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Crónicas
Tomo II
Capítulo VI. Butapichun i Queupuantú sobre la plaza de Arauco - Batalla de La Albarrada.

No se detuvo el gobernador en la Concepción i se trasladó luego a la plaza de Arauco. Halló al maestre de campo embarazado sobre la fidelidad de los ausiliares. Conoció el gobernador que vacilaban no por voluntad, sino por temor. Sabian del poderoso ejército de Butapichun i le suponian vencedor, i querian tener parte en la victoria pasándose a los enemigos al tiempo de la batalla, para salvar la vida. Para salir de esta duda i afirmarles en la fidelidad, dispuso que el teniente Estévan de la Muela saliese con trescientos ausiliares i cien españoles, con orden de internarse hasta la provincia de Ilicura a tomar algunos prisioneros, que diesen noticia de la situacion i estado del ejército de Butapichun i Queupuantú, que nada se sabia de ellos, porque tenían interceptada la comunicación. Volvió Muela con treinta prisioneros i cincuenta caballos de que hizo presa en el territorio de Queupuantú con la circunstancia de venir entre los prisioneros tres mujeres i dos hijos de este jeneral. (Diciembre 20 de 1630.)

Sobre la huella del teniente Muela marcharon cinco indios, i la víspera de natividad, antes de amanecer, cayeron sobre las chozas de Catimalu, jefe de los auxiliares, i le quitaron sus caballos. Se esparció la, voz porque en la plaza tocaron alarma. El gobernador salió hasta la Albarrada, i orientado del lance, volvió a sus cuarteles. Catimalu tambien regresó con sus caballos i con uno de los ladrones, que dijo ser del ejército de Butapichun, i que se adelanto con otros cuatro a saber si el gobernador estaba en la plaza.

Esta noticia dio mérito a la resolucion que allá en su interior hizo el gobernador de salir a buscar a los enemigos, sobre que había diversidad de pareceres. El de guardarse en la plaza lo gradue de indecoroso, persuadido (i ya lo dijo en la junta) de que entra en mal pié en la guerra quien empieza perdiendo la reputacion. Ni era conveniente. Se llenarian de confianza manifestándoles flaqueza. El gobernador era soldado veterano, i sabia que una de las condiciones de la guerra es atribuir a todos lo próspero i a uno solo lo adverso. Por eso propuso aguardar al enemigo en campaña, elijiendo campo ventajoso para la batalla. I para saber de su situacion dispuso que volviese a salir el teniente Muela con la misma partida, i órden de volver a la, plaza desde el paraje donde tuviese noticia del ejército enemigo, i si no se adquiria diese otro golpe sobre Ilicura. A los tres días regresó Muela con un prisionero de los batidores del enemigo, soldado veterano i animoso, amigo de Queupuantú. Presentado delante del gobernador i preguntado por su ejército, respondió con desenfado: que se componia de siete a ocho mil hombres bajo las órdenes de los valientes capitanes Butapichun i Queupantu ; que se hallaba a distancia de seis leguas, i al cesto dia estaria sobre la plaza; i que él se adelantó a reconocer los caminos con poca jente, persuadido de hallarles desembarazados de enemigos, porque no pensó que hubiese hombres tan insensatos que aguardasen atan valientes capitanes, a quienes no podria resistir todo el poder de los españoles.

Esta arrogante respuesta de un hombre prisionero i herido de peligro, persuade que aquellos indios son adornados de un espíritu tan animoso que por esta cualidad tienen derecho para, ser admitidos en las aras del airado Marte. Todavía sube mas de punto el hecho de Butapinchun. Se arroja este araucano a buscar al gobernador en sus mismas fortificaciones para una decisiva batalla suponiéndole con la mas lucida tropa de todo aquel reino. Ya haria memoria el caballero Lazo del injusto desprecio que hizo de ellos ántes de probar la mano en la batalla de los Robles.

Esta arrogante soberbia del prisionero les puso en alguna cuidado, pero no tanto que el gobernador desistiese del empeño de salir a buscar a los enemigos. Envió órden a Rebolledo, previniéndole pasase a Arauco los cien soldados de caballería que tenia a sus órdenes, dejando a su arbitrio quedarse en la plaza de San Felipe, o pasar con aquella tropa a incorporarse con él. Como soldado animoso elijió esto último Rebolledo i en pocos dias se pasó a Arauco

Pasó revista a su jente el caballero Lazo, i se halló con ochocientos españoles i quinientos ausiliares. (Enero 11 de 1631.) Puesto todo en estado de salir a campaña como. era dudosa la accion, dispuso de sus intereses i trató de limpiar la conciencia. Lo mismo hicieron todos los oficiales i. muchos soldados. (Enero 12 de 1631.) No es cobardía ser buen cristiano i manifestarlo en semejantes ocasiones; jamas se opuso al valor. Toda la noche emplearon en esta cristiana espiacion i aun se hallaban en ella, cuando se acercaron a la plaza algunas partidas de los enemigos destinadas a incendiar las chozas de los ausiliares. El gobernador salió a contenerlos con alguna jente i por, la oscuridad de la noche, nada mas hizo que poner en riesgo su persona i aventurar el buen éxito de la batalla con su tan precipitada como inconsiderada salida, hecha contra las prudentes máximas del arte de la guerra.

