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Crónicas
Tomo II
Capítulo LXVIII. Pasa el Gobernador a La Frontera: se refieren los principales sucesos de esta visita i su regreso a la capital - La Corte le separa del Gobierno.

No sé si fastidiado el gobernador de los continuos disturbios de la capital, o si estrechado de la obligacion, o compelido de reales órdenes, resolvió visitar la frontera, como parte mas espuesta a sufrir las resultas de la guerra en que ardia la Europa, i salió para la ciudad de la Concepcion (1702). Luego que estuvo en ella se dedicó a continuar la paz con los indios, que gozan de independencia, i tomó buenas providencias a favor de los ya subordinados i reducidos. Se interesó mucho en la instruccion de los colejiales indios. Sostuvo las casas de conversion, i asistid a todos los conversores en todo lo necesario, i que pendia de sus facultades. Procuró adelantar la conversion de los infieles i estableció una casa de padres conversores en la parcialidad de Nahuelguapi, provincia de las Poyas en el distrito de Chiloé, i fue su primer conversos el jesuita padre Felipe Vaden Meren. I últimamente, habiendo dispuesto el rei que los indios independientes fuesen reducidos a vivir en pueblo, i que los prisioneros de guerra se mantuviesen presos en las plazas de la frontera, representó la dificultad de aquel pensamiento, i la imposibilidad de mantener los prisioneros en las plazas, por su corto recinto, poca guarnicion i mucho costo del erario sin utilidad. Luego pasó a proponer la conveniencia de agregarlos a las encomiendas en depósito, i con especial encargo de un trato suave, i le fue aprobado; pero como en el tiempo,que gobernó estuvieron de paz, no tuvo lugar la real resolucion.

Concluidos los asuntos de indios, comenzó a tratar de la distribucion del situado. Para verificarla llevó consigo al fiscal de la Real Audiencia, asociado al oidor don Alonso Bernardo de Quiroz que servia el empleo de correjidor de aquella ciudad (70) para que fuesen interventores del pagamento de la tropa en cumplimiento de lo dispuesto por el reí en beneficio del solado, i para evitar fraudes. Los soldados con la pérdida del anterior situado, que naufragó, falsamente persuadidos de que el oficial comisionado para conducirlo desde la villa de Potosí se había pasado a Portugal con aquel caudal (71) i por efecto de aquella inconsideracion propia de la plebe; i tambien impresionados de que el gobernador había reservado para sí una buena parte del situado, acordaron apoderarse de su persona i del caudal. Fijaron dia para este escandaloso hecho, i las guarniciones de las plazas de Arauco, Yumbel i Puren, desamparados sus destinos, salieron para la ciudad de la Concepcion donde se hallaba aquel jefe. Equivocaron la citacion, i se anticiparon los de Yumbel i llegaron solos al punto de reunion inmediato a la ciudad; viéndose solos i descubiertos regresaron a su destino, i por el mismo motivo tambien los de Arauco i Puren. Este motin tuvo principio en Yumbel, i fueron motores de esta rebelion Juan Contreras i José Marin.

