estaban de parte del que quería dejar la victoria a los contrarios. Dentro de las imperiosas exigencias del valor, de la delicadeza y de la hidalguía, prefería quebrar en mil pedazos las espadas antes de retroceder.

Fuera de estas observaciones, hicieron ver a Osorio que, si el ejército realista abandonaba el sitio, sería atacado por retaguardia al cruzar el Cachapoal y ellos nada podían esperar de una tropa sorprendida y desmoralizada con el solo hecho de huir al frente del enemigo entre la vergüenza de una derrota (3).

La retirada se habría quizás llevado a cabo, a pesar de tan fuertes razonamientos; “pero, por desgracia, se pasaron en la noche dos soldados patriotas que descubrieron la verdadera situación de las tropas de la plaza y la escasez de recursos que comenzaba a experimentarse entre los sitiados. Con esta noticia, nadie, ni Osorio mismo, volvió a pensar en la retirada” (4).

José Miguel Carrera entretanto que seguía impasible acantonado en los Graneros de la hacienda de la Compañía, que escuchaba el terrible vocear de la batalla de Rancagua y que veía en el horizonte los siniestros resplandores del incendio que quemaba en varios puntos la ciudad, recibió el papel de O’Higgins de que el intrépido dragón mencionado fue portador y le contestó en una esquela y con el mismo soldado lo siguiente:

-“Municiones no pueden ir sino en la punta de las bayonetas. Mañana al amanecer hará sacrificios esta división; Chile para salvarse necesita un momento de resolución”.

Iguales cosas confirmó de palabra al dragón (5).

A las 2 de la mañana llegó a la ciudad el intrépido emisario con la contestación. Tan fausta nueva encendió el entusiasmo de los sitiados y duplicó sus esperanzas de victoria. Con indescriptible regocijo se pusieron a la obra de aumentar los medios de defensa y de prepararse para secundar a José Miguel Carrera.

Antes de seguir analizando las operaciones de este sitio memorable y mientras ambos beligerantes toman un ligero reposo, llega el momento de hacerse preguntas indispensables para conocer el curso de los sucesos.

¿Por qué José Miguel Carrera, durante todo el primer día de combate, estando sólo a tres leguas de Rancagua, no dio un paso, un solo paso para proteger la plaza?

¿Por qué se quedó en inexplicable inamovilidad?

¿Por qué no envió siquiera partidas de reconocimiento?

¿Por qué no preparó alguna emboscada?

¿Por qué, en una palabra, no intentó nada, absolutamente nada para socorrer las divisiones encerradas que morían como espartanos en sus puestos, entre las llamas de un incendio colosal, la desesperación de sed devoradora y los proyectiles de un bombardeo incesante?

Dice en su Diario que apenas supo que Osorio había cruzado el Cachapoal, había enviado a escape a su edecán Rafael de la Sota para ordenar a O’Higgins y a Juan José que se replegasen a la Angostura de Paine, aun a costa de perder artillería y municiones.

De la Sota corrió a comunicar la orden terminante; pero tuvo que volverse sin llenar su cometido por serle imposible entrar al pueblo circunvalado ya por los realistas.

Salvo esta orden y un avance de las caballerías de la 3ª división que no fue notada por el enemigo y que no tuvo más objeto práctico que recoger los restos de las milicias de Portus de que hemos hablado, José Miguel Carrera no hizo, lo repetimos, nada, absolutamente nada.

¿Pudo hacer algo?

Si pudo hacer ¿por qué no lo llevó a cabo?

Y de haber podido emprender cualquier ataque, ¿habría habido probabilidades de victoria?

Para resolver estos enigmas con imparcialidad y pleno conocimiento de causa, es preciso recordar la situación del ejército realista. Basta echar una ojeada a los desastres experimentados en el día y basta saber el efecto que ellos produjeron en el ánimo de Osorio, para comprender el estado de los sitiadores.

José Miguel Carrera pudo, a contar desde las diez del día, hora en que comenzó el combate, hasta las once de la noche, hora en que recibió el aviso de O’Higgins emprender dos clases de operaciones militares diversas en su naturaleza, en sus resultados y en sus probabilidades de éxito.

O se decidía por un ataque por retaguardia en pleno día, exponiéndose con ello a los percances y veleidades de una verdadera batalla campal, y pudiendo contar para la cumplida realización de su propósito con un ataque combinado de las tropas disponibles de la plaza; o bien, esperaba las altas horas de la noche para dar una sorpresa a los realistas en su propio campo, en lo cual sería ayudado por salidas simultáneas de los sitiados.

Si el primer proyecto no le daba todas las seguridades, el segundo a nuestro modo de entender habría sido coronado con los lauros de un éxito brillante (6).

¿En qué se ocupó Carrera durante el 1º de octubre?

Según él en movimientos encaminados a evitar ataques del enemigo que sólo existieron en la fantasía de unos cuantos ilusos que creían encontrar un cuerpo de tropas realistas en las agrupaciones de rocas de las montañas vecinas, en unas cuantas partidas de caballería de los mismos patriotas y en otros espejismos propios de imaginaciones acongojadas por los fantasmas de un temor exagerado (7).

¿En qué se ocupó durante la noche?

En desear el día para proteger las divisiones encerradas en la ciudad, es decir, en aspiraciones puramente platónicas.

Pero, entretanto, mientras discutimos estas graves cuestiones, las sombras de la noche se destiñen poco a poco y comienza a amanecer dibujándose en la atmósfera las primeras sonrisas de la mañana.

 

Notas.