Al asomar el dia siguiente salió el ejército a campaña. Los auxiliares, con penachos de pluma blanca en las gorras, para distinguirse de los enemigos, llevaban la vanguardia. Seguia la caballería mandada por el maestre de campo Zea, i luego la infantería a las órdenes de Rebolledo. Los ausiliares encontraron la gran guardia del ejército enemigo. Pelearon, i habiendo muerto algunos rebeldes i tomado dos prisioneros, de quienes recibió el gobernador completa noticia de aquel ejército, se retiraron a incorporarse en el suyo. Al dejarse ver el sol avistaron los dos ejércitos, i el de los españoles aceleró el paso para ocupar la loma de l a Albarrada, naturalmente defendida por dos costados. Mandó el gobernador desmontar a los auxiliares i les interpoló con la infantería, que formaba la derecha, para ponerles en el empeño de pelear i alejarles de la ocasion de infidelidad. La caballería fue colocada sobre el costado izquierdo; a retaguardia el comisario de caballería, Alfonso de Villanueva, con un cuerpo de reserva., i el gobernador en el centro escoltado de su guardia de oficiales reformados.

La misma formacion figuraba el ejército enemigo, i con tan buen orden, que el gobernador no pudo ménos que alabarla, Queupuantú mandaba, la derecha i Butapichun la izquierda. Estaban fuera del tiro de mosquete, i el jeneral araucano rompió la voz para infundirles osadía i despecho: "en vuestro valor, amigos, les dice, consiste la libertad de la patria injustamente oprimida de estos tiranos. Ahora es tiempo que vosotros acabéis lo que vuestros padres felizmente principiaron. Con su constancia conservaron los derechos de la libertad i con su valor destruyeron las ciudades i poblaciones de estos estranjeros, i ellos mismos fueron los que tuvieron osadía para quitar la vida a dos gobernadores. En ocasion estais de acreditar que sois verdaderos hijos de tales padres i que con el ser que os dieron heredasteis también el amor a la patria i el celo por la libertad. Si entrais a la batalla con ánimo de morir antes que rendiros, peleareis con tal esfuerzo, que yo me atrevo a prometeros la victoria, i con ella la libertad. Ese ejército que tenéis a la vista, son las únicas fuerzas de los españoles. Si lograis vencerlos, lograreis tambien concluir la obra que vuestros gloriosos padres comenzaron, i no quedará ninguno de estos tiranos en toda la estension de nuestro pais. Todas sus poblaciones i todas sus riquezas pasarán a nuestra posesion. Débiles i desiertas las han dejado para poner esos pocos soldados en campaña, que no subirá el sol dos picas sin que sean desgraciadas víctimas de nuestras armas. Ea! amigos i compañeros, no perdamos tiempo, vamos a ellos. Acostumbrados estais a vencerlos. Muchos estais aquí que pocos dias hace les destrozasteis en la provincia de Chillan, les develasteis en el campo de las Cangrejeras, les vencisteis en Quillin, i sorprendisteis con buen suceso en los Robles al mismo gobernador que teneis al frente i será luego vuestro prisionero i vuestro esclavo. Ese mismo es de quien se os dijo que era invencible i por lo mismo estais obligado a sacarle de su error; vamos al empeño."

Cortó Queupuantú la oracion de Butapichun i dijo era tiempo de acometer. (Enero 12 de 1631.) El gobernador entonces dijo también: "démosle gusto al jeneral araucano," i mandó que avanzase la caballería. Pero recibida en las puntas de las lanzas de la infantería enemiga, fué rechazada, i desordenada se retiró a retaguardia. Si Butapichun hubiera aprovechado este movimiento, seria suya la victoria. La infantería se interesó en suplir el defecto de la caballería, i avanzó haciendo un fuego regular que no hizo poco destrozo. El gobernador puso esfuerzo en la caballería animando i llamando a los soldados por sus nombres, i les mandó volver al ataque. Segunda vez fue rechazada, pero haciendo tercer avance con el esfuerzo posible, logró abrirse entrada,. Volvió por su reputacion; pusieron en desórden la caballería enemiga. Hirieron de peligro a Butapichun i le mataron el caballo i comenzaron a huir. La infantería, que se mantuvo siempre unida, apesar del contínuo fuego de la nuestra, viéndose abandonado de su caballería, huyó tambien, cuando ya estaba cerca de interpolarse con los arcabuceros para hacer inútiles los fuegos. Queupuantú hizo cuanto le sujería su animosidad para contenerlos, pero no lo pudo alcanzar i de batalla pasó a ser carnicería, porque solo los españoles herian. Se libertaron de un total destrozo con la industria. Los de a pie tomaron las colas de los caballos, i entre correr i volar lograron igualar la celeridad de los montados. Dos leguas siguió el gobernador la victoria i volvió a la plaza todavía a tiempo de que se dijese una misa de gracia, que se solemnizó con repetidas salvas de artillería. Salió del templo el caballero Lazo i con la afabilidad que es regular en semejantes casos, dió las gracias en nombre del rei a todo el ejército i convidó a, comer a todos los oficiales vivos i reformados sin excepcion de clases (2).