El gobernador no perdió instante i salió de la Concepcion para Yumbel con alguna tropa para extinguir la sedicion con el castigo de los que resultaren mas culpados. Contreras i Marin intentaron asegurar la persona del comandante de la plaza, que lo era el sarjento mayor don Pedro de Molina, i se les fué de las manos a la plaza de San Cristóbal. Tornaron las armas ¡,salieron al encuentro del gobernador en ánimo de combatir. Con este designio ocuparon un ventajoso sitio para el. combate: i puestos en disposicion de pelear los dos escuadrones, evitó esta atrevida e insolente accion el jesuita, padre Jorje Burger. Convenció de su delito a los sediciosos, i se redujeron a retirarse i rendir las armas bajo la condicion de un perdon jeneral concedido a nombre del rei- i que el gobernador desde allí volviese a la Concepcion. Luego pasó a hablar al jefe, que fácilmente condescendió, i regresaron a sus cuarteles. Pero viendo que faltando a lo prometido marchaba hacia a la plaza, se refujiaron en la iglesia. No les valió este sagrado asilo, ni el del augusto nombre del soberano empeñado para su perdon. Se les extrajo de la iglesia, i con dictamen del auditor de guerra don Alvaro Bernardo de Quiroz, fueron sentenciados a la pena capital don José Marin i otros dos soldados, i a muchos se les puso en estrecha prision. Juan Contreras conoció el lance i huyó desde la iglesia, i despues de algunos años alcanzó indulto. El licenciado don Francisco Flores, cura-párroco i vicario de la parroquia de aquella plaza defendió la inmunidad de la iglesia. Usó de todos los remedios prevenidos en los sagrados cánones. hasta echar mano del duro golpe de censura, mas todo fué inútil, i les hicieron sufrir la sentencia. El reverendo Obispo se quejó del desacato, i su majestad en cédula de 24 de abril de 1705 reprende al gobernador por el exceso, i multa en tres mil pesos al auditor de guerra por la pena capital que sufrieron los tres soldados, i para indemnizar a la iglesia en sus derechos mandó se le restituyesen los reos detenidos en las cárceles.

La distribucion de este situado no solo causó el escándalo referido: todavía hubo mas, i algunos tuvieron que padecer mucho. Don Juan Fermin Montero de Espinoza hizo en España una muerte, i de real órden fué extrañado de la península, i destinado a Chile en calidad de veedor jeneral del ejército. Era un ministro de real hacienda desinteresado, i esta cualidad le hacia hacer intejérrimo defensor de los intereses reales i de los soldados. Tambien era de condicion demasiado ardiente, i por eso se opuso con fogosidad a las determinaciones del gobernador sobre la anunciada distribucion del situado, que era la piedra de escándalo de casi todos los gobernadores. Su ardentía le precipitó a hablar al gobernador con voz altanera, mui distante de la humildad relijiosa que exijen del súbdito los superiores en América, i aquel jefe, que tambien era impetuoso, aprovechó la ocasion para separar de aquel acto a un ministro celoso defensor del erario que le impedia el acostumbrado estravío de aquel caudal, i decretó su prision. Una partida de tropa fué destinada a verificar su arresto. El caballero Espinoza hizo resistencia con armas de fuego, pero la tropa; que verdaderamente le amaba, hizo por cumplir la orden, sin herirle, ni faltarle al respeto que le era debido por su empleo i por su nacimiento; todo se puede mui bien cuando semejantes odiosas comisiones recaen en algun oficial prudente, i de buenas obligaciones. A la prision de Espinoza se siguió el destierro de don Alonso de Soto, militar de calidad i mérito. I aunque no tardó en alzarle el destierro (el fin era remover impedimentos que defendian aquel caudal), con todo tomaron mucho cuerpo aquellos disturbios, porque procedió al arresto de otros militares de primer órden, i se deslizó todo el ejército i vecindario de la ciudad de la Concépcion a horrorosas públicas murmuraciones del gobernador que estuvieron mui cerca de una jeneral conspiracion contra la vida de aquel jefe, i contra el gobierno, de que precisamente se hubiera seguido la desinembracion de aquel territorio, cuyos colonos se dejan llevar bien, por la bondad, sufren la terquedad con pública impaciencia vestida de su peligro, i de que sin duda sufria las resultas de su impetuosidad, i de su codicia, se retiró luego a la capital punto ménos que escapado. Mas no por eso dejó de llevar adelante la injusticia, i puesto en salvo, suspendió el empleo al veedor, i nombró un interino con la mitad del sueldo del propietario.