1. En el contenido, tanto del aviso de O´Higgins como de la contestación de José Miguel Carrera, hemos seguido el Diario de este último. Don Juan Thomas en sus Apuntes dice que el papel de O´Higgins decía: “si carga esa división todo es hecho”.

2. “La resistencia, dice el señor Barros Arana en su obra citada, que había encontrado (Osorio) le hacía vacilar; y su debilidad le aconsejó el mal arbitrio de retirarse con sus fuerzas, dejando a los enemigos dueños del campo que él abandonaba”.

3. “En la noche del 1º, dice José Ballesteros en su obra, los jefes de división, tuvimos orden del general Osorio, comunicada por el coronel Urrejola, para desamparar el sitio y retirarse con sus divisiones a inmediaciones del río Cachapoal que no pudo verificarse por estar ya avanzados a la plaza y que de ejecutarlo en aquella tenebrosidad, habría sido perseguido el ejército realista por el general O’Higgins reunido a don José Miguel Carrera que, con su numerosa caballería, se hallaba a poca distancia de la plaza y entonces no hubiera quedado un solo realista para contar la tragedia”.

4. Barros Arana. Esta noticia no la hemos podido encontrar en ninguno de los papeles que hemos consultado, lo que nos induce a creer que ha sido dada verbalmente por los oficiales realistas a quienes el señor Barros consultó para redactar su obra.

5. El señor Benavente en su Memoria sostiene que lo que de palabra dijo Carrera había sido: “Diga Ud. que esta división no puede encerrarse en la plaza; pero que mañana atacará para que salgan las de adentro”.

Los señores Amunátegui dicen que Carrera hizo al dragón esta advertencia: “le encargó (al dragón) de palabra dijese a O’Higgins y a su hermano, que a su parecer no quedaba otro arbitrio sino intentar una salida a viva fuerza para reunírsele”.

Nos ha extrañado que los señores Amunátegui digan que Carrera “no se atrevió a escribir”, y que en consecuencia toda la contestación dada al papel de O’Higgins había sido verbal. Nos basta, para probar lo contrario, copiar lo que dice Carrera en su Diario: “El dragón salió saltando tapias y era muy posible que a su vuelta lo tomase el enemigo, porque tenía circunvalada la plaza: por eso no quise contestar por escrito sino lo muy preciso.- Por escrito le hablé así: (las palabras que hemos insertado en el texto de la narración).

El señor Juan Thomas se salta algunas palabras de la contestación de Carrera al decir en sus Apuntes que la respuesta fue: “Al amanecer hará sacrificios esta división”.

6. Con sobrada razón dice el señor Barros Arana, después de describir las escenas que tuvieron lugar en el campo realista cuando Osorio dio orden de levantar el sitio, lo siguiente:

“En aquellos momentos de angustia y confusión para los realistas, cuando la inmensa superioridad numérica no había podido salvarlos de verse rotos y desconcertados, una carga de la tercera división del ejército insurgente habría bastado para destruirlos completamente. Estaba ésta acampada en los graneros de la hacienda de la Compañía, a tres leguas de Rancagua: desde allí se oían perfectamente los cañonazos de la batalla, pero no se movió ni una sola partida para socorrer a los sitiados”.

7. Damos la palabra al mismo Carrera en su Diario:

”Avancé (luego que supo el comienzo de la batalla) la Guardia Nacional para que incomodase al enemigo con guerrillas, y este cuerpo tomó posesión de todos los potreros fincas inmediatas a la Cañada (de Rancagua).- El coronel Benavides me dio parte de una columna enemiga que por el camino de Machalí se dirigía como para la cuesta de Chada.- Un escuadrón de caballería de los Húsares se destinó al reconocimiento, y como confirmase el primer parte, me vi en la necesidad de mandar la infantería y la artillería a que se posesionasen de la Angostura para impedir que el enemigo lo hiciese, logrando impedirnos la retirada, interceptando las comunicaciones y tropas sorprendidas hasta tomar la capital.

“No tardó en saberse que la columna de caballería de Portus había sido despedazada por el enemigo. Hice avisarla para que se incorporase con la 3ª división, oficié al gobierno lo ocurrido, puse guardias en la Angostura y pedí que avanzasen las fuerzas de retaguardia que consistían en 170 artilleros con 6 piezas de artillería, 116 infantes a las órdenes del comandante Bustamante, y 150 lanceros a las de don Fernando Gorigoitía.- Con este refuerzo era bastante para facilitarse la comunicación con las tropas encerradas y para obligar al enemigo a una retirada. La infantería artillería volvió sobre Rancagua. Al anochecer estábamos en las casas nuevas de Cuadra.- Reforcé a los Húsares con dos piezas de artillería y 60 fusileros, y mandé que acampase el resto de la fuerza en aquellos potreros.

“No cesaba el vivo fuego del enemigo sobre nuestras divisiones, deseaba el día para protegerlos en cuanto nos fuese posible”. Después da cuenta detallada del aviso que recibió de O’Higgins y de a contestación que le dio.

De estos extractos se desprenden hechos de que es necesario dejar constancia:

1º De que Carrera se encontraba con fuerzas bastantes “para obligar al enemigo a una retirada”.

2º Que escuché desde el principio “el vivo fuego” sobre Rancagua.

3º Que esperaba el día para proteger las divisiones encerradas en cuanto le fuese posible.

De paso agregaremos que los anuncios que recibió de que hubiera realistas amagando la 3ª división o fuera del estrecho circuito de Rancagua, fueron falsos, como que en verdad a Osorio no le pasó por la mente separar tropas de un lugar en el que estaba en serio peligro y en grande apuros.