Este se escapó de la prision; era mui querido i estimado de la tropa, i le proporcionaron la fuga i su embarque para el puerto del Callao. El gobernador ya se debió suponer que siendo Espinoza de casa ilustre, tenia proteccion en la corte, i le hizo una causa tan criminosa, cual la acostumbran hacer los gobernadores en América al favor de la distancia, encubridoras de tramoyas para salir con sus caprichosas inicuas venganzas. Pero como Dios no quiere la opresion del inocente, visto el abultado proceso, i examinada la enérjica defensa, i sincera verídica relacion del hecho que dirijió Espinoza, conoció la corte que todo este negocio tuvo su principio en la defraudacion del situado que pensó hacer el gobernador, i le frustró el veedor, i el rei, a consulta del supremo consejo de guerra se dió por mal servido de aquél, i le reprende su injusticia, i violentos procedimientos repone a Espinoza en su empleo, i mandó se le abonen los sueldos que venció en el tiempo de la suspensión, i que el medio sueldo pagado al interino fuese punto reservado para la residencia del gobernador (72). I para evitar fraudes, i remover todo motivo de competencia i de revoluciones, despachó nuevo reglamento para el ejército de Chile (73).

Espinoza se mantuvo en Lima por disposición del virei, gozando el sueldo entero, porque no era razon entregarle a las vengadoras manos del gobernador, hasta que separado éste del gobierno de Chile, i colocado en el vireinato del Perú el excelentísimo señor don Carmine Caraciolo, príncipe de Santo Bono, grande de Espacia, le mandó volver a su destino a servir el empleo (1716).

Todo este gobierno fué una condena de tropelías. Gobernaban el interés i el depotismo, i se dio un trastorno a las leyes que hizo desaparecer de Chile el buen orden de la justicia. Exasperados los vasallos, i apartados de todo pensamiento bastardo, buscaron el remedio en los piés del trono, i dirijieron sus quejas al soberano. La corte no pudo desentenderse ni mirar con indiferencia este negocio que segun estaban los ánimos de aquellos colonos debian seguirse fatales consecuencias, i léjos el ministerio de seguir el sistema de sostener a los gobernadores de América por lo que tiene de tirano, injusto i peligroso semejante pensamiento que destruye la esencia de la justicia, i en ningun caso puede presentarse razon que lo abone, subió al rei los lamentos de aquellos vasallos. La real piedad se compadeció de la opresion que sufrian, i sin contemplación hizo justicia i resolvió que el caballero Ibañez de Peralta fuese separado del gobierno, i en 1707, catorce meses ántes de cumplir su tiempo, lo confirió a don Juan Andrés de Ustariz. I porque este caballero no pudo pasar luego a su destino, no se verifico la real intención del soberano hasta febrero de 1709. Mui desagradables le fueron las resultas de su impetuoso gobierno, i fué entregado al desaire de la fortuna. En la residencia le hicieron gravísimos cargos, i aunque vindicado de algunos, i purgados otros con gruesas multas pecuniarias, le causaron ruborosos sentimientos, i fue abandonado a una vida privada sin esperanza de reposición. Estos son los amargos dejos de la impetuosidad i del depotismo; ni debe esperar otra cosa el hombre que es conducido por el vil espíritu de la negra venganza. No terminaron en esto los padecimientos de este gobernador que hizo padecer a muchos, i con la misma vara fué medido. Llevó consigo a dos sobrinas. Una caso con el marqués de Cerpa, i la otra con un hermano de éste. El marqués fué sindicado de infidelidad, i acusado de haber solicitado que la corte de Lóndres hiciese un armamento contra Chile, con destino de socorrer a aquellos colonos, que exasperados del gobierno español como si esto consistiera en los malos gobernadores i no en las suaves i equitativas leyes que lo prescriben i detallan, intentaban establecer el republicano. I aunque se vindicó de esta calumnia, i justificó su fidelidad i adherencia a la augusta casa de Borbon, con todo, de pronto sufrió los malos efectos de la impostura. Orientado el nuevo gobernador de esta negociacion por aviso de la corte, envió a Lima al caballero Ibañez de Peralta, su antecesor, i a las dos sobrinas, i tuvo el dolor de ver allí en mejor fortuna que él al veedor Espinoza. Viéndose desairado i pobre en aquella ciudad, tomó el partido de buscar a Dios. Entró en la relijion de la Compañía de Jesus, i después de algunos años de sotana pasó a la eternidad. El no fue buen gobernador, pero acertó a enmendar sus estravíos con una seria penitencia que debemos suponer lo condujo a mejor vida. Los jesuitas honraron sus cenizas, i le hicieron los funerales correspondientes al caracter i honores militares que obtuvo.